Hay personas que están muy preocupadas acerca de la fecha de la crucifixión de Jesús. Lo importante es que él “murió por nuestros pecados” y que “resucitó” para que podamos ser vivificados (1 Cor. 15:3, 4). Pero, siendo que algunos ponen tanto énfasis sobre este asunto, veamos qué enseña la Biblia en cuanto a la fecha de la crucifixión y la resurrección de Jesús.
Algunos dicen que la crucifixión tuvo que ser el miércoles, porque Jesús dijo que estaría en el corazón de la tierra tres días y tres noches (Mat. 12:40). Pero muchos textos nos dicen que Jesús dijo que resucitaría el tercer día (véanse Mat. 16:21; 17:23; 20:19; Mar. 9:31; 10:34; Luc. 9:22; 18:33; 24:7, 46; 1 Cor. 15:4). Ahora bien, es claro que él no podía estar en la tumba todo ese tercer día y también resucitar el mismo tercer día.
JESÚS SABÍA EL DÍA
Es obvio que las diferentes expresiones en cuanto al tiempo de su resurrección se refieren todas al mismo tiempo. Porque seguramente Jesús no quiso decir que iba a estar en la tumba tres días y tres noches y resucitar “después de tres días”, y luego en otras ocasiones decir que resucitaría “el tercer día” si esas expresiones no se referían al mismo lapso de tiempo para su resurrección. Él tiene que haber sabido cuándo saldría de la tumba. No estaba tratando de adivinar. Tampoco estaba haciendo declaraciones disparatadas o peregrinas. No iba a decir en una ocasión que resucitaría el séptimo día, y en otra ocasión que resucitaría el cuarto o el primer día de la semana. Es pues obvio que las varias declaraciones que hizo en cuanto a la fecha de su resurrección debían tener el mismo significado.
AUN SUS ENEMIGOS LO ENTENDIERON
Una evidencia adicional de esto es el hecho de que los que oyeron sus declaraciones no tuvieron ninguna duda en cuanto a qué quería él decir con eso. Cuando dijo que resucitaría “el tercer día” los discípulos no le dijeron: “Espera un momento, Jesús; tú dijiste el otro día que ibas a resucitar ‘después de tres días’, y ahora dices ‘el tercer día’. ¿Cómo se entiende esto?” No, no hubo preguntas ni confusión en la mente de sus oyentes en cuanto a lo que él quería expresar.
Aun sus enemigos usaban los términos indiferentemente. Fueron a Pilato y dijeron: “Aquel engañador dijo… Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día” (Mat. 27:63, 64).
Hay numerosos ejemplos en la Biblia del uso de este término, el tercer día, y siempre se refiere a lo que nosotros llamaríamos “pasado mañana”. Los judíos contaban el tiempo con el sistema de inclusión. El día de la fecha era el primer día. En Éxodo 19:10, 11, leemos acerca de la preparación de los hijos de Israel para encontrarse con el Señor: “Santifícalos hoy y mañana… y estén preparados para el día tercero”. Otros ejemplos de hoy y mañana y el tercer día se encuentran en Levítico 7:16-18; 19:5-7; 1 Samuel 20:12; Luc. 13:32, 33, etcétera. En 2 Crónicas 10:5, leemos que Roboam dijo al pueblo que volviera a él “de aquí a tres días” y en el versículo 12 dice que vinieron “al tercer día” añadiendo que eso era lo que el rey Roboam les había dicho que hicieran. Así que “de aquí a tres días” y “al tercer día” significaba lo mismo para ellos.
El relato dice que Jesús se levantó el primer día de la semana: “Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios” (Mar. 16:9). Los dos discípulos que iban camino de Emaús el mismo primer día de la semana (Luc. 24:1, 13), dijeron, al relatar la historia de la crucifixión al Forastero que anduvo caminando con ellos: “Hoy es ya el tercer’ día que esto ha acontecido” (vers. 21). Esta es una declaración definida de que ese primer día de la semana fue el tercer día después de la crucifixión, ningún método de contar hace posible fijar el miércoles como el día de la crucifixión siendo el domingo, primer día de la semana, el tercer día después de la crucifixión. El domingo sería el quinto día después del miércoles, según el método judío de contar el tiempo.
EL RELATO ES CLARO
El relato de la crucifixión y sepultura de Jesús dado por Lucas es tan claro, que no hay necesidad de hacerse problemas en cuanto al día de la crucifixión y el día de la resurrección. El relato dice simplemente que José “fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús” y lo sepultó (Luc. 23:52, 53). “Y era el día de la preparación, y el sábado ya rayaba” (Luc. 23:54 VM). Después que fue puesto su cuerpo en la tumba [“las mujeres”] volvieron “y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento” (vers. 55, 56). Luego sigue la historia de su llegada, temprano por la mañana del primer día de la semana y el hallazgo de la tumba vacía (Luc. 24:1-7).
El día de reposo según el mandamiento es el séptimo día de la semana (Exo. 20:8-11). Por lo tanto, el día de la crucifixión fue el sexto día de la semana, y el día de la resurrección fue el primer día de la semana, el tercero después de la crucifixión. El ángel dijo que era el tercer día (Luc. 24:7).
Algunos han dicho que el sábado que siguió a la crucifixión fue la pascua, y que ese año cayó en jueves. Sin embargo, la pascua de ese año tiene que haber caído el séptimo día, porque leemos en Juan 19:31 que “era grande aquel día de sábado” (VM). Era llamado grande porque la pascua y el sábado semanal caían el mismo día ese año.
Si la pascua cayó en jueves ese año y Jesús fue crucificado el miércoles, entonces, ¿por qué los discípulos esperaron hasta el domingo de mañana para llegar a la tumba a terminar de embalsamar el cuerpo de Jesús? Seguramente podrían haberlo hecho el viernes.
EL ARGUMENTO MÁS PODEROSO FALLA
Examinemos ahora más detenidamente el texto que algunos señalan como que indica que la crucifixión tuvo que ser el miércoles, sin hacer caso de los muchos textos que dicen que él iba a resucitar el tercer día. Nos referimos a Mateo 12:40, que dice: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches”.
En rigor de verdad esto no dice nada acerca del sepulcro. “En el corazón de la tierra”, es obvio, es lenguaje figurado. Tomarlo literalmente y al mismo tiempo aplicarlo a la tumba de Jesús sería lo mismo que decir que la tumba de Jesús estaba en el “corazón” o el centro de la tierra. Y esto, por supuesto, no es cierto. Si lo consideramos como lenguaje figurado y aplicamos la palabra “tierra” a los poderes terrenales, los enemigos de Jesús, entonces adquiere significado.
Hasta ese momento, Jesús había estado protegido de sus enemigos. Ellos habían tratado muchas veces de prenderlo “mas él pasó por en medio de ellos, y se fue” “porque aún no había llegado su hora” (Luc. 4:30; Juan 7:30). Pero ahora había llegado el tiempo y él no fue más protegido de ser arrestado, ni se resistió a ello.
Evidentemente Judas había trazado sus planes para traicionar a su Maestro el jueves, o quizá aún antes. Así que, desde el jueves, cuando menos, Jesús estaba en las manos de sus enemigos, a la merced de los poderes terrenales, “en el corazón de la tierra”. Desde ese momento hasta su resurrección triunfante, Satanás y los hombres impíos hicieron todo lo que pudieron para destruir al Hijo de Dios. Él estuvo en sus manos tres días y tres noches. De esta forma, hasta el argumento más poderoso en favor de la crucifixión en miércoles viene a estar sin fundamento.
En cuanto al momento de su resurrección, ya hemos citado cerca de una docena de textos que declaran que eso ocurrió el tercer día después de su crucifixión. Jesús dijo a los once (y quizá a otros) en el aposento donde estaban “reunidos por miedo de los judíos” que su resurrección al tercer día fue en cumplimiento de las Escrituras (Luc. 24:46). Y los dos discípulos con los cuales Jesús caminó a Emaús declararon que ese día, el primero de la semana, era el tercer día.
Por lo tanto, se muestra claramente de estos muchos textos que el primer día de la semana fue el día de la resurrección, y que es imposible que el miércoles haya sido el día de la crucifixión.
Pero no permitamos que las cuestiones en cuanto al día de su crucifixión o la fecha de su resurrección nos hagan perder de vista el hecho glorioso de que él murió por nuestros pecados y que se levantó para nuestra justificación (1 Cor. 15:3; Rom. 4:25), y que por la fe en él podemos tener el don inefable de la vida eterna.
Sobre el autor: Pastor jubilado de Luisiana.