A medida que más y más de nuestros ministros se especializan en cierto ramo de la obra, la tendencia de parte de muchos pastores parece ser pensar que el evangelismo público es solamente para especialistas. Así es como predican muy poco para el público con el propósito de ver conversiones para el Señor, esperando más bien que llegue el equipo evangelístico de la asociación o de la unión para dirigir una campaña pública. Sobra decir que ésta es una actitud equivocada. Es fatal, tanto para el pastor como para las iglesias, porque las iglesias vibran con vida y actividad cuando los miembros están unidos en la presentación del último mensaje de Dios a los perdidos.

El énfasis sobre el evangelismo público a nivel de los colegios puede inspirar a los futuros ministros para que determinen que su ministerio será uno de constante ganancias de almas. Si a los jóvenes ministeriales se les puede enseñar cómo dirigir las reuniones, si pueden contagiarse con el espíritu del evangelismo, si pueden participar en la tarea de llevar a las almas a decidirse por el Señor Jesús, esto marcará la pauta para su trabajo futuro. Por lo tanto, la actividad en el campo en conexión con el trabajo en el aula es imperativa.

En el Colegio de las Antillas tenemos las clases de Evangelismo Público y Evangelismo Práctico en el segundo semestre y en la sesión de verano.

En 1955 uno de los pre graduandos, después de haber participado en las clases de evangelismo, se sintió impresionado a volver al pueblo donde nació en la República Dominicana, para celebrar una serie de tres semanas al final del verano. Las conferencias fueron financiadas por la iglesia local. El Señor bendijo a este joven consagrado en su predicación y visitación desde el principio. Unas 60 personas fueron bautizadas en la última noche del ciclo y dentro de unas pocas semanas más de 100 almas habían sido bautizadas por el ministro local. ¡no puede imaginarse cuán ansioso está este joven de salir al campo y cuán importante papel desempeña el evangelismo público en su ministerio.

En el momento de escribir este artículo, uno de nuestros estudiantes de segundo año está dirigiendo una campaña en una de las iglesias cerca del colegio. Él viene a mi casa todos los días diciéndome cómo progresan estas reuniones. Está lleno de entusiasmo. Tiene como 60 personas asistiendo y está confiado de que el Señor le dará una buena cosecha de almas.

Al pensar en estos futuros ministros y otros como ellos que están haciendo un trabajo parecido, las palabras vienen a mi mente, “con semejante ejército de obreros como el que nuestros jóvenes, bien preparados, podrían proveer, ¡cuán pronto se proclamaría a todo el mundo el mensaje de un Salvador crucificado, resucitado y próximo a venir! ¡Cuán pronto vendría el fin del sufrimiento, del dolor y del pecado!” (La Educación, pág. 264).

Que el Señor nos ayude a “avivar el fuego del don de Dios que está en nosotros por la imposición de las manos” y que no “guardemos silencio día y noche” predicando, enseñando y entrenando a los jóvenes para la terminación de nuestra tarea señalada.

Sobre el autor: Director del Centro de Teología del Colegio de las Antillas.