(Primera parte)

Con frecuencia se formulan preguntas tales como éstas: ¿Cómo se originó la Asociación Ministerial? ¿Cuáles son sus fines? ¿En qué consiste su obra? Este artículo presenta los antecedentes de la organización y los fines de la Asociación Ministerial y de la revista The Ministry.

Puede ser que nuestros obreros no lo sepan, pero fue A. G. Daniells quien avivó la por entonces dormida doctrina sobre la justificación por la fe, que desempeñó un papel clave en la formación de la Asociación Ministerial en la década de 1920. El que esto escribe era su joven asociado en la época cuando ocurrió este conmovedor episodio, y por lo tanto tiene conocimiento personal de sus ardientes convicciones y acariciadas esperanzas, de su visión y sus planes para lograr la transformación y vivificación del ministerio del movimiento adventista. Ha llegado el momento de compartir con los obreros más jóvenes de hoy la historia íntima de este importante reavivamiento, cuya significación no se comprende en todo su valor. Esta es la historia, escrita a pedido de los editores de esta revista:

Pero anotaremos primero algunos datos del pastor Daniells:

Arturo Grosvenor Daniells (1858-1935), uno de los grandes dirigentes del adventismo, asistió al colegio de Battle Creek, enseñó en una escuela, hizo sus primeras armas ministeriales bajo la tutela de R. M. Kilgore, trabajó en evangelismo y dirigió una escuela de preparación para instructores bíblicos. En 1886 lo enviaron como misionero a Nueva Zelandia y Australia, donde permaneció durante catorce años. Finalmente se desempeñó allá como presidente de unión. Reconocido como futuro dirigente, fue elegido como presidente de la Asociación General en 1901.

Despuntó un nuevo día. Las oficinas generales fueron trasladadas desde Battle Creek a Washington. Se llevó a cabo una reorganización efectiva, se organizaron los departamentos, se hizo frente a graves crisis en la obra médica y en otros departamentos. Su administración se caracterizó por una señalada expansión misionera. Su dirección efectuó un tremendo impacto en el movimiento adventista. Después de 1922 se presentó la necesidad de conducir a nuestro ministerio hacia nuevas alturas espirituales. Como verdadero dirigente espiritual comunicó a muchos miles la llama sagrada que ardía en su propio corazón. Finalmente las sombras del atardecer cayeron sobre su senda. Aquí relatamos las contribuciones personales realizadas en los últimos doce años de su vida.

Entusiasmo por un mensaje de reavivamiento y reforma

El pastor Daniells no estuvo presente en el importante congreso celebrado en Minneapolis en 1888. Por entonces estaba en Nueva Zelandia, y luego en Australia. Por lo tanto no pudo participar en la trascendente discusión sobre la justificación por la fe y los temas relacionados con ella, efectuada en 1888. En su larga presidencia sobre la Asociación General, de 1901 a 1922, el pastor Daniells fue el instrumento reorganizador del actual sistema administrativo de nuestra organización, con sus diferentes departamentos.

Participó en el notable traslado de nuestras oficinas a la ciudad de Washington, lo cual señaló un nuevo orden de cosas. Y sobre todo, actuó activamente en la expansión admirable que ocurrió bajo su administración. Fue señaladamente bendecido por Dios en su liderazgo multifacético.

Después de abandonar la presidencia en 1922, además de su cargo de secretario titular de la Asociación General, fue nombrado director de la recién organizada Comisión Ministerial, que poco después se llamó Asociación Ministerial. Puesto frente a un nuevo desafío y profundamente consciente de sus deficiencias personales, el pastor Daniells comenzó a escudriñar su corazón para encontrar la causa de su debilidad personal y de sus defectos, y para descubrir la causa básica de nuestra debilidad como ministerio y de nuestro estancamiento como iglesia. Comenzó a estudiar el pasado a fin de aprender lecciones básicas que servirían de guía para el futuro. Tales fueron los antecedentes como él me los refirió.

Esto lo condujo a un intenso estudio de los apreciados consejos de los escritos del espíritu de profecía para encontrar las causas y el remedio de nuestras grandes necesidades. Comenzó su investigación con los escritos anteriores a 1888, fecha del congreso efectuado en Minneapolis —particularmente de los mensajes vitales publicados en la Review and Herald, que en ese tiempo no estaban al alcance de nuestros obreros. Luego estudió los consejos subsiguientes de la sierva del Señor, hasta obtener una visión de conjunto. Quedó profundamente conmovido por lo que descubrió, y esto lo indujo a una acción efectiva.

Transformó su propia vida y visión

El interés del pastor Daniells fue captado por dos penetrantes mensajes con contenidos similares y una redacción parecida. Uno apareció en la Review and Herald del 22 de marzo de 1887, y por lo tanto antes de Minneapolis; el otro apareció después, en la revista del 25 de febrero de 1902. Aunque eran similares, el segundo no era meramente la repetición del primero, sino una expansión e intensificación del mismo. Su tono era más imperativo. Ambos pedían un reavivamiento genuino y una reforma, como una de las más grandes necesidades de los adventistas. Constituían una seria exhortación a dedicarnos a reformarnos, como nuestra primera tarea. El segundo artículo establecía una diferencia entre reavivamiento y reforma, y advertía del peligro que significaba descuidar o rechazar esta obra. Reforzaba el tono del primer mensaje.

Estos llamados y desafíos constituyeron un nuevo descubrimiento para el pastor Daniells. Habían permanecido largo tiempo sepultados y olvidados en los archivos de la Review and Herald, hasta que él los había encontrado. Cuanto más analizaba sus exhortaciones tanto más le llamaban la atención y preocupaban. Despertaron su conciencia y encauzaron su determinación. Ante todo, le revelaron sus propias flaquezas y la debilidad de la iglesia que amaba. Se convirtieron en una llamada al arrepentimiento y a la acción. Respondió sin ninguna clase de reserva. Parecía que quemaban sus huesos como fuego. Lo convirtieron en una llama encendida trabajando para Dios a fin de encender otras vidas.

Estudiando luego repetidamente el tema supremo de la justificación por la fe, se enfrentó con las importantes decisiones del memorable congreso de Minneapolis. Arturo G. Daniells experimentó su impacto y se humilló delante de Dios. Entonces se sintió impulsado a salir a compartir sus descubrimientos y convicciones con el ministerio de este movimiento, en cuyas manos, pensaba él, yacía el destino de la iglesia remanente. Su responsabilidad como director de la Asociación Ministerial le proporcionó la oportunidad que buscaba, y esos grandes mensajes acerca del reavivamiento y la reforma constituyeron su autorización y al mismo tiempo el núcleo de su mensaje.

Encendiendo la misma llama en otras vidas

Daniells comenzó a obrar en la forma como era más eficiente —mediante una sucesión de institutos ministeriales vitales. Esto ocurrió entre 1923 y 1925. Estos institutos lo llevaron primero al sudoeste, a la costa del Pacífico y al noroeste. Estas reuniones de obreros ponían un énfasis distintivo en el reavivamiento y la renovación. Varios hombres, como Mead Mac Guire, Taylor Bunch, E. K. Slade, Carlyle B. Haynes y otros, fueron profundamente conmovidos, y su visión se amplió. Ellos también se convirtieron en evangelistas de los mismos mensajes. Se había iniciado un reavivamiento de la verdadera piedad, con mucho énfasis en los principios y disposiciones de la justificación por la fe.

Pero debemos decir que simultáneamente, Dios había estado impresionando a otros hombres para que prestaran atención a otras facetas de esta gran gema de la verdad —como W. W. Prescott, con su inapreciable libro de texto Doctrine of Christ (1920) y sus lecciones para la escuela sabática sobre la completa eficacia de Cristo, estudiadas durante todo el año

1921. Y Gliver Montgomery en Sudamérica, fue otro. El Espíritu de Dios obraba en distintas mentes y conmovía diferentes corazones. Y en 1920 uno de nuestros poetas, Worthy Harris Rolden, describió la justificación por la fe con una fraseología impresionante. Hubo un despertar definido.

Cristo fue exaltado en todo. Se destacó la médula del mensaje del tercer ángel con toda claridad. Y el pastor Daniells encontró cada vez más evidente la relación entre todo eso con el clamor en alta voz, la lluvia tardía y la terminación de la obra con poder.

Oposición y gozosa aceptación

El fuego se extendió y comenzó a arder intensamente en otras vidas, aunque algunos, inmersos en responsabilidades administrativas y rutinarias, no manifestaron una respuesta muy entusiasta. Ahora bien, es un hecho inevitable que cualquier persona que ocupe un puesto administrativo durante bastante tiempo encontrará a la larga el antagonismo y la oposición de algunos. Y en esos críticos años de transición, A. G. Daniells recibió instrucción para que hiciera frente resueltamente a las alternativas, y así lo hizo, con firmeza y éxito.

Como consecuencia, algunos se opusieron a cualquier cosa que el pastor Daniells promoviera —aun a los consejos del espíritu de profecía dados acerca de cuestiones espirituales. Se dio cuenta de que esta actitud determinaría una diferente reacción a sus mensajes de parte de los obreros. Y así ocurrió. Sin embargo, se alegró porque hubo un núcleo de hombres fervientes, llenos de capacidad y consagración, quienes respondieron favorablemente y sin reserva alguna. Esto fue particularmente cierto en el caso de hombres más jóvenes. Se pusieron a la obra y tomaron la antorcha de la verdad para sostenerla en alto. En ellos yacía su gran esperanza.

El mensaje de Daniells hizo impacto en mi vida

El mensaje del pastor Daniells influyó profundamente en mí. Y ahora me perdonarán que hable acerca de mí mismo. Nací en una familia adventista, porque mi padre y mi abuela lo eran. Conocí al pastor Daniells en mi adolescencia, puesto que vivíamos en casas contiguas en Takoma Park. Mi padre, el Dr. John Edwin Froom, había sido invitado por Arturo G. Daniells para servir como secretario del departamento médico recién organizado en la Asociación General, después del traslado de Battle Creek. De manera que Daniells me conocía desde mi mocedad y nunca perdió interés en mí.

Ejerció una profunda influencia en mi joven vida. Me instó a cambiar mis planes originales y a dedicarme al ministerio.

Luego, después de mi ordenación, me aconsejó que adquiriera conocimientos de redacción en la Pacific Press y que finalmente fuera a la China como misionero. Posteriormente, forzado a volver a los Estados Unidos debido a la salud de mi esposa, me nombraron director de la revista The Watchman, en Nashville, Tennessee, en la Southern Publishing Associatíon. Allí tuve el siguiente punto de contacto vital con él. Tenía algo que yo necesitaba.

Asentimiento mental a un sistema de verdad

Quisiera hacer una confesión: siempre había sido un ardiente adventista, con una lealtad inconmovible a nuestras doctrinas, fascinado por las profecías bíblicas, siempre procurando como un abogado, presentar lo mejor posible el adventismo ante el mundo. Pero para mí, el adventismo era entonces un hermoso sistema de verdades doctrinales coordinadas, de fidelidad a un mensaje especial de Dios y a la Palabra. Mi cristianismo era principalmente un ferviente asentimiento mental a un sistema de verdad abstracta, aunque hermosa, lógica y enviada por el Cielo. Me había entregado sin reservas a su proclamación. Defendía la posición adventista. Supe que cientos de obreros compartían idéntica actitud y similar experiencia. Era una característica común entre los obreros más jóvenes.

Pero en ese tiempo tenía la preocupación de alcanzar a las clases superiores con nuestra revista, The Watchman. Estaba preocupado por las repetidas exhortaciones del espíritu de profecía a llevar la verdad a los abogados, predicadores, maestros legisladores, magistrados, profesionales, editores y otros hombres influyentes. Procuraba preparar nuestra revista para que sirviera a ese fin. Pero me oprimía un sentimiento de futilidad. Había algo que faltaba y que actuaba como barrera. Los enfoques comunes adventistas presentados al público en ese tiempo no eran muy afortunados. Eran preponderantemente doctrinales y demasiado negativos. Nuestra posición no llamaba la atención como debía, y con frecuencia era mal comprendida.

¿Eran el enfoque, la sustancia del mensaje y el énfasis que se ponía, los que fallaban? Este era mi problema personal y profunda preocupación cuando A. G. Daniells vino a Nashville en el otoño de 1925, a fin de llevar a cabo uno de sus institutos orientadores y que hacían que se escudriñase el alma. Se efectuó en la capilla de la casa editora. Anhelaba la luz y la ayuda que prestó.

Cambio de la lealtad al Cristo del mensaje

Las reuniones del pastor Daniells me conmovieron ínfimamente. Advertí claramente mi inutilidad y mi falta de poder. Luego comencé a ver la razón de esta dificultad principal, y lo mejor de todo, a comprender cuál era el remedio. Esto constituyó un punto de cambio en mi vida y ministerio, como también lo fue para otros. Llegué a comprender que el cristianismo era básicamente la relación de una persona con otra Persona —Jesucristo, mi Señor. La proclamación de este mensaje debía ser la presentación de Cristo como el centro de cada doctrina, el corazón de cada presentación. Él debía constituir el poder de atracción, la esencia, el corazón viviente del mensaje. Se tornó interesante, real y personal para mí.

Había estado creyendo y confiando en un mensaje de verdad antes que en una Persona. Había estado propagando un mensaje en vez de pregonar verdaderamente el Evangelio. Había colocado mis afectos y mi lealtad en un movimiento ordenado por Dios antes que en el Cristo radiante de ese movimiento. El mensaje era únicamente una aplicación actual del Evangelio eterno. Esto fue para mí un concepto revolucionario, un asombroso pero bendito despertamiento. Lo abracé con toda mi alma, y ese concepto nunca ha perdido su esplendor. Y otros dieron este mismo testimonio.

El pastor Daniells advirtió cuán profundamente me había conmovido y cómo habían cambiado mi visión, mis motivos, métodos y objetivos. Esto lo indujo a conversar largamente conmigo. Finalmente me dejó asombrado cuando me pidió que me uniera a él en la Asociación General como su joven asociado en sus elevadas responsabilidades de la Asociación Ministerial.

Tenía aguda conciencia de la necesidad de producir publicaciones que destacaran y expendieran este gran reavivamiento espiritual y movimiento de reforma, unidos por la justificación por la fe, centrados en Cristo y vitalizados por el poder del Espíritu Santo y la lluvia tardía. Carecíamos de publicaciones con estas características, fuera de las preciosas declaraciones del espíritu de profecía. Dijo que debía producirse una nueva clase de libros y era necesario publicar una revista para los predicadores y pastores. Veía la Asociación Ministerial como una palestra promotora de este gran avance, y a la revista The Ministry como un pulpito.

Quedé estupefacto por la invitación, pero no me atreví a rehusarla, ni tampoco quería hacerlo. Su preocupación se había convertido ahora en mi propia preocupación. Y ayudar al pastor Daniells en su obra encomendada por el Cielo era el mayor privilegio que podía recibir un obrero joven. Así fue como llegamos a las oficinas mundiales en febrero de 1926. Pero retrocedamos un poco.

Las gemas rescatadas conmovieron mucho a Daniells

En una junta consultiva de la Asociación General efectuada en Des Moines, lowa, en 1924, fue “Votado, que el pastor Daniells disponga una compilación de los escritos de E. G. de White acerca del tema de la justificación por la fe”.

Este acuerdo cristalizó los pedidos de varias reuniones de obreros y de uniones enteras, y proporcionó la autorización necesaria. Con la ayuda de secretarios comenzó una “investigación exhaustiva” en todas  nuestras revistas denominacionales en busca de mensajes claves de Elena G. de White, publicados entre 1887 y 1915, año de su muerte.

El descubrimiento de ciertas declaraciones de gran importancia, “asombró” al pastor Daniells. Tuvo la profunda convicción de que debía “rescatar esas gemas de la oscuridad” para presentarlas a todos los obreros, para que su “brillo y hermosura” pudieran ser contemplados, y para que se escuchara su serio desafío.

El tema central era la justificación por la fe, centrada en Cristo e irradiando desde él. Se enviaron muestras del manuscrito a una comisión de redactores. La respuesta fue entusiasta, y se pidió que se preparara un libro lo antes posible. En el prólogo, el pastor Daniells declara francamente:

“En nuestra ceguera y pesadez de corazón, hemos vagado alejados del camino, y durante muchos años hemos fallado en apropiarnos de esta verdad sublime. Pero durante todo ese tiempo nuestro gran Guía ha instado a su pueblo a ponerse en línea con esta verdad fundamental del Evangelio, —recibiendo por fe la justicia imputada de Cristo por los pecados pasados, y la justicia impartida de Cristo al revelar la naturaleza divina en la carne humana” (Christ Our Righteousness, pág. 6).

Una doble convicción prende en su corazón

La primera firme convicción que tuvo Daniells a partir de su estudio fue el ahora familiar hecho de que “por la fe en el Hijo de Dios los pecadores pueden recibir la justificación de Dios” (Id., págs. 6, 7). Mientras había creído durante mucho tiempo en esto, como una doctrina abstracta, ahora se convirtió en una realidad viviente y motivadora, para la personalidad de Daniells. Se sintió impelido a compartir con otros esta nueva experiencia como su testimonio vital. Un nuevo propósito predominaba en su vida. Una nueva tarea se abría ante él. La segunda gran convicción concernía al “propósito y providencia de Dios al enviar el mensaje específico de la recepción de la justicia de Dios por la fe a su pueblo reunido en el congreso de la Asociación General en la ciudad de Minneapolis, Minnesota, en el año 1888” (Id., pág. 7).

Comenzaron a surgir vastas perspectivas de la verdad. El pastor Daniells quedó profundamente conmovido y una vez más decidió hablar a los obreros. Les instó a que no pasaran por alto el propósito fundamental de ese mensaje, para no

 “perder una muy importante lección que el Señor se proponía enseñarnos… Es esta convicción la que ha hecho… necesario incluir… las experiencias y los acontecimientos relacionados con el congreso de Minneapolis” (Ibid.). Sintió una preocupación especial por los obreros jóvenes que habían comenzado a servir en el siglo XIX, y que “no estaban familiarizados” con las circunstancias y el significado de ese mensaje y la necesidad  compelente que había sido presentada debía ilustrarlos y ganarlos.

Sobre el autor: Profesor de Teología Histórica de la Universidad Andrews