Una explicación del explosivo avance del mensaje adventista en América Latina la da el énfasis que como organización damos al estudio sistemático de la Palabra de Dios mediante la escuela sabática. Indudablemente resulta inspirador visitar las escuelas sabáticas en las grandes iglesias y en las capillas, en los populosos centros urbanos y en las áreas rurales, y comprobar la admirable unidad que existe entre ellas en lo que atañe a organización, programación, blancos, métodos, etc. Todas obedecen a la misma orientación central y persiguen idénticos propósitos.

Pero, ¿qué es la escuela sabática? Es la institución amiga de los niños, inspiradora de la juventud, fortalecedora de la adultez y alentadora de la senectud. La dirigen hombres y mujeres piadosos que dan voluntariamente su tiempo, sus talentos y sus recursos, a fin de encontrar al perdido y fortalecer en la experiencia cristiana al que ya está salvado en Cristo.

La escuela sabática tiene al santo sábado como su día, al santuario de Dios como su local, a las Sagradas Escrituras como su libro de texto y al perfeccionamiento espiritual como su propósito. Alimenta el alma, instruye el intelecto, conforta el corazón, anima al desalentado, edifica el carácter, protege al tentado y a todos señala “el camino, la verdad y la vida”.

A todos extiende su mano cordial, a los jóvenes y a los ancianos, invitándolos a entrar en la casa del Señor para escuchar sus enseñanzas, dada con acentos suaves, hablando al corazón mediante su Palabra.

Cuando estudiamos la historia de la iglesia en el período neotestamentario, verificamos la inexistencia de la escuela sabática como institución organizada. Solamente en el siglo pasado surgió como resultado del deseo de mejorar y promover los intereses de la causa de Cristo aquí en la tierra. Sin embargo, el principio básico que inspiró la creación de este departamento de la iglesia ya existía en los días de los apóstoles, y se refiere a la importancia de la enseñanza en la divulgación de las verdades contenidas en el Evangelio.

Jesucristo, el predicador por excelencia se valió con frecuencia de la enseñanza en su ministerio. Era conocido como Maestro, y en los Evangelios se lo llama así 64 veces. También los discípulos emplearon este mismo método en la obra del evangelismo. Instruían al pueblo en las verdades evangélicas en las casas y en los lugares públicos. Este entusiasmo por la enseñanza era una herencia del judaísmo, religión que siempre manifestó un interés especial en la instrucción religiosa.

El cristianismo, a partir del siglo cuarto perdió la pureza y el fervor que caracterizaron a la iglesia primitiva, y abandonó completamente la enseñanza del pueblo. La instrucción quedó circunscripta a los conventos y los monasterios. La rebelión protestante, en el siglo XVI restauró la enseñanza religiosa entre el pueblo. Sin embargo, el protestantismo, después de sus primeras y consagradoras victorias, abandonó la investigación de la Biblia y en consecuencia fue arrastrado por una ola creciente de formalismo.

La condición moral y religiosa de Europa y América, en las primeras décadas del siglo pasado, era deplorable y sombría en todo sentido. Kuntz afirma que en ese período hubo hambre espiritual en Alemania, país donde la Reforma había perdido su entusiasmo inicial. En Inglaterra se advertía la misma declinación religiosa. La iglesia se presentaba débil en todas partes, y carecía de vitalidad. Las condiciones espirituales imperantes en América eran aún más melancólicas que en el viejo mundo.

En este ambiente adverso y sombrío el movimiento adventista despuntó como una luz entre las tinieblas religiosas, para restaurar el estudio sistemático de la Palabra de Dios y de sus esclarecedoras profecías.

Este entusiasmo por la investigación del Libro de Dios que señaló en forma tan notable al movimiento adventista en su periodo de formación, inspiró a los pioneros a organizar la escuela sabática, departamento de la iglesia que ha prestado servicios tan relevantes a la causa del evangelismo.

Sin embargo, es oportuno formular esta pregunta: ¿Reconocemos como ministros la importancia de la escuela sabática como institución eficaz en la obra en favor de los pecadores?

La sierva del Señor dice lo siguiente acerca de este departamento de la iglesia: “Nuestras escuelas sabáticas no son nada menos que sociedades bíblicas, y pueden hacer mucho más de lo hecho hasta ahora en el santo trabajo de enseñar las verdades de la Palabra de Dios. La escuela sabática, cuando es bien dirigida, posee un poder maravilloso, y está destinada a realizar una gran obra… La influencia que emana de la escuela sabática debe mejorar y engrandecer a la iglesia. Hay en ella un precioso campo misionero, y si ahora vemos señales que hacen prever su desarrollo para el bien, apenas son indicios y comienzos de lo que puede hacerse”.

Después de reproducir estas palabras inspiradas, os invitamos a leer los diferentes artículos publicados en este número de El Ministerio, dedicado en parte a este importante departamento de la iglesia, la escuela sabática.