Pregunta 36—Continuación
Nuevamente citamos a Arminio: “Esta gracia es la que opera en la mente, los afectos y la voluntad; la que infunde buenos pensamientos en la mente, inspira buenos deseos en los afectos e inclina la voluntad para llevar a cabo buenos pensamientos y buenos deseos… Aparta las tentaciones, asiste y concede socorro en medio de las mismas, sostiene al hombre contra la carne, el mundo y Satanás, y en esa gran contienda le otorga al hombre el gozo del triunfo… Esa gracia inicia la salvación, la promueve, la perfecciona y la consuma” (The Writings of James Arminius, tomo 2, págs. 472, 473).
Cuando Cristo vive en el corazón de alguien que es un verdadero ciudadano del reino de Dios habrá abundante evidencia de ello, porque toda palabra y acción se hallarán bajo el control del Espíritu Santo. Eso es lo que el Señor espera de su pueblo, porque “el que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6).
Juan Wesley expresa el pensamiento en forma concisa en uno de sus sermones: “Por la justificación somos salvados de la culpa del pecado y restaurados al favor de Dios; por la santificación somos salvados del poder y la raíz del pecado y restaurados a la imagen de Dios” (Sermons: “On working Out Our Salvation”).
Luego, hablando de nuestro amor a Dios, dice: “El amor crece más y más, hasta que ‘crezcamos en todo en aquel que es la cabeza’; hasta que ‘lleguemos… a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo’” (Ibid.).
De hecho, “crecer en la gracia”, en el pensamiento de Wesley, no era meramente un privilegio sino un requisito previo absoluto para la retención de la “gran salvación”.
VI. EL HOMBRE, UNA VEZ SALVADO, PUEDE VOLVERSE AL MUNDO
Jesús dijo: “El que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mat. 10:22; véanse también Mat. 24:13; Mar. 13:13). No sólo ha de haber un comienzo de la vida cristiana, sino que debe haber una continuación en la palabra de Dios.
Según nuestro entender, ante los hombres se abren dos caminos: 1) “A los que perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” Dios les concederá “vida eterna” (Rom. 2:7), “la dádiva de Dios” (Rom. 6:23); y 2) “a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia”, Dios les dará “ira y enojo” (Rom. 2:8).
La salvación se ofrece gratuitamente a todos los hombres, pero la reciben sólo por la aceptación de Jesucristo como Señor. Y habiéndola recibido, proseguirán “en conocer a Jehová” (Ose. 6:3). Esto se destaca con frecuencia en varios pasajes bíblicos donde aparece la palabrita “si” que denota una condición. Así por ejemplo: “Pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza” (Heb. 3:6). “Porque hemos venido a ser participantes de Cristo, si retenemos firme el principio de nuestra confianza hasta el fin” (vers. 14, VM); “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31); “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7); “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (vers. 10). Nos parece claro, por lo tanto, que el hombre, una vez salvado, puede regresar al mundo.
Si esto no es así, hay varios pasajes que serían difíciles de entender o de armonizar con la enseñanza general de la Biblia.
Por ejemplo, está el pasaje: “Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Cor. 9:27). El “eliminado” de este versículo es la traducción de la palabra griega adókimos, que se rinde como “rechazado” (Heb. 6:8, VM), y “reprobado” (2 Cor. 13:5, 6; Rom. 1:28). Mateo Henry comenta sobre 1 Corintios 9:27:
“Un predicador de la salvación puede sin embargo perderla. Puede mostrarle a otros el camino al cielo, y no llegar allá nunca él mismo. Para evitar esto Pablo sufrió muchos dolores al someter y mantener bajo control las inclinaciones carnales, no fuese que por algún medio él, que había predicado a otros, perdiera la corona, fuese desaprobado y rechazado por su Juez soberano. Un santo temor de sí mismo fue necesario para preservar la fidelidad de un apóstol; ¡cuánto más necesario no ha de ser para nuestra preservación! Notemos, santo temor de nosotros mismos y no confianza presuntuosa es la mejor seguridad contra la apostasía y el rechazo final por parte de Dios”.
Otro texto que debe considerarse es Hebreos 10:28, 29: “El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”
Sobre esto, Henry Alford comenta:
No hay sino Un verdadero sacrificio por los pecados: si un hombre, habiéndose servido de ese Uno, luego deliberadamente lo echa tras sí, no cuenta con un segundo [sacrificio]. Se observará que en el texto una cosa no se especifica, ni es necesario que se lo haga. No se dice que ese hombre ha agotado la virtud de ese sacrificio Único, pero en proporción a su rechazo voluntario del mismo, éste ha cesado de operar para él. De hecho el hombre… ha cerrado tras sí la puerta del arrepentimiento, por el mismo hecho de mantenerse en un estado permanente de pecado voluntario. Y esto se pone aún de manifiesto con más fuerza cuando… la escena de la acción se transfiere al gran día de la venida del Señor, y se lo halla en ese irreparable estado de impenitencia” (The Greek Testament (1875), pág. 707).
Un pasaje más: Ezequiel 18:20-24: “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad de impío será sobre él. Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo, y guardare todos mis estatutos e hiciere según el derecho y la justicia, de cierto vivirá; no morirá. Todas las transgresiones que cometió, no le serán recordadas; en su justicia que hizo vivirá. ¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos? Mas si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, y por el pecado que cometió, por ello morirá”.
En estos versículos se presenta a dos hombres. Uno es un impío que se aparta de sus pecados y se vuelve obediente a Dios. Recibe el perdón; y si camina por la senda de la justicia, ninguno de sus pecados pasados le serán jamás mencionados. El otro, un justo que se aparta del camino de la justicia y se vuelve al pecado. Si continúa en la iniquidad, ninguna de sus manifestaciones previas de piedad serán jamás tenidas en cuenta. Pierde todas las bendiciones de la salvación y va a la muerte (vers. 24).
El Dr. H. A. Redpath (en The Westminster Commentaries, sobre Eze. 18:24) dice:
“Toda su piedad previa [del justo] no será tenida en cuenta: morirá en sus pecados… ‘Si, después que han escapado de la contaminación del mundo por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, ellos son nuevamente enredados en eso y vencidos, la condición final se torna peor… que la primera’”.