¿Le interesaría conocer una fórmula triple para terminar la obra de Dios en cualquier parte del mundo bajo cualesquiera condiciones? Hela aquí:

1. Un ejército de obreros y laicos totalmente dedicado y consagrado.

2. Ese ejército trabajando junto como un equipo estrechamente unido en un plan; de fortalecimiento por la oración.

3. Sincera dependencia del Espíritu Santo para recibir el poder necesario y el éxito venidero.

Desde luego, hay dos fallas obvias en la fórmula. La primera es que se trata de algo viejo. Todo el mundo sabe que Cualquier idea con más de diez años de existencia ha dejado de tener significado en esta era del jet.

La segunda, es que es demasiado simple. Como Naamán, nos inclinamos a valorar algo un poquito más complejo y que contenga orientación personal. De manera que el Cielo aguarda mientras nosotros buscamos una fórmula de nuestra propia invención.

EL DINERO Y EL MÉTODO

Algunos se sorprenderán de que mi descripción no mencione el dinero. Los proyectos para las misiones ruegan. El uso de los medios de comunicación de masas exige sumas colosales. Pero la plata y el oro son del Señor, o no lo son. Si lo son, entonces con seguridad proveerá para nuestras necesidades en la medida que vea que estamos listos para ¿recibir.

Nos aferramos a los métodos. Cuando observamos el talento y el tiempo invertidos en la promoción de un nuevo detergente, nos damos cuenta de que la obra: del Señor no puede competir de ninguna manera en una forma casual. Pero si Dios tenía un plan de batalla éxitos para la toma de Jericó, sin duda tiene un modelo perfecto para la próxima campaña. El peligro está en que lo consideremos tan simple que lo pasemos por alto.

¿Y LA ACTIVIDAD?

La hiperactividad domina. A través de las edades los grandes hombres de Dios han sido hombres de acción, y así debiera ser siempre. Pero debiéramos ponderar las implicaciones de este mensaje:

“Al paso que la energía, el fervor y la eficiencia de los obreros disminuyen por los esfuerzos para sistematizarlo todo, la abrumadora labor que deben realizar nuestros ministros para mantener en movimiento esa complicada maquinaria absorbe tanto tiempo que la obra espiritual es descuidada” (Testimonies, tomo 4, pág. 602).

Nuestro problema básico es que continuamente estamos buscando un atajo hacia el reino. El hecho de que estamos varias décadas retrasados es una clara indicación de que nuestra búsqueda ha sido inútil. Finalmente tendremos que abandonar nuestros criterios y hacerlo como el Señor quiere.

¡TAN SENCILLO… Y TAN COSTOSO!

Lo sencillo no siempre es fácil. El camino de Dios es la sencillez misma, pero requiere lo que no siempre estamos dispuestos a dar. Exige una disciplina espartana, una eliminación de las diferencias, una genuina abnegación, una activa vida de oración —en resumen, un compromiso total. En último análisis es mucho más fácil entregarse al trabajo ferviente que a la oración ferviente.

Estemos de buen ánimo. Los acontecimientos anuncian que el fin de todo en la tierra está cercano. Tal vez pronto —confiamos en que sea muy pronto— alguna iglesia o asociación dejará que Dios obre a su manera en forma completa. En lugar de una búsqueda de métodos abreviados habrá una búsqueda de la justicia. Esa actitud anunciará el derramamiento final del Espíritu Santo sobre todos los que perseverarán hasta el fin.

No podemos mandar a los hermanos, pero con la ayuda de Dios podemos mandar nuestro yo. Nadie puede obstruir el camino para que ahora mismo podamos disfrutar de nuestro reavivamiento privado. Hermanos en Cristo, pongamos lo primero en primer lugar y aguardemos a lo que hará el Señor.