La fuente de la inspiración agustiniana

Aunque Agustín no es el primer padre de la iglesia que habla de la inmortalidad del alma, él es sin duda alguna uno de los que mejor define esta doctrina para el catolicismo. La fuente de su inspiración no está, como podría esperarse, en la Biblia, sino en la filosofía pagana, y en particular en Platón. Agustín mismo nos informa que confiaba “hallar entre los platónicos la doctrina más conforme con nuestra revelación”[1], pues su “filosofía” es la que “más se acerca a la verdad” cristiana.[2] Hasta se llegó a preguntar si quizá “oyó Platón al profeta Jeremías”, si “leyó en sus viajes la Sagrada Escritura”.[3] Llega incluso a hablar de las “sacrosantas doctrinas de Platón”.[4] El esfuerzo y el deseo de logra una armonización del pensamiento cristiano con el pagano, se los ve claramente al estudiar el tema de la inmortalidad del alma. Y es significativo en este punto el hecho de que ya “antes de su conversión al cristianismo había escrito un libro dando 16 razones para la inmortalidad del alma”.[5]

¿QUÉ ES EL ALMA?

La definición que Agustín da de alma es sencilla: “Es una sustancia dotada de razón destinada a regir el cuerpo”[6]; es un “principio receptor y universal de las sensaciones”.[7]

Como podemos notar, tiene un concepto dualista en cuanto al hombre, en el cual una de las naturalezas que lo componen se da subyugada a la otra. Distingue, además, dentro del alma humana dos cualidades esenciales, para poder entender la muerte del alma inmortal, o inmortalidad del alma “a su modo”. Estas son el alma superior o interior que está unida a Dios y que se asemeja por lo tanto a él, y el alma inferior o exterior[8] que está destinada a informar los cuerpos, y se halla condenada a morir después del pecado. Esta última gobierna los cuerpos no según su voluntad, sino de acuerdo con las leyes universales.[9]

ORIGEN Y ESENCIA DEL ALMA HUMANA

Dice Agustín que Dios creó la primera alma a su imagen dotada de razón y de inteligencia. La creó superior a la de los animales e inferior a los ángeles.[10] La naturaleza del alma no se convierte en naturaleza del cuerpo, ni tampoco en la de alma irracional, ni proviene de ellas. Tampoco se convierte en naturaleza o esencia de Dios, ni tiene origen en ella. Dios la hizo de la nada o de una criatura espiritual.[11] El alma tiene una naturaleza especial y propia, la que le confirió Dios.[12] Es una criatura mortal, en cuanto se deteriora después de desprenderse de la vida de Dios, pero al mismo tiempo es inmortal, en cuanto no puede perder el sentir, con el que le ha de ir bien o mal después de esta vida. Es importante también saber que no mereció ser encerrada en la carne por actos realizados antes de la carne.[13]

Agustín no sabe si Dios hace las almas de los hombres por propagación o creándolas cada vez como a la primera. Si bien la idea que más le agrada es la de la creación de cada alma al nacer, se inclina por la idea de propagación. La razón está en que si Dios crea cada alma en el momento de nacer, resulta ser inútil entonces el bautismo de los niños, pues el alma es creada sin pecado, y al bautizar a los niños se lo hace con el fin de liberar sus almas del pecado original.[14] Con todo, halla dificultad para encontrar algo claro en la Sagrada Escritura en cuanto a cualquiera de estas dos posibilidades.[15]

El alma, continúa Agustín, fue adoptada en el linaje de Dios por gracia en cuanto a espíritu y no en cuanto a naturaleza. No ha sido encerrada en este cuerpo mortal.[16] Podemos notar aquí esas dos cualidades del alma de las cuales hablamos anteriormente. Solamente Ja cualidad espiritual del alma fue adoptada en el linaje de Dios, y no la inferior. Por medio del espíritu el alma se remonta a Dios, y esta cualidad del alma, según Agustín, fue creada al mismo tiempo que el cuerpo.[17] No sabe en cambio si el alma —y pensamos que se refiere al alma inferior— antes de su unión con el cuerpo ha vivido o no sabiamente.[18] El hombre fue creado con posibilidad de gozar una inmortalidad feliz y eterna o, por la desobediencia, de sufrir un suplicio eterno.[19] Agustín nunca supo cuál es el origen del alma en cuanto a sustancia, ni tampoco si se podrá saberlo en esta vida terrena.[20]

ASPECTOS GENERALES DE LA INMORTALIDAD DEL ALMA

Como ya hemos visto, Agustín tiene un concepto dualista en cuanto al hombre. “El hombre es alma, es espíritu y cuerpo”.[21] Dijimos también que el espíritu en un sentido general, es la cualidad del alma por la cual ésta se eleva a Dios. Ahora bien, tanto el alma como el cuerpo vivirán eternamente después de la resurrección. El alma es inmortal, y con todo, puede morir. Por esta razón Agustín habla de la inmortalidad “a su modo” del alma. El cuerpo muere, pero será resucitado al fin del mundo. Desde entonces no morirá.[22] El alma tuvo comienzo, pues fue creada por Dios[23] pero fue dotada de una fuerza de vida inextinguible, de tal manera que no pudiese morir.[24] Después de la muerte del cuerpo el alma tiene capacidad de conocimiento, y permanece en lugares ocultos, según lo disponga Dios.[25]

“También los perdidos —dice Agustín— tienen un cuerpo, cuya suerte es una perpetua muerte y corrupción. Esta es la muerte segunda. La condenación es graduada según la medida de la culpa, siendo la más leve para los niños”. De manera que tanto los buenos como los malos tendrán una existencia sin fin. Claro está que la suerte de unos no será la suerte de otros, pues “no puede dudarse de la duración eterna… de los castigos del infierno” que tendrán los malos.[26]

INMORTALIDAD DEL ALMA “A SU MODO”

Agustín admite que “la Sagrada Escritura se refiere con frecuencia a la muerte del alma; por ejemplo: ‘Deja a los muertos que entierren a sus muertos’. Y con todo, del mismo modo que muere al desprenderse de la vida de Dios, no deja de seguir viviendo en su propia naturaleza”.[27] Si no pudiese morir, “¿cómo dijo el Señor cuando nos atemorizaba: ‘Temed a quien puede darles al alma y al cuerpo la muerte del infierno?’… Sólo un alma puede contradecir a la vida. El Evangelio es vida; la impiedad e infidelidad son muerte para el alma… ¿Cómo pues, muere? No cesando de ser una vida, sino perdiendo la vida. En efecto, para una cosa, el cuerpo, el alma es la vida; mas también ella, el alma, tiene su propia vida. Observad el orden de las criaturas; la vida del cuerpo es el alma, la vida del alma es Dios”.[28]

     Vemos aquí otra vez la división del alma que supone Agustín. La vida del cuerpo sería el alma inferior, y la vida del alma sería el alma superior. “¿Por qué está muerto el cuerpo? Porque se ausentó el alma, su vida… ¿Por qué está muerta el alma? Porque la dejó su vida, Dios”. “Es el alma un ser tan excelente, que, aun muerta ella, todavía es capaz de comunicarle al cuerpo la vida… aun muerta, puede vivificar la carne”.[29] De manera que la idea de mortalidad del alma en Agustín se refiere a la separación de ella de Dios, y no a una verdadera muerte. Sabemos que vive porque mueve al cuerpo, y sabemos que a la vez está muerta porque peca y se separa de Dios.

DEMOSTRACIÓN DE LA INMORTALIDAD DEL ALMA

El principal de todos los argumentos de Agustín para demostrar la inmortalidad del alma desde un punto de vista filosófico es el argumento de la verdad. Utiliza también el argumento de las artes, que no es original en él. En Cicerón hay por lo menos una alusión a ellas como evidencia indirecta de la inmortalidad del alma. Bástenos saber que es similar al argumento de la verdad. Además, intenta demostrar dicha inmortalidad por la felicidad eterna, y por la fe en el Hijo de Dios, argumentos que son de orden teológico. Analicemos tres de sus argumentos:

I. La verdad no puede dejar de existir. “La verdad no puede dejar de existir… porque ‘si perece la verdad, ¿no será verdad que la verdad ha perecido?’… Ahora bien, la verdad inmutable e indestructible está unida al alma como a sujeto propio. Luego el alma es inmortal”.[30]  Vemos claramente aquí que para Agustín existe una unidad inseparable del alma con la verdad. ¿En qué se basa para partir de allí? Veamos.

  1. Unidad razón-alma. “La razón ciertamente o es el alma o está en el alma. La razón no es la nada porque es mejor que el cuerpo que tiene sustancia, y por ende no puede ser nada”.[31]

2.  Unidad razón-verdad. “La razón es un aspecto del alma por el que se intuye lo verdadero por sí mismo, no por el cuerpo”.[32]

3. Unidad alma-verdad. “De cualquier modo que se encuentre la verdad, no podría contemplarla el alma por sí misma, sino por alguna suerte de unión con ella”.[33] (Continuará.)

Sobre el autor: Alumno del tercer año de Teología en el Colegio Adventista del Plata. Este artículo es una síntesis de una monografía presentada en cumplimiento parcial de los requisitos de la asignatura Historia Eclesiástica I y Patrología.


Referencias

[1] Obras Completas de San Agustín, Contra los Académicos (CA), tomo 3, pág. 221, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1950-1959.

[2] Id., Ciudad de Dios (CD), tomos 16, 17, págs. 532, 533.

[3] Id., tomos 16, 17, págs. 536.

[4] Id., CA, tomo 3, pág. 215.

[5] Froom, Le- Roy E., The Conditionalist Faith of Our Fathers, tomo 1, págs. 1072, 1073. Review and Herald Publishing Association, Washington, 1966.

[6] Obras Completas de San Agustín, Cuantidad del Alma (CUA), tomo 3, pág. 215.

[7] Id., Santísima Trinidad (T), tomo 5, pág. 517.

[8] Id., tomo 5, pág. 653.

[9] Id., Del Libre Albedrío (LA), tomo 3, pág. 457.

[10] Id., CD, tomos 16, 17, págs. 837, 839.

[11] Id., Del Génesis a la Letra (GLE), tomo 15, pág. 1059.

[12] Id., CUA. tomo 3, pág. 535.

[13] Id., Epístolas (E), tomo 11, pág. 939.

[14] Id., GLE, tomo 15, pág. 1101.

[15] Id., tomo 15, pág. 1071.

[16] Id., E, tomo 11, pág. 763.

[17] Id., GLE, tomo 15, pág. 715.

[18] Id., LA, tomo 3, pág. 287.

[19] Id., CD, tomos 16, 17, pág. 837.

[20] Id., Del Alma y su Origen, tomo 3, págs. 911, 971.

[21] Id., tomo 3, pág. 837.

[22] Id., T, tomo 5, pág. 823.

[23] Id., CD, tomos 16, 17, pág. 697.

[24] Id., Sermones, tomo 10, págs. 193-199.

[25] Id., Enquiridión, tomo 4, pág. 617.

[26] Seeberg, Reinhold, Manual de Historia de las Doctrinas, tomo 1, pág. 358. Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1963.

[27] Obras Completas de San Agustín, Epístolas, tomo 11, pág. 166.

[28] Id., Sermones, tomo 10.

[29] Ibid.

[30] Rey Altuna, Luis, La Inmortalidad del Alma a la Luz de los Filósofos, págs. 134, 135. Editorial Gredos, Madrid, 1959.

[31] Id., pág. 136.

[32] Ibid.

[33] Ibid.