Primera parte
Durante largo tiempo, ha sido bien conocida la práctica de los judíos de distinguir entre animales limpios e inmundos, en cuanto a usar su carne como alimento. Aun hoy esta práctica se aplica en su régimen kósher. A través de los siglos, esta costumbre ha despertado considerable curiosidad entre otros pueblos, llevándolos a inquirir acerca de la misma. También tiene lugar esta distinción en el régimen alimentario de los adventistas.
¿Cuándo, cómo y por qué se originó esta distinción entre animales limpios e inmundos?
Es necesario tener en cuenta dos importantes hechos al tratar de responder a esta pregunta. Son ellos:
AL PRINCIPIO NO HABÍA NECESIDAD DE DISTINCIÓN
Primero, no había necesidad de una ley de esa especie cuando fueron creados Adán y Eva, y mientras conservaron su inocencia y santidad primitivas. Cuando creó al hombre, “dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así” (Gén. 1:29, 30).
Vemos que el plan original del Creador para el hombre y los animales, era que todos ellos subsistieran en base a un régimen vegetariano. “Ningún animal tenía que destruir a otro para alimentarse” (Elena G. de White, Counsels on Diet and Foods, pág. 396).
Segundo, en el mundo mejor venidero no habrá carnívoros entre los hombres y los animales. De ahí que no habrá necesidad de una ley que haga diferencia entre animales limpios e inmundos en lo que respecta al régimen alimentario, porque hombres y animales no se devorarán entre sí. Acerca de esa era futura, ha dicho el Señor:
He aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isa. 65:17). “El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová” (vers. 25).
Y nuevamente: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Isa. 11:6-9).
Es evidente, por lo tanto, que las leyes que hacen distinción entre animales limpios e inmundos, y el uso de la carne de animales como alimento para los seres humanos, fueron introducidos después que el hombre comenzó a pecar. Además, cesarán después que la humanidad haya dejado de pecar. Tanto el hombre como los animales eran vegetarianos al principio, y lo serán al final.
El permiso para comer la carne de los animales le fue dado por primera vez al hombre por el Señor apenas Noé y su familia salieron del arca en la cual habían sobrevivido al diluvio. En esa ocasión Dios les dijo: “Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis” (Gén. 9:3, 4).
De este pasaje de la Escritura deducimos dos hechos importantes: (1) que durante los primeros 1.650 años (aproximadamente de la historia humana, el hombre no tenía permiso del Señor para comer la carne de los animales; y (2) que la prohibición de usar sangre como alimento se dio a toda la humanidad (véase también Hech. 15:19, 20, 29). Noé y su familia eran toda la raza humana y los antepasados de todos los hombres nacidos desde entonces hasta ahora. Esa instrucción se dio cerca de mil años antes que fuese incorporada en el código mosaico dado a Israel.
Sin embargo, antes del diluvio y antes que se le permitiese al hombre añadir la carne de los animales a su régimen, ya estaba en vigencia la ley que distinguía entre animales limpios e inmundos. Al dar a Noé instrucciones en cuanto a la construcción del arca, el Señor le dijo:
“De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra; mas de los animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra” (Gén. 7:2).
Y dice el registro: “‘De los animales limpios, y de los animales que no eran limpios, y de las aves, y de todo lo que se arrastra sobre la tierra, de dos en dos entraron con Noé en el arca; macho y hembra, como mandó Dios a Noé” (vers. 8, 9).
NOÉ SABÍA
No hay la menor sugerencia en el registro que indique que el Señor haya tenido que decirle a Noé cómo diferenciar entre animales limpios e inmundos. Es evidente que él ya conocía la diferencia. Se nos dice que cuando él y su familia dejaron el arca después del diluvio, “edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar” (Gén. 8:20).
¿Por qué habría de hacerse distinción alguna entre animales limpios e inmundos antes que el hombre recibiera permiso del Señor para comer la carne de los animales? La declaración de Génesis 8:20, recién citada, da la respuesta a esta pregunta. En seguida que el hombre empezó a pecar, se introdujo el sagrado sistema de ofrendas animales como sacrificios para simbolizar e ilustrar el plan de Dios de proveer el perdón para los pecadores penitentes por medio de la expiación hecha con el derramamiento de sangre —la muerte— de la víctima. “El alma que pecare, ésa morirá” (Eze. 18:20). “La paga del pecado es muerte” (Rom. 6:23). El plan de Dios para la expiación del pecado era que el castigo de muerte merecido por el pecador arrepentido fuese llevado simbólicamente por el inocente animal sacrificado para hacer posible la reconciliación con Dios. (Véanse Isa. 53:5-12; Juan 1:29, 36; 1 Ped. 1:18-20.)
RELACIONADA CON LOS SACRIFICIOS
Al considerar lo que está dicho o implicado concerniente a la ofrenda de sacrificio en Génesis 3:21; 4:1-7; 8:20, es evidente que la ley sagrada que hacía distinción entre animales limpios e inmundos fue dada originalmente para aplicarse al servicio de sacrificios. Prohibía el uso de ciertos animales y aves como sacrificio a Dios. La ofrenda de perros, culebras, aves de rapiña, leones, cerdos, etc., como ofrendas encendidas u ofrendas por el pecado al Hacedor de cielo y tierra, era considerada impropia y fuera de lugar. De ahí que leemos:
“Sólo animales limpios y preciosos, ios que mejor simbolizaran a Cristo, eran aceptados como ofrendas a Dios. El sucio cerdo, el león devorador, y las bestias de carácter parecido que se alimentan de otros animales, no podían ser traídas como ofrenda” (Elena G. de White, “Sacrificial Offerings” [Ofrendas para el sacrificio], en Signs of the Times, 15-7-1880, pág. 313).
Un examen cuidadoso de todo lo que está escrito en la Biblia en cuanto al servicio de sacrificios desde Adán a Moisés, incluyendo el libro de Job, no revela ninguna mención de ningún fiel de los tiempos patriarcales que haya ofrecido algún animal o ave inmundos como sacrificio al Señor.
LA LEY DE LOS SACRIFICIOS SE EXTIENDE A LAS COSTUMBRES ALIMENTARIAS
Es también evidente que cuando el Señor le dio permiso al hombre para comer la carne de los animales (Gén. 9:3, 4), la ley sagrada que hacía distinción entre animales limpios e inmundos en relación con los sacrificios, se extendió al uso de la carne animal como alimento para el hombre. El examen cuidadoso de todo el registro bíblico en cuanto a las costumbres alimentarias desde Noé a Moisés no revela caso alguno de que usaran carne de ningún animal o ave inmundos como alimento. La enseñanza adventista al respecto ha sido expresada por Elena G. de White al comentar como sigue Génesis 9:3, 4:
“Antes de esa ocasión, Dios no había dado al hombre permiso para comer animales como alimento. Toda sustancia viviente sobre la superficie de la tierra de la cual pudiese alimentarse el hombre había sido destruida, por lo tanto Dios le dio a Noé permiso para comer de los animales limpios que había tomado consigo en el arca” (Spiritual Gifts, tomo 3, pág. 76).
De acuerdo con el registro bíblico del diluvio, “las aguas subieron mucho sobre la tierra; y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos. Quince codos más alto subieron las aguas, después que fueron cubiertos los montes” (Gén. 7:19, 20). Así que cuando Noé y su familia salieron del arca un año y diez días después que se desatara el diluvio sobre el mundo (Gén. 7:11, 24; 8:3-14), hallaron la ruina y la desolación por todas partes. Sus reservas de alimentos en el arca deben haber estado muy disminuidas, y sin duda eran insuficientes para hacer frente a todas sus necesidades hasta que pudiera levantarse una cosecha. La hierba verde había sido añadida al régimen alimentario original del hombre después que pecó, ocasión en que le fue quitado el acceso al árbol de la vida (Gén. 3:18, 22-24). El alimento cárneo fue un suplemento que se añadió al régimen del hombre particularmente bajo las condiciones prevalecientes en el mundo después del diluvio.
¿POR QUÉ MAS LIMPIOS QUE INMUNDOS?
Una razón evidente para tomar más animales limpios que inmundos dentro del arca fue, además de la necesidad de preservar algunos ejemplares de esas especies para la reproducción, la necesidad de Noé y su familia de ofrecerlos como sacrificios al Señor (Gén. 8:20) y de matar algunos para usar como alimento (Gén. 9:3, 4). Los animales inmundos no fueron usados para sacrificio o para alimento, ni antes ni después del diluvio.
Dijo el Señor acerca del primer hombre llamado “hebreo” en la Biblia (Gén. 14:13): “Oyó Abrahán mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (Gén. 26:5). A la luz de lo que se ha dicho acerca de los animales que sacrificó a Dios, y acerca de aquellos que usó como alimento, podemos bien creer que el cuerpo de leyes sagradas tan fielmente obedecido por Abrahán incluía ésa que hacía diferencia entre animales limpios e inmundos. De todos modos, la evidencia mostrada en este artículo deja bien claro que esa ley es más antigua que el pueblo judío.
Sobre el autor: Investigador de temas eruditos de la Asociación General