El ministro de éxito debe aprender a trabajar con la gente. Cada congregación está formada por muchos individuos, y aglutinarlos en una organización de trabajo es una tarea importante. Uno esperarla encontrar muchos líderes en la mayoría de las congregaciones; pero los líderes son raros. Una autoridad dice que menos del cinco por ciento de las personas son líderes.

Hay básicamente tres tipos de líderes. Está el tipo anárquico, lo cual significa que cada persona hace exactamente lo que le place. Hay algunos ministros que trabajan en esta forma. No tienen programa y lo que se haga en la reunión queda en manos de los miembros. Alguien ha dicho con acierto: “Es una falacia creer que los grupos, librados a sí mismos, desarrollarán siempre una atmósfera democrática. Lo más probable es que resulte un caos antes que un dominio autocrático”.

Luego tenemos el tipo autocrático de liderazgo, lo cual significa que todos hacen lo que quiere el presidente. Según este criterio solamente pocos están hechos para gobernar. Algunos ministros trabajan en esta forma.

Finalmente existe la dirección de tipo democrático. Está basada en la premisa de que si al grupo se le presentan los hechos y se le da la oportunidad de discutir los asuntos, puede arribar a conclusiones sólidas. Este tipo proporciona la oportunidad de libre discusión bajo la presidencia de la persona que el mismo grupo elije.

Funciones primarias del pastor como administrador

¿Cuáles son las funciones primarias del pastor como administrador?

1.     Debe establecer el curso de acción. Esto significa que el ministro eficiente debe tener una formación educativa básica para comprender el funcionamiento de la iglesia. Debe tener conocimientos del mecanismo de nuestra denominación y cómo se aplican sus reglas a la iglesia local.

A menudo los ancianos locales saben más acerca de la administración de la iglesia local que el obrero joven. El ministro que preside la junta de iglesia ayuda a establecer el curso de acción. Así que debería saber qué está ocurriendo en la iglesia y adonde quiere ir.

2.    El ministro debe supervisar. Se lo considera responsable del buen funcionamiento de la iglesia. Es el primer anciano de la congregación y es su deber ver que todos los departamentos estén marchando en la debida forma. Esto significa que siempre ha de estar alerta y ha de tomar interés en todas las funciones de la iglesia.

3.    El pastor debe delegar autoridad y responsabilidad. Algunos ministros tratan de hacer marchar solos toda la iglesia. Los tales están en camino del agotamiento nervioso o del fracaso. Cuán sabio es el consejo del apóstol Pedro: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Ped. 5:2, 3). Elegid personas que deseen llevar a cabo vuestro programa. Dadles autoridad para desempeñar sus funciones. Uno de los mayores errores de muchos ministros es su falta de respaldo a sus asociados. No sólo hacen eso con miembros de la junta, sino también con jefes de departamentos. Henry Kaiser, jefe de un imperio industrial, dijo: “Rara vez puede hacerse mucho por sí solo. Hay que conseguir la asistencia de otros. Yo progreso porque tengo personas a mi alrededor que son más hábiles que yo, y las escucho. Y puedo afirmar que cada uno es más hábil que yo en alguna cosa’’ ¡Esto es liderazgo verdadero!

4.    El pastor como administrador coordina el programa total de la iglesia. Cada departamento tendrá la tendencia de pensar solamente en sus propias necesidades inmediatas, y querrá olvidar la función de la iglesia como un todo. Es tarea del ministro coordinar esos diversos departamentos para que haya armonía en toda la iglesia. Sin esta adecuada coordinación pueden surgir malos entendidos entre los departamentos.

5.     El pastor debe enseñar a otros a ser dirigentes. El pastor previsor estará ayudando constantemente a otras personas a desarrollarse como dirigentes. En muchas iglesias existe la tendencia a que la dirección esté en mano de un grupito o camarilla. Esto no es bueno para la futura dirección de la iglesia. Es imperativo estar atentos para buscar personas que puedan ser futuros dirigentes.

Una autoridad en el campo de la dinámica de grupos dice que “las tres cosas fundamentales para una buena dirección son: (1) Conozca a sus miembros; (2) Establezca buenas condiciones de trabajo en grupo; y (3) Sepa a dónde quiere ir”. Un ministro sin un programa no merece su sueldo.

Por qué los grupos fallan en llegar a buenas decisiones

Muchos grupos fallan en alcanzar resultados deseables por varias razones. No todas estas razones de fracaso se hallan en todos los grupos, pero una o dos son suficientes para neutralizar los más laudables propósitos.

1.    Confusión o falta de comprensión de los objetivos del grupo. Esto es cierto de muchas comisiones o juntas de la iglesia. Sus objetivos parecen ser muy nebulosos. Uno de los primeros deberes de todo grupo es definir la razón de su existencia. Una pregunta importantísima es: “¿Para qué estamos reunidos?”

2.    Falta de dirección competente. Si el líder es incapaz, aun los mejores miembros pueden confundirse en su exposición. Por lo tanto, antes que se elija a una persona para encabezar un grupo debiera pensarse en las cualidades que él o ella posee.

3.    Desorganización y burocracia. Este es un factor que a menudo destruye la efectividad del grupo. La mejor política es el término medio entre la falta de organización y la superorganización.

4.    La actitud rutinaria. Esta ha disminuido la efectividad de muchos grupos: la idea de no cambiar los métodos antiguos. Los grupos de la iglesia tienen la tendencia a sér conservadores y de desconfiar de ideas y métodos nuevos. Esta actitud retrasa el progreso que podría hacerse en la causa de Cristo.

5.    Camarillas, facciones, subgrupos e inaccesibilidad del grupo. Cuando se estudia la organización de muchas iglesias se encuentra que una pequeña facción gobierna a la iglesia y hace alarde de los resultados. El ministro hallará bastante difícil introducir nuevos oficiales que no estén en la camarilla. Esta no es una situación saludable y se necesita mucho tacto y habilidad para que sea disuelta. No es raro que los miembros de un pequeño subgrupo se avisen unos a otros por teléfono y arreglen las cosas antes que se reúna la junta. De esta forma algunos miembros no son incluidos en la discusión general. Esto es siempre desafortunado y limita las buenas relaciones de trabajo.

6.     La motivación egoísta: ¿qué beneficio me reporta? Esta actitud es generalmente destructiva. Lo que debe primar es el bien total de la iglesia y de la causa de Cristo. A veces encontraréis personas que estarán felices de servir en la comisión de nombramiento para asegurarse de que no se les asigne una responsabilidad pesada.

7.    El grupo no está compuesto de la mejor combinación de personas. Una de las lecciones que el pastor como administrador aprende pronto es que no todas las personas son buen material para juntas y comisiones. Basta que estén uno o dos individuos-problemas para destruir la efectividad del grupo. ¡Cuán importante es la cuidadosa consideración previa de los nombres que formarán las juntas y comisiones de la iglesia!

Procedimientos para resolver los problemas

Consideremos ahora algunas sencillas sugerencias sobre cómo una junta o una comisión pueden resolver problemas. Estas reglas han sido probadas por muchos grupos y se han demostrado efectivas.

1.     Debe formularse clara y cuidadosamente el problema para que cada miembro del grupo lo comprenda. Es bueno proceder a escribirlo en un pizarrón o distribuirlo en hojas mimeografiadas. Explique claramente para que no haya malos entendidos en cuanto a lo que se está presentando. Si el problema es mal entendido, ninguna cantidad de deliberaciones llevará al grupo al acuerdo deseado.

2.     Debe analizarse y observarse el problema desde todos los ángulos. Deben conocerse los pro y los contras. Désele toda la consideración al problema. Para conocer adecuadamente todos los hechos, quizá sea necesario haber hecho alguna investigación anterior.

3.     Después que se hayan reunido los hechos, debe discutirse entonces el problema, debe evaluárselo y debe tomarse la decisión. Es imperativo que cada persona del grupo se sienta libre de discutir el problema, sin la idea de que no tendrá la aprobación del presidente o del ministro. El presidente deberá velar porque todos los miembros se ciñan al asunto en cuestión para llegar a una decisión. Es muy fácil salirse por la tangente. O quizá haya uno o dos que monopolicen toda la discusión. Mi sugestión para el presidente es ésta: “Si tiene algo que decir sobre el asunto, por favor, dígalo; si no, espere hasta que se levante la sesión”.

Cómo dirigir una reunión administrativa

Muchos miembros de iglesia no aprecian o sienten la responsabilidad de asistir a las reuniones administrativas de la junta. Por alguna razón les parece que esas reuniones no son importantes, y así hallan alguna excusa para faltar. Si este es el caso, entonces nosotros que somos responsables por el funcionamiento administrativo de la iglesia deberíamos hacer un buen examen de conciencia. Quizá la falta esté de nuestro lado.

Es imperativo notificar a las personas a quienes concierne el asunto. Cuando se convoca nuestro concilio de iglesia, enviamos un aviso mimeografiado informando del lugar y hora de reunión. También incluimos una agenda de los puntos a discutirse y un estado financiero del mes. Algunos ministros también incluyen el detalle de reuniones anteriores. Para grupos pequeños bastará tener papel de carta aéreo con membrete. Usando papel carbónico puede copiarse la misma carta y enviarla a todos los miembros de la junta.

Es imperativo que se prepare cuidadosamente una agenda. Es útil que los miembros tengan una copia de la agenda con anticipación. El pastor o el presidente debieran considerar cuidadosamente cada punto de la agenda para estar seguro de que los miembros se hallarán al tanto de los hechos.

Un problema que preocupa a muchos pastores como administradores es el de la introducción de asuntos completamente nuevos sin haber avisado antes de la reunión al que preside. Debe recordarse que la discusión libre y abierta no significa una mescolanza de asuntos inconexos. Debería desanimarse esta práctica. La introducción de esos puntos puede estorbar la presentación porque no hubo preparación de hechos y datos por los miembros del grupo.

Al administrar la iglesia el ministro nunca debe permitir que la preocupación por los proyectos le impida ver lo que está pasando con las personas. Nuestro acercamiento debe ser centrado en Dios y dirigido hacia la persona. Las personas y sus necesidades son la “materia prima de la administración de la iglesia”. El ministro siempre debe estar alerta a lo que les está sucediendo (o no les está sucediendo) a los miembros que asisten a las diferentes reuniones de la iglesia.

Durante la última guerra mundial una comisión de asuntos humanos sugirió cuatro fundamentos para las buenas relaciones: (1) Hágale saber a cada obrero cómo está en su trabajo. (2) Dé el crédito a quien corresponda. (3) Hable a las personas con anticipación en cuanto a los cambios que las afectarán. (4) Haga el mejor uso de las habilidades de cada persona.

¡Qué consejos excelentes para el pastor como administrador!

Sobre el autor: Pastor Iglesia del Sanatorio de Santa Elena. California