Sexta parte relaciones entre iglesia y estado continuación

LA GRAN COLOMBIA

Lllegamos ahora a un tercer grupo de repúblicas sudamericanas que llamamos “la Gran Colombia”. Simón Bolívar, libertador de cinco naciones, soñó un gobierno unificado para Venezuela, Colombia y Ecuador. Su genio hizo posible la unidad de esas naciones bajo un mismo gobierno. Sin embargo, cuando su personalidad ya no dominaba el escenario, esa unión se deshizo. Aunque esos tres países están estrechamente relacionados, cada uno tiene su historia separada.

ECUADOR

El artístico monumento que hay en la ciudad portuaria de Guayaquil y que señala el lugar donde Bolívar y San Martín tuvieron su famosa entrevista, es significativo en la historia de Ecuador. Bolívar había llegado desde Colombia, y San Martín desde Perú, para la histórica conferencia. Ambos querían tener Ecuador para su bando. Bolívar fue el más listo, y añadió la adquisición a la Gran Colombia. Sin embargo, cuando el libertador murió, Ecuador reasumió su vida separada. Desde entonces (1830) “el conflicto entre iglesia y estado ha sido continuo durante más de cien años”.[1]

Revoluciones y contrarrevoluciones se sucedieron unas a otras, pero en 1860 las fuerzas conservadoras y clericales asumieron el poder bajo Gabriel García Moreno. Él llegó a ser presidente, y en la constitución que promulgó en 1869 el catolicismo romano fue declarado la religión del estado con exclusión de todas las demás.

Después del asesinato de García Moreno, los dos partidos tradicionales —liberales y conservadores— estuvieron empeñados en una enconada rivalidad por el dominio del gobierno. Finalmente en 1895 las fuerzas liberales prevalecieron bajo su líder, el general Eloy Alfaro, como presidente de la nación. Alfaro fue sucedido por el general Leónidas Plaza Gutiérrez, candidato escogido por él, y bajo la dirección de Plaza “la iglesia fue sacada de su posición de independencia y puesta bajo el control del estado mientras la propiedad de la iglesia fue expropiada por el estado y se introdujo la tolerancia religiosa”.[2]

Más tarde, en 1906, la educación fue secularizada y se aseguró la libertad de conciencia. Bates afirma:

“Ecuador provee constitucionalmente (1906). Por la ‘libertad de conciencia en todos sus aspectos y manifestaciones, siempre que no sean contrarios a la moral y al orden público’. Hay libertad general de culto, de educación religiosa en escuelas privadas, y de sepultura en cementerios públicos. El sentimiento anticlerical ha equilibrado adecuadamente la antigua privanza del dominio católico”. [3]

De esta manera la iglesia fue desposeída en un país conocido como “la tierra de las iglesias”.

COLOMBIA

País tanto pacífico como atlántico, Colombia es la cuarta en población entre las repúblicas sudamericanas.

Colombia ha tenido cinco nombres desde que consiguió la independencia de España. En los días de Bolívar, el libertador, cuando estaba unida con Venezuela y Ecuador, era llamada la Gran Colombia. En 1830, a raíz de la disolución de esa unión por la defección de Venezuela y Ecuador, se convirtió en la República de Nueva Granada; en 1861 cambió su nombre por el de Estados Unidos de Nueva Granada; dos años después se convirtió en los Estados Unidos de Colombia; y en 1886 se adoptó el nombre actual de República de Colombia.

En ocasión de la creación de la República de Nueva Granada (1830), la Iglesia Católica fue declarada la religión nacional [4] y durante 23 años las relaciones entre iglesia y estado fueron muy cordiales. Pero en 1849 los liberales triunfaron sobre los conservadores, y en 1853 promulgaron el primer tipo federal de constitución, según el cual la iglesia fue desposeída, se hizo obligatorio el casamiento civil, y los cementerios fueron puestos bajo el control civil. En 1880, el estado había confiscado todas las propiedades eclesiásticas, con excepción de los edificios de iglesias y la residencia del clero.

En 1886, bajo la presidencia de Rafael Núñez, un concilio nacional que representaba a los gobernadores de varios estados, forjó una nueva constitución en la cual se restauraban los antiguos derechos de la iglesia. Por ese instrumento Colombia se convirtió en una nación unitaria y cambió su nombre en “República de Colombia”. Esta constitución, aunque modificada varias veces, rigió durante cincuenta años.[5]

Nuevamente en 1930, los liberales ganaron las elecciones, y la tendencia anticlerical halló expresión en la siguiente revisión de la constitución:

“Nadie será molestado debido a sus opiniones religiosas, ni obligado a profesar creencias y a observar prácticas contra su conciencia… La libertad de culto, cuando no sea contrario a la moral cristiana o a la ley, está garantizada”. [6]

Sin embargo, en 1946 los conservadores tomaron el poder, y a pesar de los derechos plenamente concedidos por la constitución, Colombia presenció un oscuro período de odio, intolerancia y persecución.

“En los pasados doce años, 116 protestantes fueron muertos, 66 iglesias o capillas protestantes fueron destruidas por la dinamita o el fuego, y 200 escuelas protestantes han sido cerradas. Desde 1948 ha habido varios millares de casos de persecución. Un resumen de 2.000 declaraciones firmadas por víctimas y testigos, muestra que sacerdotes católicos participaron directamente en un 30% de esos casos. Creyentes han sido golpeados, obligados a irse con amenazas de muerte, privados de derechos civiles (especialmente el matrimonio civil), expulsados de hospitales cuando necesitaban atención médica, privados del derecho de sepultar a sus amados fallecidos. Sus hogares han sido allanados arbitrariamente, se ha hecho discriminación contra sus hijos en las escuelas, sus servicios religiosos han sido interrumpidos por sacerdotes y policías, y su causa públicamente condenada por oficiales civiles, así como por sacerdotes, usando parlantes ubicados en iglesias católicas”. [7]

Al comentar esta ola de violencia, el famoso diario de Bogotá El Tiempo, en su editorial del 17 de septiembre de 1957, decía: “La persecución de minorías religiosas, llevada a cabo con la complicidad o bajo la dirección de las mismas autoridades en el pasado no muy remoto, ha sido nuestra vergüenza nacional ante los ojos del mundo, a pesar de los pretextos con que se ha tratado de justificarla”.[8]

Sin embargo, ese mismo año se vio un cambio favorable cuando las autoridades de Colombia finalmente declararon que “reconocían el derecho de los no cristianos de practicar libremente su propia religión”.

Hoy, como resultado del Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica está haciendo una política de blandura hacia las minorías religiosas, y con actitud ecuménica está solicitando oraciones porque los “hermanos separados” puedan volver al redil.

Tal como lo afirma Carl F. H. Henry, la era de los palos y las piedras parece haber llegado a un alto.

VENEZUELA

Los Estados Unidos de Venezuela han sido llamados “la puerta de Sudamérica”. Tienen un área de 912.050 km2, casi toda de tierra fértil, rica en productos naturales y minería.

Patria del más famoso de los sudamericanos, Simón Bolívar, sede de las aventuras de los más coloridos dictadores de los tiempos modernos, Venezuela durante muchos años se empobreció por las constantes guerras civiles.

La clásica controversia entre clericales y anticlericales perturbó la vida de la nación durante varias décadas, y como resultado del equilibrio entre esos dos grupos —“el anticlericalismo entre los intelectuales y el fuerte brazo de la Iglesia Católica entre las masas iletradas”[9]— la constitución publicada en 1936 “garantiza a todos los venezolanos los derechos fundamentales que se encuentran comúnmente enumerados en todas las constituciones latinoamericanas. Entre éstas pueden mencionarse especialmente la libertad de instrucción y la libertad de culto, de las cuales se puede gozar, sujetas sin embargo a la regulación de la ley y a la supervisión del ejecutivo federal”.[10]

En efecto, la libertad religiosa está permitida en este país, bajo la suprema inspección de todos los cultos por parte del poder ejecutivo. Sin embargo, el derecho de patronato está confirmado en este documento político, e implica la obligación del sostén financiero para la iglesia. De manera que, después de cien años de luchas y conflictos, la relación entre iglesia y estado en Venezuela queda prácticamente inalterada. Aunque la constitución no lo dice, la Iglesia Católica es virtualmente la iglesia estatal de Venezuela.


Referencias:

[1] Barclay, Opus cit., pág. 72.

[2] James y Martin, Opus cit., pág. 294

[3] Bates, Opus cit., pág. 81

[4] Macdonald, Opus cit., pág. 379.

[5] James y Martin, Opus cit., pág. 284.

[6]Bates, Opus cit., pág. 82.

[7] Cari F. H. Henry, “World Vision in Colombia”, Christianity Today, Vol. IV, N? 18, pág. 22.

[8] Citado por Clyde W. Taylor en “The Fate of Protestants in Colombia”, Christianity Today, Vol. II, N9 3, pág. 16

[9] Bates, Opus cit., pág. 82.

[10] James y Martin, Opus cit., pág. 277.