Los hombres no son elegidos como evangelistas por votación. Puede votarse para que un pastor llegue a ser presidente o director de jóvenes de una asociación, pero ninguna comisión puede decidir por votación que un hombre se convierta en evangelista, así como un luchador no podrá convertirse en cirujano por más que se vote en su favor.

 Si llega a ser evangelista, será porque usted habrá elegido ésa como la tarea de su vida y nadie podrá disuadirlo. Para decirlo llanamente, usted habrá hecho de sí un evangelista.

¿POR QUE?

 ¿Por qué desea ser evangelista? Hay tan sólo una buena respuesta: usted siente que debe serlo, y estaría traicionando a Dios si no lo fuera. Como dijo cierta vez un anciano ministro: “Si usted no tiene que ser predicador, no lo sea” Esta declaración encierra una gran verdad. El evangelista debe sentirse impelido hacia la ganancia de almas y estar convencido de que puede colaborar en la salvación de más almas mediante el evangelismo público que por cualquier otro medio, si es que quiere llegar a ser un evangelista de buen éxito.

 Si un edificio se estuviera incendiando, en los momentos críticos trataríamos de salvar tanta gente como fuera posible. Con el “mundo en llamas”, cuán decisivo es que tengamos ese mismo desesperado deseo de salvar al mayor número posible de almas. Dos experiencias han afirmado esta decisión en mi vida.

 La primera sucedió un sábado de noche en una cabaña cerca del lago Arrowhead, en California. Nuestra familia se estaba entreteniendo con juegos de salón. De pronto llegaron hasta nosotros voces lejanas desde el lago que clamaban: “¡Socorro! ¡Socorro! ¡SOCORRO!” Habían chocado dos lanchas de motor. La mayoría de sus ocupantes se salvó, pero tres perecieron. El jueves siguiente extrajeron los restos de una de las lanchas. El conductor, sin vida, aún estaba aferrado al volante.

 Ese pedido de auxilio se convirtió para mí en el clamor desesperado de un mundo destinado a la destrucción. Y yo debía responder a esa súplica.

 La segunda experiencia ocurrió mientras hacíamos uno de los peores viajes que alguna vez nos tocara realizar. Íbamos en automóvil desde Washington D. C. hacia San Luis, Missouri. La noche era terrible y nos sorprendió una tormenta de nieve en las montañas orientales. La temperatura bajó a 22 grados bajo cero.

 Mientras doblábamos una curva de ese camino de montaña, las luces del automóvil alumbraron a un hombre que andaba a los tropezones luchando en medio de la terrible ventisca. Mientras agitaba su linterna gritó: “¿No ha visto a una mujer y a una niña en algún lugar de este camino? ¡Mi esposa y mi hija están perdidas en la tormenta!”

 Este incidente sucedió hace veinticinco años, pero todavía oigo ese llamado implorante y veo oscilar esa linterna. Y he determinado la obra de mi vida: ¡debo salir a buscar a los que están perdidos en esta tremenda tormenta de la vida! ¿Cómo puedo hallar algo de paz para mi corazón si por lo menos no trato de buscar y de salvar a los perdidos?

EXAMEN ELIMINATORIO

 No estoy tratando de amedrentarlo para que no llegue a ser evangelista, pero deseo estar seguro de que usted podrá seguir como tal, por lo tanto permítame indicarle varias precauciones y quizá algunas advertencias.

 El campo es el mundo. El territorio que ha de trabajarse no tiene fin. Nunca se le acabará el trabajo, pero se le podrá acabar el fervor. La tasa de mortalidad es elevada: muchos se inician como evangelistas pero pronto quedan a la vera del camino.

 ¿Puede comprender esto? ¿Podrá consumar su obra o tendrá sólo un comienzo meteórico? El evangelismo tiene un lado brillante: escenarios bellamente decorados, gente que saluda, ujieres, coro, hermosa música, partes especiales, el equipo evangelístico vestido de uniforme. Se canta el himno de apertura, se eleva la primera oración ¡y entonces se produce la brillante entrada del evangelista! Es muy excitante y estimulante visitar a un joven en camino de llegar a ser evangelista.

ENTRE BASTIDORES

 Pero hay algo más que brillo. Permítame alejarlo del lado brillante para que pueda tener una visión más íntima de la vida de un evangelista.

 Después de la oración final, de las “buenas noches” y del oscurecimiento de las luces, ¿dónde pasarán la noche el evangelista y su equipo? Usted podrá seguirlos hasta algún solitario motel, algún triste hotel o a sus departamentos temporarios.

 Pero con más frecuencia verá dirigirse al evangelista hacia algún campamento y refugiarse en su casa rodante.

 La vida de un evangelista parece más bien rutilante cuando se ubica bajo las luces para predicar. Pero usted debería verlo arrastrarse bajo la casa rodante para conectar una manguera para agua, o —más humillante aún— un tubo de albañal. (Y aquellos arbustos espinosos sienten por un evangelista, cuando éste anda a gatas por entre ellos, lo mismo que por cualquier otra persona).

 Oh, sí, la casa rodante debe nivelarse y tenerla con provisión de gas. Hay que comprar otra cantidad de víveres. Debe cuidarse del lugar —señalado por estacas— destinado para el perro. Y por todos los medios hay que vigilar que estén conectados los cables eléctricos de 220 y de 110 voltios y puesta en su sitio la estaca destinada a las conexiones telefónicas.

 Por supuesto, la esposa del evangelista estará ocupada adentro acomodando las cosas. Estará lavando verduras, arreglándose el cabello, sacando el polvo, etc.

 Esto trae a colación otro detalle importante:

SU ESPOSA

 Ya he dado por sentado que usted tiene esposa o que está por tenerla, porque ella es, ciertamente, la pieza más importante del equipo de un evangelista.

 ¿Sabe coser? ¿Sabe cocinar? ¿Tiene apariencia agradable? ¿Es simpática? ¿Toca el piano y el órgano y puede cantar, o hacer dibujos para luz negra, o presentar disertaciones? ¿Puede tomar un dictado (me refiero al dictado taquigráfico) y puede escribir a máquina rápida y correctamente las palabras mal escritas de algunos de sus artículos? ¿Es una buena madre? ¿Está dispuesta a vivir una vida de gitana sin quejarse o compadecerse? ¿Es tan amante que puede amarlo a usted y a su obra? Y por qué no, ¿también a su perro?

 Nota: Una esposa no necesita saber música para ser excelente compañera de un evangelista. Mejor sería que fuera una buena secretaria. Mi esposa aprendió a escribir a máquina y taquigrafía después de nuestro casamiento. Hemos vivido peregrinando o en casas rodantes durante más de veinticinco años de evangelismo continuo y más de cuarenta en el ministerio.

 Por eso, si usted va a ser evangelista, esté seguro de que tiene una buena esposa: ¡un modelo portátil!

 Hay algo más que casi he pasado por alto. ¿Oyó hablar alguna vez de hijos? ¡Son un equipo evangelístico maravilloso! Pero también ellos deben estar dispuestos a unirse a usted en su vida de gitano y enfrentar más tarde una de dos posibilidades: Estudiar por correspondencia y vivir en el camino con el equipo, o separarse durante semanas soportando a veces una creciente soledad (tanto los padres como los hijos).

 Por eso, también sus hijos deben estar dispuestos a compartir su vida de evangelista, pues de otro modo usted tendrá que enarbolar bandera blanca y quedar a la vera del camino. Esta es, quizá, la prueba más severa y más dolorosa que deban soportar el evangelista y su compañera. Nuestros corazones se estrujaron de angustia debido a algunas separaciones, pero agradecemos a Dios porque nuestras tres hijas son fieles a la verdad, tienen hogares cristianos y trabajan en la obra de Dios. Y estamos haciendo planes para pasar mucho tiempo con ellas en el cielo.

NO UN ASALARIADO

 No se le asegura al evangelista que su trabajo será de cuarenta horas semanales. Puede llegar a ochenta, a cien horas por semana. En su presupuesto de gastos de viaje se le habrá permitido recorrer 1.500 kilómetros por mes en su automóvil, pero usted probablemente habrá recorrido el triple, y luego orará para que Dios envíe cuervos que mantengan con combustible a su automóvil.

 Usted nunca será pagado por hora o por kilómetro, pues de otro modo tendría una buena posición económica. En cambio, ¡se le pagará con almas y llegará a ser rico!

 Pasará largas horas de trabajo que no podrá informar. Debe buscarse a las almas de día y de noche. En días nublados, nevosos, barrosos, usted, como evangelista, debe estar afuera visitando —de modo nada espectacular ni encantador— y buscando a las ovejas perdidas de Cristo. Puede encontrárselas en todas partes, por eso hay que buscar en los caminos, los cercos, los valles, las montañas, los departamentos y las casas.

 Si usted tiene corazón de evangelista, nunca mirará su reloj (excepto, por supuesto, para dejar de predicar a tiempo). Usted trabaja por las almas y por Dios, y lo impulsa la urgencia por los perdidos, en tanto que Dios le añade fuerza y energía adicionales. “Como tus días serán tus fuerzas” (Deut. 33:25).

 Nunca debe quedar satisfecho con números. Aunque aparentemente esté por obtener una gran cosecha, siempre debe tener en su mente y en su corazón a esa oveja que todavía está perdida. Por lo tanto, como evangelista, nunca debe estar plenamente satisfecho o irse a descansar, como no lo haría un bombero que sabe que aún hay atrapada una persona en un edificio incendiado.

 Deberá pensar en largas y a veces solitarias horas de servicio como parte de su vida. En otras palabras, trabaje con todo empeño y nunca tenga compasión de sí mismo.

UN BULLDOG

 Usted debe tener la tenacidad de un bulldog: no debe abandonar nunca un asunto por más difícil que se torne. Le ocurrirán toda clase de contratiempos, o de aparentes reveses, pero deberá persistir y continuar. He llegado a un arreglo con el diablo: insistiré, no importa lo que él haga para contrarrestar mis esfuerzos. Por ahora comprende esto bastante bien y está más bien desanimado.

 “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rom. 8:28).

 Esta promesa es la estrella guiadora de mi vida de evangelista. Los problemas de alguna manera obrarán para lo que sea mejor.

 En una ciudad la carpa se desplomará: en otra las autoridades tratarán de echarlo: en otro lugar algunos vándalos dañarán los automóviles o hurtarán las carteras de los integrantes del coro. Se producirá una tormenta, o bien el director de los Exploradores organizará un campamento de jóvenes el fin de semana en el que usted pensaba hacer su primer llamado para la decisión. O el director de música se enfermará de úlcera, o el pastor se habrá torcido el tobillo y no podrá acompañarlo en las visitas, o quizá se habrá olvidado de enviar por correo las invitaciones para las reuniones en primer lugar.

 Pero usted no deberá permitir que ninguna de estas cosas lo detengan. “El espectáculo debe proseguir”. Muy bien. Si los directores de teatro insisten en que nada los detendrá, como mensajeros del Rey en esta hora crítica, ¿nos atreveremos a tener menos decisión?

 Probablemente ésta sea una de las pruebas más severas para un evangelista: debe mantener su valor no importa cuán oscura pueda ser la perspectiva inmediata. No hay nadie que pueda ofrecerle respiración artificial. También deberá ayudar a fortalecer el ánimo de los que trabajan con usted, porque también ellos tendrán que pasar momentos de desaliento. Más de un evangelista ha renunciado a su llamado —se ha dedicado a otro ramo de trabajo— sencillamente porque no pudo soportar más la presión ni conservar su propio ánimo en tiempos de adversidad. El himno favorito de mi padre siempre me ha ayudado: “Nunca renuncies”. (Continuará) .