Hay dos clases principales de incrédulos. En primer lugar, están los que no tienen interés en considerar ninguna evidencia en favor de la Biblia, que sólo desean manifestar desprecio hacia la misma, discutiendo y haciendo uso de argucias. Rara vez se puede ayudar mucho a este tipo de personas, porque no desean ser ayudadas. Se las debe tratar con bondad pero con firmeza. No se les debe permitir que ocupen gran parte de la hora del estudio bíblico comentando sus dudas y poniendo a la Biblia en ridículo. Un método que me ha resultado efectivo es el de preguntarles con calma si alguna vez han leído la Biblia entera. Por lo general responden que no. Entonces les pregunto si les parece imparcial y serio criticar un libro que nunca han leído. Con esto suelen entender el punto.

  La otra clase de incrédulos está constituida por los que, aunque honrados y sinceros en su escepticismo, aún están dispuestos a prestar consideración favorable a la evidencia en favor de la Biblia. Al tratar con esta clase de gente debemos tratar de entender las causas que fundamentan su incredulidad. Un poco de tiempo ocupado en familiarizarnos con ellas a fin de descubrir algo de sus antecedentes personales, será tiempo bien empleado. Algunos de los factores que contribuyen al escepticismo de estas personas son los siguientes:

  1. Se han criado en un hogar no cristiano o aun impío. Este solo hecho debiera hacernos sentir simpatía por ellas, al notar la poderosa influencia ejercida por la atmósfera de un hogar apartado de Dios.

  2. Las enseñanzas de la educación modernista. La evolución y las así llamadas “evidencias” contra la Biblia.

  3. La confusión de las enseñanzas de las iglesias populares.

  4. Las inconsecuencias en la vida de los profesos cristianos.

  Cuando entendemos todas esas causas que han contribuido a la actitud del incrédulo sentimos compasión por él y comprendemos su gran necesidad de ayuda. Esto nos lleva a manifestarle gran bondad y paciencia al tratarlo. Con frecuencia vamos a descubrir que la incredulidad se refiere particularmente a ciertos puntos fundamentales, algunos de los cuales son dudas en cuanto a la autenticidad de los manuscritos y traducciones de la Biblia, dudas concernientes a la inspiración de los escritores de la Biblia, creencia en la existencia de contradicciones en la Biblia y falta de voluntad para adherirse a los requerimientos de la Biblia.

  Al hacer frente a estas objeciones definidas debemos presentar toda la evidencia y las pruebas que podamos para contrarrestar sus dudas. Por ejemplo, debemos proporcionarle información acerca de los manuscritos y traducciones, mencionando fechas, hechos y así por el estilo, lo que a menudo le mostrará al incrédulo que ha estado mal informado en lo que concierne a este importante aspecto. El esclarecimiento de este error pavimentará el camino para el establecimiento de la fe en la autenticidad de la Biblia.

  Al tratar las dudas acerca de la inspiración de los escritores bíblicos he descubierto que las profecías son una de las más poderosas pruebas de la inspiración de la Biblia. Esto incluye muchas de las profecías que tienen que ver con naciones y su cumplimiento, profecías acerca de Cristo y de su obra, y la manera en que se cumplieron, y por supuesto, las importantes profecías simbólicas. Juntamente con la presentación de las profecías con frecuencia será necesario incluir hechos históricos y evidencias aportadas por la arqueología, y tendremos que presentar suficiente cantidad de material de esas fuentes para mostrar la exactitud del registro bíblico y de sus profecías. Quizá necesitemos hacer mención de datos astronómicos para establecer la cronología de la Biblia. Es especialmente importante ubicar la fecha en que se dio una profecía a fin de probar que la misma fue dada muchos años antes de su cumplimiento, y poner así de manifiesto la inspiración de la Biblia.

  Es recomendable explicar en forma completa el plan fundamental de estudio de la Biblia que vamos a seguir. Dejar que un pasaje explique otro y reunir información completa sobre un tema haciendo acopio de versículos es un plan familiar para nosotros, pero por lo general resulta dificultoso de entender para el incrédulo. Sin embargo, si podemos llevarlo a que acepte este plan de estudio de la Biblia, habremos avanzado bastante en el camino de la ayuda para el aprendizaje de la verdad. Esto nos capacitará para mostrarle la maravillosa armonía de la enseñanza bíblica a través de todo el Libro y en cualquiera de sus temas. También nos capacitará para enseñar desde el lado positivo del asunto, y no del negativo. (Esto es muy importante porque la mayoría de la información del incrédulo ha sido de tipo negativo).

  El establecimiento del plan del estudio bíblico nos otorgará la ventaja de colocar toda la consideración del tema sobre la base de lo que la Biblia dice, y fuera de la base de la opinión personal. De hecho, la meta de presentar toda la evidencia debiera ser emplearla como la autoridad. Desde luego que ésta es la única base correcta, pero en el caso de un incrédulo puede llevar cierto tiempo establecer este hecho. Por lo tanto no se desanime si le parece que la tarea es lenta y no espere lograr demasiado en poco tiempo. Quizá todo lo que puede hacerse durante el primer o segundo estudio es poner en marcha un tren de pensamiento por los carriles correctos en la mente del escéptico. Acepte eso con alegría y continúe trabajando. Acaso lleve tiempo y esfuerzo poner un fundamento sobre el cual podamos después edificar, pero habrá valido la pena si un alma se salva.

  Es importante adoptar una actitud serena, cortés y solícita, y mantenerla invariablemente. Si logramos convencer al incrédulo de que somos sus amigos y de que somos sinceros en nuestro deseo de ayudarlo, habremos puesto otra base firme en nuestra obra de conducirlo a la verdad. Si, posteriormente, podemos llevarlo a que lea por sí mismo ciertos pasajes selectos de la Biblia; y sobre todo, si podemos conducirlo al Señor Jesucristo y mostrarle algo del amor de Dios por él, habremos alcanzado el cumplimiento de un esfuerzo para ganar un alma planeado con mucho cuidado y oración, y esa alma, me parece a mí, será una por la cual los ángeles del cielo se regocijarán especialmente.