Los hechos del 11 de septiembre del año 2001, y las guerras de Afganistán y de Irak, cobran nuevo sentido cuando se lee este artículo.
“¿Por qué nos odian tanto?”, preguntan los norteamericanos. “Qué les hicimos?” ¿Manda realmente el Corán a los musulmanes que maten a los cristianos? ¿Obliga el Islam a que la gente se convierta a la fuerza? ¿Qué es lo que quieren?
A pesar de las seguridades que dan unos y otros, y a causa de los abundantes y agresivos discursos de algunos que se llaman musulmanes, estas preguntas flotan en el ambiente como oscuras nubes de dudas y desconfianza. ¿Cómo las responderemos nosotros, como hijos de Dios?
En primer lugar, debemos establecer la diferencia que existe entre una determinada religión y sus seguidores, que la pueden tergiversar al distorsionar su concepto de Dios con el fin de alcanzar sus objetivos de poder o religiosos. A lo largo de la historia, el terrorismo, la violencia y la intolerancia de todo tipo no han estado confinados a una sola religión. En general, todas las religiones promueven la paz, la tolerancia y el respeto mutuo. No obstante, la realidad histórica es que se ha derramado más sangre en las así llamadas “guerras de religión” que en las de cualquier otra naturaleza. En lugar de ser una influencia en favor de la paz y la seguridad, a veces la religión se ha inclinado hacia el odio, la intolerancia y el derramamiento de sangre.
Pero la mayoría estará de acuerdo en que la violencia y el uso de la fuerza son graves violaciones del espíritu de la religión. También debemos destacar que los que hemos vivido y trabajado en países islámicos tenemos muchos queridos amigos musulmanes que no están menos preocupados que nosotros por la actual situación.
¿Qué ha inducido a algunos, entonces, a distorsionar de tal manera el mensaje básico de la religión, al punto de pretender justificar las terribles atrocidades que experimentó el pueblo norteamericano el 11 de septiembre del año 2001?
No podremos entender la actual situación si no nos enteramos de las relaciones entre los musulmanes y los cristianos a lo largo de la historia. El terrorismo actual es una reacción musulmana a la tensión, la frustración y los agravios, reales o imaginarios, que les han infligido. Intentaré resumir esa historia. He extraído los datos que menciono de varias fuentes respetables.
Un pasado horrendo
Sólo a cuatrocientos años de sus comienzos, la cristiandad se empantanó en controversias teológicas que le interesaban poco o nada al hombre común, controversias cargadas de objetivos políticos, es decir, no espirituales, precisamente. Se manifestó, entonces, la tendencia a imponer a todos los creyentes las decisiones de unos pocos. Las excomuniones mutuas fueron comunes; la eliminación de los herejes se convirtió en un deporte religioso. Los judíos y los cristianos disidentes se convirtieron en el blanco de los “ortodoxos”. Se excomulgó a la Iglesia Cristiana de Oriente (los nestorianos), y la Iglesia de Occidente (romana) y la Bizantina (griega) los persiguieron a muerte. La cristiandad experimentó una profunda división.
Estos sismas no sólo fueron teológicos, y sus resultados no se limitaron a la excomunión y la persecución, sino políticos y sociales también.[1] De este modo se estableció el empleo del poder político con fines religiosos, y este sistema fue aclamado muy pronto en toda la cristiandad, con todas sus trágicas consecuencias. Eusebio, obispo e historiador del siglo IV, veía en el emperador un instrumento escogido por Dios para establecer el reino de Cristo en la tierra.[2] Más tarde, los musulmanes manifestaron esa misma actitud que se evidencia en la actual situación, cuando se invoca a la religión para justificar la violencia y el logro de objetivos políticos.
La persecución de los cristianos de Oriente condujo a una situación paradójica, ya que muchos de ellos les dieron la bienvenida a los musulmanes, considerándolos sus libertadores de la opresión bizantina.[3] “Bajo el estímulo del Islam -dice Philip II. Hitti-, el Oriente despertó y se puso de pie después de un milenio de dominio occidental. Además, los tributos que exigían los nuevos señores eran menores que los de los antiguos, y los vasallos podían practicar su religión con más libertad y sin interferencias”.[4]
Reconozcamos que este cuadro es completamente distinto del que se pinta por lo general, y por eso mismo arroja mucha luz con respecto al trasfondo del actual concepto que se tiene de los musulmanes en el mundo occidental. Y Moffett hace, al respecto, la siguiente observación acerca de las condiciones que prevalecieron más tarde, en los primeros tiempos del dominio islámico: “Bajo el patriarcado de los califas y a lo largo de los turbulentos años de las guerras civiles, fuera de las matanzas y los horrores propios de cualquier guerra, el trato que se les dio a los cristianos en los territorios conquistados por Persia y la Siria bizantina fue relativamente generoso”.[5]
Las cruzadas
A pesar del trato “relativamente generoso” otorgado por el Islam a los cristianos de Oriente, aquél -el Islam- pronto pasó a formar parte de la lista de “herejes” e “infieles” confeccionada por las iglesias cristianas. A continuación, la cristiandad descendió a su nivel más bajo cuando sucesivas hordas de cruzados se encaminaron a Medio Oriente para purificar a la cristiandad de los herejes, y eliminar a los infieles judíos y musulmanes, mientras liberaban la Tierra Santa. Hay quienes argumentan que especialmente la primera cruzada fue un verdadero movimiento religioso cuyo fin consistió en lograr que los peregrinos tuvieran libre acceso a los lugares santos de Medio Oriente. Admitimos que hubo en ella una motivación religiosa, y que se la llevó a cabo como una “guerra justa” y una peregrinación. Pero las horribles historias acerca de las atrocidades cometidas contra los cristianos en Medio Oriente, con el fin de exacerbar las emociones para promover las cruzadas, no tenían nada que ver con la realidad.
“El informe que llevaron, de una población cristiana perseguida en Palestina, unida en la adversidad y que aguardaba la liberación de Roma, era falso. Aunque los musulmanes eran, en ese momento, una ligera mayoría en Siria y Palestina, vivían con los cristianos en un clima de coexistencia y con mucho menos tensión que la que los europeos estaban dispuestos a creer La situación de los cristianos de esos lugares bajo el dominio musulmán ciertamente no se había deteriorado al punto de justificar una intervención armada. En verdad, los fatimitas de Egipto, que en ese momento gobernaban Jerusalén, mantenían ‘un nivel de tolerancia mayor que el de cualquier otra sociedad’ ”.[6]
A los cruzados se les prometía una plena remisión de sus pecados si participaban de las cruzadas.[7]
Se mandó a miles de niños a participar en una de las cruzadas, de los cuales sólo unos pocos regresaron.[8] Cuando la primera cruzada logró el control de Jerusalén en 1099, no quedó un solo musulmán o judío vivo en la ciudad.[9]
Para ser objetivos, digamos que es digno de notar que no todos los cristianos apoyaban las actividades de los cruzados. “Muchos cristianos estaban horrorizados por lo que se hacía”.[10] Pero esas atrocidades tuvieron un profundo efecto sobre “la confusa situación política de la época”, y quedaron como un vivido recuerdo en la memoria de los musulmanes. En agudo contraste con esto, aparece la reacción de Saladino (Salah-el-Din), el jefe musulmán, cuando recuperó Jerusalén en 1187. En cuanto tomó el control de la ciudad, ordenó poner fin a todas las matanzas. Ni un solo civil judío o cristiano recibió daño alguno, y no hubo daños a la propiedad tampoco.[11]
Si bien es cierto que bien pronto el Islam dividió el mundo en dar-al-islam (la casa del islam) y dar-al-harb (la casa de la guerra, expresión que se aplicaba a las naciones y los pueblos que no aceptaban el dominio musulmán), y que la yihad (guerra santa) se adoptó como una actitud latente o declarada hacia los países del dar-al-harb, en los países donde el domino musulmán estaba establecido, por lo general, se respetaban los derechos de los que no profesaban el islamismo.
“De acuerdo con las normas medievales -dice Hugh Goddard-, la manera en que trataban los musulmanes a judíos y cristianos era relativamente tolerante y liberal, aunque de acuerdo con las normas modernas se la podría considerar definidamente discriminatoria. Para que las comparaciones sean válidas, tenemos que hacerlo con otras sociedades medievales; y, si lo hacemos, descubriremos que los musulmanes se portaban bastante bien”.[12]
Resumamos todo esto con las palabras de A. S. Ahmed: “El recuerdo de las cruzadas persiste en Medio Oriente y le da color a la manera en que los musulmanes ven a Europa. Es el recuerdo de una Europa agresiva, retrógrada y fanática desde el punto de vista religioso. Este recuerdo histórico se verá reforzado en los siglos XIX y XX, cuando los imperialistas europeos llegaron de nuevo para apropiarse del territorio de Medio Oriente, a fin de colonizarlo. Lamentablemente, la mayor parte de los europeos ignora este legado de amargura cuando se refiere a las cruzadas”.[13]
Esta historia es el telón de fondo de los agravios que existen en el mundo musulmán, y que explican su actual actitud beligerante. Cuando la cristiandad emergió de la Reforma y el Renacimiento, el Occidente cristiano comenzó a intervenir cada vez más en los asuntos de Medio Oriente, lo que dio como resultado la colonización de esa región del mundo, especialmente después del colapso del Imperio Otomano, en ocasión de la Primera Guerra Mundial. Aunque, por lo general, la “ilustración” fue el contexto del progreso de la cristiandad a partir del año 1500, el Islam estaba enfrascado en sus propias tensiones internas, mientras trataba de descubrir las razones de su decadencia y los remedios para contrarrestarla, y cómo tratar con la colonización occidental de sus territorios.
Dentro del Islam se entabló una lucha entre los que abogaban por una vuelta al taqlid (la interpretación tradicional del Corán de los eruditos musulmanes) como la manera de renovar el Islam, y los que veían el camino de la renovación en el empleo generalizado, por parte de todos los musulmanes, de la iytihad (la lucha por comprender los principios del texto primero y, después, decidir en cuanto a cómo se lo debe aplicar en el contexto corriente).
La lucha interna del Islam no ha sido demasiado diferente de la que ha ocurrido en el seno de la cristiandad. Finalmente prevaleció la idea del taqlid sobre los temidos resultados de la iytihad, en el sentido de que los caprichos de cualquiera podrían prevalecer.[14]
CÓMO VEN LOS MUSULMANES LA ACTUAL SITUACIÓN
El resentimiento ha ido creciendo como consecuencia de las políticas de Occidente hacia Medio Oriente desarrolladas durante el último siglo y, en especial, durante los últimos cincuenta años. La mayor parte de los musulmanes las ven como una proyección de la historia que acabamos de reseñar y, por lo mismo, la consideran como una continuación de las cruzadas, y opina que Occidente está discriminando al Islam. Entre los agravios que se perciben, se puede incluir el problema de Palestina, la presencia de tropas extranjeras en las tierras “santas” de los musulmanes (Arabia Saudita) y la muerte de niños como consecuencia de las sanciones aplicadas a Irak. A los occidentales, estas cosas les pueden parecer sólo temas políticos.
Pero el promedio de los musulmanes considera que se trata también de temas religiosos, y el musulmán militante las ve claramente como expresión del fanatismo cristiano, que quiere dominar y aun destruir la fe musulmana, es decir, una continuación de las cruzadas.
Otro ingrediente de esta mezcla tan explosiva es la preocupación de los musulmanes por preservar sus valores tradicionales, frente al hedonismo y el materialismo que introduce Occidente en sus mismos hogares por medio de la televisión y los vídeos. Consideran que de esta manera les están robando el corazón de su fe. Benjamín Barber nos brinda un esdarecedor análisis de estos temas en su libro Jihad vs. MacWorld [La guerra santa versus el mundo Mac], Aunque su enfoque es mayormente secular, nos permite comprender los asuntos relacionados con el actual conflicto, y nos obliga a evaluar de nuevo y en forma más objetiva las fuerzas que se encuentran a ambos lados de este abismo, que es cada vez más grande.[15]
En este contexto, las agresiones contra Occidente se consideran como una manera de superar la humillación sufrida por los musulmanes. Como se puede ver, el mundo musulmán, en cierta medida, se ha puesto a la defensiva. Se han unido frente a lo que consideran un enemigo común. La frustración creciente ha llevado a muchos a concebir al fundamentalismo como la solución. Puesto que no tienen nada que perder y que, además, se les promete el paraíso si mueren como mártires, el extremismo y los actos terroristas son la consecuencia lógica de esta situación. Los musulmanes moderados, por otra parte, se encuentran en una situación cada vez más difícil mientras tratan de aclarar y definir lo que consideran que es un islamismo pacífico, frente a la exacerbación de las emociones en ambos lados del conflicto.
Muchos se están expresando, sin embargo. Desde la tragedia del 11 de septiembre de 2001 se ha formado una organización denominada Musulmanes Contra el Terrorismo (www.matusa.org), con el expreso propósito de no permitir que los extremistas definan el Islam por falta de oposición a sus ideas.
La breve explicación que hemos dado aquí no tiene, en absoluto, el propósito de justificar las atrocidades cometidas por los terroristas. Ofrece, en cambio, un telón de fondo que permite entender los acontecimientos actuales. No hay justificación posible para las actividades terroristas ni para la violación de los derechos humanos, provengan de donde provengan, puesto que sacrifican vidas inocentes. El mal no tiene fronteras de religión ni de nacionalidad, y sigue siendo malo no importa su procedencia. Pero es esencial que comprendamos los temas que acabamos de presentar, ya que constituyen el trasfondo de la actual situación. Porque sólo si entendemos las razones del odio de algunos y la desconfianza de otros en el mundo musulmán, podremos comenzar a relacionarnos en forma constructiva con los musulmanes que están abiertos al respeto mutuo y a la comprensión. Y hay muchos de ellos.
Por lo que hemos visto hasta ahora, resulta claro que cualquier religión que se use con fines políticos (o que se vincule con el poder político para lograr sus fines) desemboca en la intolerancia, el sometimiento y la persecución de los disidentes. Tanto el cristianismo como el islamismo, en diversos grados y en diferentes épocas, han establecido esta “impía alianza” de la religión con el poder político.
La reacción de los cristianos
Durante los últimos dos siglos, aunque la cristiandad se ha apartado de la violencia medieval y ha abrazado la tolerancia, el Islam ha sido incapaz de volver a los valores más progresistas de su “edad de oro”, y las voces militantes que abogan por una interpretación tradicional y exclusiva del Islam han ido teniendo una influencia cada vez mayor.
Algunos cristianos podrían alegar que Alá no es el Dios de la Biblia, y por eso mismo no ven razón alguna para discutir con los musulmanes acerca de asuntos espirituales. Ésta es una lamentable equivocación. Se dice que el concepto musulmán de Alá es diferente del concepto cristiano, y que Alá era el nombre que se le daba a la luna antes del advenimiento del Islam. En primer lugar, está claro que el Alá del Corán es el Dios creador (Surah 7:54). Es “el Señor del día del juicio” (Surah 1:4), el “Señor del Universo” (Surah 1:29). Es amante, misericordioso y “pronto a perdonar” (Surah 3:31). Además, la palabra “Alá”, incluso antes del Islam, siempre se usó para designar al Dios supremo, el Dios de todos los dioses (los árabes eran politeístas antes del Islam). Mahoma adoptó la palabra conocida que se usaba para designar a Dios, y la usó para referirse al Dios único. Es común, cuando se traduce la Biblia a un nuevo idioma, usar las palabras que ya existen en esa lengua para referirse al nuevo concepto que se desea presentar; o para describir y nombrar al Dios creador que no conocían. Es importante, también, recordar que la palabra hebrea para Dios es “El” o “Elloh”, y está lingüísticamente vinculada con “Al-a” o “Allah”, que es la palabra árabe para designar a Dios. “El” aparece en los antiguos textos ugaríticos como el dios supremo del panteón cananeo. Esto no le impidió a Abraham, ni a sus descendientes, adoptar ese nombre como sinónimo de “Yahweh”, Jehová. Una última observación: Alá es la palabra que usan para referirse a Dios unos 17 millones de árabes cristianos, y es la palabra para designar a Dios que aparece en la versión arábiga de la Biblia.
¿Y LA REACCIÓN ADVENTISTA?
En primer lugar, es conveniente disponer de la suficiente humildad como para entender que toda religión, cristiana o no, puede desarrollar elementos “tóxicos”, que induzcan a cultivar sentimientos de superioridad y exclusivismo, de intolerancia hacia los que profesan otra fe, hasta el punto de aislarlos (o aislamos), o de deshumanizarlos, lo que abre la puerta a la discriminación e incluso a la violencia en nombre de la verdad. Es un problema de la naturaleza humana.
¿Cuáles serían algunos de los elementos de esa “fe tóxica”?[16] Los sistemas religiosos que enfatizan más el control de la vida de los miembros que la compasión; actitudes que inducen a proclamar con arrogancia “nosotros tenemos toda la verdad” y los demás no la tienen (en contraste con el que dice: “Podemos aprender los unos de los otros”); la religión legalista (que pone más énfasis en la buena conducta que en las buenas relaciones); sistemas religiosos que dedican más tiempo y energía a defender la verdad que a proclamarla y desarrollar un ministerio sanador y lleno de gracia; religiones que se consideran el club de los justos, y no un hospital para que los enfermos y los quebrantados reciban sanidad; los que están dispuestos a dictar sentencia condenatoria antes de tratar de comprender las razones por las cuales los demás se comportan como lo hacen.
Todas estas cosas son trampas para los santos, que pueden producir las semillas de la intolerancia, el odio y sus desgraciadas consecuencias. Una cosa es tener la tranquila confianza de que somos el pueblo de Dios, para atraer amablemente a los demás a nuestra comunidad, y otra, muy distinta, es utilizar la “verdad” como un medio para definirnos en contra de los que no “la tienen” y, en consecuencia, deslizamos hacia actitudes de superioridad y hasta, incluso, estar dispuestos a recurrir a la fuerza, en sus diversas formas, para lograr nuestros fines.
Algunas sugerencias
❖ La fe adventista es monoteísta, la misma del Antiguo Testamento y de Abraham. El Islam también remonta su monoteísmo a Abraham, a través de Ismael.
❖ Debemos evitar interpretar al islamismo sólo sobre la base de las informaciones que nos dan los noticiarios. Tampoco debemos llegar a la conclusión simplista de que la religión es la única causa del actual conflicto.
❖ Los adventistas entendemos el papel especial que tenemos, en este tiempo del fin, de difundir un mensaje de advertencia que nos llama a salir del mundo con el fin de preparar a un pueblo para la venida de Jesús. Constituimos un movimiento mundial que anuncia este mensaje a todos los pueblos, ya sean cristianos, poscristianos, modernos, posmodernos, secularizados, musulmanes, budistas, hinduistas, bahais, shintoístas, comunistas, creyentes y no creyentes por igual. Puesto que se trata de “una fe y un culto que no encierra ideas de castas ni de países, una fe que se adapta a todos los pueblos, todas las naciones, todas las clases de hombres”,[17] no se debe arredrar ante los sucesos, ya sean políticos o catastróficos.
❖ Los adventistas creemos que nuestra herencia espiritual se remonta directamente a esos grupos de creyentes bíblicos a quienes persiguieron las iglesias cristianas tradicionales. Grupos como los “cristianos primitivos” de Gran Bretaña, los anabaptistas, los valdenses, y otros de Europa y del Medio Oriente, a quienes excomulgaron las iglesias romana y bizantina.[18] Estos grupos constituyeron “la iglesia del desierto” de Apocalipsis 12, y sufrieron las consecuencias de las cruzadas que se lanzaron contra ellos junto con los musulmanes y los judíos (un punto que no se debe pasar por alto cuando nos relacionamos con los musulmanes).
❖ Los adventistas deberíamos evitar que nuestra fe manifieste las actitudes triunfalistas de otros grupos que ven el “reino de Dios” en el “reino” de la cristiandad, manifestado por medio de los gobiernos terrenales que, supuestamente, deben dominar a “los no creyentes”.[19]
❖ Nuestra misión es clara: “Id por todo el mundo y haced discípulos”,[20] haciendo hincapié en “el evangelio eterno” destinado “a toda nación, tribu, lengua y pueblo”, para honrar “a Dios y darle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado”, y adorar a “Aquel que hizo los cielos, la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”.[21]
❖ Nuestra tarea, por lo tanto, consiste en invitar a todos, incluso a los musulmanes, a aceptar cierta calidad de fe y la certidumbre de la salvación, y a una comprensión de todo lo que implica el mensaje divino del tiempo del fin.
❖ Más aún, a medida que el Espíritu de Dios y la seguridad se van retirando lentamente de la tierra, y se les permite a las fuerzas del mal manifestar su verdadero carácter, debemos ser una influencia sanadora, una influencia para la reconciliación entre los seres humanos entre sí, y con Dios.[22] Somos “embajadores” de reconciliación, para comunicar el amor de Dios, su sanidad y su perdón a un mundo fracturado por el egoísmo, los deseos de venganza, el odio y la desconfianza.
❖ La actual situación se caracteriza por los deseos de venganza y, una vez que ésta se ha producido, los deseos de vengarse de la venganza. Ésta es la única reacción humana que puede haber en el seno de una sociedad que se debate entre la humillación y el honor; lo único que esto produce es una escalada de tragedias. La forma en que entendemos los adventistas el gran conflicto y cómo está solucionando Dios el problema del pecado (la humillación) en su universo, es un mensaje que se necesita perentoriamente en este momento.
El único remedio para el actual círculo vicioso de venganza, y venganza de la venganza, es comprender y aceptar para nosotros esta forma de restaurarnos al honor, y compartir el concepto de Dios con los que están cayendo en la trampa del enemigo, a saber, su manera de tratar el problema de la humillación.
Los adventistas deberíamos constituir la vanguardia de los que se dedican a aliviar el sufrimiento, a mediar en medio del conflicto y a facilitar la reconciliación. Las huellas de Dios se ven, ahora, en los escombros y las ruinas de un mundo quebrantado. Es nuestro gran privilegio andar en sus pisadas como ministros de su gracia.[23]
Sobre el autor: Director del Centro Global para las Relaciones de los Adventistas con los Musulmanes, Loma Linda, California, Estados Unidos.
Referencias:
[1] Hugh Goddard, A History of Christian-Muslim Relations |Una historia de las relaciones entre cristianos y musulmanes] (Chicago: New Amsterdam Books, Ivan R. Dee, 2001), pp. 37, 38.
[2] Eusebio, Historia eclesiástica (Londres: SPCK, 1927), Libro X, p. 9.
[3] Samuel Moflen, A History of Christianity in Asia [Una historia del cristianismo en Asia], “Desde los comienzos hasta el año 1500” (Nueva York: Orbis Books, 1998), t. 1.
[4] Hitti, History of the Arabs From the Earliest Times to the Present (Historia de los árabes desde los primeros tiempos hasta la actualidad] (Londres: Macmillan, 1958), p. 143.
[5] Mofifett, Ibíd., p. 338.
[6] Youssef Courbage y Philippe Fargues, Christian and Jews Under Islam [Los cristianos y los judíos bajo el islam] (Nueva York: 1. B. Tauris, editores, 1998), p. 45.
[7] Thomas F. Madden, A Concise History of the Crusades [Una breve historia de las cruzadas] (Nueva York: Román y Littlefield, editores, 1999), pp. 1-20. Esto también aparece en Steven Runciman, A History ofthe Crusades (Una historia de las cruzadas] (Cambridge, Inglaterra: Imprenta de la Universidad, 1991), t. 1, pp. 108, 109.
[8] Runciman, Ibíd., t. 3, pp. 139-144.
[9] Ibíd., t. 1, p. 287.
[10] Ibíd., p. 187.
[11] Ibíd., t. 2, p. 466.
[12] Goddard, Ibíd., p. 68.
[13] A. S. Ahmed, Living Islam (Vivamos el Islam] (Londres: 1995), p. 76. Citado por Carole Hillenbrand, The Crusades: Islamic Perspectives (Las cruzadas: perspectivas islámicas] (Nueva York: Routledge, 2000), p. 590.
[14] Mnir Farid, “Against Ijtihad”, en The Muslim Wold 91 (“En contra del iytihad”, en Mundo musulmán 911, Nos. 3 y 4 (Otoño de 2001), pp. 355-370.
[15] Benjamín R. Barber, Jihad v. Mac World (La guerra santa versus el mundo Mac] (Nueva York: Biblioteca Ballantine, 1996), p. 5.
[16] Steve Aterbum y Jack Felton acuñaron la expresión “fe tóxica” en la obra con ese título que se publicó en 1991. En esa misma línea han aparecido dos libros más recientes: More Jesús, Less Religion (Más de Jesús, menos religión], y Soul Suruiivr, How my Faith Survived the Church (El alma que sobrevivió: cómo sobrevivió mi fe a la iglesia], por Philip Yancey.
[17] Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes (Buenos Aires: ACES, 1986), p. 750.
[18] El conflicto de los siglos (Buenos Aires: ACES, 1993), pp. 62-64.
[19] El Deseado de todas las gentes, p. 509.
[20] Mat. 28:19.
[21] Apoc. 14:6, 7.
[22] 2 Cor. 5:17-21.
[23] Elena G. de White, El ministerio de curación (Buenos Aires: ACES, 1990), p 106.