Uno de los beneficios de un esfuerzo coordinado en pro de la oración es que los miembros se reúnen para buscar la voluntad de Dios y oír su voz. La última congregación que me tocó pastorear descubrió que un núcleo de miembros constituía el grupo básico de participantes en una vigilia de oración que habíamos organizado; pero cuando se le hacía buena propaganda al evento, recibíamos también una notable cantidad de gente que de otra manera no habría ido a la iglesia. Era gente que necesitaba oración o que estaban buscando un ambiente espiritual como un refugio frente a la agitación y el bullicio propios de ese día.

El programa se organizaba de tal manera que cada anciano tenía un tema específico por el que orar. Cuando comenzaba la reunión, todos los presentes recibían una lista de motivos de oración. A ella le podían añadir sus pedidos y necesidades particulares.

Era un programa a la vez solemne e informal. Nos reuníamos a media luz, con una lámpara que sólo enfocaba una Biblia abierta y un cuadro de Jesús. Las oraciones se alternaban con himnos cuidadosamente escogidos para armonizar con las diversas clases de oración.

Cada año cambiábamos la lista de oración, según fueran las necesidades que se experimentaban o las condiciones del mundo. Por ejemplo, durante la Guerra del Golfo oramos por la paz. Otro año oramos por las dificultades que estaba enfrentando la iglesia y por los ataques del enemigo contra nuestra escuela.

Considere algunos de estos temas para comenzar un programa como este en su iglesia, añadiéndoles necesidades locales definidas.

Ore para dar gracias. Dedique tiempo en la oración para adorar a Dios y darle gracias por su misericordia y su gracia salvadora por medio de Jesús, y por la expectativa de que el Espíritu Santo los habilitará para obedecer su voluntad.

Ore por los perdidos. La maravilla del evangelio es que todos somos candidatos al reino de Dios. Cuando oramos por los perdidos, la actitud de Dios hacia ellos no cambia, porque él siempre los ama. Pero ese gesto cambiará nuestra actitud al respecto, de manera que podremos ver sus posibilidades desde la perspectiva divina.

Ore por los dirigentes. Es apropiado incluir a los dirigentes locales, nacionales y mundiales. Más especial aún lo es orar por los dirigentes de la iglesia, locales y mundiales. Es admirable el celo con que nuestros hermanos presentan a Dios nuestros nombres en sus oraciones.

Ore por la familia. Debemos pedir que Jesús se convierta en el centro y en la razón de ser de todo matrimonio; y que las heridas y los conflictos puedan ser sustituidos por una refrescante experiencia de restauración.

Ore por los jóvenes. En este punto debemos incluir a los jóvenes de la iglesia y a los nuevos miembros. Que nuestras familias, nuestras escuelas y nuestros maestros reflejen el amor de Jesús; que nuestras congregaciones sean una extensión de su espíritu de aceptación y perdón.

Ore por los ausentes. Incluya a los que todavía son miembros, pero que no pueden participar de las actividades de la iglesia porque viven lejos, están enfermos o son de mucha edad. Ore por los que hay que rescatar por causa de alguna reincidencia pecaminosa, o por problemas pendientes de relaciones mutuas.

Ore por perdón. Acuérdese de la enseñanza bíblica de que debemos perdonar para recibir perdón. La hermosura del perdón consiste en que libera nuestra alma y al mismo tiempo obliga al otro a tratar seriamente la parte del conflicto que le corresponde.

Ore por los miembros que causan problemas. Aunque nos regocijemos por los miembros que se comprometen y nos ayudan a llevar las cargas, también debemos orar por los que producen problemas, para que le encuentren propósito a sus vidas en la presencia de Dios.

Ore por el regreso de Cristo. Somos adventistas por causa del advenimiento. La bendita esperanza nos sostiene, y la bienaventurada seguridad nos capacita para anticipar y compartir alegremente la consumación de todos nuestros anhelos.

Oremos los unos por los otros. Usted necesita mis oraciones, y yo las suyas. Oremos los unos por los otros. Somos colegas en el ministerio y pecadores que necesitamos cada día de la gracia de Dios.

Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día