He oído a gente decir que la característica de la iglesia del siglo XXI “no será su tamaño sino su calidad”.

Si hiciéramos un estudio de los casi 16 mil grupos e iglesias organiza dos en la División Sudamericana, y dividiéramos por esa cifra los dos millones de miembros bautizados que tenemos, llegaríamos a un promedio de 125 miembros por cada congregación. En los Estados Unidos el promedio es de 100. Ya que esto es así, a despecho del gran valor que se le ha dado a las congregaciones numerosas, somos, aún hoy, un conjunto de pequeñas y medianas iglesias.

Algunos pastores que sirven en un distrito grande compuesto por congregaciones pequeñas, pueden sentirse tentados a desarrollar una especie de complejo de inferioridad. Ven al pastor de una iglesia numerosa y se sienten insignificantes y desvalorizados. No es así, mi querido pastor. Cda iglesia que recibimos para pastorear, no importa qué tamaño tenga, es tierra santa, un lugar precioso, porque Jesús dio su vida por las personas que se congregan allí. Cada lugar es importante, y Dios espera que usted también haga lo mejor posible en favor de las personas que viven en ese lugar. Allí se necesita un pastor. Si no fuera usted, ¿quién sería? Estos conceptos le deben dar una sensación de dignidad, de utilidad, de valor.

En otras palabras, no existen tareas pequeñas. Nadie se debe sentir insignificante ni desvalorizado si pastorea una iglesia chica o un distrito pequeño. Hay una gran obra que hacer, y Dios lo quiere usar de manera grandiosa.

Ahora bien, ¿qué podemos decir acerca de la calidad de su iglesia? Las características que determinan si una congregación, independientemente de su tamaño, está sana o no, deberían ser nuestra gran preocupación. Me gustaría sugerir algunos puntos para facilitar esta evaluación:

Una iglesia con una buena base doctrinal. ¿Entienden claramente los miembros de su iglesia las 27 doctrinas bíblicas básicas? ¿Han recibido la buena cantidad de información que los capacitará para defender su fe o para dar testimonio en favor de ella?

Una iglesia con una clara visión misionera. ¿Se está cumpliendo con éxito la razón fundamental por la que existe la iglesia? ¿En qué se han concentrado los departamentos, los grupos musicales, las predicaciones y el uso del dinero de la iglesia?

Una iglesia con estabilidad financiera. ¿Está en armonía el presupuesto de la iglesia con la cantidad de sus miembros y con su nivel social? ¿Se orienta a los miembros en cuanto a las bendiciones que reciben los mayordomos fieles?

Una iglesia con una imagen positiva en la comunidad. ¿I la desarrollado la iglesia proyectos que beneficien a la sociedad y tareas que les permitan apreciar a la comunidad y a sus autoridades lo que hace la iglesia? ¿Qué opinión tienen los vecinos de la iglesia?

Una iglesia con una buena estima propia. ¿Se sienten felices los miembros por ser cristianos? ¿Están satisfechos con su iglesia y su pastor? ¿Se entienden bien las normas y los principios, y se los acepta?

Una iglesia que tiene intereses comunes. ¿Hay un ambiente fraternal y un clima de comunión cristiana entre los miembros de la iglesia? ¿Están atendidas las necesidades sociales, materiales y espirituales de los miembros?

Estoy seguro de que hay muchos otros indicadores de que una iglesia goza de buena salud. Usted puede añadir, a estos, otros factores que considere importantes. Pero de algo estoy seguro: la iglesia lo necesita mucho, pastor. Su nivel de motivación, sus buenas ideas, su credibilidad espiritual, su compromiso y el reconocimiento de que la oportunidad de estar donde usted se encuentra es única, contribuirán a marcar la diferencia en su ministerio. Como Asociación Ministerial estamos aquí para apoyarlo en la realización del sueño que Dios puso en su corazón.

Sobre el autor: Secretario asociado de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana