Es posible que la obra pastoral no se note a veces. Pero Dios la fructifica y la recompensa mucho más allá de lo que podemos imaginar.
Me produjo profunda tristeza la irónica respuesta de un colega cuando le pregunté acerca de su ministerio: “Soy un simple pastor de iglesia”, me dijo. Aproveché la oportunidad para decirle a ese querido hermano que ser pastor de iglesia es la cosa más linda que existe y la más elevada vocación que hay sobre la Tierra. Ninguna otra ocupación se le puede comparar.
Probablemente usted haya sentido alguna vez que su ministerio no se toma en cuenta. Pero debo decirle que ese sentimiento no refleja la realidad. Para la iglesia usted es el obrero más valioso que existe, porque sin su trabajo ningún éxito sería posible. Por eso, quiero aprovechar este espacio para expresar mi reconocimiento a usted, pastor, evangelista, que se encuentra en el frente de batalla.
Una obra elevada
No es su función manejar las finanzas o administrar los negocios de una Asociación o Misión, pero tiene el privilegio de llegar a los corazones necesitados con mayor frecuencia y con más autoridad que cualquier otro servidor en la causa de Dios. Su tarea consiste en llevar consuelo, aconsejar, proporcionar dirección espiritual, compartir la salvación. En ese afán, después de un largo y arduo día de trabajo, se siente cansado y a veces deprimido por tener que resolver mil problemas de los hermanos.
Pero al contemplar todo esto con los ojos de Dios, vemos que ese trabajo, aparentemente sin frutos, produce paz en su corazón y felicidad por haber colaborado con la naturaleza divina de la predicación. En ninguna otra ocupación dentro de la iglesia se siente esta satisfacción; sólo en la tarea pastoral. No es raro oír decir a numerosos pastores que pasaron largos años administrando campos o sirviendo como directores de departamentos: “Yo era feliz cuando trabajaba como pastor de un distrito”.
El pastor tiene en sus congregaciones una familia que conoce como nadie. El administrador o el director de departamentos que llega de visita, sólo ve miembros de iglesia. Pero el pastor conoce por nombre a cada una de esas personas, sabe de sus luchas y sus inquietudes, y trata de satisfacer sus necesidades con la ayuda del Todopoderoso. Mientras trabajaba allí, vio nacer y crecer física y espiritualmente a muchas personas, y eso le causa una profunda satisfacción.
Una ocasión especial
Quiero reafirmar mi especial admiración y mi reconocimiento a los millares de pastores que aman la tarea que se les asignó, que aman a su iglesia, a sus miembros, y que están felices en el servicio del Señor. Mi homenaje para quienes no consideran que se están sacrificando cuando llevan a los pecadores a los pies de Cristo.
Es posible que el desánimo llame a su puerta y usted tenga ganas de “tirar la toalla” Lo animo a continuar con oración y vigilante estudio de la Palabra de Dios, de donde vendrá el socorro y el auxilio para enfrentar las tribulaciones de la vida pastoral.
Vivimos en la época más solemne de la historia, en la que es necesario reafirmar cada día nuestra dedicación a la causa de la predicación del evangelio. Hay mucha gente que depende de nuestro trabajo para que sea encaminada a la salvación que es en Cristo Jesús. También hay jóvenes que se pueden sentir inspirados a convertirse en ministros de la Palabra por la manera en que nos conducimos. Manténgase fiel a su vocación, y reciba mi sincero reconocimiento por todo lo que está haciendo, en manos de Dios, para salvar a los pecadores y preparar a un pueblo para el gran día del regreso de Jesucristo.
Sobre el autor: Presidente de la Unión Peruana.