La formación de un ministro no puede ser tarea exclusiva de los profesores del seminario. Se les deben unir pastores de experiencia que ya están trabajando en el campo.

La educación teológica adventista, o la formación para el ministerio, consiste en la formación del carácter y la preparación para el desempeño de la misión encomendada por Jesucristo a su iglesia según Mateo 28. Esos objetivos se comprenden y se alcanzan mejor cuando se establece una sociedad entre los profesores del seminario y los pastores consejeros del campo, incluyendo al secretario de la Asociación Ministerial o pastores de experiencia bajo cuya orientación trabajará el aspirante al ministerio.

Visión adventista

¿Cómo es la educación teológica en la mayor parte de los seminarios no adventistas? La abundante literatura actual al respecto da testimonio de que debe ser meramente funcional; una tendencia que en verdad no es nueva. El énfasis en lo funcional ya estaba presente tanto en la formación ministerial como en su práctica en los días de Elena de White. En 1899 William R. Harper, un educador judío fundador de la Asociación para la Educación Religiosa de los Estados Unidos, y uno de los fundadores de la Universidad de Chicago, publicó su llamado a una exhaustiva reforma de la educación religiosa.[1] Para ese autor la educación teológica debía preparar al ministro para llevar a cabo una eficaz tarea pastoral local.

Elena de White, contemporánea de Harper, propuso una formación ministerial con un alcance y una visión mucho más amplios. En el marco de la filosofía religiosa de la educación que caracterizó sus escritos, afirmó que la formación ministerial es una empresa que trasciende el tiempo y alcanza la eternidad.[2] También dijo que los estudiantes lo seguirían siendo por la eternidad.; Es evidente que la Sra. de White concebía la formación ministerial como parte de un proceso más amplio de la educación cristiana, entendida como equivalente al proceso de la salvación.[3] De una manera más definida, Elena de White escribió que la formación ministerial tiene dos objetivos principales: 1) La formación del carácter, y 2) el cumplimiento de la comisión evangélica.[4]

Si tenemos en vista que para Elena de White la educación es un medio para alcanzar un fin, y que ese fin no es otro sino el desarrollo del carácter, pueden mencionarse dos importantes implicaciones. La primera es que la formación ministerial no puede ser una tarea exclusiva de los profesores de Teología.[5] Esos profesores, aunque puedan iniciar formalmente la educación teológica y encabezarla por cierto tiempo, descubrirán que la tarea trasciende sus esfuerzos y sus posibilidades reales.

La segunda implicación es que otros instrumentos calificados podrían sumarse a la tarea de formar ministros religiosos adventistas. Con visión, Elena de White propuso que algunos pastores de experiencia del campo de labor se asociaran a los profesores de Teología en esa importante tarea.[6] Estamos hablando de una sociedad formal entre los dos grupos: pastores y profesores. Tal vez esa sea la forma más eficaz de llevar a la realidad el desafío de la Sra. de White a los seminarios adventistas, en el sentido de que su obra fuera diferente de lo que se veía en los seminarios de otras confesiones religiosas.[7]

Razones para establecer esta sociedad

¿Qué justificativos tiene la existencia de una sociedad de pastores y profesores unidos para la formación de ministros? Existen por lo menos tres razones.

Primero, obsérvese que las circunstancias que inducen a un pastor a abandonar el ministerio, o que llevan a solicitarle la devolución de su credencial ministerial, generalmente son asuntos que están relacionados con su carácter.

Segundo, si se analiza el caso desde otro ángulo, tanto los pastores del campo como los del seminario se encuentran en la misma escuela de Cristo con respecto al desarrollo del carácter.

En tercer lugar, esa sociedad se ve favorecida por el hecho de que existe un vínculo natural entre los pastores y los profesores del seminario. Esa situación se explica porque, de acuerdo con las instrucciones de Elena de White, los profesores del seminario provienen del campo, y se los eligió porque tenían una importante experiencia cristiana y ministerial.[8]

Si funciona bien la sociedad entre los pastores del seminario y los del campo, eso ejercerá una influencia positiva sobre la relación entre el pastor consejero y el aspirante al ministerio.

Profesores y consejeros

La sociedad entre los pastores del seminario y los pastores consejeros del campo, a manera de sugerencia, debería tener el siguiente contenido:

1. Se necesita una unidad de pensamiento y acción, que se traduzca en contactos formales regulares, con un temario a tratar, con contenidos y actitudes que se desea transmitir a los aspirantes al ministerio.

2. En las reuniones formales de estudio y oración podría estudiarse el perfil inspirado de su personalidad, el perfil del pastor joven en la sociedad actual, los alcances y las limitaciones de las materias del plan de estudios, las características de las prácticas pastorales de la misión experimental, etc.

Consejeros y aspirantes

Desde el punto de vista del desarrollo del carácter, pueden destacarse las siguientes consideraciones:

Lo que se trata de conseguir no es un aspirante al ministerio hecho a semejanza del pastor consejero, sino a semejanza de Cristo. Eso requiere humildad. El Espíritu Santo es el gran Motivador y el Único capaz de transformar a alguien. El consejero debe facilitar, no sustituir la obra del Espíritu.

Debemos recordar que para Elena de White los hábitos y el carácter son más importantes que las calificaciones académicas,[9] y que lo que alguien piensa es más importante que lo que hace.[10]

Tanto el consejero como el aspirante deben ser conscientes de que los personajes de la Biblia no aparecen como brillantes o exentos de defectos. Los escritores bíblicos, bajo la dirección del Espíritu Santo, nos los presentan con sus defectos y sus virtudes.

Si un aspirante al ministerio es un proyecto de Dios y de la iglesia para los próximos 35 años, entonces los criterios para su evaluación no deben ser sólo cuantitativos, sino más bien referidos a su carácter.

Algo más: esta sociedad se desarrolla en un marco familiar, en el que los pastores de mucha experiencia reciben esperanza y fuerza de los jóvenes, y estos reciben sabiduría para vivir la vida y llevar a cabo su obra con la mira puesta en la gloria de Dios y en el beneficio para la humanidad.

Se trata de una sociedad con proyecciones permanentes, cuyos socios lo serán por toda la eternidad. Más que una “luna de miel”, es la práctica conjunta del romance del ministerio. Allí se retransmiten los principios de un ministerio eficiente. Es una sociedad tan fuerte que se desarrolla no sólo porque el aspirante confía en el consejero, sino también porque existe una confianza mutua. Es una sociedad que va más allá de la simple cooperación, la interdependencia y la armonía. Tiene que ver con la formación del carácter de ambos grupos.

Con respecto al cumplimiento de la misión, se trata en este caso de una franca actividad y de una relación apropiada, y de obra misionera en el contexto de las campañas de evangelización y otras actividades del programa regular de los campos.

Algunas consideraciones prácticas

La educación teológica básica (bachillerato) es sólo el punto de partida de la formación ministerial. Los cuatro o cinco años de estudio en el seminario habilitan al joven para ingresar como aspirante en el ministerio o como pastor asociado, bajo la supervisión de un pastor consejero. Los requisitos que deben llenar los estudiantes de Teología con el fin de recibir una preparación completa para el ministerio en estos años iniciales, podría ser una evidencia de la existencia de un concepto distinto del que propuso Elena de White con respecto a la educación teológica.

El espíritu humano necesita disciplina. Lo obligatorio es necesario para la disciplina. El consejero facilita la decisión del aspirante al ministerio en relación con el deber de asumir una determinada disciplina en la vida.

El consejero señala los efectos perniciosos de los malos hábitos sobre caracteres generalmente buenos. Una sola mosca puede lograr que se corrompa y entre en putrefacción el “perfume del perfumista” (Ecl. 10:1).

Al observar desde una triple perspectiva los triunfos de un consejero en la vida de un aspirante al ministerio pueden verse:

1. Triunfos teológicos, o sea, la habilidad de aplicar la Palabra a las situaciones de la actualidad, tanto en los estudios bíblicos como en la predicación.

2. Triunfos estéticos: su aspecto personal, su higiene, su familia Más importante que la belleza del rostro es la manifestación de un carácter cristiano.

3. Triunfos éticos: es decir, una vida semejante a la de Cristo, tanto en la comunidad religiosa como en la secular.

Otros triunfos importantes son una Biblia bien marcada, una biblioteca bien nutrida, un buen sistema de archivo, hijos sumisos, una esposa que colabora con prudencia, discreción y tacto en las actividades de la iglesia.

El carácter del aspirante no es sólo la clave de su vida, sino también de su obra.

El conflicto entre el bien y el mal no lo induce a cambiar de opinión con respecto al ministerio, sino que lo lleva a dar lugar para que el Espíritu Santo lo transforme a semejanza de Cristo.

La formación ministerial adventista necesita pastores y profesores que, bajo la dirección del Espíritu Santo, pueden trabajar para el desarrollo del ministerio en general —especialmente de los pastores jóvenes—, para el desarrollo del carácter y una participación cada vez más eficaz en la misión de predicar el evangelio de Jesús.

Sobre el autor: Doctor en Ministerio, rector de la Universidad Adventista de Chile.


Referencias

[1] William R. Harper, American Journal of Theology [Periódico estadounidense de Teología], 1899, pp. 45-66.

[2] Elena G. de White, Consejos para los maestros, padres y alumnos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana [ACES], 1991), p. 397.

[3] J Juan Millanao, An Evaluation of the Concept of Seminary in Mission with Reference to the Latin American Adventist Theological Seminary [Una evaluación del concepto de seminario en misión respecto del Seminario Teológico Adventista Latinoamericano], 1992, pp. 55-59.

[4] Ibid., p. 60.

[5]  Si bien es cierto, Elena de White escribió en 1912 que la cantidad de pastores en el campo dependería de la cantidad de profesores que estarían en condiciones de preparar a nuevos pastores, su consejo en cuanto a conseguir un ministerio más preparado incluye otros instrumentos, además de los profesores de los colegios.

[6]  Elena G. de White, Obreros evangélicos, pp. 76-80 (Buenos Aires: ACES, 1971).

[7] Ibid., p. 209.

[8]  Elena G. de White, Testimonies, t. 6, pp. 134, 135.

[9] Consejos para los maestros, padres y alumnos, p. 83.

[10] La fe por la cual vivo (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1958), p. 222.