Predicaría la Biblia; la predicaría de una manera clara, sencilla, sin complicaciones y dejaría que su mensaje cortara profundamente, en derechura al corazón de la gente. Ninguna otra cosa convencerá, convertirá y conservará como la Palabra. Es la Palabra viva del Dios vivo y por lo tanto es todopoderosa a dondequiera que la dirija”.

El Dr. H. M. S. Richards, fundador de La Voz de la Profecía y decano de los ministros adventistas es el que está hablando acerca de lo que haría si fuera un predicador joven que comenzara su ministerio este año.

“Había cierta vez un doctor que fue ganado para Cristo por Dwight L. Moody, el famoso evangelista del siglo pasado. Alguien le preguntó cómo había sucedido y él respondió: Fui a escuchar predicar al Dr. Moody con la intención de tener algo para reírme. Yo sabía que él no era un erudito y estaba seguro de que hallaría muchos defectos en sus argumentos. Pero descubrí que no podía con ese hombre. El se parapetaba tras la Biblia y me disparaba con un versículo tras otro hasta que éstos me penetraron el corazón como una bala, y fui convertido”.

“Todo predicador joven —y también todos los experimentados-— necesitan esa clase de ‘parapeto’, precisamente en la Palabra de Dios”, dice el Dr. Richards. “El es único lugar seguro y de confianza para el predicador —si lo conoce y sabe cómo usarlo.

“Tengo miles de libros en mi biblioteca particular, pero si de pronto me despojaran de todos y me dejaran sólo mi Biblia, todavía sería un predicador afortunado. Aún contaría con la herramienta más poderosa que un predicador puede tener. Con ella hablo con confianza a los más sofisticados, a los más degradados, y a los más inseguros de los seres humanos”.

Con una tímida sonrisa rondándole sus venerables facciones el pastor Richards se entusiasma con su tema:

“Si yo fuera un predicador joven que estuviera iniciándome, haría la firme decisión de disponer cada día de un momento regular para leer mi Biblia, y también los escritos del espíritu de profecía, pero mayormente la Biblia.

“Apártese. Huya del teléfono —el veneno de la actual vida retro propulsada. Busque un lugar tranquilo y edúquese a sí mismo para mantenerse tranquilo. Muchísimos predicadores van a un lugar tranquilo, muy bien, pero llevan consigo todas las penas y problemas, con el resultado de que nunca pueden estar tranquilos —nunca logran la actitud receptiva para ser bendecidos por la Palabra.

“Debiera Ud. desinteresarse de todo lo demás”, afirma. “Allí están Ud., el Dios del cielo y su Palabra. Hable con el Señor—pídale que lo tranquilice, que le abra su mente, que lo ilumine. Luego introdúzcase en la Palabra ¡con todo el corazón!

“Ud. comenzará a crecer con esa clase de régimen y la gente que lo escuche también crecerá. Ud. Sabe que existe algo maravilloso acerca del predicador y la Palabra. Si él conoce la Palabra y realmente la profundiza, puede impartirla de tal manera que las vidas se transformen, los corazones se suavicen, la gente joven reciba esperanza y metas para la vida…”.

En su biblioteca, balanceándose en su sillón junto a su escritorio abarrotado de libros y papeles, el Dr. Richards se inclina hacia adelante para subrayar un punto que desea destacar:

“Ustedes los ministros necesitan especialmente estudiar las profecías de la Biblia. Hay dos buenas razones: Primera, en ese estudio se descubre el pensamiento de Dios. Si Dios ha hablado, nuestro deber es conocer lo que ha dicho. Si ha dado cualquier indicación acerca de lo que está haciendo ahora o de su propósito en la historia es de gran importancia que nosotros lo descubramos.

“Entonces necesitamos conocer las profecías porque ros dan una perspectiva correcta de la historia. Mediante su estudio podemos entender nuestros tiempos; el significado de los movimientos de la actualidad y el significado de la crisis por la cual estamos pasando.

“Las profecías que se han cumplido constituyen un potente argumento en favor de la Biblia. Es importante recordar que el Antiguo Testamento contiene la más extraordinaria cadena de profecías concerniente a la vida, la persona y la obra de nuestro Señor. Necesitamos conocerlas mejor cada día. La Biblia es el maestro de este conocimiento esencial”.

El Dr. Richards se pone de pie, y parece que su espigada y débil figura se rebelara contra la tarea, sorprendiendo el hecho de que camina por lo menos 41/2km por día.

“No me puedo imaginar como ministro en estos confusos días a menos que me adhiriese firmemente al estudio diario de la Biblia.

“Aunque los cielos se desplomaran, que se desplomen, yo estudiaría la Biblia. En estos días pareciera que todo se está derrumbando. En la medida en que permita que algo se interponga entre Ud. y la Biblia, estará debilitando su ministerio”.

Cuando el pastor Richards se para junto a un estante de libros, encima del cual hay una velluda piel de oso, regalo de un amigo, su manifiesta convicción acerca del lugar de la Biblia en la vida del ministro me trae a la memoria los hallazgos de un erudito que estudió de cerca su vida y su predicación.

“La opinión predominante evidenciada en los sermones de Richards es la que toma de la Biblia”, dice el Dr. Wilbur Atender en la tesis en que analiza la oratoria del Dr. Richards. “La multiplicidad de citas de la Biblia, característica de sus sermones, indica que considera ese libro como la única gran autoridad”.

“Esto resulta además evidente por las declaraciones categóricas que hace, lo que revela su opinión de la superioridad de la Biblia sobre toda otra fuente de autoridad. Importa en este punto citar varias de las declaraciones de Richards para ilustrar su implícita diferencia de argumentar basado en la autoridad escritura:

“ ‘Volvemos a la Santa Escritura como autoridad’.

“ ‘Estas son las palabras de Jesús, y son ciertas’.

“ ‘Hay sólo una fuente de información sobre estos asuntos. . . Vamos al Libro de Dios en busca de luz’.

“ ‘Las palabras y los mensajes de Cristo tienen autoridad porque él es el Hijo de Dios’.

“ ‘Si alguna vez vamos a conocer realmente algo sobre el origen del mundo ha de ser por revelación. Las Sagradas Escrituras pretenden ser esa revelación’.

“ ‘Apoyados en la autoridad de la Palabra de Dios podemos decir que. .

“ ‘La Sagrada Escritura es la única fuente de información sobre la naturaleza del hombre, su origen y su destino’

Veintenas de traducciones de la Biblia se alinean en los estantes cercanos al escritorio del Dr. Richards. Por el aspecto ajado se nota que han sido usadas muchas veces, aun en el caso de las versiones más recientes. Son del tipo de Biblia de púlpito, con letra grande, la que mejor pueden leer los ojos del Dr. Richards, que fueron debilitados por un accidente sufrido en la niñez. Están también las Biblias de “estudio”, algunas con tipo menor. En cada una se puede ver que ha sido usada, subrayada y marcada.

“Son las ‘herramientas potentes’ con que cuenta el predicador, todas juntas en una”. Se encoge de hombros mientras levanta una de las Biblias. “Quítesele la Biblia al ministro y lo que queda no es más que una colección de devaneos filosóficos, en el mejor de los casos, o un vacío de conjeturas en el peor. La gente de hoy no necesita que se le enseñe filosofía o existencialismo. Necesita ser evangelizada con la Palabra de Dios.

“La gente no se interesa más por lo complejo. La sofisticación de nuestra sociedad dirigida por computadoras, con su esplendor artificial y su licencia sin precedentes, empuja a la gente a buscar algo seguro, algo en lo que puedan confiar. La Biblia es la respuesta y el ministro que predica la Biblia su esperanza. Si yo fuera hoy un ministro joven dedicaría más tiempo a mi Biblia, extrayendo de el las respuestas para las frustraciones de la actualidad. Pasaría más tiempo con la Biblia que con cualquier otra cosa de mi ministerio. Devoraría el Libro buscando maneras más efectivas de responder a los grandes problemas que están arrojando a millones de personas a las camas de los hospitales de enfermedades mentales, que están destruyendo hogares y produciendo una confusión que cunde.

“Necesitamos en la actualidad predicadores de la Palabra como nunca los hemos necesitado antes. Echémosles un vistazo a los problemas; verá usted que cada uno tiene una respuesta bíblica para el predicador que ha unido su vida al Libro”.

Sin duda, la vida diaria del Dr. Richards está unida al Libro. Al referirse a un día típico de Richards, el Dr. Alexander escribe: “Cuando se despierta por la mañana, lo primero que hace en la ‘ cama es orar; le da gracias a Dios por otro día, y planifica con el Señor el trabajo para ese día. Entonces antes de levantarse lee varios capítulos en la Biblia que guarda en su mesa de noche.

“Al levantarse va a su oficina y allí dedica tiempo a orar de rodillas antes de vestirse para comenzar su trabajo. De los hábitos devocionales de Billy Sunday adoptó la costumbre de orar mientras trabaja, estudia o camina. Afirma: ‘Yo oro cada vez que mi mente piensa en Dios, y le agradezco por la vida y le pido que abra mi mente a las cosas. Le pido que me ayude en lo que estoy haciendo. Le aseguro con frecuencia que lo amo, y que deseo representarlo, y servirlo y serle fiel. Le pido perdón por las faltas muchas veces por día. Esto me ayuda a mantenerme cerca de la gran Fuente de la vida y el poder que están siempre disponibles’.

“Con ese plan mental el Dr. Richards ora mientras prepara cada parte de sus sermones radiales y al responder muchas cartas personales que llegan a su escritorio.

‘ Puesto que dedica una parte de cada día a caminar por ejercicio, ora mientras camina. Cuando es posible y se halla solo en sus caminatas, ora en voz alta. A la noche Richards dirige el culto familiar y luego de eso dedica tiempo a leer el Nuevo Testamento en cama y ora una vez más antes de dormir”.

“El alimentarse con la Palabra es lo que en realidad forma al predicador”, dice este siervo de Dios. “Yo no sería nada si no fuera por el conocimiento que he recibido de la Biblia. Claro que las biografías, y las antologías y los diccionarios y los comentarios y todo lo demás tienen su lugar; pero, según mi opinión, son de importancia secundaria comparados con lo que me ha enseñado la Biblia. ¿Cuántos predicadores puede Ud. nombrar —predicadores realmente grandes en términos de ganancia de almas— que no hayan sido fieles y profundos estudiantes de la Biblia? La respuesta es ¡ninguno!

“Con el registro de vidas transformadas—hombres y mujeres que se han vuelto del mundo a Cristo— que produce el alimentarse con la Palabra de Dios no veo cómo algún joven ministro descuidaría hoy el estudio diario de las Escrituras y esperaría ganar almas para Cristo.

“Piense en las vidas transformadas, de Saulo de Tarso a Juan Bunyan, a Kata Ragoso y al resto de la grande y gloriosa hueste de los testigos de Dios del pasado y del presente. El testimonio de cada vida es el mismo: Hay poder en la Palabra para convertir tanto al predicador como a sus oyentes.

Sobre el autor: Director de Relaciones Públicas de la Voz de la Profecía.