Todo aquel que resuelva dedicarse a una causa debe estar preparado para soportar críticas. Los que desempeñan cargos directivos en la obra de la iglesia saben que esto es cierto. Pero cuando se trata de un evangelista las críticas se agudizan. He aquí algunas de las más desanimadoras: “sus conversos no son constantes”, “están mal adoctrinados”, “sus campañas son demasiado costosas”.

A veces estas críticas tienen justificativo. Por esta razón el evangelista debe esforzarse al máximo para que la suya sea una obra esmerada y para que cada centavo de su presupuesto fructifique en el mayor número posible de almas. Pero aun en un caso tal, no se verá libre de críticas. Lo que debe hacer es recordar que la gran mayoría de los creyentes está a su favor y ora para que se produzcan conversiones. Por lo tanto, ha de avanzar sin perder tiempo ni gastar energía nerviosa preocupándose por las críticas. Su tiempo y sus energías son demasiado valiosos.

En lo referente a los que se apartan, pocos lo hacen por estar mal adoctrinados. No perseveran porque son débiles y no resisten a la tentación, o porque pierden la fe cuando les sobreviene una prueba tocante al sábado, o porque no pueden abandonar sus antiguos hábitos. Pocos se apartan por causa de las doctrinas.

Las visitas que he hecho a centenares de apóstatas me han revelado que la mayoría se ha apartado debido a ofensas recibidas en la iglesia o a malentendidos con algunos hermanos severos y “piadosos”. Muchos se alejan porque nadie se interesa en ellos, nadie los atiende, nadie los visita.

“UD. SOLO ESTA TRATANDO DE LUCIRSE”

Esta es otra crítica que debe afrontar el evangelista. El problema radica en que puede haber en ella algo de verdad; entonces, examinémonos. ¿Cuál es el verdadero motivo que nos guía, un desesperado anhelo de ver almas salvadas o, en parte, un desesperado anhelo de vernos glorificados?

Hay que tener cuidado. Esta es una trampa peligrosa. En realidad, el evangelista cosecha más aplausos que críticas y la mucha alabanza puede resultar peligrosa. Su obra es pública y el evangelismo puede parecer un poco espectacular. Por lo tanto, si no queremos fracasar estrepitosamente, hemos de permanecer humildes. Además, debemos recordar que únicamente Dios puede salvar a las almas.

Sin embargo, no sólo los evangelistas se ven tentados a ceder al exhibicionismo. La misma tentación acosa a directores de departamentos, a administradores de instituciones y a presidentes de asociaciones. Todos debemos orar pidiendo humildad.

Pero la acusación resulta desastrosa cuando el evangelista trata de llevar al bautismo a quienes no están verdaderamente preparados. Si la crítica tiene fundamento, será inútil que tratemos de rechazarla.

Recuerde siempre que está trabajando únicamente para Dios y por las almas. NO por su reputación o para agradar a los hombres. Usted es un jugador más en este partido. Aleje su vista de las tribunas y fíjela en la pelota. Mientras avanza en la búsqueda y la salvación de los perdidos piense en el día del juicio, no en las fotografías que puedan aparecer en el ejemplar siguiente del boletín de la unión o en la asamblea de obreros venidera. Usted está luchando no por una foja de servicios, sino por almas, ¡almas para la eternidad! Pero dejemos ahora lo negativo y consideremos los atributos positivos esenciales para un evangelista de éxito.

CALIFICACIONES BÁSICAS

Doy por sentado que usted ha entregado su corazón a Cristo y procura seguirlo siempre. Pero hay algo de lo cual debe asegurarse: comprobar si permanece plenamente rendido al Señor. Si es así, sigamos.

ENTENDERSE CON LOS DEMAS

He colocado este requisito a la cabeza de la lista con toda intención, pues en toda su experiencia como evangelista usted va a trabajar con otros y por otros.

Es posible que el evangelista deba no sólo amar a la gente, sino saber llevarse bien con ella más que cualquier otro obrero, con excepción del pastor.

En primer lugar, con su equipo. Usted debe amar de tal modo a quienes lo integran que ellos lo perciban. ¡Pobre del evangelista que riñe con sus ayudantes! Es infeliz y también lo son ellos. Puede desarrollar una úlcera y también puede provocárselas a quienes trabajan con él.

Nunca olvide que la tarea de sus ayudantes es tan importante como la suya propia. Vea que las remuneraciones y beneficios sean equilibrados. Sea considerado en lo que atañe a asuntos personales tales como los días feriados o la graduación de los hijos. Sí, también debe amar a los hijos de sus colaboradores. Ellos serán algunos de sus mejores ayudantes y futuros obreros.

Las palabras ásperas no pueden anularse. Usted debe cuidar su lengua, pues ella puede convertirse en su peor enemigo. “No habléis mal de nadie” es un principio que le evitará a usted y a ellos multitud de remordimientos, excusas y pesares.

El corazón de un evangelista debe estar lleno de amor. Es la mayor posesión de su activo: el amor por las almas y por sus colaboradores.

LOS PRESIDENTES DE ASOCIACION SON HUMANOS

Usted debe mantener buenas relaciones con el presidente de su asociación y también con el tesorero. Ellos son sus superiores y tienen el derecho y el deber de dirigir su obra. Si usted les dispensa un trato amable, generalmente se esforzarán al máximo para ayudarlo en sus planes de evangelización. No piense que es humillante ser subordinado. Un siervo fiel es valioso. Sea usted ese siervo.

Para ser evangelista se requiere poseer un corazón tierno y una voluntad dócil. Usted no puede permitirse ser entremetido, dominante, maldispuesto, rezongón, quejoso, pesimista, dichoso por el mal ajeno.

Procure analizar las cosas desde el punto de vista de los demás. ¿Y si usted fuera el presidente y debiera cargar con todas sus responsabilidades? ¿Y si fuera el tesorero y tuviera que pensar en la tranquilidad de todos los obreros de su campo?

No abrume a sus superiores con problemas insignificantes. Si tiene talento suficiente como para ser evangelista (y pienso que poseerá un buen cociente intelectual) podrá resolver la mayor parte de sus problemas por su cuenta. Sus superiores se lo agradecerán.

No sea chismoso ni parlero. Nadie es perfecto. No se queje ante el presidente o el tesorero de la asociación por “la falta de colaboración” del pastor con quien está trabajando. Siga su obra y proceda como si colaborara. Demuéstrele que aprecia lo que está haciendo en favor de la campaña. De ese modo contribuirá a formar un mejor pastor y fortalecerá la moral de todo el campo.

No le hable al pastor A de los puntos débiles del pastor B. El pastor A se sentirá molesto y pensará que en otra ocasión usted hablará de los defectos de él al pastor C. Y los pastores C, D y E pensarán lo mismo que el pastor A. Sea leal con los hombres que trabajan a su lado, y ellos le responderán de la misma manera. Pueden tener algunos arranques raros pero, ¿acaso usted no los tiene? Posiblemente su esposa aún no ha logrado librarlo de ellos, ¿o sí?

EL PESCADOR DE SALDOS

A todos nos interesan las liquidaciones, pero a ninguno nos agrada que nos escamoteen. Cuando vaya a una liquidación vea que se realice a varias cuadras de la casa de empeños o del mercado de pulgas.

En otras palabras, tenga cuidado con las transacciones monetarias que efectúe. No pida que los miembros de la iglesia o los prestamistas le den dinero. Diríjase al banco o envíe a su esposa. No se enrede en transacciones con los hermanos, los prestamistas o con otros obreros.

En toda operación comercial alguno obtiene la ganancia. Si ha sido usted, sepa que la otra parte no lo olvidará y pensará que es un tramposo (aun cuando haya pagado el diezmo de su ganancia). Si el perdedor es usted, perderá tiempo lamiendo sus heridas y compadeciéndose.

No se endeude demasiado. Se sentirá miserable y su esposa permanecerá despierta noches enteras preocupándose debido a que no se preocupa usted. Las deudas debilitan el celo del misionero, minan sus energías y al fin le hacen pagar intereses de diversas maneras.

NO RESPETE A NADIE

¿Cómo? Repítalo, por favor —dirá usted—. Bien, con esto quiero decir lo siguiente: “No haga acepción de personas”. Ah, así es mejor. Respételas a todas.

Una actitud muy importante que el evangelista (y todo otro obrero) debe asumir en su vida es la de tratar con igualdad al rico, al pobre, al influyente y al que no lo es. He tenido el privilegio de conocer personalmente a tres de nuestros grandes dirigentes: los pastores W. H. Branson, Roberto H. Pierson y H. M. S. Richards y he trabajado con ellos. Todos tenían una particularidad que les era común: trataban a la gente “insignificante” con la misma amabilidad y atención que a las personas importantes o ricas. Y no lo hacían por condescendencia, sino por verdadero amor.

¿Puede hacer menos un evangelista? Siempre sea amable y atento con todos por igual: ricos y pobres. Esto abarca a los pecadores y a los santos también. (A veces cuesta más amar a los excesivamente santificados que a los pecadores.) Ninguno de nosotros vale mucho por sí mismo. Seamos siervos de todos con humildad no fingida, recordando que tendremos que dar cuenta de esas almas en el día del juicio.

RÍASE

De sí mismo, por supuesto. El sentido del humor es uno de los mejores (y más agradables) amortiguadores de golpes. La vida puede ser alegre. La presión de la obra es grande. Usted está luchando con gran celo para salvar almas. A veces la carga quebranta su corazón. No se puede vivir todo el tiempo bajo semejante tensión. Se puede desfallecer. En algunas ocasiones deberá reír, si no quiere acabar llorando.

Trate de contemplar el lado gracioso de la vida. Disfrute de la vida mientras pasa por ella. No sea tonto ni tampoco se haga el payaso. Pero no tema sonreír ni aun reírse de vez en cuando. Si lo hace, algunos seguramente pensarán que usted es casi humano, y posiblemente lo sea, ¿quién lo sabe? El que puede reírse a lo largo del camino, durará más. “El corazón alegre constituye buen remedio…” Usted sabe cómo acaba este versículo. Y esa medicina es mejor que las de la farmacia.

Una vez la Asociación General me envió un cuestionario que se refería a cierto misionero en perspectiva. Yo debía ser sincero. Aunque era un amigo personal, advertí que no se lo enviara a misiones de ultramar. ¿Por qué? Porque no tenía sentido del humor. Trabajaba como un esclavo, pero no reía. La vida no tenía atractivo para él y así se lo hacía notar a quienes lo rodeaban. En menos de dos años era un misionero “de retorno”.

Un evangelista sin sentido de humor es semejante a un trozo de pan seco. Tiene cierto valor alimenticio, pero es muy difícil de tragar.

Elogie a los demás. No, no. No con humildad ficticia ni con condescendencia caballeresca. Interésese de verdad en el triunfo ajeno. Alégrese de él. Agradezca a Dios por el buen éxito de otro evangelista. Recuerde que usted no podrá volver a su casa hasta que él haya acabado su obra, por lo tanto gócese en el progreso y en los logros de los demás.

“EN CUANTO A HONRA, PREFIRIENDOOS”

Oh, por favor, trate bondadosamente a quienes se inician en la obra. No haga que sus primeros pasos en el ministerio se parezcan a un examen eliminatoria. Algunos pastores parecen pensar que su deber es probar a los jóvenes para ver “si pueden aguantar” (y aparentemente se olvidan que esos jóvenes animosos pueden llegar a ser un día los presidentes de su asociación o de su unión). Sea leal y bondadoso con ellos. Algún día, cuando usted ya esté marchando hacia la última línea (cuando esté pensando en acogerse a la jubilación, por ejemplo) se alegrará por la amistad y el apoyo que le brindarán los más jóvenes.