Muy estimado hermano:
Espero que al recibir esta carta se encuentre gozando de las bendiciones del Cielo. Voy a tratar de contestar punto por punto sus inquietudes.
La ley de los Diez Mandamientos, ¿sólo para los israelitas?
Siento discrepar con usted. Los Diez Mandamientos fueron evidentemente promulgados para la humanidad entera. No se ajusta a los más elementales principios de la lógica creer que, por no ser judíos, podemos cometer adulterio, robar y mentir a destajo, sin hablar del asesinato. Los Diez Mandamientos constituyen la ley moral, a la que el hombre debe ceñir su vida. Los cuatro primeros, si los cumple, pondrán en evidencia su amor a Dios. Los seis últimos mostrarán su amor al prójimo. Los Diez Mandamientos son la ley del amor. Además, todo ser humano será juzgado por ella, según una declaración del Nuevo Testamento. Es ésta: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad” (Sant. 2:10-12). Es interesante que el apóstol Santiago llama a esta ley “la ley de la libertad”. También es notable que esté dirigida a una iglesia cristiana. Esta, con el correr del tiempo, llegó a estar constituida por más gentiles que judíos. Y a esos gentiles también se les aplicaba la ley y serían juzgados por ella.
El sábado, ¿sólo para los israelitas?
La observancia del sábado está estipulada en uno de los mandamientos del Decálogo, que como ya hemos afirmado, constituye la ley moral promulgada para toda la humanidad. Es evidente, estimado hermano, que usted tiene un concepto “dispensacionalista” del mensaje cristiano. Su dispensacionalismo lo lleva a pasar por alto un hecho de suma importancia, es a saber, que la iglesia cristiana es la sucesora del antiguo Israel. Como tal se le aplican a ella y a sus componentes todas las normas que no fueron suspendidas expresamente por nuestro Señor Jesucristo. Como no encontramos en las Sagradas Escrituras la más mínima declaración que nos permita presumir que la observancia del sábado ha sido suspendida, y menos aún que ha sido transferida al domingo, primer día de la semana, creemos que la iglesia cristiana, por la gracia de Dios y por el poder del Espíritu Santo, puede guardar el sábado y debe hacerlo.
¿Es imposible alcanzar la perfección?
Una de las razones por las cuales soy adventista, mi querido hermano, es porque creo en el Evangelio de la victoria y no en el de la derrota. Es verdad que nuestro Señor Jesucristo cumplió la ley, y que todos nosotros somos salvos únicamente por sus méritos. Gracias a su sacrificio en la cruz, aceptado por fe por nosotros, somos justificados ante el Señor. Al arrepentimos, al confesar nuestros pecados, recibimos su perdón y comparecemos ante él como si nunca hubiéramos pecado. El blanco manto de la justicia de Cristo nos cubre completamente, y somos así salvos por la fe y la gracia.
Pero, desde el mismo momento en que somos justificados, comenzamos a transitar el camino escabroso y ascendente de la santificación. Cada día, al consagrarse el cristiano al servicio del Señor, recibe de lo alto, por la fe, una medida creciente de gracia y poder espiritual, concedidos por el Espíritu Santo, para ir amoldando cada vez más su vida y su carácter al Modelo divino, que es nuestro Señor Jesucristo, el Cumplidor de la Ley.
Si usted estudia detenidamente las profecías de las Sagradas Escrituras, y suplica la dirección del Espíritu Santo en su estudio, descubrirá, estimado hermano, que en las etapas finales de la historia de este mundo el Señor tendrá un pueblo numeroso, que en medio de la más terrible persecución vivirá como Jesucristo, es decir, perfectamente, pues habrá logrado por la gracia y por la fe la perfección que el Señor espera de sus criaturas. Entre ellos habrá judíos y gentiles. Entre ellos debe encontrarse usted y también debo encontrarme yo. Dios quiere demostrar ante el universo entero que así como Jesucristo pudo vivir en su condición de hombre en perfecta armonía con su ley moral, sus seguidores, sostenidos por su gracia y por el poder de su Espíritu, también pueden lograr la misma victoria.
Si la intención del Padre hubiera sido que sólo Jesús venciera, y que nosotros, arrullados por su victoria, nos conformáramos con una vida de permanente y definitiva derrota, las declaraciones que encontramos en Apocalipsis 2:7, 11, 17, 26 y 3:5, 12 y 21, no tendrían el más mínimo sentido.
Los cristianos hemos sido llamados a vencer por la fe y por la gracia de Cristo. Y eso implica la perfecta sujeción de la vida a la norma moral de los Diez Mandamientos.
¿Abolió la ley Jesús?
Usted menciona en su carta nuestras “contradicciones”. Yo encuentro una en la suya, y respetuosamente se la voy a señalar: usted afirma que Jesús abolió la ley de los Diez Mandamientos; pero al mismo tiempo cita una serie de versículos del Nuevo Testamento mediante los cuales los apóstoles reafirman dicha ley. Esa reafirmación pondría en evidencia que los apóstoles no están de acuerdo con usted: Jesús no habría abolido la ley de los Diez Mandamientos; ésta seguiría en vigencia para la iglesia cristiana.
¿No aparece el sábado en el Nuevo Testamento?
Al hacer la lista de los versículos del Nuevo Testamento que reafirman el Decálogo, usted añade esta declaración: “En cuanto al cuarto mandamiento, es notable que no se aplica del modo antedicho. Ni siquiera aparece en el resumen de principios de Romanos 13:9, 10 y en la declaración hecha por los apóstoles y ancianos de Jerusalén (Hech. 15:24-29)”.
Hay varias cosas que comentar en esta declaración, pero por el momento nos ceñiremos a lo que se desprende de ella: el sábado ni siquiera aparecería en el Nuevo Testamento. Pero, no es así; aparece y en forma bien destacada, puesto que la alusión al verdadero día de reposo es dada por nuestro Señor Jesucristo mismo. He aquí sus palabras: “Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo (sábado)” (Mat. 24:20). Jesús estaba dando su sermón profético. Anunció a la vez la destrucción de Jerusalén y el fin del mundo. Esta profecía fue dada en el año 31 de la era cristiana. Se cumplió 39 años después, en el año 70 de la era cristiana, lo que quiere decir que durante cerca de cuarenta años los cristianos de Jerusalén debían orar para que su huida no fuera en sábado. El argumento de que debían orar por eso para no entrar en problemas con los judíos es sumamente débil. La razón verdadera era que la iglesia cristiana primitiva guardaba el sábado, tal como lo guardó Jesús, y que el Señor nunca tuvo la menor intención de hacer un cambio en este sentido.
Quiere decir entonces que el cuarto mandamiento también está presente en el Nuevo Testamento, subrayado por el mismo Salvador, y por lo tanto está en vigencia.
El ministerio de muerte
Usted cita al respecto 2 Corintios 3:7-11. Allí se habla de dos ministerios contrapuestos. El primero recibe las designaciones de “ministerio de muerte” y “ministerio de condenación”. Al segundo se lo llama “ministerio del Espíritu” y “ministerio de justificación”.
Pero el hecho de que haya “dos” ministerios, el primero anterior a nuestro Señor Jesucristo, y el segundo posterior a él, no nos da el más mínimo derecho de suponer que la abolición del primer “ministerio” implique la abolición de la ley sobre la cual se fundan ambos, porque insisto, querido hermano, tanto el “ministerio de muerte y condenación” como el “ministerio del Espíritu y justificación” se basan en la ley de amor de los Diez Mandamientos. La diferencia entre ambos es que en el caso del primero esa ley estaba grabada “con letras en piedra”, y en cambio en el segundo, la misma ley, sin variación ni modificación ninguna, es escrita en la “mente” y el “corazón” de los creyentes. Tenga la bondad de leer para comprobar esto Hebreos 8:8-12.
El pacto antiguo se caracterizó porque la ley estaba escrita en piedra y los israelitas prometieron cumplirla. El nuevo pacto es mucho mejor porque se basa en la promesa de Dios de escribir esa ley en la mente y en el corazón de los que lo aman, creen en él y están dispuestos a servirlo y obedecerle.
Dios mismo dio su vida
A menos que usted sea arriano o semi- arriano —posiciones ambas que no tienen el menor asidero en las Escrituras—, tendrá que reconocer que Jesucristo es Dios, porque así lo declaran las Escrituras. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:1, 14). “De quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Rom. 9:5). “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5:20).
Jesús es el Creador
También esto está claramente establecido en las Sagradas Escrituras. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3). “Porque en él (Jesucristo) fueron creadas todas las cosas, las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Col. 1:16).
Jesús tiene vida en sí mismo
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar” (Juan 10:17, 18). La declaración con que termina el versículo 18: “Este mandamiento recibí de mi Padre” y la que encontramos en Juan 5: 26, donde dice: “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo, el tener vida en sí mismo”, no significa que Jesús no tenga vida en sí mismo inherentemente, sino que con ambas declaraciones el hombre Jesús, que tenía que vivir como un hombre entre los hombres, se expresa como hombre ante el Padre. Pero Jesús era Dios hecho hombre, para redimir a los hombres. Es indubitable: Jesús tiene vida en sí mismo.
No estamos bajo la ley
Perfectamente de acuerdo, estimado hermano. Una vez que hemos aceptado a Jesús como nuestro Salvador personal, una vez que hemos recibido el perdón de Dios y el poder de su Espíritu Santo en nuestras vidas, no estamos más bajo la ley: estamos en armonía con la ley, que es algo bien distinto. En otras palabras, los cristianos guardamos la ley de los Diez Mandamientos en una forma suave, sin darnos cuenta, porque estamos dirigidos por el Espíritu Santo. Guardamos la ley de amor porque ya hemos sido redimidos. No estamos en la posición del fariseo, del judío del tiempo de Jesús, que quería guardar la ley para salvarse. Esos señores estaban bajo la ley. Nosotros no.
Hechos 15:24-29
Estos versículos forman parte de las resoluciones tomadas por el primer concilio cristiano celebrado en Jerusalén. Ponen en evidencia lo que el Espíritu Santo ha revelado a través de los siglos a los cristianos fervientes, es a saber, que la iglesia cristiana no debería someterse más a la liturgia hebrea, en ninguna de sus formas, porque toda ella señalaba a Jesús, halló su sustancia en él, y está cumplida por él.
Pero esta decisión del concilio jerosolimitano no invalida en absoluto los Diez Mandamientos. Pone el acento en la no participación en el culto idolátrico, en las leyes higiénicas del pueblo de Israel que hacemos bien en observar nosotros también, porque la maquinaria humana judía y gentil es la misma; y en uno de los Diez Mandamientos, a saber, el que prohíbe la fornicación. Este era el pecado de moda en aquella época (y lo es ahora también), y convenía subrayarlo. No se puede deducir invalidación de los Diez Mandamientos de estas declaraciones.
Colosenses 2:16, 17
Un análisis detenido y honesto de las declaraciones que se encuentran en estos versículos nos llevarán a la conclusión de que el apóstol se está refiriendo a la liturgia hebrea. Las “comidas y bebidas” mencionadas por él, no se referían al desayuno, al almuerzo y la cena comunes, ¡sino a las que estaban ligadas a la liturgia hebrea. Los “días de fiesta, luna nueva o días de reposo (sábados)” también participan de ese carácter litúrgico. Creo que usted es un estudioso de la Escritura y que estará enterado de que la liturgia hebrea prescribía sábados ceremoniales. Esos “sábados” quedaban abolidos. No el séptimo día de la semana que no es litúrgico, sino moral, pues forma parte de la ley de libertad y de amor.
Rogando al Altísimo lo dirija con su Santo Espíritu, lo saluda con amor cristiano y se pone a sus órdenes, su hermano en la misma esperanza.