La carrera pastoral no es fácil de ejercer. Lamentablemente no todos los pastores alcanzan buen éxito en su obra. Pero Dios quiere que sus ministros sean dirigentes capaces en las iglesias a fin de que el Evangelio pueda progresar en este mundo. Sin embargo, es verdad que el arte de la dirección pastoral no se aprende en las universidades, sino que es Dios mismo quien enseña cómo trabajar con éxito en las cosas sagradas.

            El obrero de Dios necesita poseer un concepto propio acerca de los hermanos que componen su parroquia. Y a fin de que pueda formarlo de un modo objetivo, debe cerrar sus oídos a los comentarios tendenciosos de los demás con respecto a los miembros del grupo que él está dirigiendo. El sabio Salomón, movido por la inspiración divina, escribió la siguiente advertencia: “Si un gobernante atiende la palabra mentirosa, todos sus siervos serán impíos” (Prov. 29:12).

            Es precisamente en este punto donde muchos fracasan. Suele ocurrir que, al llegar el pastor a un nuevo distrito, comienza a oír comentarios despreciativos acerca de fulano o de zutano. Si presta atención a esos comentarios, pronto quedará convencido de que en esa comunidad muchos de los miembros no están bien dispuestos, que abrigan malos sentimientos y son indignos. Frente a este cuadro, lo primero que se apodera de su corazón es el desánimo. Una ola de pesimismo invade el alma del pastor, quien comienza a actuar según las sugerencias malintencionadas que recibe.

            Todos los seres humanos manifiestan flaquezas, deficiencias y defectos. Pero todos poseen también cualidades nobles y virtudes que no siempre son evidentes. El pastor debe descubrir las cualidades positivas que cada uno de sus feligreses posee y usar a estos hermanos en las diversas actividades y tareas de la iglesia.

            Cierto pastor de mucha experiencia, al aconsejar a un joven ministro acerca de cómo alcanzar el éxito en la tarea como dirigente, ilustró así el punto que venimos comentando: “El cazador de perdices dispara sobre las que levantan vuelo al ser acosadas por los perros, y a veces no da en el blanco. Muchos hermanos son como los perros del cazador de perdices: Ordenan al pastor que realice el disparo. Si el pastor obedece la orden y da en el blanco, lo alaban. Pero si no da en el blanco, entonces lo abandonan dejándolo en situación difícil”.

            Lo que este pastor quería subrayar es que algunos miembros comentan hechos desagradables de la vida de sus hermanos en la fe, e incluso los acusan de cosas que no pueden probar. Tales miembros se ocupan de difundir chismes que muchas veces no son otra cosa que mentiras. En otras palabras, se ocupan de levantar perdices, y tratan de inducir al obrero sin experiencia ni sabiduría práctica a resolver el caso. Pero si éste acciona el gatillo movido por comentarios de esa clase, por lo general errará el blanco. Entonces los que suscitaron el problema tratarán de mantenerse al margen, pero el obrero se verá envuelto en la situación, lo cual producirá un clima de enemistad y desconfianza que habrá de perjudicar grandemente el trabajo espiritual que vino a realizar.

            Naturalmente, el pastor debe enfrentar los problemas de la iglesia y tomar las decisiones necesarias sean estas de índole disciplinaria o no, pero debe obrar siempre sobre terreno seguro, con conocimiento de causa y no solo movido por los comentarios que oyó.

            El enemigo está muy interesado en crear en la iglesia un clima de contienda, porque sabe que si existe un ambiente de intriga, altercados y maledicencia es fácil armar discordia y destruir todo lo que es bueno. Le corresponde al pastor conservar la paz de la iglesia, recordando siempre que el apóstol Pablo insta en Efesios 4:3 a ser “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.

            El ministro puede evitar muchos sinsabores si busca la dirección divina para dirigir a su rebaño. Debe conocer a cada uno de sus feligreses, con sus virtudes y defectos, a fin de poder ejercer una dirección sabia.

            El pastor debe ser capaz de identificar a los chismosos y apartarse de ellos, siguiendo estos oportunos consejos del sabio Salomón: “El que anda en chismes descubre el secreto; no te entremetas, pues, con el suelto de lengua” (Prov. 20:19). “Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda” (Prov. 26:20).

            Recordemos que el éxito en el ministerio no depende sólo de los conocimientos teológicos que uno pueda poseer, sino principalmente de saber actuar con sabiduría divina al tratar estos aspectos de la obra del pastor como dirigente.

Sobre el autor: Pastor del Instituto Cruzeiro do Sul, Brasil.