La iglesia en pleno se ha dado cuenta de que estamos viviendo las escenas finales de la historia del mundo. Ahora es el tiempo de terminar la obra. Todos los que nos rodean son testigos vivientes de los acontecimientos de los últimos días.

Leemos en Juan 4: 35: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”.

El incidente que motivó esta alentadora declaración de Jesús, pone de manifiesto que lo que hoy necesitamos es actuar con el espíritu de urgencia que demostró Jesús junto al pozo de Jacob.

Así como aprovechó su encuentro con la mujer samaritana para ofrecerle agua viva, el agua de la vida eterna, así también nosotros debemos aprovechar toda oportunidad que se nos concede para proclamar el Evangelio, a fin de terminar la tarea en esta generación.

Hay tantas personas a nuestro alrededor que necesitan de Jesús, que anhelan paz y seguridad, y debemos darles a conocer el mensaje del advenimiento que es la respuesta a las necesidades del mundo.

Jesús no sólo ofreció agua viva a la mujer samaritana, sino que al revelarle que conocía la condición espiritual en que ella se encontraba, le señaló su necesidad de aceptar al Salvador del mundo. La mujer dejó su cántaro y se fue a contar a la gente de su ciudad que el Mesías había venido. Entonces los samaritanos salieron para encontrarse con Jesús. Y mientras miraba a la multitud que se acercaba, Jesús les dijo a sus discípulos: “¿No decís vosotros: ¿Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”.

La División Sudamericana en pleno, laicos y ministros, unen sus manos en toda la división para participar en el Año de la Cosecha: 1974. Encontramos nuestro mandato en Colosenses 1:28: “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”.

Por más de tres cuartos de siglo, la Iglesia Adventista ha estado publicando libros y distribuyendo publicaciones calculadas en millones de páginas. Nuestras instituciones médicas han atraído la atención de millares de pacientes, despertando su interés en la iglesia. Por más de tres décadas la radio y la televisión han anunciado semanalmente el mensaje de la hora del juicio. Todos los medios de comunicación han sido empleados para avisar y advertir a la gente acerca del pronto regreso del Salvador. El terreno ha sido preparado, las semillas fueron sembradas, los campos han sido regados y cultivados; la abundante producción está madura para el día de la siega; ahora es la hora de la cosecha. En cada comunidad, en cada iglesia y en cada hogar, es nuestro deber salir para recoger el precioso grano y traerlo al granero de Dios. Muchos están esperando tan sólo que se los haga entrar en el reino.

El testimonio de fidelidad ha inspirado a los hijos fieles de Dios a hacer una decisión por Cristo. Uno de nuestros miembros de iglesia estaba empleado y ocupaba un importante cargo. Guardaba el sábado fielmente y aparentemente no tenía problema alguno, hasta que un día sus superiores le dijeron que no podía continuar más así, y fue dejado cesante de inmediato. Después de algún tiempo consiguió otro empleo con mayor sueldo aún, pero muy pronto sus superiores le informaron que no podía continuar faltando a su trabajo el día sábado, y le dieron un mes de plazo para meditar sobre su decisión. Entonces él respondió amablemente: “No necesito un mes, puedo decirle ya mismo que seguiré siendo fiel”.

Este hermano tenía 250 obreros bajo su responsabilidad, a quienes trataba con amabilidad cristiana. En cierta ocasión uno de los obreros sufrió un serio accidente y él ayudó a cuidarlo y lo visitó en su hogar para darle tratamientos especiales, y pronto este operario estuvo recuperado y gozando plenamente de sus fuerzas. Todo esto no pasaba desapercibido para sus compañeros de labor. Ellos no se resignaban a que fuese separado de su cargo, pero sus superiores se mantenían firmes, y no querían cambiar su decisión. Un día, los 250 hombres se presentaron ante los jefes para manifestar que no podían producir ni trabajar como hasta ese momento sin su líder. Los superiores se mostraron más comprensivos, llamaron a nuestro hermano adventista y le dijeron, “No hace falta que venga a trabajar los sábados; todo lo que pediremos de Ud. es que cumpla con su trabajo”.

Fue un momento feliz cuando este grupo de operarios celebró una reunión en la que todos decidieron guardar el día sábado, resolviendo además que trabajarían horas extras durante la semana para cumplir con la tarea requerida por la empresa. Lo cierto es que realizaron una tarea mayor que antes, y en la actualidad encontramos a un numeroso grupo de estos trabajadores que están inscriptos en la clase bautismal de una de nuestras iglesias, preparándose para llegar a ser miembros del pueblo remanente, gracias al leal ejemplo de fidelidad de un laico ganador de almas.

Cuando somos fieles podemos cosechar. Este es el momento de la fidelidad y el buen testimonio. Hay muchas maneras de cosechar, y los campos están blancos, listos para juntar el grano dorado.

Durante muchos años La Voz de la Esperanza ha estado poniéndose en contacto con millones de oyentes. La verdad ha sido presentada en millares de hogares; ahora hay una necesidad de reunir a las preciosas almas que han sido alcanzadas mediante la evangelización radial. Durante décadas, nuestros colportores han distribuido publicaciones llenas de la verdad en todos los países de este continente. Cada página impregnada de verdad ha dejado su influencia en algún corazón sincero. Este es el momento de descubrir dónde se encuentran esos lectores y cómo podemos ayudarles a hacer su decisión por Cristo. Es el plan de Dios sembrar, cultivar y cosechar.

Millares de pacientes han llegado a nuestras instituciones médicas en busca de alivio físico, y han encontrado a la vez ánimo espiritual. Los enfermos que han pasado por los sanatorios adventistas y han retornado a sus hogares constituyen una magnífica oportunidad para ganar almas. Debemos ponernos en contacto con esta gente maravillosa, y decirles que la iglesia los está esperando para que formen parte de la familia remanente de Dios. Nuestras instituciones educacionales han sido cual ciudades de refugio, no solamente para nuestros propios hijos, sino para millares de estudiantes que no son de nuestra fe. Algunos de ellos han estado estudiando la Biblia durante años, y sólo están esperando la oportunidad de ingresar en una clase bautismal y prepararse para ser miembros de iglesia. ¿No es el día de cosechar todo precioso grano en todos los campos de este continente? No nos queda mucho tiempo para esperar la venida de Jesús. Cuando el Maestro estuvo entre los hombres hizo esta declaración. “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4).

Ciertamente el Señor ha dado a los obreros y miembros de Sudamérica una oportunidad especial para evangelizar este continente. Todavía tenemos un poco de tiempo para trabajar, este es el día para unir todos nuestros talentos, y juntar todo potencial ganador de almas para la siega.

“Si los cristianos actuaran de concierto, avanzando como un solo hombre, bajo la dirección de un solo Poder, para la realización de un solo propósito, conmoverían al mundo” (Servicio Cristiano, pág. 95).

Solamente el pecado puede apartar al pueblo de Dios de la tarea de reunir a las almas preciosas para el reino. Y un toque claro de llamada llega a la iglesia en esta hora, para una experiencia nueva:

“El secreto de nuestro éxito en la obra de Dios se hallará en el trabajo armonioso de nuestro pueblo. Debe haber acción concentrada. Todo miembro del cuerpo de Cristo debe desempeñar su parte en la causa de Dios, de acuerdo con la capacidad que Dios le ha dado. Debemos avanzar juntos para vencer obstrucciones y dificultades, hombro con hombro, y corazón con corazón” (Ibid).

Apreciado hermano y hermana, permítanme exhortarlos a que unan sus talentos con la iglesia, ayuden en la tarea de ganar almas, den para la causa de Dios más que nunca antes, oren como no han orado jamás para que el Señor derrame su Espíritu Santo sobre la iglesia en forma de lluvia tardía, y pronto veremos los resultados del poder de Dios, obrando en los corazones de hombres y mujeres que aman la verdad. Seamos pescadores de hombres.

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28: 19, 20).

“Y les decía: La mies a la verdad es mucha más los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Luc. 10: 2).

El año 1974 ha sido designado Año de la Cosecha. En todo el territorio de este gran continente, millares de obreros y miembros están orando fervientemente y trabajando unidos con el fin de evangelizar Sudamérica para Cristo.

Sobre el autor: presidente de la División Sudamericana