Es importante que el predicador reconozca su responsabilidad como intérprete de la Biblia. En general, es posible que el pastor distrital no la conozca tanto como un teólogo, pero debe comprenderla lo suficiente como para poder impartir correctamente la Palabra de verdad. También debe reconocer que sólo por medio de él podrán aprender la mayor parte de sus feligreses el significado y la importancia de la Biblia. Hubo una época cuando mucha gente estudiaba la Biblia por sí misma. Con sólo observar un poco notaremos que esa época ya pasó. Aun las congregaciones adventistas necesitan más predicaciones que tengan la Palabra de Dios como centro.

La Biblia, que el predicador debe explicar, interpretar y aplicar, contiene las buenas nuevas de un Salvador que vivió y murió, que resucitó de los muertos, que actualmente es nuestro Abogado y que pronto volverá. La Biblia es una revelación auténtica de Dios, de Cristo y del Espíritu Santo. Le revela al hombre cómo debe relacionarse con Dios. Con la ayuda del Espíritu Santo el predicador podrá explicarla, interpretarla y aplicarla en gran medida.

Apliquemos la hermenéutica

La ciencia conocida como hermenéutica -que es a la vez la ciencia y el arte de interpretar la Biblia-, es la misma para el erudito, el maestro, el laico y el predicador. La diferencia radica en el uso que se hace del material interpretado.

El erudito puede escribir un libro para sus colegas; el maestro puede explicar el significado de la Biblia a sus alumnos; el laico puede dar estudios bíblicos a un amigo. Pero el predicador interpreta la Biblia a fin de usarla para persuadir a los hombres a ser cristianos, y para alimentar espiritualmente a los que ya lo son.

Consideraremos algunos principios relativos a la hermenéutica con el propósito de relacionarlos con la tarea específica del predicador.

“Solamente la Biblia”

Este es el principio de sola Scriptura: “Solamente la Biblia”. Significa que la predicación debe ser siempre bíblica.

El sermón bíblico puede tener una infinidad de formas. Puede ser el análisis de un pasaje de la Biblia; en ese caso se usan como secciones del sermón las divisiones naturales del trozo elegido. Puede espaciarse en las implicaciones teológicas y éticas del pasaje. Puede preocuparse de un tema o de un problema humano, y usar la Escritura como fuente principal de información sobre la materia, o como la clave para poder solucionar el dilema planteado. Este principio le indica al predicador que no debe olvidar jamás de que la Biblia es la Palabra de Dios, la norma de fe y práctica para el cristiano, y la fuente principal de ideas y materiales para la predicación.

Unidad de las Escrituras

Otro principio es el de la unidad de las Escrituras. Esto significa que la Biblia enseña solamente una teología y no una variedad de teologías. Por ejemplo, fundamentalmente no hay desacuerdo entre la teología de Pablo y la de Santiago. Esta unidad se basa en el concepto de que el mismo Espíritu Santo guio a todos los escritores bíblicos, y que a despecho de sus diferencias personales persiste una unidad fundamental.

¿Qué significa esto para el predicador? Que deberá saber lo suficiente de teología bíblica como para que sus sermones sobre la epístola a los Romanos no se contradigan con los que predique acerca de la epístola de Santiago. En otras palabras, su predicación deberá unificar el concepto que sus oyentes tengan de las Escrituras. Este enfoque se verá enriquecido si el predicador comprende plenamente el lugar que ocupa Cristo en las Escrituras.

Cuando un predicador planifica su sermón, debe hacerse esta pregunta: “¿Qué relación tiene el mensaje ‘de este sermón con la totalidad del mensaje bíblico?” Para poder hacer una correcta evaluación, el predicador necesita saber lo que toda la Biblia enseña acerca de Dios, de Cristo, de la salvación, del hombre, de la ley, de la revelación, del futuro y de otros tópicos acerca de la relación entre la divinidad y el hombre.

La Biblia se explica a sí misma

El tercer principio proviene de la reforma protestante: “Dejemos que las Escrituras se expliquen a sí mismas”. ‘Esto quiere decir que el criterio definitivo que primará para determinar el significado de una parte de las Escrituras es el testimonio de otro pasaje bíblico que esté relacionado directa o indirectamente con el mismo tema. Este principio es el corolario de la idea de la unidad de las Escrituras.

¿Qué significado tiene esto para el predicador? Le dice que debe comparar minuciosamente los versículos que va a usar en su predicación con otros pasajes bíblicos relacionados. Podrá hacerlo más eficientemente si tiene un conocimiento básico de las lenguas bíblicas. Aunque no conozca griego ni hebreo, debe saber usar correctamente una concordancia analítica. También debe estar dispuesto a descartar alguna idea “brillante” si no está en armonía con el sentido real del texto en el contexto de los otros pasajes paralelos o aclaratorios.

Palabras y oraciones

Una correcta interpretación de las palabras y las oraciones bíblicases el cuarto principio. Nos recuerda que debemos tener en cuenta las diferencias idiomáticas. El predicador, ya sea que conozca o no los idiomas bíblicos, debe poder determinar si la palabra o las palabras que usará en su sermón dan a entender fielmente la idea que el escritor bíblico quiso transmitir. Por ejemplo, la palabra fe puede significar “fe salvadora” en el más alto sentido cristiano; también puede significar ‘‘aceptar una idea”; y también puede estar referida a fidelidad. En la epístola de Pablo a los Romanos podemos encontrar por lo menos seis diferentes significados de la palabra fe.

“Como predicadores somos responsables ante nuestros oyentes y ante Dios”.

El predicador debe estar al tanto de la importancia del análisis de las oraciones. A menudo, el significado de una palabra se aclara por su contexto inmediato dentro de la oración en la cual aparece (en el original, por supuesto).

La capacidad del pastor para evaluar las traducciones y paráfrasis es una necesidad creciente a causa de la proliferación de nuevas versiones. Esta evaluación debe estar basada en un conocimiento sólido, y no en prejuicios o preferencias personales.

Contexto y marco histórico

Por causa de que los eruditos liberales hablan frecuentemente del contexto y del marco histórico, algunos eruditos conservadores se han vuelto escépticos hacia estos conceptos. El hecho de que los primeros usen mal este principio, aumenta la necesidad de que los conservadores comprendan bien su empleo adecuado.

El predicador debe relacionar el pasaje acerca del cual predicará con la unidad idiomática dentro de la cual éste se encuentra. Debe estar enterado de quién es el autor, las circunstancias en que fue escrito, la época y el lugar al que pertenece, y la razón por la cual fue escrito. Puede ser que toda esa información no aparezca en el sermón, pero es necesario que forme parte del bagaje intelectual del pastor en su preparación. Al mismo tiempo este conocimiento no se debe considerar en ningún caso como un rebajamiento de las Escrituras al nivel de la literatura humana. Los escritores bíblicos mantuvieron su individualidad y escribieron en el ambiente de su época, pero eran los amanuenses de Dios.

Los predicadores que no han querido prestar atención al contexto, al marco histórico de la Biblia y de los escritos de Elena G. de White, han cometido tremendas equivocaciones. Como predicadores somos responsables ante nuestros oyentes y ante Dios, y debemos ser reverentemente meticulosos en nuestra interpretación de la Palabra de Dios.

Interpretación literal

Otro principio hermenéutico importante es que el mensaje de la Biblia debe ser interpretado en forma literal, a menos que sea obviamente figurativo. Muchos predicadores han cedido a la tentación de depender demasiado de lo alegórico. Uno de los logros de la Reforma protestante consistió en descartar el método alegórico de interpretación bíblica que por siglos había sido tan popular.

El predicador tiene derecho de extraer lecciones de los pasajes bíblicos. Puede decir con confianza: “Este texto sugiere…”, o “Este pasaje puede aplicarse…” Pero cuando dice: “Este texto significa...” debe estar seguro de interpretar el sentido literal concebido por el escritor. El texto mismo puede sugerir significados más profundos, pero para que tengan valor deben disponer del franco apoyo de otros escritores inspirados.

La interpretación de expresiones figurativas, como lo son los símbolos proféticos, plantea problemas difíciles. Nuevamente aquí el proceder más sabio será buscar alguna declaración de otro autor inspirado que lo explique. Los predicadores deben tener especial cuidado de no desorientar a sus oyentes con interpretaciones caprichosas y sin respaldo bíblico. Los laicos desilusionados pueden perder la fe si descubren que sus ministros no saben lo que están diciendo con respecto a la interpretación profética.

El principio que estamos considerando nos preserva también del método de desmitologización de la escuela de Bultmann. Este método de interpretación despoja a la Biblia de su sentido original, y lo reemplaza por abstracciones filosóficas. El pastor que sigue este método sustituye la revelación divina por teorías humanas.

Principio tipológico

Este principio es una ampliación del que acabamos de estudiar. La tipología es una forma legítima de interpretación bíblica. Los pastores adventistas han predicado muchos sermones usando pasajes de la epístola a los hebreos para desentrañar los misterios del ritual del santuario del Antiguo Testamento. Esto no necesita ser alegoría dudosa o espiritualización indebida. Es más bien el proceso por medio del cual se trata de reconocer el tipo (generalmente en el Antiguo Testamento) que tiene su contraparte en el antitipo del Nuevo Testamento.

Al usar libremente su imaginación en este terreno, el predicador comienza a tener problemas. Toda suposición debe estar respaldada por evidencias razonables. No deben emplearse analogías sin fundamento. No se deben emplear citas de autores indignos de confianza. Las “interpretaciones privadas” disminuyen la fe de la gente en el predicador y, lo que es peor aún, en la Biblia misma.

Conclusiones

Los pastores que lean este artículo pueden sentirse tentados a preguntarse: “¿Es realmente necesario todo esto?” Pueden poner en duda la importancia de entender la teología de la predicación, y también pueden preguntarse si realmente son destinatarios de las reglas de hermenéutica.

Bernard Ramm, uno de los escritores contemporáneos cuyas obras han alcanzado más difusión, y que se refieren mayormente a la interpretación bíblica contemporánea, contesta de este modo esta pregunta:

“Frecuentemente los pastores creen que la predicación, dada su naturaleza, exime al predicador de su fidelidad a las reglas de exégesis. Una exégesis adecuada es necesaria para los comentadores y teólogos pero -arguyen- los predicadores disponen de “licencia poética” con respecto a las Escrituras. Este razonamiento es lamentable. Si la obligación del predicador es impartir la Palabra de Dios, a la hermenéutica le corresponde determinar el significado de la Palabra de Dios. Solicitar que se los exima de la aplicación estricta de las reglas de la hermenéutica, equivale a que se los exima de predicar el verdadero significado de la Palabra de Dios. Esto es exactamente un repudio del principal motivo por el cual han sido llamados a predicar, es a saber, comunicar las verdades que encierra la Palabra de Dios.

“Esto no quiere decir que la predicación se limite a ser una exégesis pública o un comentario monótono del texto sagrado. En toda predicación debe haber energía, vida, imaginación, pertinencia, ilustraciones y pasión. Una exposición teórica, seca, técnica, no es necesariamente la forma como se debe presentar la Palabra de Dios. Pero cada vez que se usen las Escrituras, debe hacérselo de acuerdo con  las reglas probadas de la
hermenéutica (Protestant Biblical Interpretation [ interpretaciónprotestante de la Biblia] pág. 178)

Una hermenéutica sólida realzará los sermones del pastor. Sus mensajes serán más auténticos, más inspiradores, porque reflejarán fielmente el mensaje de las Escrituras. El predicador adventista debiera aceptar seriamente este consejo de Elena G. de White: “El estudiante de la Palabra no debe hacer de sus opiniones un centro alrededor del cual gire la verdad. No ha de estudiarla con el propósito de hallar pasajes para probar sus teorías, forzando su significado, porque esto es torcer las Escrituras para su propia perdición. Tiene que despojarse de todo prejuicio, deponer sus propias ideas en las puertas de la investigación, y buscar sabiduría de Dios con ferviente oración, con corazón humilde y subyugado, con el yo escondido en Cristo” (Consejos para los Maestros, pág. 447).

La predicación -la verdadera predicación-es interpretación bíblica, apoyada por el arte de persuadir, y dirigida en su totalidad por el Espíritu Santo.