“Yo sé en quién he creído” fue la confesión de fe de Pablo. Fueron éstas también las últimas palabras pronunciadas por Elena G. de White. Al dejar nuestras tareas al frente de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana, y la responsabilidad que teníamos con respecto a El Ministerio Adventista, queremos hacer nuestras esas palabras también.
Nueve años pasaron desde el día cuando la Junta de la División Sudamericana nos invitó a asumir esas responsabilidades. Estábamos al frente de la Asociación Ministerial de la Unión Incaica, donde habíamos pasado seis años. Al repasar esos quince años, solamente tenemos recuerdos de compañerismo, total apoyo, comprensión y, a pesar de las muchas limitaciones, grandísimas satisfacciones al ver centenares de almas ganadas para Cristo y su verdad.
Algunos aspectos de nuestras tareas nos preocuparon y les dedicamos especial atención. Entre ellas podemos mencionar la evangelización, la penetración en regiones que aún se hallan a oscuras, la coordinación de los planes y programas trazados por los diferentes departamentos con el propósito de lograr un aumento en la cosecha de la siembra por ellos realizada, y en forma muy especial tratar de prestigiar, elevar, apoyar y estimular al héroe anónimo del movimiento adventista: El pastor de la iglesia. Creemos que algo se ha podido lograr, gracias a Dios.
Desde enero de 1978 estamos con un plan intensivo de estudios en la Universidad Andrews donde permaneceremos, Dios mediante, hasta junio de 1980, cuando esperamos completar los requisitos para obtener el Doctorado en Ministerio. Hemos aceptado una invitación que nos hizo el Colegio Adventista de las Antillas para ejercer la docencia en esa institución, previa graduación. Lo hemos aceptado -no sin una lucha interior- porque la tarea será en cierto sentido similar a la de la Asociación Ministerial. Creemos que la formación de los futuros ministros es una sacratísima labor. Además, tendremos la oportunidad de continuar en las lides de la evangelización. Dirigiremos campañas con la colaboración de los alumnos. Una tercera razón es que este trabajo nos da la oportunidad de continuar, más adelante, estudios más avanzados en Andrews.
La permanencia de nuestro gran amigo, el pastor José C. Bessa, como asociado en la Asociación Ministerial de la División Sudamericana, nos induce a pensar que la evangelización y la obra de ayudar a los pastores llegarán a alturas no vistas en el pasado.
A la vez que saludamos al pastor Bessa, le aseguramos nuestras constantes oraciones para pedir al “Príncipe de los pastores” que le conceda gracia, sabiduría y energía de acuerdo con las exigencias de la tarea y el tiempo.
Vaya nuestra gratitud y saludo a todos los pastores de Sudamérica y a todos los lectores con quienes hemos estado en contacto por medio de El Ministerio, no sólo en nuestra división, sino también en Interamérica, Europa y África. Mencionamos especialmente a la administración de la División Sudamericana, a las de las uniones, y las asociaciones y misiones que contribuyeron para que la tarea fuera más llevadera y más agradable. Nos despedimos de todos con la frase que lanzamos como parte del plan de 1974, y que se ha extendido por toda Sudamérica: CRISTO VIENE, PREPÁRATE.