El hombre que no tiene ningún plan, bosquejo ni objetivo en vista, con toda seguridad no llegará a ninguna parte. Se mueve muchísimo, pero no logra nada. Anda a alta velocidad, pero todos lo alcanzan. Rema con fuerza en su barca espiritual, pero da vueltas en círculos. El que apunta a la nada, siempre hace blanco en la nada. La pregunta que surge ante nosotros es: ¿Cuál es el blanco de cada pastor adventista? Yo diría que es preparar un pueblo para salir al encuentro de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

La santidad, ser como Dios, ése es el blanco que debemos alcanzar. Si conserva ese blanco en mente, todo pastor se trazará un programa anual. Hay campañas anuales en la iglesia: la Recolección, la Semana de Extensión Misionera, el Día de la Salud, el Día de la Educación Cristiana, etc. Todas son buenas, pero el énfasis debiera estar en la vida espiritual del miembro de iglesia. Ningún hermano que llega a la casa de Dios hambriento del alimento espiritual, debería irse sintiendo que todo lo que ha recibido son avisos comerciales. No se diga, por favor, que hemos hecho de la casa de Dios un mercado.

La importancia de compartir, esparcir y difundir la luz espiritual es vital para todo cristiano. La gran obra del ministerio consiste en ayudar a nuestros miembros a esparcir la luz que han recibido. El mayor servicio que un ministro puede hacer a sus miembros no es predicarles elocuentes sermones, sino enseñarles a trabajar en favor de los demás. La sierva del Señor declara: “Si los miembros de la iglesia no emprenden individualmente esta obra, demuestran que no tienen relación viva con Dios. Su nombre está registrado como el de siervos perezosos” (Servicio Cristiano, pág. 110). Cada pastor debería aspirar a tener a cada hermano alistado en un grupo: Un grupo organizado con propósitos misioneros. Por ejemplo, el grupo de visitadores, para entrevistar a vecinos, miembros de iglesia, miembros ausentes; el grupo de publicaciones; el grupo de testimonio personal y el grupo de canto. Este plan ha dado muy buenos resultados.

Debería enseñarse la mayordomía cristiana, no meramente como una orden, sino como una bendición. Hay muchas personas que no pertenecen a nuestra fe, que se han sentido inducidas a ser fieles al Señor en cuanto al diezmo cuando ese tema se ha presentado debidamente. Recuerdo muy bien a una dama muy acaudalada en una iglesia de la que fui pastor. Por un año entero no asistió a la iglesia, pero devolvió fielmente el diezmo después de haber escuchado un sermón sobre mayordomía cristiana.

En Palabras de Vida del Gran Maestro, página 210, leemos: “El dinero no puede ser llevado a la vida futura; no se necesita allí; pero las buenas acciones efectuadas en la salvación de las almas para Cristo son llevadas a los atrios del cielo. Más aquellos que emplean egoístamente los dones del Señor para sí mismos, dejando sin ayuda a sus semejantes necesitados, y no haciendo nada porque prospere la obra de Dios en el mundo, deshonran a su Hacedor. Frente a sus nombres en los libros del cielo está escrito: ‘Robó a Dios’

En El Evangelismo, página 193, aparece una cita que debiéramos tener en cuenta: “Los principios de la reforma pro salud se encuentran en la Palabra de Dios. El Evangelio de la salud ha de ser firmemente vinculado con el ministerio de la Palabra. En el plan del Señor que la influencia restauradora de la reforma pro salud sea una parte del último gran esfuerzo para proclamar el mensaje evangélico”. Cada día más y más gente se está interesando en la salud y la longevidad. A menudo descuidamos o ignoramos esta parte de nuestro mensaje. Como ya se ha dicho, el blanco del predicador adventista es preparar a un pueblo para encontrar a nuestro Señor.

Un programa completo abarcará naturalmente la vida recreativa de los miembros de la iglesia. El ministro debe ser un ejemplo, tanto como un maestro, de lo que es una vida equilibrada. Puede probar mediante su vida y su enseñanza aquel proverbio inglés que dice: “Mucho trabajo y nada de recreación, hace de Juan un muchacho remolón”. Están las actividades de los Conquistadores, los clubes sociales, las salidas de los jóvenes. Todo esto debiera ser fomentado por precepto y ejemplo. (Véase Obreros Evangélicos, página 254.) Alguien dijo, con toda propiedad: “Aunque el pueblo de Dios no es de este mundo, aun así sus integrantes siguen siendo criaturas sociables”. Cristo no se opuso a las reuniones sociales. “Las ovejas y los corderos deben tener la oportunidad de retozar”. Las reuniones sociales deben ser planeadas con tanto cuidado y regularidad como las reuniones espirituales.

Permítaseme reiterar los principios que debieran gobernar al pastor que tiene un plan para su iglesia:

  1. Debería planificar, y dedicar tiempo para una corta campaña espiritual: Recolección, Extensión Misionera, o campañas educacionales, etc.
  2. Debería guiar a su rebaño en empresas misioneras. Enséñeles a trabajar por otras personas. Cada miembro debería tener un lugar en un grupo de trabajo.
  3. Debería tener especial cuidado en impresionar a sus miembros en cuanto a la importancia de la mayordomía cristiana. Él también debe ser un fiel mayordomo.
  4. Las señales del fin debieran ser presentadas con toda claridad, porque nosotros mismos podríamos estar cumpliendo la profecía.
  5. El mensaje de la salud y sus principios no deben ser pasados por alto. El plan de Dios para su pueblo es que viva con salud. Muchos, aun entre nuestros obreros, mueren prematuramente.
  6. La vida social de los miembros debe ser alentada, especialmente entre los jóvenes. El pastor es el guardián del rebaño.
  7. El hogar cristiano debe ser el hogar ideal en cada comunidad: por lo tanto, el pastor debe proponerse destacar los principios de la vida cristiana en el hogar.

Sobre el autor: M. G. Nembhard, secretario consejero de la División Interamericana.