Voy a empezar con una escueta declaración: La educación adventista es evangelización en el más elevado sentido de la expresión. Creo que tenemos ante nosotros las pruebas vivientes de esta declaración entre las personas que forman esta clase de graduandos.

Los adventistas creemos en la evangelización. Creemos que cada persona, nación y raza debe oír las buenas nuevas de la salvación que es en Jesucristo. Aceptamos literalmente el mandato de Jesús de ir a todo el mundo, de predicar y de enseñar.

Hay varios métodos de evangelización, distintas maneras de alcanzar a la gente. Algunos métodos parecen ser más eficaces que otros. El primer método es la presentación del Evangelio por medio del contacto con grandes núcleos de personas. Estoy seguro de que todos hemos asistido alguna vez a alguna campaña de evangelización. La predicación es eficaz. Se nos exhorta a predicar. Este método se ha usado en forma positiva. Es un método de evangelización, pero no es el más eficaz.

Hay otro método mejor. Es la obra personal. Los testigos de Jehová han demostrado en forma concluyente su eficacia, y por eso constituyen uno de los grupos religiosos que más rápidamente se desarrollan en la actualidad. Han demostrado que el testimonio personal es más productivo que el contacto con las grandes masas. Este es un hecho comprobado.

También hay un tercer método de evangelización más eficaz aún que el testimonio personal. Es el que se hace mediante la escuela sabática o la escuela dominical. El hecho sorprendente de que hoy los bautistas constituyen la organización evangélica que aumenta más rápidamente se debe a sus escuelas dominicales. Estas han sido más eficientes en lo que a ganar adeptos al cristianismo se refiere, que la obra personal o la predicación del mensaje a grandes masas. El de las escuelas sabáticas o dominicales es casi el mejor método. Se acerca bastante al ideal de Dios. No obstante, todavía le falta un poquito para alcanzar la meta.

El Señor quiere que el objetivo de la evangelización sea la restauración completa de todo el ser. Esto solamente se puede lograr mediante la educación cristiana. Por lo tanto, repito, la educación cristiana adventista es evangelización en el más elevado sentido de la expresión. “La obra de la redención debía restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, devolverlo a la perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevase a cabo el propósito divino de su creación. Este es el objeto de la educación, el gran objeto de la vida” (La Educación, págs. 15, 16).

El método original de Dios para restaurar al hombre caído fue la educación. El instruyó a Adán y Eva para que enseñaran el plan de redención a sus hijos y descendientes.

Más tarde Dios llamó a Abrahán. Leemos ese llamado en Génesis 18:19: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová”. Siglos después, el Señor reiteró su método escogido a la recién formada nación de Israel: “Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deut. 6:6, 7).

Los hijos de Israel obedecieron a veces al Señor en este asunto, y a veces no. Su historia podría clasificarse como una experiencia de vaivén, de altibajos, con períodos de obediencia y de desobediencia. Finalmente, la inspiración nos revela la causa del fracaso de Israel como nación bajo Dios. “Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento” (Isa. 5:13). “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Ose. 4:6).

Al contemplar la cadena de sucesos desde la perspectiva de todo el Antiguo Testamento, podríamos decir que cuando el pueblo de Israel prosperaba, descuidaba el sostén de las escuelas de los profetas; y cuando lo esclavizaban las naciones circundantes, empezaban de nuevo a fundar escuelas. Venía la liberación, Israel prosperaba, y otra vez dejaba de mantener las escuelas de los profetas, y el ciclo se repetía.

Pero dejemos ahora al antiguo Israel y veamos qué pasa en el Israel moderno. Vemos que desde el mismo comienzo de nuestra obra Dios pidió que se establecieran escuelas. De hecho, la primera escuela fue fundada en 1853, diez años antes de que se organizara la Asociación General. La inspiración había presentado claramente la orden de que estableciéramos escuelas. Nótese la siguiente cita: “Nuestras escuelas de iglesia han sido instituidas por Dios” (El Hogar Adventista, pág. 445). Si Dios lo ordena, entonces es tan esencial que haya maestros como que haya predicadores. La conclusión es inevitable. “El aula es tan necesaria como el edificio para la iglesia” (Testimonies, tomo 6, pág. 109). Ninguna debe considerarse más importante que la otra. Podríamos citar muchas otras referencias, pero creo que con éstas vemos claramente la fuerza del mandato del Señor y su voluntad al respecto.

En la actualidad, los adventistas procuran seguir la dirección de Dios en el establecimiento y mantenimiento de las escuelas, pero debemos advertir que el Israel moderno ha experimentado también lo que algunos podrían definir como una experiencia de vaivén. La Seventh day Adventist Encyclopedia indica que de 1853 a 1890 hubo muy poco progreso en cuanto a lo que a escuelas se refiere. No era eso lo que el Señor deseaba. No obstante, a principios de 1890, y durante la década siguiente, se efectuó el mayor crecimiento en lo que respecta a instituciones de educación. En esa época se fundaron cinco colegios de enseñanza superior, varias escuelas secundarias y doscientas escuelas primarias. ¿Por qué?, os preguntaréis. Este marcado progreso tuvo lugar después del Congreso de la Asociación General de 1888, celebrado en Minneapolis, donde se hizo énfasis en la justificación por la fe. A medida que el pueblo de Dios escuchaba y aceptaba la maravillosa buena noticia, se efectuaba un reavivamiento y un desarrollo de la denominación. Como resultado, hubo un resurgimiento tremendo en la apertura de escuelas en todo el país. Mucho debemos a ese reavivamiento.

Pero, ¿cuál es la actual situación? ¿Cuál es su posición y la mía? ¿Estamos como individuos totalmente dedicados a la educación cristiana adventista? Vivimos en una época de prosperidad. Sin embargo, algunas de las tendencias actuales son alarmantes. Cito del “Informe Preliminar” preparado hace poco por el Departamento de Educación de la Unión de los Lagos (Lake Unión, de los Estados Unidos): “Llegamos a la conclusión de que el porcentaje de niños adventistas de esta unión matriculados en escuelas adventistas primarias y secundarias, se está reduciendo”.[1] Hoy día no menos de la mitad de nuestros jóvenes dejan la comunión con el Señor y su iglesia para seguir los caminos del mundo. Es paradójico que aproximadamente la mitad de nuestros jóvenes asisten a escuelas seculares. ¿Habrá una correlación en esto?

Admitimos que el costo de la educación sigue subiendo. Pero repetidamente se ha demostrado que la proporción de ese aumento guarda relación con todo lo demás. Todavía está en proporción relativa con los ingresos, sean los de 1976 o los de 1890. La asistencia a la Academia de Broadview durante los próximos cuatro años costará sin lugar a dudas cerca de $ 9,000.00. La asistencia a la Universidad Andrews costará más de $ 16,000.00 en los próximos cuatro años. Hoy día costaría unos $28,000.00 asistir a escuelas adventistas desde el primer grado hasta el último año del colegio.[2] Esta cantidad es casi el precio de una casa nueva. ¿Vale la pena?

Una vez en una graduación un padre me dijo: “La educación de mi hijo me costó lo mismo que una casa nueva”. Yo le pregunté: “¿Cree usted que valió la pena?” La respuesta fue inmediata: “Él está sirviendo al Señor. Eso vale cualquier precio”. Amigos, el costo de la educación desde la silla alta del bebé hasta la silla eléctrica, es bajo, pero es elevado el costo de rehacer y remodelar a la imagen de Dios al ser humano caído, de manera que un día pueda sentarse a la diestra de nuestro Señor. Eso requirió, en primer lugar, todo lo que el Cielo podía sacrificar. También requiere todo lo que el hombre tenga que hacer al respecto.

Hay poder en la educación cristiana. Alguien calculó una vez que si todos los niños provenientes de hogares adventistas se hubieran mantenido dentro de la iglesia desde 1893 hasta el presente, tendríamos en este momento unos seis millones de miembros. Y eso lo habríamos logrado sin haber distribuido un solo folleto y sin dar un solo estudio bíblico; sin haber realizado obra misionera ni haber predicado un solo sermón. En la actualidad tenemos una feligresía de unos dos millones y medio de miembros. Sólo podemos especular acerca de lo que habría sucedido si todos hubiéramos estado dispuestos a aprovechar cada oportunidad que Dios nos ha puesto por delante.

En una franja de tierra exuberante que bordea el mar Caribe, al sur de México, hay una lección para todos los protestantes, incluso para los adventistas. El lugar es Belice, una colonia británica del tamaño del estado de Massachusetts más o menos. Hace 66 años sus habitantes eran mayormente protestantes: anglicanos, wesleyanos, metodistas y bautistas. En la actualidad la mayoría de los habitantes son católicos. ¿Cómo se efectuó un cambio tan rápido? ¿Es que acaso los católicos predicaron bajo carpas, distribuyeron volantes o proclamaron la infalibilidad del Papa, la asunción de la Virgen y la primacía del apóstol Pedro? ¿Ganaron ellos simpatía para el catolicismo atacando a Lutero, a Calvino y a Enrique VIII? No, lo que hicieron sencillamente fue fundar escuelas, poniendo al frente a sacerdotes y monjas e invitando a los padres a enviar a sus hijos. La enseñanza era gratuita y, además, algunas de las escuelas ofrecieron proporcionar almuerzo gratis y hasta distribuyeron algún dinero entre los niños como incentivo para que fueran a la escuela. Como ustedes se imaginan, pronto el sistema se popularizó tanto entre los niños como entre los padres.

¿El resultado? Los protestantes fueron muriendo uno a uno mientras sus hijos fueron conducidos de la escuela dominical a la misa. En la actualidad los sacerdotes no tratan de ganar adeptos por medio de conversiones, sino formándolos desde la infancia. Con una espectacular franqueza, un sacerdote anunció públicamente: “Nosotros dejamos a los viejos para los anglicanos, los wesleyanos, los bautistas y los adventistas; lo que nos interesa son los niños”.

Por supuesto, estas tácticas sacerdotales no son nuevas ni extrañas. La Reforma protestante del siglo XVI fue detenida y en parte sufrió un retroceso por causa de los jesuitas que fundaron excelentes escuelas en lugares claves, para dominar de ese modo las mentes de los futuros gobernantes de Europa, mientras todavía eran jóvenes y flexibles. Sin duda, las escuelas de los jesuitas lograron mucho más en su combate contra la Reforma que todos los ejércitos del papado juntos. (Artículo de R. Utt en Review and Herald, 25-8-1960, pág. 12).

Hace algunos años, Paul Whitlow reunió algunas estadísticas asombrosas. Para demostrar el poder de la educación, observó que nueve de cada diez niños adventistas que terminan los 16 grados en escuelas adventistas, permanecen en la iglesia. Y solamente dos de cada diez que reciben toda su educación en escuelas seculares quedan en la iglesia. Ocho de cada diez se pierden para ella.

Para ilustrar este asunto, supongamos que usted quiere ir por avión desde Chicago hasta Los Ángeles. Va a la agencia a comprar el pasaje. El empleado le dice: “Hay dos líneas aéreas a Los Ángeles, cada una de las cuales hace diez vuelos por semana, pero una es más barata que la otra”. Usted replicaría inmediatamente: “Iré por medio de la más económica; después de todo, es el mismo viaje, ¿o hay alguna diferencia?” El empleado le respondería: “Lo que pasa es que el promedio de seguridad de la línea más barata no es tan bueno como el de la otra”.

“La Compañía Aérea X Unida pierde semanalmente ocho de cada diez aviones por accidentes. Esto quiere decir, que esos ocho nunca llegan a Los Ángeles, siempre se estrellan. En cambio, la Línea Continental Z, aunque sale más cara, pierde solamente un vuelo a la semana. ¿Por cuál se decide?” Ya en ese punto usted sabe cuál línea aérea prefiere, sin importarle el precio: La que ofrece mayor seguridad. El precio no significa mucho en este asunto. Lo mismo pasa con la educación cristiana adventista.

La inspiración nos dice en Mensajes para los Jóvenes, página 202: “Satanás es un enemigo vigilante, atento a su propósito de inducir a los jóvenes a una conducta enteramente contraria a la que Dios aprobaría. Él sabe perfectamente que nadie puede hacer tanto bien como los jóvenes y las señoritas consagrados a Dios”.

Creo que ha llegado el momento cuando administradores, pastores, dirigentes de iglesias, miembros, padres y jóvenes, debemos evaluar de nuevo nuestras prioridades. Mi opinión es que a la cabeza de ellas debemos colocar nuestra determinación de que cada joven adventista reciba una educación cristiana adventista con un sostén financiero adecuado. “Los hijos de padres adventistas del séptimo día tienen el derecho a recibir una educación cristiana” (SDA Encyclopedia, pág. 369). Notemos, “Los hijos de padres adventistas… tienen el derecho”. Estoy completamente de acuerdo.

Ha llegado el momento de organizar un movimiento que proporcione suficientes oportunidades de educación para todos los niños de Dios. Hoy nos llama de nuevo el Señor para que proporcionemos educación cristiana a cada joven de la Iglesia Adventista, como lo hizo cuando llamó a aquel pequeño grupo de jóvenes que estaban reunidos en un lugar en el campo hace 170 años para organizar un movimiento misionero moderno. El texto de Isaías 54:2 ha llegado a ser la piedra de toque de este movimiento misionero moderno, cuyo celo inspirado, dedicación y consagración debiera ser hoy todavía nuestro sello de distinción: “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas”. Debemos ensanchar nuestras “tiendas” educativas. Debemos alargar las “cuerdas” de nuestra influencia. Debemos reforzar las “estacas” económicas mediante la cooperación general de todos los adventistas.

Jóvenes adventistas que asistís a las escuelas adventistas: Quizás estéis pensando que yo estoy hablando para todos menos para vosotros. Pero no es así. Vosotros sois el objeto supremo de mi interés. Lo que he dicho ha sido para vosotros en particular. Vosotros sois la clave del futuro. Vosotros debéis cambiar el esquema del pensamiento actual. Vosotros debéis cambiar las circunstancias que expondrán ante todos la belleza, la elegancia y las cualidades salvadoras de la educación cristiana. Vosotros debéis tener la voluntad de hacerlo. Debéis ser decididos, debéis ser consagrados. Debéis demostrar los resultados de la educación cristiana. Lo que vosotros viváis pesará más que todo lo que he dicho hoy aquí. Lo que vosotros hagáis estorbará e impedirá o promoverá y realzará los ideales de la educación cristiana. En estos momentos os desafío a levantar en alto la antorcha de la verdad. Sed fuertes, leales y fieles al deber y a los ideales de la educación cristiana como la brújula al polo. Vivid hoy de tal modo que mañana otros se convenzan de que la educación cristiana adventista es evangelización en el más elevado sentido de la expresión.

Las bendiciones más escogidas del cielo os acompañen, y la presencia de Dios sea con vosotros para siempre.

Sobre el autor: Robert J. Kloosterhuis es presidente de la Unión Franco-Haitiana. Este artículo es la transcripción de un discurso que dirigió a una clase de graduandos.


Referencias

[1] En la División Interamericana, el porcentaje en las escuelas primarias, en relación con la feligresía de la iglesia, era cerca de un 10% en los años 1970 y 1971. En la actualidad (1976), este porcentaje ha ido decayendo hasta un poquito más de un 8%. También ha disminuido la matrícula en la enseñanza secundaria.

[2] Las cantidades antes mencionadas están expresadas en dólares estadounidenses.