En principio, quiero decir que ésta debería ser la preocupación de todo obrero en el santo ministerio, sea cual fuere su ocupación. ¿Qué haré para que mi ministerio sea bendecido por Dios? ¿Cómo puedo hacer un éxito de mi ministerio?

En mis 18 años de pastorado muchos obreros me han hecho esta pregunta: ¿Cuál es la causa de su éxito en el ministerio? En todos los casos he respondido con toda humildad de corazón que hay muchos factores que contribuyen para ello, y deseo compartirlos con los que desean tener un ministerio dinámico, con la ayuda y la gracia de Dios. Porque sin la presencia divina en nuestra vida nada somos.

Pasemos a analizar algunas bases que podrán sustentar nuestro ministerio y que a mí, personalmente, me han ayudado mucho. El apóstol Pedro dice: “Vosotros también, poniendo toda diligencia” (2 Ped. 1: 5). Durante años he aplicado este principio en mi vida. Y usted puede vivir este principio como uno de los fundamentos de un ministerio de éxito. No importa cuál sea su ministerio -el de predicador, pastor, evangelista, profesor, instructor bíblico o misionero en la selva-: usted ha sido llamado a una elevada vocación. Ponga su corazón en ello y entregue su vida enteramente a Dios, sin reservas.

Continúa el apóstol Pedro diciendo que necesitamos fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y, finalmente, amor, ese amor divino que necesitamos agregar a todas las otras cualidades.

El verdadero pastor demuestra un interés especial y personal por su rebaño. La mayor necesidad del mundo es de amor. Cuando los hombres descubran que usted los ama, entonces oirán con atención lo que tiene para decirles. No digo amor al modo de vida del mundo, sino amor a las personas perdidas en ese modo de vida. Piense en esto: Amar al alcohólico que bebe en el bar que está al lado de su iglesia, al fumador que pasa a su lado en la calle, al adolescente, al desanimado que yace al lado de su puerta y a todo aquel que necesita de su ayuda.

Esta también fue la preocupación de Pedro. Él tenía un profundo interés personal en la vida de cada creyente, por más sencillo que fuese. Había en él un celo especial, y cuando leemos su epístola descubrimos este hecho. Amaba mucho a su iglesia y tenía un verdadero cuidado por todo lo que hacía.

Al principio de mi ministerio mi esposa escribió una esquela que colocó dentro de mi Biblia. “Para ti”. Aún hoy la tengo conmigo y me ha ayudado mucho en mi ministerio.

6 reglas para tener éxito en la evangelización:

  1. Vida santa.
  2. Vida de oración y lectura sagrada.
  3. Conocer y vivir el tema que predica.
  4. Naturalidad y sencillez en el lenguaje.
  5. Mantener la serenidad en los momentos de la predicación.
  6. No introducir otros asuntos que no estén relacionados con el estudio de la Palabra de Dios.

Del otro lado de la esquela había algo más escrito: PRACTÍCALO.

  1. Amor.
  2. Simpatía.
  3. Cortesía.
  4. Mansedumbre.

Son cuatro consejos para una vida agradable y feliz.

En el siguiente doblez dice: Tenga:

  1. Vida consagrada.
  2. Vida de oración.
  3. Sencillez.

A continuación quiero contar la experiencia de un hombre que siempre admiré. Se llamaba Savonarola. La primera vez que predicó en Florencia, dijo: “No sé por qué, pero Dios colocó en mi corazón la idea de que sólo tengo ocho años para predicar el Evangelio”. Y el hombre se transformó en una dínamo humana.

Durante ocho años recorrió la península italiana en todas direcciones. Hubo un reaviva- miento en toda la nación: El pueblo se desprendió de todos los libros y objetos corruptos, abandonó sus placeres, comenzó a ir a la iglesia, y prácticamente toda Italia se convirtió durante el ministerio de este solo hombre, que sabía que tenía sólo ocho años y se había decidido a vivirlos íntegramente para Dios.

En 1498, por orden del Papa, fue quemado vivo. Cuando las llamas devoraban su cuerpo, hizo una declaración que todos oyeron: “Paso por esto voluntariamente, porque el Señor Jesucristo sufrió mucho más por mí”. Su muerte ocurrió exactamente ocho años después de haber predicado su primer sermón. Su vida de predicador se caracterizó por un sentido de urgencia. Nosotros también necesitamos tener este sentido de urgencia en nuestra predicación para penetrar en lugares nuevos, predicando, cantando o sanando. Cualquier ministerio bendecido por Dios es un ministerio que siente esa compulsión, esa urgencia. Pedro era así. Tanto el interés como la urgencia se refieren a las actitudes.

Al compartir esta experiencia con usted, querido colega, espero que su experiencia alcance a mucha gente. Hay personas que nunca dan testimonio, porque no tienen nada que decir; no hay nada de nuevo en su experiencia con Cristo, nada está ocurriendo. No tienen nada que compartir porque nada está ocurriendo en sus vidas. Es muy fácil contentarse con una vida eclesiástica en lugar de tener una vida con Cristo. Especialmente cuando Dios está bendiciendo con tanta abundancia nuestro medio, cuando la gente se entrega a Cristo, y ocurren tantas cosas maravillosas, es muy fácil engañarnos creyendo que nos beneficia la espiritualidad de otras personas.

Para finalizar quiero dejar con usted las palabras de este hombre de Dios. “Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en nuestros corazones: entendiendo primeramente esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:17-21).

Pedro está diciendo, entonces, que tiene una Palabra más segura que la experiencia personal. En vista del significado de la profecía dada por Dios, podríamos parafrasear así a Pedro: sabiendo que la profecía es tan segura, y que no debe ser destruida por la interpretación personal, porque viene del Espíritu Santo, hacéis bien en entenderla. Y, ¿qué dice la profecía, cuando la examinamos desde todos los puntos de vista posibles? Simplemente recalca este punto: ¡CRISTO VUELVE! Pedro continúa diciendo: Yo sé en cuanto a esto porque tuve una visión anticipada de su venida. La profecía está en toda la Biblia. Hacéis bien en estar atentos a ella en vuestros corazones.

Vemos de qué manera debemos estar atentos, por medio de la ilustración que da: “Como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro”.

Querido compañero: En este texto notamos que Pedro tenía conocimiento. El conocimiento es de extrema importancia; en realidad, es la clave de todo. Usted puede sentir una gran urgencia, tener gran interés, y tener una vida de experiencia, pero a menos que sepa lo que está ocurriendo en términos de la Palabra de Dios en su vida, usted está en un terreno muy delicado. Porque su experiencia sin conocimiento puede convertirse en algo triste. Hay mucha gente que tiene experiencias extrañas que no concuerdan con la Biblia. El conocimiento realmente determina la cuestión.

Por lo tanto, la última regla para que haya una preparación tanto en mi vida como en la suya, es prestar atención a la profecía. Comience a estudiar la Palabra de Dios. Encienda esa luz y vea lo que revela. Úsela para ver el camino en la oscuridad, penetrar en nuevos lugares, llamar a los pecadores para que se arrepientan y acepten a Cristo como su Salvador personal. ¿Hasta cuándo debemos hacer esto? “Hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga”. ¿Cuándo será ese día? Es el día de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. ¿Sabía usted que el lucero del alba o lucero de la mañana aparece junto con el sol diariamente? Y el día se aproxima, el día de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. En ese día saldrá el lucero de la mañana. El Sol de justicia, Cristo, vendrá e iluminará el mundo con su gloria.

Quiero terminar citando Apocalipsis 22:12, 16: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra… Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”. ¡Qué maravillosa promesa! ¿Quién es la estrella de la mañana que un día se elevará en el horizonte? Jesucristo. Y, ¿hasta cuándo debo prestar atención a la palabra profética sobre su venida? Hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga. Jesús volverá, dice el apóstol Pedro, y mientras aguardamos su segunda venida, echemos mano de todos nuestros recursos para apresurar su venida. Toda nuestra predicación esté fundada en nuestro conocimiento de la Palabra de Dios. Y sobre todo tengamos una experiencia personal con Jesucristo, para honra y gloria de su nombre. Amén.