Desde hace unos cuantos años se ha estado haciendo hincapié en el arrepentimiento, el reavivamiento, la reforma y la evangelización. Nos hemos propuesto como objetivo la terminación de la obra. Hemos tomado la determinación de hacer todo lo posible por alcanzar a cada familia de la tierra en en menor tiempo posible. Y todos podemos darnos cuenta de que el tiempo se está acabando.

Nos anima la respuesta dada en todas partes del mundo a este, llamado. Estamos agradecidos porque más de 1.138.000 preciosas almas han entrado en la iglesia por bautismo o profesión de fe en los últimos cinco años. Apreciamos la posición de influencia que nuestra iglesia mantiene en muchos países, y estamos haciendo todo lo posible porque ésta aumente.

Pero sentimos profunda tristeza por el gran número de nuestros miembros que han abandonado la iglesia en los últimos cinco años. Un poco más de 354.600 hermanos han sido borrados por infidelidad, o figuran como desaparecidos. Si ése fuera el cuadro definitivo, ya sería bastante malo; pero hay muy serias dudas de que se haya realizado un trabajo cuidadoso en las listas de los miembros de nuestra iglesia, por lo que sería muy posible encontrar por lo menos una cantidad similar de hermanos que podrían o deberían haber sido borrados por no asistir a la escuela sabática ni a las demás actividades de la iglesia, y no estar viviendo la verdad en su vida cotidiana.

Nuestra gran pregunta es: ¿Qué podemos hacer para que la iglesia no tenga que pasar por otro gran chasco? Dentro de uno o dos años habrá muchos cambios en todos los niveles de conducción de nuestra organización, y estoy muy preocupado por lo que encontrarán los nuevos dirigentes. ¿Cuántos de nuestros 3.000.000 de miembros son en realidad adventistas del séptimo día? ¿Qué les habremos entregado cuando abandonemos nuestras responsabilidades? Propongo que hagamos algo mientras estamos todavía en condiciones de hacerlo. Tenemos algunas propuestas que hacer y quisiéramos saber cuál es vuestro parecer con respecto a las mismas. Todo lo que sigue debería hacerse dentro del marco de un programa de evangelización permanente.

Trabajemos como iglesia con especial interés para hacer que nuestras listas de miembros ofrezcan una noción exacta de la realidad de nuestra feligresía. No estamos pidiendo una purga severa o una limpieza en gran escala. Lo que estamos sugiriendo es un programa positivo y bien meditado para que ninguna iglesia ni división quede afectada adversamente en modo alguno.

  1. Desarrollemos un programa especial por etapas que cubra un período definido de tiempo: seis meses, un año, o aun 18 meses. Durante este lapso daremos sucesivamente los pasos que apunten a “recuperar y restablecer” con un trabajo ferviente, hecho con oración, a los apóstatas y miembros alejados cuyos nombres todavía estén en los libros de la iglesia.
  2. Comencemos haciendo un cuidadoso estudio de cada nombre de la lista. Tratemos de descubrir dónde están nuestros miembros y cuál es su condición espiritual. Esto puede hacerlo la junta de la iglesia, o los ancianos, diáconos y diaconisas, bajo la dirección del pastor.
  3. Llevemos a cabo un programa intensivo de visitación para tener un contacto amoroso con cada nombre de la lista de miembros. (El pastor con los ancianos, diáconos y diaconisas, pueden participar en esta tarea.)
  4. Pongamos el nombre de cada miembro de iglesia en alguna clase de la escuela sabática, y pidamos al maestro que por medio de los miembros de su clase se ponga en contacto con todos los que no asisten, o que asisten irregularmente. Hagamos un esfuerzo especial para que todos ellos participen de las clases y el programa de la escuela sabática.
  5. Demos a los ancianos, diáconos y diaconisas una lista de todos los miembros de iglesia, y que ellos se encarguen de verificar la asistencia o ausencia a todos los principales servicios de la iglesia. Llévese un registro de asistencia. ¡Pásese lista!
  6. Trabájese especialmente por los que no asisten regularmente y por los que nunca asisten.
  7. Llamemos a la Semana de Oración la “Semana de Regreso al Hogar”, y hagamos todo lo que podamos para que quienes están lejos de la iglesia puedan regresar.
  8. Hagamos de la Semana de Oración una semana especial de reavivamiento, adaptando los temas para que enfoquen el hogar y la vida familiar de la iglesia.
  9. Después de la Semana de Oración trabajemos con dedicación por los miembros apartados. Trabajemos por ellos como iglesia, como grupos o como clases de escuela sabática, y extendamos un llamado a nuestros miembros fieles para que muestren una preocupación amorosa por todos ellos. Preocupémonos por hacer de la iglesia un lugar tan atractivo que los miembros apartados deseen volver a ella.
  10. Donde se pueda utilícense medios audiovisuales (cassettes) con mensajes especialmente preparados para hacer escuchar a los apóstatas a fin de traerlos de nuevo al redil.
  11. Celébrense reuniones de dirigentes en las cuales se den instrucciones específicas con respecto a cómo tratar a los miembros apartados y cómo aplicar correctamente la disciplina en relación con la afiliación a la iglesia.

A. Sígase el consejo específico tal como se presenta en Mateo 18:14-20.

(1) Visita personal.

(2) Llevar consigo a dos o tres personas.

(3) Un “llamado especial” de parte de toda la iglesia.

Trátese luego al apóstata de forma tal que nunca tenga dudas acerca del amor que la iglesia siente por él, y exhórteselo a volver a la iglesia cuando esté dispuesto a poner su vida en armonía con el mensaje.

B. Ningún nombre debería ser eliminado del registro de la iglesia antes que se haya seguido fielmente este procedimiento.

C. Todo nombre que deba ser borrado, debería serlo en el primer o segundo trimestre del año, nunca en el último trimestre.

D. Propongámonos no borrar ningún nombre hasta tener uno o dos más para añadir a la iglesia.

  1. Antes de borrar a alguien, llévense a cabo reuniones de evangelización en esa zona, no sólo con el propósito de alcanzar a nuevos miembros, sino de trabajar por los miembros apartados.
  2. Dese al pastor o evangelista que rescata miembros apartados el mismo crédito que cuando gana almas que son bautizadas y llegan a ser miembros de iglesia por primera vez. Esto habrá de tenerse en cuenta de ahora en adelante en la preparación del informe regular del obrero.
  3. Realícense reuniones especiales para enseñar a trabajar por los que están perdidos dentro de la iglesia, así como por los que están perdidos fuera de ella; para tratar de hacer por los que están entre nosotros lo que tratamos de hacer por los extraños. Nuestra tarea debe ser rescatar, no condenar; restaurar, no borrar.
  4. Para que un esfuerzo tal pueda tener éxito debe tener el apoyo y la comprensión total de los directores de departamentos y de los administradores de la asociación, la unión y la división. Creemos que no podemos darnos el lujo de tolerar esta situación por más tiempo y exhortamos a todos a trabajar’ hombro con hombro para que no tengamos en 1980 un gran chasco semejante al de 1844.
  5. Debemos organizar nuestras iglesias de tal manera que cada miembro o cada familia sean visitados por lo menos tres o cuatro veces al año. Los dirigentes espirituales de la iglesia deben hacer esas visitas con propósitos bien definidos. Ancianos, diáconos y diaconisas, y otras personas especialmente escogidas, deben ayudar al pastor en este “ministerio pastoral” de la iglesia. (Esto está en armonía con el documento “La Terminación de la Obra”.)
  6. En la realización de este programa por etapas, dejemos bien fundamentados en la verdad a los nuevos miembros y démosles participación en las actividades y los servicios de la iglesia, para que se sientan identificados con sus metas y propósitos.

Sobre el autor: N. R. Dower es secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General.