En muchas ocasiones, el Señor dio órdenes a personas que no estaban capacitadas para cumplirlas. A un muerto le dijo: “¡Ven fuera!” ¡Pero un muerto no anda! A un paralítico le dijo: “Extiende tu mano”. ¿Cómo lo iba a hacer, si la tenía paralizada? El hecho es que el muerto —resucitado— caminó; y el paralítico —que por su acto de fe y coraje obedeció la orden y extendió la mano— dejó de serlo.

            Algunas órdenes dadas por Dios a los ministros al parecer son demasiado difíciles de cumplir. “Aquí no se puede”, es la actitud de muchos que se sienten muertos o paralizados al enfrentarlas. “Encontraré una forma de hacerlo”, dicen quienes creen que Dios “otorgará a sus fieles siervos la medida de eficiencia que su necesidad exige” (Profetas y Reyes, pág. 121).

            Las épocas de gran progreso de la iglesia, siempre se caracterizaron por el espíritu de arrojo y sacrificio de sus fieles; mientras que los períodos de estancamiento fueron precedidos o acompañados por la comodidad y la falta de acción intrépida y abnegada. Algunos movimientos religiosos, otrora pujantes, hoy duermen plácidamente arrullados en la cuna de su pasado. Su historia se forjó gracias a una firme convicción unida a la acción. El presente, sin embargo, reposa sobre el recuerdo y la veneración de los grandes hechos y héroes del pasado. Al morir el sentido de urgencia y de evangelización de los pioneros, su vitalidad desfalleció. La iglesia se encerró en la oficina, en el aula, en el consultorio médico. Se olvidó de la calle, de las multitudes. Desaparecieron los héroes.

            El pueblo remanente no puede encerrarse ni encerrar su mensaje. Su objetivo es alumbrar al mundo con la luz de Cristo. Su característica primordial es la PENETRACION. Alguien hizo notar que la mayoría de las ilustraciones de Cristo, al referirse al Evangelio, comprenden la idea de penetración. Tal es el caso de la levadura que debe mezclarse totalmente con la masa para producir sus efectos; o la llave que debe entrar en la cerradura si quiere ser útil; o la sal que impregna todo el alimento; o el pan que entra en el cuerpo y nutre cada célula; o la luz que disipa las tinieblas; o el fuego que todo lo penetra y lo transforma. (Elton Trueblood en The Company of the Committed, pág. 68.)

            Pero, ¿cómo penetrar hoy en una sociedad secularizada, desprovista de interés espiritual? Parece imposible. Así se siente a veces el evangelista cuando luego de un gran esfuerzo publicitario, mucha oración y trabajo arduo, ve que una congregación relativamente pequeña viene a oírlo, mientras que millares miran fascinados la televisión o asisten a espectáculos sin trascendencia. A veces la tentación de meterse en la cueva, como Elías, lo atormenta.

            Pero aun lo imposible es posible. Un ministro caminó sobre el agua cuando todo indicaba que aquello era imposible. Pero lo hizo por orden y habilitación de Cristo, a quien debía mirar. Cuando dejó de mirarlo, comprobó que su hazaña era posible solamente porque Cristo lo ordenaba. Confiando en sí mismo, se hundía.

            ¿Cuáles son las características de los hombres a quienes Dios puede y quiere usar hoy como conquistadores, como héroes de la evangelización? Estas son algunas de ellas:

  1. Hombres que no piensen en su posición personal. Leighton Ford, en A Igreja Viva, pág. 158, habla de la “psicología contemporánea del éxito”, que a veces presiona al evangelista para que obtenga resultados numéricos. Quien está demasiado preocupado por hacerse una buena imagen o conservarla, difícilmente se aventurará a realizar tareas de pionero, cuyos riesgos son mayores que en otras en las cuales la cosecha ya está asegurada. Es más fácil transitar por un camino asfaltado que abrir una senda en la montaña. Pero el avance se efectúa cuando se hace obra de penetración.

“Usted estaba decaído y se sentía desanimado”, escribió Elena de White a un evangelista, al relatar una visión que Dios le había dado. “Dije que usted está considerando su obra casi como un fracaso, pero, aunque quede una sola persona en la verdad y permanezca fiel hasta el fin, su obra no podría considerarse como un fracaso. Si ha podido persuadir a una sola madre que se aparte de su deslealtad y se oriente hacia la obediencia, usted puede estar contento. . . En comparación con el número de los que rechazan la verdad, los que la reciben serán muy pocos, pero un alma es de mayor valor que varios mundos. No debemos desanimarnos aun cuando nuestra obra no parezca tener grandes resultados” (El Evangelismo, pág. 242).

“Si fracasáis noventa y nueve veces de cada cien, pero tenéis éxito en salvar una sola alma de la ruina, habéis hecho algo noble por la causa del Maestro” (Servicio Cristiano, pág. 128).

Por supuesto que también hay verdaderos fracasos. Ocurren cuando toda la gloria se atribuye al instrumento humano, que puede llegar a ser idolatrado; cuando el medio de atracción es la “predicación fantasiosa” y no Cristo o el mensaje; cuando el predicador manipula la mente de los oyentes tocando sus sentimientos; cuando están presentes el “orgullo de la sabiduría humana y la ambición mundana por ocupar el primer lugar” (El Evangelismo, págs. 244, 245).

Cuando lo que impulsa al ministro o al laico es cumplir la orden salvadora de Cristo, y su interés consiste en salvar las almas, y hace todo lo que está a su alcance, no habrá fracasos, aunque las apariencias así lo indiquen. Dios y su obra están buscando esta clase de héroes.

  • Hombres de vigor y convicción. Elena de White, refiriéndose a la penetración en regiones no evangelizadas aún, habla de hombres “que posean verdadero celo misionero” (Servicio Cristiano, pág. 229), que obren “hasta lo sumo de su capacidad” (Id., pág. 101), “hombres humildes que comprendan la necesidad de realizar obra evangélica y que no retrocedan” (El Evangelismo, pág. 22). Habla también de “actividad enérgica y decidida”, puesto que la evangelización consiste en “plantar el estandarte de la verdad en los lugares oscuros del planeta” y “destruir el reino de Satanás” (Id., pág. 17).

“Vivimos en un tiempo peligroso y necesitamos esa gracia que ha de hacernos valientes en la lucha para desbandar las tropas enemigas. Apreciado hermano, usted necesita más fe y más osadía y decisión en su trabajo. Necesita más empuje y menos timidez… Nuestra lucha es agresiva. Sus esfuerzos son demasiado débiles, usted necesita más fuerza en su trabajo; de lo contrario se verá frustrado por sus resultados. Hay ocasiones cuando debe cargar contra el enemigo” (Id., pág. 219).

Para realizar esa tarea no se necesitan superhombres, sino simplemente hombres convertidos y convencidos, que posean ímpetu y una fe fervorosa e inconmovible que los impulse a avanzar sin poner objeciones. (Id., págs. 16, 17.)

Dios está buscando ese tipo de héroes hoy. La tarea de penetrar es ardua y está llena de peligros. Pero es LA TAREA. ¿Seré yo ese héroe que Dios busca? ¿Lo serás tú?