¿Qué medida precisa de tiempo y energías “debe” la esposa del pastor a la iglesia y a la comunidad a las cuales pertenece? Como madre de dos niños pequeños, creo que para mí este problema está resuelto. No se trata de decidir cuánto tiempo hay que dedicarle a la iglesia, sino más bien de hallar un tiempo para ella. A veces me siento un poco culpable por no poder hacer más de lo que hago. Pero la Sra. de White ha escrito palabras de estímulo para las madres, y creo que se aplican también a las madres que están casadas con ministros del Evangelio.

            “Las madres que suspiran por un campo misionero lo tienen a mano en el círculo de su propio hogar” (El Hogar Adventista, pág. 220).

            “Como obreros para Dios, nuestra obra ha de comenzar con los que están más cerca. Debe principiar en nuestro propio hogar. No hay un campo misionero más importante que éste” (Conducción del Niño, pág. 449).

            Ciertamente, el Señor tiene en la más alta estima la obra de la madre en el hogar. No creo que la esposa del pastor sea una excepción a esta regla. Su hogar y su familia son su primera obligación.

            Pero, ¿qué sucede con la esposa del pastor que no tiene hijos o cuyos hijos ya no están en el hogar?

            “Hay quienes piensan que a menos que estén relacionados directamente con la obra religiosa activa, no están haciendo la voluntad de Dios; pero esto es un error… Es una obra admirable la que consiste en hacer que el hogar resulte agradable y todo lo que debe ser” (El Hogar Adventista, pág. 220).

            Aquí se vuelve a destacar que la obra más importante de la “pastora” está en su hogar.

            Esto no significa, por supuesto, que ella deba descuidar la colaboración con la iglesia. Puede contribuir mucho al bienestar de la iglesia y la comunidad, de acuerdo con sus talentos y energías. Pero una cosa importante que tiene que recordar, es que esa obra externa no debe restarle el tiempo que necesita dedicar al hogar, a fin de que el hogar del pastor sea un verdadero ejemplo.

            La esposa de pastor que tiene un empleo, también debe dar el primer lugar a su hogar y a su familia. Pero tiene que estar dispuesta a aceptar responsabilidades en la iglesia, para que los miembros no piensen que le concede más importancia a su trabajo que a la iglesia.

            Somos quizá demasiadas las que tratamos de vivir a la altura de la “imagen” que nos hemos creado. Debemos aprender el arte de decir “No”, con tacto y amabilidad, por supuesto. Es probable que esta actitud provoque críticas, pero recuerde que es usted quien tendrá que responder ante Dios por el uso de su tiempo y sus energías. Él no le pide que haga más de lo que puede. La esposa de cierto pastor me dijo una vez: “Prefiero que la gente me critique ahora, antes que tener que lamentar más tarde que mis hijos se aparten de la iglesia”. ¡Qué tragedia sería que al llegar al cielo encontráramos a muchas personas a las cuales ayudamos a entregarse al Señor, pero descubriéramos que nuestros propios hijos están ausentes!

            La salud es otro de los factores que gravitan para decidir la medida de trabajo que cada una puede hacer. He visto a muchas esposas de pastor que han llegado al completo agotamiento, como si pensaran que sin ellas la iglesia se vendría abajo. El cuerpo de la esposa del pastor también es el “templo de Dios”.

            La esposa del pastor no debe olvidar su culto personal, ni debe dejar que el exceso de actividades interfiera con él. Esto es esencial para que pueda disfrutar de la paz y el amor de Dios en el corazón, e irradiarlos a otros. Esto la fortalecerá además para afrontar las dificultades que se le presenten, y le proporcionará la sabiduría necesaria para tratar los problemas que surjan en su hogar y en relación con su trabajo en la iglesia. Debe evitar el peligro de ocuparse tanto en la obra de Dios, que no le quede tiempo para ocuparse de Dios.

            La esposa del pastor es, en primer lugar, esposa y madre. Su primer deber es el de proveer buen alimento —físico y espiritual— para su familia. Su casa debe estar limpia y presentable, no sólo para las visitas, sino también para los que viven en ella. Debe dedicar tiempo a sí misma, asegurándose de dormir lo suficiente y de hacer ejercicios. Dentro de lo posible, debe lograr que las cosas marchen apaciblemente, reduciendo al mínimo el caos y la confusión, y debe cuidar que su esposo coma con regularidad y se mantenga sano. La ropa de él debe estar ordenada y en buenas condiciones. Tiene que proteger religiosamente la hora de estudio de su marido. Y debe estar preparada para asumir la dirección de la familia cuando él está ausente.

            Una vez que la esposa del pastor esté segura de haber cumplido con sus obligaciones en el hogar, reconocerá que tiene una indiscutible responsabilidad hacia la iglesia y la comunidad, y debería aceptarla con el mayor entusiasmo.

            Edna Maye Loveless resume estos deberes en su libro By His Side con las siguientes palabras: “Creo que mi mejor contribución sería proveer un hogar tranquilo donde pueda realizar las tareas hogareñas. Mi esposo, ocupado con sus múltiples actividades, no debería encontrar tareas domésticas aguardándolo al regresar a casa. Podríamos decir que él es mi contribución a la comunidad (o a la iglesia)” (pág. 123).

Sobre el autor: Está casada con un pastor de Nebraska, Estados Unidos de Norteamérica.