Introducción

            Existen pocas historias tan cargadas de profundo dramatismo y especial significado como la de la peregrinación del pueblo hebreo y la posterior conquista de la tierra prometida. “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Cor. 10:11).

            Cuán terrible es pensar que un viaje de pocos meses duró cuarenta largos y mortales años, sólo por desconfiar del poder de Dios y entregarse a la idolatría, la infidelidad, la murmuración y la rebelión. No era el plan de Dios que se demoraran tanto. La demora se produjo por causa de los que debieran haber tenido más interés y apuro por llegar a la tierra prometida.

            Pero al fin llegaron al Jordán. Después de obedecer la invitación a “santificarse”, el Señor nuevamente obró “maravillas” en su favor. Cruzaron el Jordán y, después de tanta espera, por fin entraron en Canaán. Con entusiasmo y valor conquistaron la tierra. El libro de Josué es un emocionante relato de los rutilantes triunfos del ejército de Israel, siempre ayudado por la intervención milagrosa de Dios:

            El capítulo 4 describe la conquista de Jericó.

            El capítulo 8 explica la toma de Hai.

            El capítulo 10 relata la derrota de los cinco reyes.

            El capítulo 11 presenta una larga lista de otras tierras conquistadas.

            Aparentemente la victoria había sido ganada. “Tomó, pues, Josué toda la tierra… y la entregó… a los israelitas por herencia… y la tierra descansó de la guerra” (Jos. 11:23). Sin embargo, era una apariencia de victoria. “A pesar de que había sido quebrantado el poderío de los cananeos, estos no fueron completamente despojados” (Patriarcas y Profetas, pág. 546).

            Después de pelear ardorosamente, se cansaron. El espíritu de conformidad les hizo perder su agresividad. Se dedicaron a consolidar sus conquistas y luego reposaron.

Un mensaje desafiante

            De pronto vino un mensaje desafiante de parte de Dios que sacudió la inercia del pueblo y lo impulsó nuevamente a la acción: “Siendo Josué ya viejo… Jehová le dijo:… Queda aún mucha tierra por poseer” (Jos. 13:1).

            En otras palabras: “La conquista del país no ha terminado todavía. No debes conformarte con victorias parciales. Debes conquistar toda la tierra. No es hora de descansar y cantar victoria; es hora de seguir luchando ardorosamente. Esta demora puede ser fatal; los enemigos pueden rehacerse y reconquistar lo perdido”.

            Produce asombro leer los versículos 2 al 6 y comprobar la cantidad de tierra que quedaba por conquistar. Es increíble que se dieran por satisfechos con tan poco.

            Aunque el pueblo se conformaba con lo conquistado, el Señor deseaba darles la victoria total. Por eso los desafió a seguir la lucha y conquistar nuevas fronteras.

Aplicación a nuestra experiencia

            Apliquemos la experiencia del Israel antiguo al Israel moderno. Pensemos en nuestra división.[1] Hace 54 años partimos como división hacia la Canaán celestial. Por muchos años recorrimos el desierto de los resultados mediocres, hasta que en 1972 dimos un extraordinario paso al frente. Pasamos de 29.224 a 42.738 bautizados. Muchas Jericós fueron tomadas: México, Bogotá, Caracas, Trinidad, Panamá, Ibagué, San José de Costa Rica. Sin embargo, nos hemos estancado y estamos fluctuando entre los 45.000 y los 49.000 bautismos. Pareciera que también esta división “reposó de la guerra”.

            El Señor tiene para nosotros el mismo desafiante mensaje que antaño dio a Josué: “Queda aún mucha tierra por poseer”. ¡No podemos conformarnos con nuestras actuales fronteras! No ha llegado el momento de cesar la guerra de conquista. Pensemos en que la iglesia en todo el mundo bautiza en un año una cantidad de personas igual a la de los niños que nacen en un solo día.

            Sergio Franco, refiriéndose a toda la cristiandad, dijo: “La explosión demográfica irá reduciendo inexorablemente el porcentaje que el pueblo cristiano representa en el conjunto de la población mundial. A menos que a la explosión demográfica nosotros contrapongamos una explosión de evangelización, nos iremos reduciendo a la insignificancia, y llegaremos a ser una minoría que jamás cumplió su misión” (Evangelismo, un Concepto en Revolución, pág. 26).

            Sin lugar a dudas, necesitamos lanzarnos a la conquista vigorosa y rápida de nuevas fronteras.

            No es hora de empezar ni de continuar la obra: Es hora de terminarla. No es tiempo de avances tímidos y lentos: Es tiempo de dar pasos audaces y rápidos. Dice Elena G. de White; “Debemos mirar bien de frente nuestra obra y avanzar tan rápidamente como sea posible en una guerra agresiva” (El Evangelismo, pág. 27). “Somos demasiado estrechos en nuestros planes. Debemos tener mentes más amplias… Debemos apartarnos de toda pequeñez y hacer planes mayores” (Id., pág. 38).

            Nuestros blancos no pueden medirse por cientos o miles al año; debemos aplicar la aritmética del Espíritu Santo, que dice: “¡Miles en un día!”

            La Hna. White establece un magistral paralelo entre la historia de Israel y muestra experiencia: “Cuando los israelitas entraron en Canaán, no cumplieron el propósito de Dios de tomar posesión de toda la tierra.

            Después de una conquista parcial, se instalaron para gozar del fruto de sus victorias. Debido a su incredulidad y su amor a la comodidad, se congregaron en las porciones ya conquistadas, en lugar de avanzar para ocupar nuevos territorios. Así comenzaron a apartarse de Dios. Al no cumplir propósito divino, impidieron que el Señor les cumpliera la promesa de bendecirlos.

            “¿No está haciendo la misma cosa la iglesia de nuestros días? Con todo el mundo por delante, necesitado del Evangelio, los profesos cristianos se congregan donde ellos solos pueden gozar de los privilegios de la verdad. No sienten la necesidad de ocupar nuevos territorios para llevar el mensaje de salvación a regiones apartadas. Rehúsan cumplir el mandato de Cristo: ‘Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda criatura’. ¿Son menos culpables que la iglesia judía?” (Testimonies, tomo 8, pág. 119).

            Amados hermanos, quiera el Señor que al terminar de leer estas líneas salgamos como los apóstoles del aposento alto: Llenos del Espíritu Santo. Y así como ellos llevaron el Evangelio a todos los rincones conocidos del mundo, nosotros conquistemos hasta el último rincón de nuestra división. Vayamos de triunfo en triunfo a la conquista de nuevas fronteras, hasta que terminada la obra lleguemos a la frontera anhelada de la patria celestial.

Nuevas fronteras

            El gran desafío de la hora consiste en conquistar nuevas fronteras. Sacudir el conformismo y lanzarnos a un programa cada vez más enérgico, dinámico, creciente y triunfante de evangelización y conquista de almas.

Examinemos algunas de las nuevas fronteras que debemos conquistar:

  1. Nuevas fronteras de conceptos y convicciones.

            Las convicciones y los conceptos le dan forma a la acción. ¿Cuál es su concepto acerca de la obra más apremiante e importante de la Iglesia? Para Jesús no cabía duda alguna. Él dijo: “Mi comida es hacer la voluntad del que me envió, y acabar su obra” (Juan 4:34, Versión Latinoamericana bilingüe).

            Escuchemos estas acuciantes preguntas: “¿Cumplimos el ministerio de evangelización? ¿Sentimos la urgencia de esta hora, de una acción eminentemente evangelizadora? ¿Es para nosotros una consigna la palabra del apóstol Pablo: ‘Haz obra de evangelista’?” El mismo autor agrega: “No basta una obra pastoral de preservación. Hay que pasar a una de conquista y de evangelización”. El autor de estas citas no es la Hna. White ni el pastor Cleveland. Es el obispo católico Monseñor Manuel Larraín. (Ministerio de Evangelización, pág. 11.)

            Hermanos: Conquistemos la frontera de nuestra propia mente. Adoptemos el concepto de que la evangelización y la conquista de almas es lo más importante en Inter- américa.

  • Nuevas fronteras en los blancos.

            Ha pasado el tiempo de los blancos reducidos. Dice Elena G. de White: “El Señor nos ha concedido misericordiosamente un momento de tregua. Todo poder que nos ha sido prestado por el cielo ha de ser empleado en hacer la obra que el Señor nos asignó en favor de los que perecen en la ignorancia” (El Evangelismo, pág. 510).

            Nuestros blancos deben fijarse de acuerdo con el tiempo del fin en que vivimos, y de las promesas de conquistas extraordinarias que han sido profetizadas. Escuchemos: “El mensaje del tercer ángel avanzará, no en tono de susurro, sino con potente voz” (Id., pág. 503). “Durante el fuerte clamor, la iglesia, ayudada por las interposiciones providenciales de su exaltado Señor, difundirá el conocimiento de la salvación tan abundantemente que la luz será comunicada a toda ciudad y pueblo” (Ibid.). “Viene el tiempo cuando habrá tantas personas convertidas en un día como las hubo en el día de Pentecostés, después que los discípulos recibieron el Espíritu Santo” (Id., pág. 502).

            Creo que el único blanco aceptable para este tiempo es terminar la obra y marchar a paso seguro hasta la frontera de nuestra patria celestial.

  • Nuevas fronteras en cuanto a métodos.

            Es necesario darles nueva vida a los métodos antiguos e inventar y probar métodos nuevos que alcancen a decenas de miles. Con fe y valentía habrá que intentar grandes cosas. “Dios tendrá hombres que aventurarán cualquier cosa para salvar almas. Los que no quieran avanzar hasta que no vean claramente cada paso del camino que está delante de ellos, no serán de ningún beneficio en este tiempo para hacer progresar la verdad de Dios” (Id., pág. 51).

            Es urgente que desarrollemos la noción de que debemos avanzar para conquistar. Es preciso abrir obra nueva, penetrar en nuevos territorios, organizar nuevas iglesias y congregaciones.

            San Pablo ganaba almas, pero también ganaba iglesias. Dice Elena de White: “Según la instrucción que he recibido, no debemos estar excesivamente ansiosos por amontonar demasiados intereses en una misma localidad, sino que debemos buscar lugares en distritos alejados y trabajar en nuevos sitios” (Id., pág. 39).

  • Nuevas fronteras en inversión de fondos en favor de las almas.

            Hace años que no aumenta la cantidad de dinero dedicado a la evangelización. Necesitamos ejercer fe e invertir sumas crecientes con este fin. Por otro lado, no hay que asustarse porque se invierte dinero para evangelizar, ni criticar esto, puesto que es precisamente nuestro negocio. Rara vez oigo a alguien quejarse por los millones que gastamos en edificios, instituciones, oficinas, fábricas, máquinas, traslados, etc. Pero es común escuchar críticas por pocos centenares o miles que se gastan en lo que constituye nuestra tarea, es a saber, ganar almas preciosas. Incluso se ha oído a algunos aconsejar que no se evangelice por temor a los gastos.

            Evidentemente hay aquí una nueva frontera por conquistar. Hermanos: Convenzámonos de que no hay inversión mejor y más productiva que ganar almas. Al fin y al cabo, todo lo demás será pasto de las llamas del gran incendio final. La única inversión perdurable son las almas. “Los mismos medios que en forma tan cautelosa se invierten ahora en la causa de Dios y que son egoístamente retenidos, serán tirados dentro de poco con los ídolos a los topos y murciélagos. El valor del dinero pronto será subestimado, cuando la realidad de las escenas eternas se abra al entendimiento del hombre” (Id., pág. 51).

Nuevas fronteras en la división

            ¿Necesita nuevas fronteras nuestra división? Alguno podrá argüir: “¡Somos la división que más crece!” Ojalá tal razonamiento jamás frene nuestra marcha. Seguiremos adelante, conquistando nuevas fronteras, porque Jesús nos dio una clara orden de marcha que dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mat. 28:19). Seguiremos adelante con un programa de evangelización cada vez más agresivo y ardiente, porque “nuestro General, quien no comete nunca un yerro, nos dice todavía: ‘Avanzad, entrad en nuevos territorios: enarbolad el estandarte en todo país’… Nuestro santo y seña debe ser: ¡Adelante, siempre adelante!” (Id., págs. 512, 513).

            Es cierto que en las Islas Caimán hay un adventista por cada 21 habitantes. Es cierto que en Jamaica hay un adventista por cada 27 habitantes. Pero en México hay un adventista por cada 780 habitantes. En la división el término medio es de un adventista por cada 340 habitantes. Por eso proseguiremos realizando sin desmayos un programa de evangelización completo, abarcante y total.

            Para 1977 hemos trazado una nueva frontera: Con la ayuda de Dios queremos ganar mil almas por semana, o sea 52.000 en el año. Para 1980 queremos llegar a la frontera de los 600.000 miembros. En algún momento entre 1980 y 1985 esperamos que nuestra frontera sea de 100.000 almas en un año y un millón de miembros en la división.

            Sin embargo, la Hna. White puntualiza: “Debemos hacer algo que salga de la rutina ordinaria. Debemos cautivar la atención. Debemos manifestar un fervor implacable” (Id., pág. 94).

            Varias iglesias protestantes tienen evangelistas que celebran ciclos de evangelización a los cuales asisten entre 10.000 y 25.000 personas. Para qué mencionar a Billy Graham, que en Brasil reunió 200.000 personas y en Corea un millón. Seguramente una frontera por conquistar en nuestra división será la organización de ciclos de conferencias cada dos o tres años, a los cuales asistan entre 8 y 15.000 personas, y en los cuales se ganen de 1.500 a 2.500 almas.

Nuevas fronteras en las uniones

            En las uniones se trazan los planes generales para el avance de la obra. ¡Quiera el Señor concedernos administradores de unión y directores de departamentos con certera visión evangelizados, que no se conformen con poco, sino que se atrevan en el nombre del Señor a conquistar nuevas fronteras!

            La mayor parte de las uniones merecen felicitaciones por tener cada una de ellas un evangelista. Sólo unas pocas tienen que llegar todavía hasta esa frontera. Llamen al hombre más dinámico y de más éxito en la ganancia de almas, y pónganlo al frente de esta tarea.

            Sin lugar a dudas, todas las uniones deben alcanzar la frontera que implica invertir más dinero en evangelización. No teman hacerlo. Supriman gastos innecesarios y dediquen más fondos a la ganancia de almas. Muchas uniones están llegando a la nueva y emocionante frontera de invertir dinero para la evangelización por parte de los laicos. ¡Es una idea magnífica!

            Las uniones deben velar para que se conquisten las grandes ciudades. Cada capital importante necesita un gran templo y decenas de capillas más pequeñas.

            En el mundo, las naciones se unen en clubes. Está el Club Atómico de cinco naciones, el Club de París, la Comunidad Económica Europea, el Mercado Común Centroamericano. Quiero desafiar a las uniones de esta división para que participen de una aventura que implica una nueva frontera: Llegar a ser miembros del Club de los Valientes de David. Recordamos que las mujeres cantaban en homenaje a David por haber vencido a diez mil. Hasta ahora el único miembro de este club es la Unión Mexicana que ha bautizado más de 10.000 almas. Invito a las demás a avanzar hacia la frontera de los 10.000 bautizados.

Nuevas fronteras en los campos locales

            Las uniones trazan los planes de evangelización, pero los campos locales los ejecutan. La mayor bendición de un campo consiste en tener administradores y directores de departamentos con certera visión evangelizados, que no digan: “Vayan y hagan”, sino: “¡Vayamos y hagamos!”

            Ciertos campos de otras divisiones tienen dos y hasta tres evangelistas. Ojalá nuestros campos locales sintieran la necesidad de tener un evangelista que conquiste nuevos territorios e inspire a los obreros.

            La frontera más importante de un campo local es la conquista de nuevos territorios. Hay campos locales en nuestra división que tienen decenas de hermosas ciudades y pueblos en los cuales nuestra obra no está aún establecida. Administradores y obreros debieran reunirse y planear seriamente la conquista rápida de esas poblaciones. Un campo local de esta división está comprando una carpa para cada distrito con el fin de ir conquistando un pueblo tras otro. Existen ciudades enormes que por décadas se han conformado con tener una sola iglesia. Allí la nueva frontera consiste en conquistar la ciudad barrio por barrio.

            Por cierto, que este plan demandará más fondos. Pero la responsabilidad del administrador eficiente es precisamente obtener dichos fondos. Seguramente el plan de mayordomía puede ayudar a alcanzar esas fronteras.

            Asimismo, invito a los campos locales pequeños a formar parte del Club de los Mil Bautizados, y a los campos grandes del Club de los Tres Mil Bautizados. Para ello hay que hacer planes para desarrollar un programa total y permanente de evangelización agresiva

Nuevas fronteras para los laicos

            En la segunda guerra mundial los dirigentes alemanes mantenían la moral del pueblo asegurándole de que disponían de un “arma secreta” con la cual derrotarían rápidamente al enemigo. Por suerte para el mundo no llegaron a desarrollar tal arma. Pero cuando el avión norteamericano “Enola Gay” dejó caer el “arma secreta” sobre Hiroshima y Nagasaki, la guerra terminó en pocos días.

            Nosotros también tenemos una poderosa arma secreta que cuando sea usada acabará rápidamente la obra y dará el triunfo final al pueblo de Dios. ¿Cuál es esa arma? ¡Son los laicos! ¡La colaboración intensa y total de los laicos en la evangelización y la ganancia de almas es la verdadera nueva gran frontera que debemos lograr!

            El espíritu de profecía nos previene contra el error de pensar que la obra debe ser hecha solamente por los pastores: “Es un error fatal suponer que la obra de salvar almas depende solamente del ministerio… La idea de que el ministro debe llevar toda la carga y hacer todo el trabajo, es un gran error. El predicador no debe tener el sentimiento de que debe encargarse por sí mismo de toda la obra de predicación, trabajo y oración; debe educar personas que lo ayuden en ello en toda iglesia… Los pastores no deben hacer la obra que pertenece a la iglesia cansándose ellos mismos e impidiendo que otros desempeñen su deber. Deben enseñar a los miembros a trabajar en la iglesia y en la comunidad” (Servicio Cristiano, pág. 88).

            ¿Cuál ha sido el error que hemos cometido en el pasado? Unos pocos pastores han trabajado solos y desesperados, mientras los laicos observaban, descansaban y dormían. Waylon B. Moore asevera: “El 95% de los cristianos nunca conduce una sola alma a Cristo Jesús” (Evangelismo, un Concepto en Revolución, pág. 24).

            Agrega Sergio Franco: “El concepto del evangelismo que está ganando fuerza es un concepto revolucionario. El concepto es sencillo y puede expresarse de muchas maneras: El evangelizar es la tarea normal de cada hijo de Dios, y Dios espera que cada uno de sus hijos comparta a Cristo con los que no lo conocen. Este concepto, puesto en práctica, producirá una revolución en la iglesia, en el creyente, en la sociedad y en el mundo” (Evangelismo, un Concepto en Revolución, pág. 12).

            ¿En qué consiste la nueva frontera de los laicos? Ya en su tiempo el pastor Shuler decía: “La evangelización no es una obra para unos pocos especialistas: Es la obra que Jesús asignó a todos sus seguidores”

            (Public Evangelism, pág. 15). Un moderno evangelista adventista, John W. Foyler, lo ha expresado así: “El éxito en la evangelización depende no tanto de la habilidad de un evangelista, sino de la personalidad y actividad de la iglesia. Debemos recordar que la clave del concepto moderno de evangelización es el miembro de iglesia” (The Ministry, junio de 1971).

            Estimados administradores y pastores: He aquí la más emocionante y grandiosa frontera que debemos alcanzar: ¡Preparar miles y miles de laicos para terminar la obra junto con ellos!

            El concepto nuevo y revolucionario de evangelización consiste en preparar a los laicos para que se conviertan en directos y eficaces ganadores de almas. Cuando lo hagamos, ellos predicarán, darán estudios bíblicos, dirigirán clases bautismales y prepararán candidatos para el bautismo.

            Concuerdo con Sergio Franco cuando dice: “Poco a poco —como la obra del Espíritu Santo— los cristianos de todas las denominaciones están viendo que la evangelización es, propiamente, la tarea de los laicos. El concepto de la participación de los laicos en el avance del reino ha multiplicado por mil las fuerzas para la evangelización”.

            Ayúdenos el Señor a convencernos que la colaboración de los laicos es el secreto de la terminación de la obra. Lo más grande que podría ocurrir es que todos ustedes hicieran la firme decisión de unirse a los laicos en la ganancia de almas. Entonces se cumplirían las palabras proféticas de Elena G. de White: “Veía se a centenares y miles de personas visitando las familias y explicándoles la Palabra de Dios… El mundo parecía iluminado por la influencia divina” (El Evangelismo, pág. 507).

Conclusión

            Muy amados administradores, pastores y obreros que leéis estas líneas: ¡Gracias por todo lo que habéis hecho! ¡Pero recordad que aún queda mucha tierra por poseer! ¡No es tiempo para descansar de la guerra! Es tiempo de unirnos dirigentes, pastores y laicos, y lanzarnos con decisión a la conquista de nuevas fronteras.

            Recordad que ante la tierra prometida diez espías vieron gigantes, encontraron problemas y tuvieron miedo. Pero Josué y Caleb, que tenían “otro espíritu”, aunque vieron los mismos gigantes, confiaron en el poder del Omnipotente.

            Recordad que en la conquista de Canaán lo único que detuvo la carrera triunfal fue el pecado de un solo hombre. Solamente se reencontraron con la victoria cuando “limpiaron el campamento”. Recordad que tuvieron un doloroso fiasco en Hai, porque los cómodos recomendaron: “No fatigues a todo el pueblo, que vayan unos pocos” (Jos. 7:3). Pero el Señor dijo: “No temas ni desmayes; toma contigo toda la gente de guerra, y levántate, y sube a Hai” (Jos. 8: 1).

            Recordad que la conquista de Canaán se logró gracias a que “Jehová hará mañana maravillas entre vosotros” (Jos. 3:5), pero para merecer las maravillas era necesario santificarse primero.             Dios quiera que este mensaje nos ayude a gozar de una gloriosa experiencia.

Sobre el autor: Es el secretario de la Asociación Ministerial de la División Interamericana, y uno de los consejeros de esta revista.


Referencias

[1] Se refiere a la División Interamericana. Nota de la redacción.