¿Es posible tomar el pulso de una congregación para saber si esta viva? El autor piensa que sí, y sugiere cinco signos vitales para determinarlo.

Ciertos signos vitales indican que un cuerpo humano está vivo. Si la frecuencia de los latidos está entre 50 y 70 por minuto, la presión de la sangre es 120/80, el colesterol está por debajo de 200, y la temperatura es de 37° C, usted puede estar razonablemente seguro de que su cuerpo está sano. En las Escrituras, se compara a la iglesia de Cristo con un cuerpo humano. La interdependencia de los órganos del cuerpo, los miembros y los sistemas ¡lustra la estrecha relación y la unidad de la iglesia. ¿Habrá, entonces, signos vitales semejantes para una iglesia sana y en pleno crecimiento? ¿Puede usted tomar el pulso de una congregación para determinar si está viva? Yo pienso que sí y sugiero cinco signos vitales de una iglesia en crecimiento.

Signo vital N° 1: Un pastor espiritual con una fe dinámica y una visión evangelizadora. La persona clave en la experiencia del crecimiento de la iglesia es el pastor. La iglesia que tiene un pastor que cree que es la voluntad de Dios que su iglesia crezca y que el propósito de la iglesia es redentor, tendrá crecimiento. Si el crecimiento de la iglesia es apenas una de las opciones de la congregación o de los servicios de ella, éste será esporádico e irregular.

“La iglesia sirve de muchas maneras diferentes, sin embargo, nunca debe olvidar su tarea primaria e irrevocable: conducir a los hijos perdidos de vuelta al hogar paterno. Ganar a los perdidos es una función fundamental por medio de la cual la iglesia se reconstruye. La iglesia, tanto individual como colectivamente, está muriendo continuamente. A menos que se la recree ganando a los perdidos, fracasa en su mayor servicio a la humanidad, y pronto no habrá más iglesia”.[1]

Cualquier pastor que es sensible a la conducción del Espíritu Santo, que acepta con seriedad la autoridad de la Biblia, y que ora inteligente y sistemáticamente en cuanto a su conducción evangelizadora, podrá arreglar sus prioridades de modo que su iglesia crezca. El pastor debe permitir que el Espíritu Santo grabe profundamente en su alma el amor por la evangelización y la ganancia de almas.

A pesar de muchas diferencias en otras áreas, todas las iglesias en crecimiento en los Estados Unidos tienen por lo menos un ingrediente en común: un pastor a quien Dios está usando para producirlo.

W. A. Criswell, de la primera Iglesia Bautista en Dallas, Texas, atribuye el crecimiento de su iglesia a la predicación expositiva. En cambio, Roberto Schuller de Garden Grove, California, muy pocas veces predica un sermón expositivo: sus temas comunican el mensaje de que debemos ser positivos y pensar en las posibilidades que deseamos lograr.

James Kennedy, cuya iglesia Presbiteriana de Coral Ridge en Florida creció de 17 a 2.500 miembros en apenas doce años, atribuye el crecimiento a la visitación casa por casa y a la evangelización personal.

Esteban Olford en Nueva York penetra en las torres de departamentos por medio de la televisión. Ricardo Halverson encuentra que el desarrollo de pequeños grupos de koinonía en Washington, D.C., facilita el crecimiento.

La conclusión es que aunque se pueden establecer algunos principios fundamentales para el crecimiento, el pastor cuya alma es consumida por un deseo ardiente de salvar a los hombres y mujeres perdidos, el pastor que tiene fe para creer que gran cantidad de personas de su comunidad puede ser alcanzada para Cristo, el pastor que siente que Dios desea que mueva a su iglesia a la acción por medio de su ministerio, verá crecer a su iglesia.

Signo vital N° 2: Laicos bien movilizados y cuidadosamente organizados. En el verano de 1981 pasé cinco semanas en una gran campaña de evangelización en las Filipinas. Durante este corto período centenares asistieron a nuestras reuniones y más de 200 se bautizaron. De 1910 a 1960 la Iglesia Adventista creció lentamente en las islas. Alrededor de 1960 había 75.000 miembros. Sin embargo, en los siguientes veinte años la iglesia experimentó una gran explosión de crecimiento en la que la feligresía aumentó hasta 255.000. En su análisis, el Dr. Hermán Reyes, del Seminario Teológico de la División del Lejano Oriente, señala el esfuerzo de los laicos como el primero entre los factores que más influyeron en este crecimiento (45,7% de los que fueron encuestados señalaron este ítem como el factor principal en su conversión).

Permanece sin embargo el gran desafío: ¿Cómo se puede inspirar, adiestrar y equipar a los laicos para testificar? Durante muchos años prediqué lo que creía eran elocuentes sermones acerca de la testificación. Proclamaba: “Id”, y sin embargo la mayor parte de mis miembros no iban. Repetía las palabras de Jesús: “Seréis testigos”, pero la mayoría no testificaba. Predicaba del versículo de Isaías: “¿A quién enviaré?”, pero la respuesta no era: “Heme aquí; envíame a mí”.

Por ese tiempo leí un libro escrito por Dave Wilkerson, pastor de una iglesia suburbana en Philipsburg, Pennsylvania, donde describía su frustración y chasco por la dificultad de conducir a sus miembros a la testificación. Sencillamente, parecía que no podía moverlos. Todos sus sermones y su persuasión no lograban nada. Finalmente descubrió la raíz del problema. Su iglesia no entraría en un programa de evangelización agresiva a menos que él mismo tuviera un programa semejante. Destinó las noches del martes y jueves de cada semana para testificar. Visitando pistas de bowling y restaurantes en toda la ciudad de Philipsburg, salió a pescar para el Señor. Sus conversos comenzaron a aparecer en la iglesia. El relato de incidentes de testificación recientes llegaron a ser una parte regular del culto semanal. Los testimonios de vidas cambiadas electrizaron a la congregación. Dave Wilkerson ya no estaba presionando sencillamente a sus miembros para hacer lo que debían; era un ejemplo viviente de cómo hacerlo. Como resultado, su congregación se despertó. Este era también el método de Cristo. El enseñó a sus discípulos por su asociación con ellos. Ellos no oyeron hablar acerca de la evangelización; la vieron en acción ante ellos.

Cuatro pasos sencillos caracterizaron el programa de adiestramiento de Jesús: 1) compartía con sus discípulos la centralización de su misión y les enseñó cómo testificar. Aprendieron la teoría de la testificación. 2) Llevaba a sus discípulos consigo a las ciudades y campos donde testificaba. Lo observaban hacerlo. 3) Los envió de dos en dos para obtener experiencia directa. Practicaron lo que Él les había enseñado. 4) Evaluó su progreso y sugirió mejoras. Ellos le presentaron sus informes y continuaron aprendiendo. Mateo 4:19 resume el método de adiestramiento de Cristo. Llamando a los que había elegido para ser sus discípulos, Jesús les dijo: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”.

¿Quiere usted que su iglesia crezca? Estimule y patrocine la iniciativa laica. Adiestre a los laicos para el testimonio y el servicio.

Signo vital N° 3: Un ministerio diversificado e integral que apele a todos los sectores de la comunidad. ¿Ha notado usted la gran variedad de personas que vino a Jesús, y sus diferentes contactos con ellos? Por ejemplo, miremos el contraste entre Nicodemo (Juan 3) y la mujer junto al pozo (Juan 4). Uno era un hombre; la otra, una mujer. Uno era rico y educado; la otra, pobre y sin instrucción. Uno era judío respetado; la otra, una samaritana despreciada. Uno era religioso y vino buscando a Jesús, aunque de noche; la otra aparentemente no manifestaba interés en temas religiosos, se encontró con Jesús accidentalmente al mediodía.

Jesús se acercó a Nicodemo con un llamado espiritual directo: “Debes nacer de nuevo”. Se acercó a la mujer junto al pozo por medio de un contacto social. Sencillamente le pidió agua para beber. Mateo 9:35 describe la manera en que Jesús se acerca al mundo: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”.

La amplia variedad de métodos que Jesús usó y su preocupación por todas las dimensiones de la persona -física, mental y espiritual- atrajeron grandes multitudes hacia Él. Elena G. de White confirma este principio de un enfoque diversificado para el crecimiento de la iglesia con estas palabras: “Algunos serán atraídos por una fase del evangelio y otros por otra. Se nos instruye que debemos trabajar de modo que todas las clases sean alcanzadas”.2

En cada comunidad hay intereses muy diversos. La gran mayoría en cualquier comunidad no está normalmente preparada para responder a un enfoque espiritual directo; por lo tanto, el trabajo de un ministerio integral de la iglesia comienza con las necesidades percibidas por la gente y avanza siguiendo sus intereses. Sin embargo, la responsabilidad principal de la iglesia es el ministerio a aquellos en los cuales el Espíritu Santo ya ha producido una cierta receptividad. Este grupo debe consumir la mayor porción del tiempo de la iglesia.

Un ministerio integral y diversificado naturalmente conduce a la necesidad del siguiente signo de vitalidad en la iglesia.

Signo vital N° 4: Un plan maestro bien pensado, cuidadosamente organizado y en acción. Recientemente viajaba de Chicago a un seminario de crecimiento de la iglesia en el estado de Maine, con el vicepresidente de la Compañía Cuprífera Anaconda como compañero de asiento. Mientras viajábamos, conversamos acerca de los elementos que contribuyen al éxito en cualquier empresa, sea una iglesia o una industria. Comentó: “En nuestra compañía, los presidentes, vicepresidentes y todos los ejecutivos deben presentar cinco objetivos para el año siguiente, como también planes bien organizados para cumplir esos objetivos”.

En administración, el objetivo debe ser medible. De esta manera una iglesia en crecimiento, así como un negocio en expansión, debe desarrollar blancos medibles, alcanzables, y planes cuidadosos y meticulosos para alcanzar esos blancos.

Una de mis responsabilidades actuales es fomentar el crecimiento en las iglesias que están alrededor del Instituto para la Ganancia de Almas de la Unión del Lago, del cual soy director. Hace dos años nuestra escuela fue responsable de la iniciación de una iglesia en un área nueva de Chicago. A fines de 1980 esa iglesia tenía una asistencia de aproximadamente 90 miembros activos. Durante los últimos meses del año, la junta de la iglesia se reunió para establecer blancos para el año siguiente. Desarrollamos tres blancos básicos para 1981. Debido a que estábamos reunidos en una capilla pequeña, alquilada, nuestro primer blanco fue ubicar un lugar apropiado para conseguir una nueva iglesia ya sea por compra, haciendo planes para edificar, o por alquiler de otras instalaciones. Nuestro segundo blanco era aumentar la feligresía a 175 a fines de 1981, y el tercer blanco era lograr que el 50% de nuestros miembros estuvieran trabajando de alguna manera en alguna forma de evangelización.

Para realizar estos tres blancos establecimos una comisión de construcción, que se reunía regularmente, y que encontró un buen lugar. En momentos en que escribo esto, estamos a tres semanas de ocuparlo. Hemos comenzado una serie de programas de evangelización. El número de miembros ha crecido hasta 105, y la asistencia de esta semana pasada fue alrededor de 160 o 170, lo que hizo necesario que pusiéramos sillas en el pasillo de la pequeña capilla. Tercero, la iglesia se ha dividido en grupos, estamos dando clases de testificación, y estamos bien adelantados en el camino de lograr que el 50% de nuestros miembros estén trabajando en evangelización. En tres años nuestro blanco es llevar esta iglesia a 250 miembros, poseer nuestro propio templo, y luego alcanzar a las comunidades que están al sur de nosotros para establecer congregaciones hijas.

Para establecer blancos medibles, deben hacerse algunas preguntas básicas: ¿Cuál es el número actual de miembros? ¿Cómo hemos crecido durante los últimos cinco años? ¿Dónde queremos estar dentro de un año en términos de crecimiento? ¿Cuáles son nuestros blancos específicos de crecimiento para este año? ¿Dónde están las prioridades de nuestra iglesia?

Las iglesias pequeñas (y la mayoría de las iglesias son de esta categoría) tienden a marchar de crisis en crisis. Las reuniones de junta tratan de problemas tales como: ¿Cómo podremos damos el lujo de reparar la instalación sanitaria de los baños? ¿Cómo podemos arreglar el techo del templo? ¿Cómo podemos equilibrar el presupuesto de la iglesia? Y los problemas siguen y siguen. Antes que enfocar nuestra acción en las masas de personas perdidas y hacer planes para alcanzarlos, la iglesia tiende a centrarse en sí misma. Es necesario una planificación creativa para romper este muro de defensa. Cada miembro de iglesia debiera recibir instrucción en un sistema regular de trabajo. ¿Quiere usted que su iglesia crezca? Defina cuidadosamente sus planes. ¿Qué quiere usted alcanzar en la última mitad de este año? ¿En la primera mitad del año próximo? Sea específico, reúnase con su junta directiva, ponga sobre la mesa un almanaque, defina cuáles serán sus programas, planifíquelos y ejecútelos cuidadosamente.

¿Quiere usted que su iglesia crezca? Establezca un blanco de fe. Ponga el blanco y los pasos correspondientes en orden lógico. Desarrolle un cronograma para su realización. Designe comisiones. Repase las tareas que se encargaron y supervise la realización de ellas.

Signo vital N° 5: Dar prioridad a la ganancia de almas. Las iglesias en crecimiento son las que desean crecer, que tienen una pasión suprema por la ganancia de almas. Las iglesias en crecimiento son las que comprendieron claramente la misión que Cristo señaló en Lucas 19:10: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Una iglesia en crecimiento es la que reconoce claramente su misión redentora; la que mira al mundo a través de cristales teñidos de rojo por la cruz de Cristo y siente que los hombres y las mujeres sin Cristo están perdidos y destinados a la condenación eterna. Una iglesia que reconoce claramente su misión redentora en la comunidad realizará planes claramente definidos.

Pero hacer solamente planes es como tener un auto sin motor, un refrigerador que no está conectado con la corriente eléctrica. Se necesita una relación viviente con un Cristo amante para sentir la carga de las almas. Lucas describe la actitud de Cristo por los perdidos: “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella” (19: 41). Las iglesias en crecimiento se acercan a la gente, se mezclan con ellas en sus actividades diarias de la vida. Las iglesias en crecimiento sienten que hay un mundo perdido. Las iglesias en crecimiento tienen un amor más profundo por los perdidos que por sus propios problemas menores; sienten que la gran carga de Cristo es la redención de los perdidos.

Jesús está preocupado por las almas. Siente el dolor de cada víctima de cáncer que agoniza en el hospital, experimenta el dolor de cada mujer cuyo esposo la ha abandonado por seguir a otra. Comparte el dolor de cada madre cuyo hijo nació con una deformidad. Experimenta el horror de millares de refugiados de todas las tierras. En una forma en que ustedes y yo no podremos nunca comprender, Jesús soporta el dolor, la tristeza y la angustia de la raza humana entera. Por lo tanto, si su pueblo ha de ser como El y llevar sus cargas, deberá salir a buscar a los perdidos, comunicar el Evangelio de Cristo y verlos finalmente salvados en el reino de Dios.

Una iglesia que tenga esta visión y propósito tendrá todas las señales vitales de salud y crecimiento.

Sobre el autor: Marcos A. Finley es director del Instituto para la Ganancia de Almas de la Unión del Lago, Chicago, Illinois, Estados Unidos.


Referencias

[1] Donald A. McGavran y Winfield Arn, Ten Steps to Church Growth, pág. 32. 1 2 Medical Ministry, pág. 327.