Las declaraciones que se presentan en este artículo corresponden a D. E. Robinson, y fueron hechas en 1933. D. E. Robinson fue uno de los secretarios de la hermana White durante muchos años, y perteneció luego al directorio de Publicaciones White. Basándose en su experiencia personal de observación e investigación documental, el hermano Robinson describe la tarea que él y otros asistentes realizaron junto a la señora White en la preparación de sus trabajos para ser publicados.

Han circulado muchos informes y rumores en el sentido de que los ayudantes de la Hna. White fueron los responsables de una buena cantidad de pensamientos, o por lo menos de la belleza del estilo literario de algunos de sus libros. Siendo que muchos de los que oyen esos informes no están en condiciones de conocer los hechos por sí mismos, siento que es un privilegio dar testimonio de lo que he visto y conocido.

A principios de 1900, mientras estaba relacionado con el sanatorio Summer Hill, cerca de Sídney Australia, acepté la invitación de ir a trabajar al hogar de la señora White, que vivía entonces en Cooranbong, New South Wales. Al principio mi tiempo se dividió entre el trabajo taquigráfico para el pastor W. C. White y la transcripción a máquina de los escritos de su madre.

Una de las primeras tareas que me asignaron fue copiar el libro Palabras de Vida del Gran Maestro, próximo a publicarse. Así que escribía en la máquina a medida que la señorita Marian Davis -quien había sido por alrededor de 21 años una de las secretarias de la señora White- me dictaba.

Sobre la mesa, frente al lugar donde la señorita Davis leía, había una pila de pedazos de papel. Algunos eran del tamaño corriente para una máquina de escribir, pero muchos eran más pequeños, de diversas formas y tamaños. Ella leía mayormente de las hojas mecanografiadas. Sin embargo, noté que a veces leía una sentencia o un párrafo corto que ella misma había escrito en un pedazo de papel más pequeño. Al ver esto, pensé: “¿Será que ella, por sí misma, ha escrito esas porciones del libro?”

En ese entonces vacilé en preguntar o pedir información. Preferí observar cuidadosamente para ver si eso era cierto. Durante los quince años subsiguientes, una buena parte de los cuales trabajé en la casa de la señora White, pasé la mayor parte de mi tiempo copiando a máquina lo que se me leía, o transcribiendo las copias de otros dactilógrafos. Una mañana me entregaron una pila de manuscritos del puño y letra de la hermana White. Me pidieron que los copiara a máquina y corrigiese cualquier error gramatical que hallara. La mayor parte de ese trabajo consistía en párrafos breves o declaraciones sobre diversos temas.

Contrariamente a lo que se decía acerca de que la letra de la señora White era mala y apenas legible, desde el principio no tuve dificultad ni en leerla ni en hacer las pocas correcciones gramaticales que eran necesarias. Esta, mi primera tarea editorial para ella, constaba de tres manuscritos que totalizaron sesenta páginas a máquina. El trabajo se tituló: “Fragmentos” y “Jotas y Tildes”, y están ahora guardados en el fichero de manuscritos en la oficina de “Elmshaven”, bajo Mss. 41, 43, 44, 1900.

Desde entonces hasta hoy, cuando leo esos artículos no veo diferencia en el estilo literario de esos manuscritos y los que fueron copiados por otros secretarios. La razón es obvia. Ese era el estilo de la autora, no de ningún ayudante que haya actuado como redactor o copista. En esos manuscritos encuentro porciones que más tarde aparecieron en Testimonios para la Iglesia, tomo 6; El Ministerio de Curación, y Consejos para los Maestros, libros que fueron publicados más adelante por la señora White.

Los pensamientos no fueron cambiados

Durante los últimos años fue mi privilegio recibir centenares de páginas manuscritas por la señora White, para su publicación. Además, ayudé a otros secretarios en la preparación de copias para artículos que aparecieron en revistas y en algunos de sus últimos libros. Puedo testificar con buena conciencia que jamás tuve la presunción de añadir alguna idea propia, o de hacer otra cosa que no fuera seguir con cuidadosa escrupulosidad los pensamientos de la autora. Y lo que observé en el trabajo de mis secretarios asociados, así como mi confianza en la integridad de ellos, hacen que me niegue a creer que alguno haya cambiado los escritos de ella, a no ser las correcciones gramaticales, o quizás algunas trasposiciones para aumentar el efecto retórico, la claridad del pensamiento o el énfasis.

Cantidad de correcciones

El examen de los manuscritos revela que difieren mucho entre sí, tanto en la presentación como en la exactitud gramatical. En algunos casos es evidente el cuidado puesto en la escritura de cada letra y palabra, en el empleo de las mayúsculas y aun en la puntuación. En esos documentos fue necesario hacer muy poco trabajo editorial. Esto es verdad especialmente en el caso de las cartas que escribió durante sus primeros años de escritora, cuando no utilizaba los servicios de redactores.

En otros casos, la escritora revela urgencia. Hay pensamientos repetidos y sentencias en las que se encuentran errores gramaticales. Aun en esos casos, pocas veces hay dificultad en captar el pensamiento evidente de la autora. Por otra parte, al hacer las correcciones gramaticales, la fraseología original se mantuvo tan plenamente que el estilo característico de la autora no se vio afectado.

A veces, cuando debía ir por la mañana a la habitación de la hermana White, encontraba que se había levantado temprano y ya tenía muchas páginas listas que habían sido escritas tan rápidamente como la pluma podía deslizarse sobre el papel. Solía mencionarme alguna experiencia especial que había tenido la noche anterior, cuando algún mensaje se había fijado en su mente, y conversaba libremente acerca del tema del que había estado escribiendo. A veces sus percepciones eran muy intensas. Cuando leía detenidamente el manuscrito era evidente la presión bajo la cual había escrito. Los pensamientos eran claros, pero era necesario hacer más trabajo de redacción en esas ocasiones que cuando escribía sin urgencia. Ocasionalmente, si había preguntas con respecto al significado de lo que había escrito, sus ayudantes le consultaban.

La obrera de más experiencia, la que estaba más familiarizada con los escritos de la señora White, fue autorizada, para la preparación de artículos, a tomar una sentencia, un párrafo o una sección de un manuscrito, e incorporarlo en otro, cuando se trataba del mismo tema. Pero nunca la autorizaron a añadir pensamientos propios.

Cuando se recibían los documentos manuscritos de manos de los secretarios de la hermana White, primeramente se los copiaba a máquina, haciendo las correcciones que se consideraban necesarias. Después se los entregaba a la autora, quien los leía cuidadosamente y a menudo hacía más interlineaciones y agregados.

A partir de allí se hacían las copias definitivas, las que eran enviadas como cartas si el destinatario era una persona, o se las preparaba como un manuscrito, o como un artículo para algún periódico. Antes que cualquier documento fuera enviado desde la oficina, la señora White lo leía tal como había quedado en su estructura final, y ninguno de sus ayudantes hacía cambio alguno después que esos documentos habían sido revisados y aceptados por ella.

El trabajo de Marian Davis

Marian Davis, que murió en 1905, fue la más veterana de los obreros que trabajaron en la oficina de la señora White. Fue su asociada y ayudante durante 26 años. Como asociado, yo también puedo dar testimonio de la naturaleza y el carácter de su trabajo. Era una mujer instruida, una tenaz estudiosa de la Biblia, de profunda devoción y espiritualidad, escrupulosa en sumo grado. Físicamente frágil, poseía sin embargo un destacado vigor mental. Se caracterizaba por un amor y aprecio especial hacia lo bello, tratárase de la naturaleza, el arte o la literatura. Además, tenía una memoria privilegiada que le permitía recordar con notable facilidad los pasajes que había leído y localizarlos rápidamente, aun en la época cuando los manuscritos no estaban clasificados en el archivo.

Con una idea clara y amplia del tema y del material que podría usarse para un artículo o para el capítulo de un libro en preparación, a veces leía muchas páginas de manuscritos en busca del material apropiado o que pudiera ser adaptado. Generalmente lo subrayaba para que los dactilógrafos lo copiaran a máquina. Sin embargo, si encontraba una sentencia breve o una frase de especial belleza, la copiaba a mano del original -ella no escribía a máquina-, y la archivaba para insertarla cuando apareciera un lugar adecuado en los manuscritos en preparación. Así, por observación, encontré la respuesta satisfactoria a la pregunta que había surgido en mi mente cuando había visto que algunas porciones de los manuscritos de Palabras de Vida del Gran Maestro, que la señorita Davis me había dictado para que yo copiara a máquina, estaban escritos con su propia letra.

Recuerdo claramente las veces que entré en su oficina y la encontré arrodillada sobre el piso, ordenando muchas citas que había reunido para un capítulo del libro El Ministerio de Curación, preparando el material para leérselo a otro copista, así como algunos años antes había hecho conmigo.

El Deseado de Todas las Gentes

Basándose en rumores y acusaciones, nuestros críticos han declarado osadamente que Marian Davis “hizo la mayor parte del trabajo de El Deseado de Todas las Gentes”. Es cierto que la señorita Davis fue la correctora de originales de la señora White, y que ella hizo la mayor parte del trabajo de recopilación y ordenamiento del material. Pero no es verdad, como deducen los críticos, que ella escribió la mayor parte del libro.

Como El Deseado de Todas las Gentes se imprimió dos años antes que me conectara con el trabajo de la señora White, no puedo presentar un testimonio personal con respecto a su preparación. Como quiera que sea, no encuentro una razón valedera para pensar que haya habido gran diferencia en los métodos que se usaron para su preparación y los que se emplearon para Lecciones Prácticas del Gran Maestro. En realidad, este último se compuso con material acerca de la vida de Cristo que había sido puesto aparte -a causa de la abundancia del material reunido cuando se preparó El Deseado de Todas las Gentes.

Sé que la hermana White había traído de América sus primeros escritos acerca de la vida de Cristo, tal como se encuentran en Spirit of Prophecy, tomos 2 y 3, así como también sus artículos publicados en la Review y en otras revistas, durante los años en que el tomo 3 estaba en impresión. Allí también hubo nuevos manuscritos relacionados con las diversas fases de la vida de Cristo. Todo ese material fue valioso tanto para el estudio como para su aprovechamiento. Este, unido al que la señora White había escrito específicamente para el libro, constituyeron el abundante material original que la señorita Davis escogió y ordenó en armoniosa secuencia para formar el nuevo libro.

Pero no tenemos dudas acerca de la manera como se preparó el libro, porque en cartas que intercambiaron la señora White y la señorita Davis, escritas durante el período de preparación del mismo, encontramos muchas alusiones significativas referentes al trabajo. En ellas la señora White menciona con frecuencia el hecho de que estaba escribiendo específicamente acerca de la vida de Cristo, y también hay declaraciones muy definidas con respecto a lo que hacía la señorita Davis. En una carta escrita el 25 de octubre de 1895 al Dr. J. H. Kellogg, ella dice: “Marian está trabajando con desventajas muy grandes. Dispongo de poco tiempo para escribir acerca de la vida de Cristo. Continuamente estoy recibiendo cartas que demandan una respuesta, y no oso descuidar asuntos importantes que han llegado a mi conocimiento. Además hay que visitar iglesias, escribir testimonios personales y muchas otras cosas que deben ser atendidas, que pesan sobre mí y consumen mi tiempo. Marian toma con avidez cada carta que escribo, con el propósito de encontrar frases que pueda incluir en el material sobre la vida de Cristo. Ella ha estado coleccionando todo lo que tenga relación con las lecciones que Jesús enseñó a sus discípulos, de todas las fuentes posibles… Yo he decidido… dedicar todo mi tiempo a escribir los libros que sé que deben ser preparados sin más dilación. Quisiera escribir sobre la vida de Cristo, sobre la temperancia cristiana, y preparar Testimonio N° 34; porque se lo necesita mucho… Ud. sabe que mi constante tema tanto en el púlpito como en privado, con la voz o por la pluma, es la vida de Cristo” (Carta 41, 1895).

La belleza del estilo

A algunas personas les ha maravillado la extraordinaria belleza de lenguaje que hay en El Deseado de Todas las Gentes, y la han presentado como razón para cuestionar su autoría. La última frase de la carta recién transcripta, en la que dice que éste era uno de sus temas predilectos, proporciona una plausible explicación de la belleza fraseológica que se encuentra en el libro. La abundancia del material disponible y la profundidad de los sentimientos que la embargaban al escribir sobre ese tema, hizo posible la selección y reunión de los párrafos más hermosos que se encuentran en .tantos manuscritos y cartas.

Es bien sabido que algunas de las obras maestras de la literatura, de la poesía y de los himnos evangélicos producidos en todo el mundo se forjaron en el yunque del sufrimiento. Poco tiempo después que la señora White llegó a Australia, comenzó a sufrir de reumatismo, y durante once meses soportó constantes dolores. Acerca de esta experiencia, escribió: “He estado pasando una gran prueba de dolores, sufrimiento e impotencia, pero por medio de ellos he obtenido una experiencia preciosa, de más valor que el oro”.

Después de expresar sus sentimientos de desánimo por estar incapacitada para recorrer las iglesias con el propósito de visitarlas, dijo más adelante: “Esta falta de resignación me asaltó al comienzo de mis sufrimientos e impotencia, pero no se repitió cuando me di cuenta de que esa situación formaba parte del plan de Dios. Encontré que estando un poco acostada y un poco sentada podía ponerme en una posición que me permitía usar mis encogidas manos y, a pesar de sufrir muchos dolores, logré escribir considerablemente. Desde que llegué a este país he escrito seiscientas páginas. Durante los últimos nueve meses, muchas noches no pude dormir más de dos horas, y entonces, en esos períodos de oscuridad, me concentraba en mí misma. Pero oré, y obtuve grande y dulce consuelo al echar mi suerte junto a Dios… Estando con el Señor todo era luz. Jesús estaba santamente cerca, y hallé que la gracia que me daba era suficiente” (Manuscrito 17, 1893).

Así, a causa del sufrimiento, la señora White se vio confinada a su habitación durante casi un año. Allí estaba libre de una multitud de problemas que se le presentaban cuando viajaba y trabajaba públicamente. Allí, en la quietud de su dormitorio, tuvo la oportunidad de pensar mucho en cuanto a las visiones que el Señor le había dado. Estaba en condiciones de escribir con más sensibilidad que en otras ocasiones. Algunos de los pasajes más selectos de El Deseado de Todas las Gentes salieron de su pluma cuando no solamente estaba confinada a su habitación, sino en gran medida, a su cama. El secreto de su capacidad de escribir en un lenguaje tan hermoso se encuentra en tres frases que ya fueron mencionadas: “Jesús estaba santamente cerca”, “Pienso mucho en Cristo”, y “He escrito seiscientas páginas”.

Cooperación entre autora y compiladora

A veces, mientras el material sobre la vida de Cristo estaba en proceso de preparación, la señora White no estaba en su hogar. En esas ocasiones ella mantenía correspondencia con sus ayudantes. Se han preservado numerosas cartas que la señorita Davis escribió a la señora White. En ellas la pone al tanto del trabajo que estaba haciendo en la preparación de capítulos para el libro en perspectiva. En esas cartas, que no fueron escritas con la idea de que otras personas las leyeran fuera de su destinataria, la señora White, hay pinceladas incidentales que nos proporcionan conclusiones evidentes de los siguientes hechos:

  1. La señora White y la señorita Davis trabajaron estrechamente unidas en todo lo que tenía que ver con el planeamiento del libro: la señora White proveyendo los originales, y la señorita Davis reuniendo y ordenando el material que pudo encontrar en diversas fuentes.
  2. La señorita Davis dependía totalmente del material suministrado por la señora White. Cuando éste no estaba a mano, el trabajo quedaba detenido. No encontramos alusiones ni referencias a algún tema que haya sido escrito por la señorita Davis, pero sí, muchas que indican lo contrario.

La señora White escribió teniendo en cuenta ciertos capítulos que estaban siendo preparados por la señorita Davis quien, en adición al material nuevo que se estaba escribiendo específicamente para el libro, iba incorporando sentencias y párrafos suplementarios de otras cartas y de manuscritos anteriores.

Como ejemplos típicos de esas cartas de la señorita Davis citamos, sin comentarios, párrafos de tres de ellas escritas a fines de 1893 y 1895, mientras la señora White estaba en Nueva Zelandia y la señorita Davis permanecía en el hogar de aquélla, en Australia.

2 de agosto de 1893: “Ahora, acerca del libro: Estoy muy contenta de que esté escribiendo sobre los dos viajes a Galilea. Temía que no pudiera hacerlo. Ahora tengo una pequeña esperanza de recibir algo de Ud. pronto”.

18 de octubre de 1893: “¡Oh! Cuando veo que parece que estuviéramos en los círculos de un remolino que nos arrastra más y más hacia la gran consumación, anhelo que este libro salga a revelar a Cristo a la gente, para que lo vean tal cual él es en su belleza… Me sentiré muy contenta cuando podamos hablar acerca del trabajo. Surgen muchos puntos sobre los que quisiera preguntarle… Pronto le enviaré unos pocos capítulos más… Estoy realmente ansiosa de recibir algunos capítulos terminados y de que otros más sean completados”.

25 de noviembre de 1893: “Enviamos la carta para los obreros de Sídney al hermano ————————-. Era muy buena. Debo guardar todo el material general para mi álbum de recortes. Últimamente he empleado el material espigado de las últimas cartas, testimonios, etc. En algunas de las cartas al pastor Corliss he encontrado las cosas más preciosas. Para mí han sido como un almacén de tesoros. Hay algo en esos testimonios personales que fueron escritos bajo el dominio de sentimientos muy profundos, que llega al corazón. Me parece que el material reunido con este fin da al libro un Poder y significado que ninguna otra cosa le podría dar”.

Después que una parte de los manuscritos del libro habían sido enviados a la Pacific  Press, la señorita Davis encontró, en nuevas cartas, material que deseó añadir. Lo envió a California con la esperanza de que llegaría a tiempo para ser incluido en el libro.

1º de marzo de 1898: “He reunido cosas preciosas de esos nuevos manuscritos acerca de los primeros tiempos de la vida de Jesús. Envié una cantidad de nuevas páginas a California con el correo de Vancouver, y enviaré más para los últimos capítulos con el próximo correo. Dos de esos nuevos artículos sobre la obra misionera de Cristo se los di al hermano James para que los leyera en la iglesia. El sábado pasado leyó el que habla de la oportunidad cuando el Salvador renunció a su propia comida para dársela a los pobres.* Estas cosas son inexpresablemente preciosas. Espero que no sea demasiado tarde para incluirlas en el libro. Ha sido una fiesta trabajar en este tema…”.

Resumen

A la pregunta: “¿Cómo se prepararon los libros?”, podemos contestar sucintamente:

La señora White escribió mucho sobre una gran variedad de temas. Adicionalmente a lo que escribió específicamente para ciertos libros definidos, el editor del libro reunió para esos escritos -de manuscritos, cartas, reseñas de discursos y artículos aparecidos en revistas— otras gemas de pensamiento afines al tema. Trabajando juntas, la señora White y su editora planificaban los lineamientos del libro, capítulo por capítulo. Cuando llegaba a su fase final la señora White lo aprobaba y el material estaba listo para ser enviado a la imprenta. A medida que la señora White avanzó en edad, naturalmente, escribió menos y dependió más del caudal de material que ya estaba escrito. Exceptuando los últimos catorce años de su vida, escribió la mayor parte de los libros teniéndolos ella misma en mente. Pero ya fuera que los libros hubieran sido escritos específicamente como tales o que hubieran sido el fruto de la reunión y compilación de sus editores, la señora White, y no sus secretarios, fue la autora de los libros que se publicaron con su nombre.

Sobre el autor: Arthur L. White es miembro vitalicio de los Fideicomisarios de las Publicaciones de Elena G. de White y está preparando una biografía de su abuela.