¿Debemos tener cultos los domingos por la noche? ¿Cuál es su opinión? Es agradable salir de paseo con la familia durante ese día, jugar con los hijos y disfrutar de algo nuevo sin tener que preocuparse por la predicación de la noche. En consecuencia, es mucho más cómodo mantener cerradas las puertas de la iglesia los domingos por la noche, ¿verdad?

Algunos misioneros podrán considerar que los hermanos tienen la necesidad de estar con su familia, y que ya existen suficientes cultos los sábados y miércoles. Indudablemente se preguntarán: ¿Para qué otra reunión? En salvaguardia del aspecto económico se sentirán inclinados a inferir: no abriendo los domingos habrá menos gastos de electricidad, menos trabajo de limpieza, además… puedo acostarme más temprano a fin de estar bien descansado para las tareas del lunes.

¿Será ésa la actitud de un predicador que siente la responsabilidad de la urgencia por terminar la obra y el respeto por la sublime vocación como ministro de Dios, que debe manifestar amor por las almas que se pierden? ¡No! ¡no lo creo! Un ministro dedicado e inteligente buscará todos los recursos posibles para atraer a la mayor cantidad de almas, y los aplicará de la manera más sabia para rescatarlas del pecado y conducirlas al Reino de Dios.

En el afán de obtener ganancias, los hijos de las tinieblas instalan sus locales comerciales en los lugares más concurridos, los abren en las horas más transitadas, y los adornan para hacerlos más llamativos. ¿No se espera que los hijos de la luz sean más sagaces que los hijos de las tinieblas? Para Dios, un alma vale más que casas, terrenos y que toda la riqueza acumulada de la tierra.

El domingo por la noche es el momento en el que la mayoría de la gente está más inclinada a buscar con qué saciar su sed de algo mejor. Es el domingo por la noche cuando los cines están más llenos, los teatros más concurridos, las plazas y avenidas más frecuentadas. Cierto domingo por la noche, aquí en Miraflores, Lima, al pasar por casualidad frente a la iglesia católica ubicada en la plaza central, me quedé sorprendido al observar la cantidad de gente que había en la entrada, en los pasillos y en las puertas laterales. Me detuve para ver qué ocurría; se estaba celebrando la misa, eso era todo. Otro domingo por la noche pude observar que de la Iglesia Católica de Surquillo salía de misa una muchedumbre. Era tan grande que casi paralizaba el tránsito. Decidí verificar si las iglesias evangélicas tenían cultos los domingos por la noche; de las cuatro iglesias que visité entre las ocho y las nueve, tres estaban abiertas; la única cerrada era la anglicana. En las tres que estaban abiertas todos los asientos estaban ocupados y muchas personas estaban paradas.

Quedé pensando: ¡Qué TRAGEDIA la de los ministros adventistas! Tienen el mensaje de Dios para este tiempo y están cediendo a la tentación de cerrar las puertas de la iglesia los domingos por la noche. Si consideramos que la construcción del templo significa una inversión de veinticinco o treinta mil dólares en infraestructura; y que si este dinero hubiera sido ahorrado y puesto en una cuenta bancaria, nos hubiera dado un interés a plazo fijo de 7.500 dólares mensuales; y si consideramos además el sueldo de un hombre pagado con el santo diezmo, sólo para predicar con el fin de ganar almas; y… si ahora observamos la iglesia cerrada en la hora más apropiada de toda la semana para recibir a la gente, nos daremos cuenta por qué la palabra TRAGEDIA la he escrito con mayúsculas.

Mi hermano en el santo ministerio, ¿permitiremos que esta plaga de iglesias cerradas los domingos por la noche penetre en nuestros campos? ¡No, nunca! Levantémonos con valor contra esta ola de conformismo, tibieza laodicense y autocompasión. Dice la hermana White:

“El domingo puede dedicarse a diversas actividades que lograrán mucho resultado para Dios. Pueden celebrarse reuniones al aire libre y en las casas particulares. Puede trabajarse de casa en casa. Los que escriben pueden, en aquel día, redactar artículos para los periódicos. Cuando sea posible, se celebrarán reuniones religiosas, y se las hará intensamente interesantes. Hablad con fuerza y seguridad del amor del Salvador, y cantad verdaderos himnos de despertamiento religioso. Hablad de la temperancia y de la vida religiosa genuina. Aprenderéis así el arte de trabajar y alcanzaréis a muchas almas.

“Consagren los maestros de nuestras escuelas el domingo al trabajo misionero. Se me ha mostrado que así podrán desbaratar los planes del enemigo. Celebren los maestros, en compañía de sus alumnos, reuniones para aquellos que no conocen la verdad. Lograrán más así de cualquier otro modo” (Joyas de los Testimonios, t. 3, pág. 396).

Medita bien en lo que acabas de leer: reuniones “intensamente interesantes”, hablar “con fuerza y seguridad del amor del Salvador”, cantar “himnos de despertamiento”, hablar “de la temperancia y de la vida religiosa genuina”, “aprenderéis así el arte de trabajar y alcanzaréis a muchas almas”, “desbaratar los planes del enemigo”, “reuniones para aquellos que no conocen la verdad”, “lograrán más así que de cualquier otro modo”.

No hay que dudar de que si los evangelistas de éxito tienen sus iglesias llenas hoy, se debe a que aprovecharon los domingos por la noche de ayer. Y usted, compañero, ¿quiere fracasar o tener éxito?

Algunas técnicas para llenar las iglesias los domingos por la noche son las siguientes:

1.    Organice los programas para el domingo por la noche tal como sugiere la hermana White: que sean superinteresantes para la gente, con temas de cristianismo práctico.

2.    Cada domingo cree en los oyentes un interés y una curiosidad irresistibles para el próximo programa.

3.    Explote al máximo la sorpresa, lo inesperado, la curiosidad y el interés. Siga un tema, pero que haya siempre un programa variado. Por lo menos cada siete minutos presente una sorpresa, una diapositiva, un canto, una entrevista, algo raro y novedoso.

4.    Los sábados anuncie a la iglesia el tema del domingo. Explíqueles a los miembros de su iglesia por qué Satanás no quiere que la gente escuche lo que será presentado el domingo por la noche. No les pida que asistan, sino que inviten a toda la ciudad para escuchar su predicación; y usted ¡predique como un Lutero!

5.    Imagine previamente su auditorio, y tenga algo para todos: cristianos, ateos, indiferentes; jóvenes, ancianos, niños, adultos, sanos y enfermos, inmorales y fariseos, ¡letrados y eruditos, pobres y ricos, de la ciudad y del campo. Tenga seriedad y sonrisa; severidad y humor; y por encima de todo, motívelos para que vivan una vida mejor.

6.    Para las reuniones explote al máximo la publicidad: la radio, los periódicos, carteles, avisos, etc. Que toda la ciudad conozca que usted existe y que va a predicar sobre un determinado tema el domingo por la noche.

7.    La iglesia debe estar bien iluminada, tanto por dentro como por fuera. La luz atrae a la gente.

8.    Ore mucho.

Si sigue estos consejos le garantizo que tendrá éxito. En mi primer distrito misionero estaba con dificultades para llenar la iglesia los domingos por la noche, pero había una ancianita muy fiel que nunca faltaba a los cultos. Sin embargo, bastaba que yo empezara a hablar para que ella se entregara totalmente en los brazos de Morfeo (dios del sueño de la mitología griega); no sé qué predicador le enseñó esa costumbre. Un día leí que cuando los oyentes duermen hay que despertar al predicador, y decidí hacer de la hermanita dormilona, el termómetro de mi predicación. Mientras predicaba para toda la congregación, siempre tenía un ojo en la viejecita para no permitirle que cerrara los de ella; ustedes no pueden imaginarse cuánto me ayudó esta hermanita. Muchas veces me hizo volver a casa derrotado, pero inventé tantas cosas para mantenerla interesada que finalmente le gané; y cuando conseguí mantenerla despierta durante mi predicación, la iglesia estaba llena; los bautismos se multiplicaron, y consecuentemente los blancos se tomaron más livianos. Ella no sabe cuánto me ayudó; el presidente del campo pensó que yo era un genio, pero nunca supo lo que la ancianita había significado para mí.

Apreciado hermano predicador, no sea usted un fracasado; piense, arrodíllese, abra las puertas de su iglesia los domingos por la noche. ¡Invite a las multitudes a escucharlo! ¿Por qué predicar para cien si puede hacerlo para mil? Siga el consejo del espíritu de profecía. Que el Señor lo colme de bendiciones.

Sobre el autor: El pastor Henrique Berg es presidente de la Unión Incaica.