El viejoedificio de la iglesia se veía sediento de una fresca mano de pintura. El pastor reclutó a seis voluntarios que prometieron hacer el trabajo. Pero fallaron en hacerlo, aun después de repetidas súplicas. El emprendedor ministro recibió entonces una inspiración algo menos que divina. Dividió el edificio en seis secciones ¡guales y pintó en cada una de ellas (con letras de un metro de alto) el nombre del voluntario. ¡En un tiempo increíblemente corto la iglesia resplandecía en toda su belleza recién pintada!

            Más de un ministro ha deseado tener tales impulsos de creatividad para solucionar un problema difícil o encarar una necesidad imperiosa. A veces la respuesta viene casi sin esfuerzo.

            Más a menudo viene con dificultad, si es que viene.

            ¿Qué diremos de aquellos que parecen disponer siempre de una habilidad creativa inusual? ¿Cómo lo hacen, y por qué no podemos comandar nuestros poderes mentales para cumplir empresas similares?

            La verdad es que podemos. Todos nosotros. Demasiado a menudo hemos caminado con dificultad, pensando equivocadamente que Dios ha dotado intelectualmente sólo a unos pocos individuos con el don de la habilidad creativa superior. Pero un educador escribe: “Los estudios indican que la creatividad y el intelecto brillante no siempre se corresponden. Las personas creativas nunca son simplotes; pero no son muchas las personas que tienen una memoria o cociente intelectual fenomenales que sean altamente creativas. La mayoría de las personas creativas parecen tener una inteligencia de moderada a elevada”.[1]

            ¡Hay esperanza para usted y para mí, hermano Pastor Promedio!

Creatividad humana

            En las últimas dos décadas, los científicos sociales han estado examinando seriamente el enigmático proceso de la creatividad humana. Sus resultados llenan las páginas de más de 1.500 tesis doctorales y 2.000 libros.

            ¿Qué es la creatividad?

            Arthur Koestler la ha definido como “disociación”, la combinación de dos hechos o ideas no interconectados en un nuevo concepto. Por ejemplo, no es demasiado creativo combinar detergente y agua para lavar la ropa. Pero tome ese mismo detergente y póngalo en el agua con la que riega un árbol cortado, como los pinos que se ponen en casa para Navidad. El árbol absorberá más agua y durará más. Esto es “bisociación”, y sigue un esquema predecible, de acuerdo con los que lo han estudiado.

            Por supuesto, de vez en cuando alguien tropieza accidentalmente con una idea nueva y creativa. Durante la guerra civil de Estados Unidos, dos hombres fueron contratados por el gobierno norteamericano para hacer velas y jabón para el ejército. A fin de hacer frente a la tremenda demanda, desarrollaron maquinaria automática y varios turnos diarios de trabajo. Una noche, uno de los operarios se durmió y dejó que el mezclador de jabón batiera la fórmula demasiado tiempo. Tratando de cubrir el error y evitar pérdidas, sus compañeros enviaron el jabón batido a un lugar bien lejano, donde esperaban que nadie podría notarlo o importarle. ¡Pero los soldados lo notaron -y pidieron más! Les gustaba, porque flotaba en el agua. Un accidente permitió descubrir el jabón flotante.

            Bajo condiciones normales, sin embargo, la creatividad sigue un esquema predecible que, como obreros cristianos, podemos usar con ventaja o mucho más de lo que lo hacemos. Nadie ha mejorado mucho la descripción que Graham Wallas hizo en 1926 del proceso creativo. El bosquejó cuatro pasos:

  1. Preparación. En un momento dado, toda nuestra experiencia anterior entra indirectamente en la preparación para el pensamiento creativo. Más directamente, podemos alimentar conscientemente con información a nuestras mentes para prepararnos para las etapas subsiguientes. Esta es la porción activa de la creatividad.
  2. Incubación. En esta etapa, la mente se coloca pasivamente en punto muerto. Mientras dormimos, descansamos o distraemos nuestra atención con otros asuntos, el subconsciente continúa trabajando. Durante esta etapa nuestra mente se convierte en un jardín donde las ideas crecen, se desarrollan y maduran.

            Susy, una niña de siete años, no podía volver a enhebrar el cordón con que ataba los pantalones de su pijama. Incapaz de solucionar el dilema, lo dejó de lado. Más tarde, mientras sacaba un cubito de la heladera, la respuesta llegó. ¡Moja el cinturón, congélalo en forma de círculo, y enhébralo en el pantalón! Más de una idea bastante aceptable para algún sermón ha madurado en el jardín de la mente del ministro… ¡quizá mientras jugaba con sus hijos!

  1. Iluminación. “¡Eureka! ¿Por qué nunca había pensado en esta forma de desarrollar este pasaje antes?” “Parece natural ahora organizar nuestra escuela sabática de esta manera”. “¿Cómo pudimos pasar por alto esa variante tan obvia en nuestro programa de edificación?”
  2. Verificación. ¿Tiene mérito la nueva idea? ¿Funcionará? ¿Podrá producir los resultados deseados? En este punto debemos ver si nuestra idea puede pararse sobre sus propios pies.

Creatividad divina

            Aunque el análisis anterior de la creatividad parece ajustarse a los hechos, no debemos dar todo el crédito a la mente del hombre desprovista de ayuda. Antes de que el hombre comience a pensar creativamente, Dios ejercitó su genio creativo. “En el principio creó Dios” (Gén. 1:1). Antes de que algo fuera, “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (vers. 2).

            El Espíritu de Dios dotó tempranamente incluso a hombres paganos de ciertos dones creativos. A Jabal le dio experiencia en el manejo de animales (Gén. 4: 20); a su hermano Jubal, excelencia en la interpretación de instrumentos musicales (vers. 21); a Tubal-caín el conocimiento de la metalurgia (vers. 22). Ninguno de estos hombres o sus descendientes podría haber ejercitado estas habilidades creativas en la forma como lo hicieron sin la ayuda del Espíritu.

            El Espíritu de Dios da el conocimiento que podría faltarnos de otra manera, ilumina nuestros intelectos oscurecidos e impregna nuestras mentes con la verdad. Ningún científico hizo alguna vez un descubrimiento, ningún filósofo expuso una teoría, ningún matemático llegó alguna vez a una fórmula, sin la existencia del espíritu creativo.

            Algunos comparten la gloria con El; otros no. Pero todos disfrutan su influencia. Nosotros, que hemos abierto nuestras mentes y corazones a su plenitud, debiéramos disfrutar especialmente el beneficio de su ayuda.

            Algunos escritores seculares admiten esta influencia divina. Uno escribe: “Es [la creatividad] un proceso del pensamiento significativamente diferente -que involucra imaginación, emoción, juego y descanso del consciente así como el misterioso elemento de la iluminación, lo que algunos pensadores religiosos llaman ‘gracia’”.[2]

Creatividad ministerial

            Si usted es como yo, nunca se ha considerado, precisamente, un innovador. La mayoría de mis ideas son, según creo, de segunda mano. John E. Gibson escribe: “A menudo una persona simplemente no ha pensado nunca de sí misma como creativa, y esto forma un esquema mental que la inhibe para tratar siquiera de explorar su potencial creativo”.[3]

            Pero recuerde, no necesitamos respirar el aire de los genios para ser creativos. Todos nosotros somos más sagaces de lo que pensamos, y hay varios pasos que podemos dar para incrementar nuestra creatividad. ¿Cómo puede usted como ministro incrementar su potencial creativo?

  1. Mantenga abiertos los canales de su mente. No se oxide por la inactividad ni se endurezca por la estrechez de mente. Los científicos que estudian la conducta social han determinado que la creatividad decae después de la adolescencia. La llegada de las responsabilidades adultas, la conciencia de la aprobación del grupo y el temor al fracaso contribuyen a su declinación. Usted podría ser mucho más creativo si fuera capaz de reavivar y mantener la curiosidad infantil.

            Después de tratar infructuosamente por una hora de rescatar la ranita mascota de su hijo de una angosta grieta, el padre se dio por vencido. Lo había intentado con una vara larga, con una soga con un lazo en la punta y finalmente con una lata atada a una cuerda… todo sin éxito. Unos minutos más tarde su hijito de cinco años ¡apareció con la rana! Simplemente había hecho flotar la rana hacia la libertad ¡con la manguera del jardín! ¡Quién sabe cuán sencillamente algunos de nuestros “tremendos” problemas podrían resolverse si pudiéramos traer a ellos la frescura de la infancia!

  • Considere toda solución posible. No se satisfaga con la primera idea que aparece en la superficie. A menudo he bosquejado rápidamente un sermón basado en un texto de la Escritura. Pero encontré que, al continuar pensando, generalmente se produce algo mejor. (Desde luego, a veces las primeras ideas son las mejores.)

            Se supone que fue George Bernard Shaw quien, dijo: “Muy poca gente piensa más de una o dos veces por año. Yo me he hecho de una reputación internacional pensando una o dos veces por semana”. Si usted piensa realmente, aún una o dos veces por semana, usted será creativo.

  • Expanda su depósito de conocimiento. La mayoría de las así llamadas nuevas ideas son realmente sólo la combinación de las ya existentes. No hay, después de todo, nada nuevo bajo el sol. Así, la creatividad requiere depósitos regulares en su banco de ideas. Usted nunca sabe cuándo una observación introducida en la mente regresará con intereses cuando se necesite en el futuro. Lea mucho, observe con detención, analice deliberadamente.
  • Asédese con gente que expanda su mente. Estudios realizados en la Universidad de Georgia hallaron que aunque “para algunos individuos altamente creativos la presencia de otros individuos de baja creatividad estimularon su funcionamiento creativo… para otros individuos altamente creativos la presencia de un individuo de baja creatividad deprimió su funcionamiento creativo”.[4]

            Stephen Olford, pastor por muchos años de una iglesia metropolitana en Manhattan, confesó que aprovechaba cada oportunidad que podía de reunirse con grandes hombres y mujeres que pasaban por Nueva York. Quizás usted no puede tener la oportunidad de un estímulo intelectual tal como el que Olford disfrutaba, pero usted puede todavía practicar el mismo principio en una escala menor. Saque ventaja de los conferenciantes o predicadores que visitan su área. Lea libros. Escuche casetes. Hasta el tiempo ocupado con un colega en una ciudad cercana puede estimular ideas creativas por medio del diálogo y el compañerismo.

            Busque personas que le ayuden a expandir su mente, ampliar sus horizontes y desafiar su potencial creativo. Haga lo que pueda para expandirse.

  1. Escriba todo. Mi creatividad fluye mejor en algunos momentos que en otros. En la mañana, frente al espejo, mientras me afeito, encuentro que las ideas a menudo se atropellan unas a otras tratando de ganar mi atención. Aparentemente, mi subconsciente continúa trabajando mientras duermo, y cosecho los resultados en los primeros minutos del día. La última porción del día, después de irme a la cama, a veces rinde una productiva cosecha de ideas.

            Pero a menos que registre regularmente lo que mi mente produce, me arriesgo a perder una idea valiosa para siempre. ¡Nunca dependa de recibir una iluminación dos veces! Yo he registrado pensamientos en cualquier cosa, ¡desde mapas hasta papel higiénico! En muchas oportunidades me he arrepentido de no haberme levantado y encendido la luz para registrar en el papel una idea que pasaba. Escribir las ideas es un hábito de incalculable valor, digno de ser establecido y mantenido.

  • Esté dispuesto a correr el riesgo de fracasar. Nunca logrará nada si teme excesivamente el fracaso. ¡Arriésguese! ¡No diga NO a ninguna posibilidad creativa! ¡Arriésguese a lo no usual! Tomás Edison, que registró 1.093 patentes americanas, dijo cierta vez: “Lo probaré todo – ¡aún el queso Limburger!” De manera que, si usted se considera a sí mismo un vendedor de segunda mano de pensamientos usados, si piensa que su papel es adaptar lo que otros crean, piénselo otra vez. Usted puede no ser un genio. Puede que nunca sea un gran inventor, artista o músico. Su nombre puede estar lejos de convertirse en una palabra doméstica. Pero usted puede ser creativo.

Sobre el autor: Pastor de la Iglesia del Nazareno de Texarkana Norte, Texas, Estados Unidos.


Referencias

[1] Albert Rabil, Sr., “How Does Creativity Happen?”, Education Digest, October, 1978, pág. 9.

[2] Rabil, loe. cit.

[3] John E. Gibson, “What You Should Know About Creativity”, Family Weekly, September 24, 1978, pág. 27.

[4] Gribson, loc. cit.