Una estrategia para enfrentar el problema de la apostasía

Introducción

            El autordel libro Basic Evangelism (Evangelización Básica) hace la siguiente declaración: “La evangelización incompleta es el fracaso más costoso de la iglesia”. ¿Qué quiere decir con “evangelización incompleta”? Responde a esto diciendo: “La evangelización que se detiene con la conversión es incompleta y no cumple cabalmente su propósito original”.[1]

            ¿Por qué tal clase de evangelización es un fracaso? Pues es semejante al pescador que después de haber luchado con las olas y el mar, abandona el pescado en la playa; o al agricultor que siega el grano y luego lo deja a la intemperie para que se pudra. Tal evangelización significa perder el resultado de todos los esfuerzos realizados, en el mismo momento en que los frutos más justifican esos esfuerzos. Observemos algunas estadísticas:

            ¿Por qué la evangelización incompleta es el fracaso más costoso? Hay dos aspectos en este interrogante. Primero debe darse consideración al costo material. La ganancia de almas implica una gran inversión de dinero. Las almas son para la iglesia lo que los peces para los pescadores o el grano para los agricultores. Por esto, todas las inversiones hechas en un año por una iglesia, asociación, unión, división, o por la Asociación General, divididas por el número de miembros nuevos, nos da el costo per capita de los miembros recibidos. Es un gran monto, pero además hay que tomar en cuenta la pérdida en el posible ingreso de fondos. Por ejemplo, en 1978 el diezmo anual per capita en Norteamérica fue de 374,36 dólares. La pérdida de 12.337 miembros significó 4.712.818 dólares de diezmos no recibidos. Por esto, la evangelización incompleta es un fracaso costoso.

            Segundo, se debe pensar en el valor espiritual comprometido. Lo anterior es sólo una ilustración, porque las almas nunca pueden ser compradas con el dinero. El único asunto importante es el costo eterno de un alma. Se nos ha dicho que “la muerte del Hijo de Dios en el Calvario es la medida de su valor”,[2] y que “solamente a la luz de la cruz puede calcularse el valor del alma humana”.[3] ¡Cuán elevada- mente calcula el Cielo el valor de una sola persona salvada! ¡Cuánto dolor habrán producido en el cielo esas 218.000 almas perdidas! Por otra parte, una persona que abandona el mensaje está perdiendo no sólo cincuenta, o cien, o miles de años de felicidad y gloria, ¡sino una eternidad! ¡Qué terrible pérdida!

            La evangelización incompleta es, realmente, el fracaso más costoso de la iglesia. De cualquier modo, creo firmemente que la comprensión de la apostasía y la búsqueda de soluciones deben tener, para la Asociación Ministerial y la iglesia entera, una prioridad tan sobresaliente como lo es el bautismo, y por supuesto, mayor importancia que cualquier otro problema que la iglesia pueda encarar.

            Comprendamos cabalmente la situación

            Si deseamos enfrentar el problema de la apostasía con inteligencia y éxito, necesitamos comprender ciertos asuntos relacionados entre sí.

            La naturaleza de la iglesia

            La iglesia es tanto un organismo divino como una organización humana. A causa de que ella es el cuerpo de Cristo, la novia para el esposo, el edificio divino, la iglesia es perfecta, un “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Ped. 2: 9), “la niña de su ojo” (Zac. 2: 8). Pero, al ser una organización formada por humanos y dirigida por humanos, es a veces como Laodicea, “desventurada, miserable, pobre, ciega y desnuda” (Apoc. 3:17). Eventualmente el cuerpo enferma, el edificio se deteriora, la novia brinda su afecto a otros amantes. En tanto que los miembros de la iglesia son “los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1 Cor. 1:2), con todo, porque son humanos y viven en un mundo pecaminoso, la naturaleza camal a menudo se impone sobre la naturaleza espiritual.

            La iglesia existe por razón de un mundo pecaminoso para salvar. No obstante, el mundo es el peor enemigo de la iglesia. Un bote existe porque existe el agua. Al mismo tiempo, el agua puede ser el peor enemigo del bote. Una grieta en el bote puede permitir que el agua entre y cause el naufragio. Del mismo modo, la iglesia debe sostener una lucha constante para mantener una separación entre ella y el mundo. El cristiano como individuo también tiene esta misma lucha.

            Apostasía

            Cuando aparece una grieta en la vida de un individuo, los hábitos de oración declinan, la asistencia a los servicios divinos llega a ser más formal y menos regular, y comienzan a surgir otros conflictos. Estos mismos síntomas son visibles cuando el mundo invade a la iglesia. Consciente o inconscientemente los valores son cambiados, y como resultado, la pasión por las almas muere, y la institución llega a tener más relación con los presupuestos que con la gente. Se produce un estancamiento en el crecimiento y finalmente una declinación.

            Una iglesia en tales condiciones llega a ser o una estructura sin puertas -encerrada en sí misma, inactiva- cuya feligresía gradualmente se asfixiará, o un edificio con dos puertas -una en el frente por donde entrarán los miembros recibidos, y otra en la parte de atrás responsable de las apostasías.

            Algunas iglesias carecen de la amplia puerta principal de la evangelización. El crecimiento es imposible. El resultado inevitable es la disminución de la feligresía y de la vitalidad espiritual. Otras iglesias, como resultado de una evangelización incompleta, dejan la puerta trasera abierta. Durante los años 1976 a 1978, 218.642 miembros usaron esta puerta. Esto equivale a mil iglesias de 218 miembros cada una, o sea, más de una vez y media la feligresía de la División Australiana.

            Reavivamiento y reforma

            Los remedios para las enfermedades de estas dos clases de iglesia son bien conocidos: reavivamiento y reforma, bajo la dirección y el poder del Espíritu Santo. El reavivamiento abrirá una gran puerta que permitirá la entrada de aire fresco y luz para los organismos moribundos. Traerá nueva vida, nuevo gozo y nueva canción al corazón de los miembros debilitados. Tal experiencia no puede ser guardada en secreto; debe ser compartida con otros, que, a su vez, podrán gozar esta misma bendición. Los resultados serán decisiones por Cristo y bautismos.

            Hay algunas cosas que obstruyen la puerta delantera. Elena G. de White habla de “miembros de la iglesia que nunca han sido convertidos” y de “aquellos que una vez estaban convertidos, pero se han descarriado”,[4] como obstáculos a la actividad de Dios para atraer nuevos miembros a la iglesia. También se refiere a los que profesando “creer en Cristo sacan a relucir gran cantidad de escoria, que obstruye el camino de la cruz”,[5] y urge a la iglesia a “despejar el camino del Rey”.[6]

            Además, hay otras cosas que abren la puerta delantera. Elena G. de White habla de veinte convertidos en lugar de uno cuando la iglesia esté purificada,[7] y cien donde ahora tenemos uno “si quisiéramos humillarnos ante Dios, ser amables, corteses, y compasivos”.[8]

            La reforma es el remedio para la iglesia de dos puertas. La gente deja la iglesia cuando no experimenta en la vida real dentro de la iglesia lo que se les ofreció por medio de la teoría de la verdad. Un estudio realizado entre más de mil apóstatas en la División Sudamericana algunos años atrás, mostró que las personas no dejan la iglesia por causa de desacuerdos doctrinales. Como prueba, el 93% no se unió a ninguna otra denominación; la mayoría de ellos continúa defendiendo las doctrinas. Muchas de las razones dadas para su separación de la iglesia estaban relacionadas con alguna situación dentro de la congregación que o les repelió o les impidió una nutrición normal.

            No se encontró la causa real de las apostasías, entonces, en las creencias de la iglesia, sino en cómo viven sus miembros lo que creen. Elena G. de White dice: “El mundo no se convencerá tanto por lo que el púlpito enseña como por lo que la iglesia vive. El predicador anuncia la teoría del Evangelio, pero la piedad práctica de la iglesia demuestra su poder”.[9] De este modo, la solución para la apostasía y para la evangelización fructífera es la reforma en la vida de la iglesia.

            Se necesita hacer, sin embargo, unas pocas preguntas en este punto: (1) ¿Cuándo ocurrirá esta experiencia y dónde? (2) ¿Cómo comenzará? (3) ¿Cuál es la iniciativa que hay que tomar para que germine? (4) ¿Cuáles serán los resultados en la vida de la iglesia? y (5) ¿Cómo podemos saber si una experiencia particular es verdadera o es una falsificación? Como no es posible responder todas estas preguntas una por una, permítanme hacerlo en conjunto.

            Un hombre ciego estaba sentado a la orilla del camino. Al escuchar que Jesús se aproximaba, comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí!” Esta petición era muy vaga y Jesús le pidió que fuera más específico: “¿Qué quieres que haga por ti?” ¿Por qué le hizo Jesús esta pregunta? ¿No sabía cuál era el problema? Juan dice que Jesús “no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (Juan 2: 25). Jesús quería escuchar un reconocimiento pleno del problema o la necesidad particular que este hombre enfrentaba.

            A menudo nuestras oraciones por el reavivamiento y la reforma son tan vagos como lo fue la petición del hombre ciego. Decimos: “Señor, envía un reavivamiento”. Entonces Jesús se nos acerca y pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?” Él sabe todo acerca de nosotros, pero quiere que reconozcamos nuestras necesidades. Esta es la clase de iniciativa humana que debe seguir a la divina.

            Dios quiere un reavivamiento en su iglesia. El poder del Espíritu Santo que puede producir tal reavivamiento está esperándonos. Sin embargo, un prerrequisito clave es la disposición de la iglesia a hacer su parte para preparar el camino para la actividad del Espíritu Santo. Dios produce las plantas y el fruto, pero el hombre ara el terreno, siembra la semilla, y cuida el proceso completo. Dios no hace crecer naranjas en todos lados sino sólo donde el hombre plantó naranjos. Su poder actúa tanto en el campo abandonado como en el jardín hermoso. El poder de Dios está siempre actuando en la iglesia. No obstante, una iglesia puede experimentarlo mientras que otra cercana está seca. Quizá lo que le falte a la segunda iglesia sea la iniciativa humana que prepara el camino para que el Espíritu de Dios actúe. La culpa no es de Dios sino del hombre.

            Por lo tanto, la apertura de una puerta necesaria y la clausura de una nociva es obra que los hombres deben iniciar después de escuchar el llamado de Dios para realizarla. ¿Cómo se puede hacer esto en la vida real de una congregación? Durante los últimos años hemos estado trabajando en un programa con tal objetivo. Déjenme describir lo que sucedió en una determinada iglesia local.

            Paso 1. Cada miembro de la iglesia analizó su situación personal por medio de un formulario en el que fueron evaluados catorce aspectos de su relación con la iglesia, la familia, y la comunidad, con una escala del 1 al 10. El análisis de todos los miembros proporcionó un notable perfil de los puntos altos y bajos de la iglesia.

            Paso 2. Se visitaron ex miembros, no simplemente para inducirlos a volver a la iglesia, sino para solicitarles su consejo en la búsqueda de aspectos en los que se necesitaba mejorar. Cada uno llenó un cuestionario en el cual su evaluación, vista desde afuera, fue expresada abiertamente. Es imperativo que la iglesia abra sus ojos y oídos a las ideas y opiniones de los demás. Algunas de estas evaluaciones estarán llenas de amargura, pero aun de ellas la iglesia puede aprender lecciones que le ayudarán a abrir una puerta o a cerrar otra. Sin embargo, muchos de los comentarios contienen valiosas ideas.

            Paso 3. Acontinuación, se les dio a los miembros activos una oportunidad para expresar libremente sus propias opiniones acerca de la iglesia, la vida de ella, y los aspectos en los cuales debían hacerse cambios. Llenaron un formulario similar al usado en el paso 2, en el que evaluaron las actividades y programas de la iglesia, sus servicios, la predicación, los programas de expansión misionera, y su propia actitud o participación en ellos. También expresaron lo que a ellos más les gustaba en la iglesia e identificaron algunas de las cosas que más les disgustaban. Los resultados de este estudio dan un perfil de la iglesia desde otro ángulo -como un organismo corporativo con sus fortalezas y debilidades. Muestra aspectos que Dios quisiera reavivar y reformar. Después de este análisis, los miembros de la iglesia serán capaces de responder a la pregunta de Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” Ahora ellos saben cuál es su enfermedad.

            Paso 4. La iglesia como grupo inmediatamente se comprometió en una investigación para buscar posibles soluciones. Algunos problemas fueron individualizados, y en grupos de estudio se hizo un diagnóstico de la situación local, y se propusieron nuevos blancos y caminos posibles para alcanzarlos. Esto se hizo a lo largo de tres sesiones nocturnas de trabajo. Se presentaron y discutieron las conclusiones y sugerencias de cada grupo. Se añadieron ideas y se eliminaron o modificaron otras, de acuerdo con las conclusiones generales alcanzadas.

            Los miembros de iglesia se presentaron ahora a Jesús con el problema específico de su iglesia, pidiéndole con fe sabiduría y fortaleza para implementar lo que fuera necesario a fin de cumplir su misión. Cada miembro individualmente se comprometió para el logro de estas metas.

            Si hay normas y prácticas en la vida de la congregación que han estado contribuyendo a la pérdida de miembros, la iglesia con la ayuda de Dios se esfuerza para reestructurar esas normas y prácticas de tal manera que se eviten daños innecesarios. “Despejar el camino del Rey”, solicita Elena G. de White. Si una araña está construyendo una tela en el corazón de la iglesia, la iglesia no sólo ha de orar para que el Señor la saque, sino que atraparán a la araña y se librarán de ella. El reavivamiento y la reforma que apunten a la evangelización y a la nutrición adecuada que cure la apostasía, equivalen a eliminar todas las arañas dañinas. El Señor nos ayudará cuando estemos listos para cooperar con él.

            Esto abarca más que solamente cambiar lo equivocado; también significa cultivar lo que es bueno. Dios dice a la iglesia por medio de Isaías: “Dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien” (cap. 1: 16, 17). Esta cortesía y esta bondad, que harán posible centuplicar el ingreso de miembros a la iglesia, tienen que ser cultivadas mediante el siempre accesible poder de Dios.

            “Dejé la iglesia porque era demasiado fría”, es el argumento de muchos ex miembros. Hay sólo una manera de resolver este problema: cultivar el amor y la amistad. Pero el amor no vendrá como un don milagroso de Dios sin nuestra participación; debe ser cultivado por nosotros en la misma forma como un jardín debe ser trabajado, con el objeto de preparar el camino para que el poder de Dios realice los milagros.

            La iglesia mencionada anteriormente que estaba comprometida en este proceso de autoevaluación, identificó aspectos que necesitaban ser estudiados y analizados en búsqueda de mejoras. Algunos de estos aspectos fueron: (1) la amistad en la iglesia; (2) el espíritu de alabanza y adoración; (3) la predicación; (4) el programa de extensión misionera; (5) la reunión de oración en la mitad de la semana; (6) la iglesia y el dinero; (7) el edificio y sus comodidades; (8) la iglesia y la comunidad; (9) la juventud de la iglesia. Como resultado de este autoanálisis, se propusieron algunas medidas prácticas. Por ejemplo: el 52% de los que contestaron la encuesta evaluaron la atención dada a las visitas como pobre, el 24% como aceptable, el 13% como buena, y el 3% como excelente. Para fomentar la asistencia de las visitas, la iglesia presentó un programa completo y -aún más-el deseo y la disposición de crear un nuevo espíritu dentro de la iglesia. Y lo que realmente los estimuló fue que este plan no era impuesto desde afuera; era su plan, el fruto de sus correcciones, la cura para sus enfermedades.

            En otra iglesia con una feligresía de 180 personas, se descubrió que la asistencia a la reunión de oración en la mitad de la semana era pobre. Esto no nos suena extraño ¿verdad? Al diagnosticar la situación se les preguntó a los miembros: ¿Asiste a las reuniones de oración? Si lo hace ¿por qué? Si no lo hace ¿por qué? El grupo completo entonces se comprometió en una investigación muy interesante en busca de medidas para revitalizar esta importante reunión. Surgieron sugerencias prácticas relacionadas con el tipo de reunión que ellos deseaban la predicación, más participación congregacional, etc. También desarrollaron una campaña práctica de publicidad para incrementar la asistencia, mejorar la calidad de las reuniones, y aumentar las bendiciones y el poder que la iglesia recibiría de la comunión con Dios y con los demás. El miércoles siguiente la asistencia fue extraordinaria. Los miembros están ahora conscientes de sus necesidades y de las tremendas bendiciones disponibles a través de la» comunión con Dios. Si las reuniones, su mensaje, el espíritu de compañerismo y de adoración, y la certeza de la presencia de Dios los impresionan y llenan sus necesidades, ellos seguirán viniendo. En cambio, un servicio preparado pobremente, muerto, una predicación de huesos secos, un tibio ambiente laodicense, sólo los alentará a mirar la televisión en casa en vez de asistir a la reunión de oración. Y cuando la televisión reemplaza a la oración, la enfermedad de la apostasía está golpeando a la puerta.

            Quizá muchas de las 218 mil personas que dejaron la iglesia en el trienio considerado estarían todavía con nosotros si se hubiera hecho un sincero y cuidadoso análisis de nuestras reuniones de oración, del espíritu de alabanza y adoración, de nuestras formas de relacionarnos con los asuntos de la iglesia, de nuestra predicación y de nuestro espíritu de compañerismo. Esto debe hacerse con el deseo sincero de quitar las piedritas de los zapatos de los miembros para evitar la adicción innecesaria que finalmente desemboca en apostasías.

            Resumen de hallazgos en el estudio de la apostasía

            I. La apostasía es un antiguo problema que aparecerá vez tras vez a pesar de las medidas que se tomen. Su incidencia, no obstante, puede ser reducida.

            II. CAUSAS

            A. La causa principal no es el desacuerdo doctrinal. La instrucción prebautismal es necesaria, pero no es un elemento decisivo contra la apostasía.

  1. Puede estar enraizada en algún malentendido teológico.

La naturaleza de Dios.

El significado y el propósito de la y adoración.

La salvación.

La naturaleza de la iglesia.

El significado y uso de la oración.

El significado de pertenecer a la iglesia.

            2) Puede ser producida por controversias teológicas.

            B. Le da impulso la calidad del clima interno % de la iglesia (la congregación o la denominación).

  1. Falta de compañerismo o interés por el individuo.
  2. Falta de vitalidad espiritual en los servicios de adoración (rutina, falta de reverencia, formalismo, espíritu de club o sociedad).
  3. Predicación que no penetra en los puntos de interés brindando las soluciones, la inspiración y el aliento necesarios.
  4. Falta de atención pastoral, especialmente durante las crisis (matrimonio, familia, trabajo o estudios en sábado, enfermedad, etc.).

            C. Un gran número se debe a problemas del individuo mismo. Muchos de ellos, sin embargo, pueden ser curados por medio de un ambiente saludable.

            III. SOLUCIONES (sólo una): Mejorar la calidad de vida de la congregación.

            Paso uno: Descubrir la verdadera realidad buscando los aspectos débiles.

            Paso dos: Búsqueda de la superación.

  • Mejorando la calidad de la adoración, los miembros sentirán el poder de la comunión con Dios.
  • Mejorando la calidad de la predicación, serán alimentados por la Palabra de Dios y no por conferenciantes.
  • Mejorando el espíritu de compañerismo, sentirán que no hay otro lugar en el mundo como la iglesia, y no la dejarán. (El amor es la mejor demostración de la realidad de la religión).

            Conclusión

            Lo que la iglesia hace es importante. Es más importante, sin embargo, lo que la iglesia es.

            En Hechos 2 se presenta el correcto proceso para el crecimiento: (1) “Testificaba y les exhortaba” (vers. 40); (2) como resultado, el pueblo era bautizado (vers. 41); (3) los nuevos miembros permanecían en la fe (vers. 42). En resumen: (1) la predicación sin decisiones y bautismos es evangelización incompleta; (2) los bautismos sin nutrición y confirmación son evangelización incompleta; (3) una iglesia con una puerta adelante y otra atrás es evangelización incompleta; y (4) la evangelización incompleta es el fracaso más costoso de la iglesia.

            Los siguientes textos en el mismo capítulo describen lo que es la evangelización completa:

  1. Una iglesia unida: “Todos los que habían creído estaban juntos” (vers. 44).
  2. Una iglesia generosa: “Tenían en común todas las cosas” y “vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (vers. 44, 45).
  3. Asistencia fiel a los servicios: “Y perseverando unánimes cada día en el templo” (vers. 46).
  4. Religión en el hogar, no sólo en la iglesia: “Y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios” (vers. 46, 47).
  5. Un buen testimonio por medio de una vida cristiana: “Teniendo favor con todo el pueblo” (vers. 47).

            Finalmente, se presentan los resultados de tales vidas: “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (vers. 47). Muchos de estos primeros creyentes enfrentaron una vida de privaciones y persecuciones, pero permanecieron fieles. ¡Cómo podían abandonar tan preciosa amistad!

            Hoy también debe ocurrir lo mismo. Sólo el Señor puede ayudarnos, pero sus manos están atadas cuando no le preparamos el camino para que haga su obra.

            Me gustaría finalizar con una exhortación para que cada uno de nosotros se comprometa no sólo con la evangelización, sino con la evangelización completa. No importa cuál sea nuestra responsabilidad o profesión, sintamos la necesidad de abrir y cerrar puertas. Dejo sobre vuestros hombros el peso de aquellas 218 mil almas perdidas durante los últimos tres años. Y no solamente esto. Tenemos hoy miles de miembros que son candidatos potenciales para la apostasía. ¿Cuántos nos dejarán durante los próximos tres años? Depende de nosotros. Dejo sobre vuestros hombros también, el interés por cerrar la puerta trasera, mediante una reforma de la vida de nuestras congregaciones. Que el Señor nos use para traer de vuelta a los que se han ¡do y salvarlos para el reino. Que el Señor envíe su Espíritu para proveer músculos, nervios y sangre caliente para cada una de nuestras congregaciones a fin de facultarnos para terminar la tarea.


Referencias

[1] G. E. Autrey, Basic Evangelism (Grands Rapids, Zondervan 1959), pág. 142.

[2] Elena G. de White, Testimonies for the Church (Mountain View, California, Pacific Press Publishing Association 1948) t. 8, págs. 28, 29.

[3] Id., Los Hechos de los Apóstoles (Mountain View; Pacific Press Publishing Association, 1977), pág. 224. Véase también: id., Joyas de los Testimonios (Buenos Aires, Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975), t. 1, pág 224; id., Testimonies for the Church, t. 4, pág. 261; id., Joyas de los Testimonios, t. 2, págs. 258, 263; id., El Ministerio de Curación (Buenos Aires, Asociación Casa Editora Sudamericana, 1975). pág. 120; e id., Obreros Evangélicos (Buenos Aires, Asociación Casa Editora Sudamericana, 1971) pág 192.

[4] Id., El Evangelismo (Buenos Aires, Asociación Casa Editora Sudamericana, 1978), pág 85.

[5] (Loc. cit ).

[6] (Ibid., pág. 86).

[7] (Ibid., pág. 85).

[8] Id., El Ministerio de la Bondad (Buenos Aires, Asociación Casa Editora Sudamericana, 1963), pág 91.

[9] Id., Joyas de los Testimonios, t. 2, pág. 498.