“UN DERRAMAMIENTO sin medida de su Espíritu… no ocurrirá mientras que la mayor parte de la iglesia no colabore con Dios’’[1] ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo motivar a la iglesia a participar directamente en la evangelización y en la ganancia de almas?

Cada creyente un ministro

   La Escritura nos enseña que todos los creyentes son ministros[2] y sacerdotes;[3] fue con este fundamento que la Reforma protestante acuñó el concepto de “sacerdocio universal de los creyentes”, que constituyó uno de sus pilares. Sin embargo, dentro de este ministerio general ejercido por todos los creyentes, debemos reconocer la función de personas “llamadas a una clase definida de servicio”[4] a quienes llamamos diáconos, ancianos y pastores, quienes asumen sus responsabilidades por imposición de manos.

  Al observar la práctica de la iglesia primitiva es interesante notar que la imposición de manos no estaba limitada sólo a la ordenación de diáconos o ancianos,[5] sino que era usada para sanar[6] y para pedir el don del Espíritu Santo.[7] Por la recepción del Espíritu Santo los creyentes eran capacitados para ser “testigos hasta lo último de la tierra”.[8] En relación con la imposición de manos practicada por Pablo a los bautizados de Efeso, según Hechos 19:6, Elena de White comenta que “así fueron habilitados para trabajar como misioneros en Efeso y su vecindad, y también para salir a proclamar el Evangelio en Asia Menor”.[9] ¡Toda una iglesia fue ordenada por imposición de manos el día de su bautismo, habilitando a sus miembros para salir a predicar el Evangelio!

  En el libro de los Hechos aparece muchas veces el bautismo en relación con la imposición de manos: a veces lo precede, a veces lo sigue, mientras que en otras es casi simultáneo.[10] Los pastores adventistas generalmente levantamos las manos cuando invocamos el Nombre trino antes de bautizar a un catecúmeno, y muchos no tienen idea de su propósito, olvidando que por el bautismo y la imposición de manos ese creyente está ingresando al ministerio de la iglesia. Comentando Mateo 28:  19, 20, Elena de White declara: “A todos los que reciben la vida de Cristo se les ordena trabajar para la salvación de sus semejantes. La iglesia fue establecida para esta obra, y todos los que toman sus votos sagrados se comprometen por ello a trabajar con Cristo”.[11] Por ello se sugiere que en vez de que los pastores extiendan la mano hacia arriba la pongan ligeramente sobre la cabeza del catecúmeno y oren pidiendo el don del Espíritu Santo sobre el nuevo miembro de iglesia.

 Si desde su misma iniciación como miembro bautizado alguien es consciente de que ha sido ordenado por imposición de manos al ministerio de la iglesia, que ha asumido “votos sagrados” y que se ha comprometido a colaborar a fin de cumplir la Gran Comisión, sería mucho más fácil involucrarlo en actividades misioneras. En este contexto adquirirá mayor sentido la frase: “Cada verdadero discípulo nace en el reino como un misionero’’.[12]

   Aun es necesario recordar que según Efesios 4:11, 12 los pastores están “para equipar los santos para la obra del ministerio’’. El pastor es un miembro regular de la iglesia que ha sido llamado por Dios a un ministerio específico y que generalmente se entrena en un seminario, a fin de poder estar en condiciones óptimas de ayudar a los demás miembros a cumplir la gran comisión dada a toda la iglesia. Para ello les proporciona entrenamiento y materiales, les ofrece planes y lugares donde servir. Dice la pluma inspirada que “la mejor ayuda que los predicadores pueden dar a los miembros de nuestras iglesias no consiste en sermonearlos, sino en trazarles planes de trabajo’’.[13] En realidad, “la obra de Dios en esta tierra no podrá terminarse nunca antes que los hombres y mujeres abarcados por el total de miembros de nuestra iglesia se unan a la obra y aúnen sus esfuerzos con los de los pastores

y dirigentes de las iglesias”.[14]

Motivaciones al servicio

  Después de haber sentado bases teológicas que ayuden a tomar conciencia de las responsabilidades cristianas, se presentarán a continuación algunas consideraciones prácticas. Que quede bien claro que no se ofrecerá aquí una fórmula mágica que permita a un pastor ver grandes resultados sin la participación de la congregación. Por eso se sugiere el nombre de “Ministerio Compartido”. Pero ¿cómo lograr la participación de la congregación? A continuación se sugieren algunas ideas que pueden ayudar a lograrlo.

1. ¡Nutra bien a la congregación! Predique más sermones bíblicos, expositivos, y no tantos sermones temáticos o de asunto. Una congregación bien alimentada estará más dispuesta a correr que una congregación famélica. No se conforme con un sermón mensual sobre obra misionera, sino haga alusiones en cada sermón a la evangelización y a la ganancia de almas. Eso ayudará a crear una “conciencia evangelizadora”.

2. Inspiración. Antes de pedir la participación de la congregación planifique con cuidado un proceso de inspiración, pues no podrá acelerar con el motor “en frío”. Puede haber muchos sistemas. Al autor le ha dado buen resultado:

    a. El estudio sistemático del libro Servicio cristiano. Se consiguen Guías de estudio por medio de las agencias de publicaciones de la organización local.

    b. Los testimonios misioneros. ¡Cambie el estilo de la reunión de oración de mitad de semana! Adáptela a las sugerencias de Servicio cristiano, páginas 261-265, el capítulo “La reunión misionera de testimonios y oración”. “Necesitamos hablar mucho más de lo que solemos de los capítulos preciosos de nuestra experiencia”.[15] Que los incidentes misioneros y los motivos de gratitud sean el centro de la reunión, seguidos por oración. Entonces predique. . . si le queda tiempo.

    c. La predicación sobre el Espíritu Santo. ¡Cuán raramente se presenta ante el pueblo, o se habla de su recepción en la iglesia!… Esta bendición traerá todas las demás bendiciones. . .”[16]

    d. La predicación sobre la segunda venida de Cristo. ¡A todos los adventistas nos emociona oír sobre la terminación de la Obra!

    e. ¡Una noche de vigilia hasta la salida del sol! ¡Es una experiencia inolvidable! Planifique mucha oración, temas de reprensión y ánimo, y temas que despierten mucho interés, como “Profecías que faltan cumplirse”, “La lluvia tardía”, “Cómo ser llenos del Espíritu Santo”, etc. Termine pidiendo testimonios del tipo “Yo he decidido que…” Se puede hacer una vez al año.

    f. Un día de ayuno. Anúncielo con bastante anticipación. Si es posible, imprima el programa completo, pues la congregación responde mejor si está segura de que vale la pena. Termine presentando con mucho entusiasmo el plan misionero, que debiera comenzar inmediatamente.

    g. Los minutos misioneros. Que no sean usados para “sermonear” sino para compartir experiencias positivas, instrucción concentrada y hacer los anuncios misioneros.

    h. Una semana de oración. Con énfasis en temas tales como la segunda venida, el Espíritu Santo, la obra misionera, etc.

    i. Finalmente, ¡hágase amigo de los hermanos! Se le hace muy difícil a un hermano decir “no” al pastor cuando él le pide su casa, si es que hay una cálida relación entre ambos…

    Con buena inspiración en el corazón del pastor y transmitida a la iglesia, ¡es posible pensar y hacer cosas grandes para Dios’. “Pedid y se os dará”.

3. Sí la mitad de año lo está sorprendiendo sin planificación, “más vale tarde que nunca”. “El éxito solo puede acompañar al orden y a la acción armoniosa”. [17]Generalmente nadie va más allá de lo que se ha propuesto lograr. Fíjese objetivos y fechas a la par de ser flexible como para hacer ajustes periódicos a su plan anual. No se olvide incluir campañas evangelizadoras pastorales y “laicas”. ¡Reciba la aprobación de la Junta de Iglesia, y compártalo con entusiasmo a la congregación!

4. Entrenamiento. No se puede esperar que la congregación participe en algo de lo cual no está bien informada. En algunos casos se requerirán varias sesiones de entrenamiento y práctica. Al autor la ha sido útil:

     a. La preparación de una guía o manual del proyecto evangelizador y darlo a cada miembro de la iglesia.

    b. Las sesiones de entrenamiento de un fin de semana, antes de cada campaña (viernes de noche, sábado y domingo de tarde).

   c. Las clases para predicadores.

   d. Las clases para maestros.

   e. Las clases para instructores bíblicos.

   f. La dramatización de estudios bíblicos para una persona o para un grupo de personas que asistan a una campaña evangelizadora de barrio. Puede ser parte de la reunión evangelizadora dominical.

   g. Los almuerzos de trabajo (domingo a mediodía).

   h. El empleo de la Clase de Maestros para transmitir anuncios y planes. Los maestros mismos transmitirán luego a los miembros de su clase los diferentes planes.

    i. La instrucción de los oficiales de la iglesia. De este modo, se les ayuda a elaborar planes que armonizan con “la Gran Comisión”. Los proyectos que no estén orientados hacia la ganancia de almas posiblemente necesiten algún tipo de ajuste.

5. ¡Acción! Un método que ha demostrado dar muy buen resultado ha sido el de combinar las campañas evangelizadoras de barrio, cuyo formato se presentará en otro artículo. Básicamente consisten en sencillas reuniones evangelizadoras en casas de familia. En los diferentes distritos se organizan entre 7 y 18 de estas campañas evangelizadoras de barrio al mismo tiempo, dos veces al año, y han dado excelentes resultados.

   Unas pocas sugerencias más: ¡Que los hermanos participantes reciban sus palabras de aprecio en público, pero especialmente en privado! Que los certificados de bautismo sean entregados por las personas que participaron en el proceso, frente a la iglesia. ¡Que los recién bautizados empiecen a trabajar inmediatamente! Aun algunos querrán hacerlo antes de bautizarse. “Una candela empieza a dar luz en cuanto recibe el fuego”. No espere a que pierdan su primer amor. La objeción de esperar “a que tengan un poco de experiencia en la iglesia”, generalmente es contraproducente. El entusiasmo y la participación de la gente “nueva” suele poner “celosos” a los hermanos “viejos”, pero a veces también suele contagiarlos. ¡Vale la pena hacer la prueba!

  Un último consejo: No espere a que se produzca un cambio visible en la iglesia de un día para otro. ¡El cambio más importante está a su alcance, en su propia mente, y al alcance del Espíritu Santo! ¡Tal vez ya está ocurriendo! ¡Amén!

Sobre el autor: Carlos G. Martín es pastor en la iglesia de habla hispana de Dallas Oak Cliff, Texas, EE.UU.


Referencias:

[1]Servicio cristiano (ACES, 1959), pág. 314

[2]  2 Cor. 5:18-20.

[3] 1 Ped. 2:9, 10

[4] Los hechos de los apóstoles (ACES. 1977), pág. 134

[5] Hech

[6] Hech. 28: 8

[7] Hech. 9: 17; 19:6

[8] Hech. 1:8.

[9] Los hechos de los apóstoles, pág. 232.

[10] Véase Hech. 8.5-17; 10:44-48, 19: 1-5.

[11] El Deseado de todas las gentes (Publicaciones Interamericanas, Mountain View, California. 1968), pág. 761.

[12] Ibid., pág. 166

[13] Servicio cristiano, pág 89

[14]  Ibid., pág 87.

[15] 5 Ibid., pág. 263.

[16] Testimonios para los ministros (ACES, 1961), págs. 172, 173.

[17] Servicio cristiano, pág. 93.