Hace poco escuchaba a un educador de experiencia explicar lo que él llamaba la “OVUM PHILOSOPHIA”, expresión latina que se traduce como la “filosofía del huevo”. La “ovum philosophia” dice que “si el huevo se estrella contra la piedra, se rompe el huevo; y si la piedra es la que se estrella contra el huevo, también se rompe el huevo”. En otras palabras, el huevo siempre lleva las de perder.

Esta curiosa filosofía se utiliza para orientar las relaciones interpersonales, y en especial llama la atención a la situación del subalterno. A simple vista da a entender que la posición del superior o dirigente (simbolizada aquí por la piedra) es firme, sólida e inflexible, y que por lo tanto los subalternos están en serias desventajas cuando tienen opiniones o criterios opuestos a los de sus superiores.

La “ovum philosophia” es buena en un sentido. Le hace ver al subalterno la conveniencia de evitar fricciones en sus relaciones con sus superiores, y le anima a buscar aproximaciones que eviten los estregamientos que son indeseados para ambas partes, y no siempre dejan buenos resultados. Es así como las relaciones de estudiantes, maestros, ministros, departamentales, administradores y misioneros en general se verán altamente beneficiadas al buscar esta aproximación positiva que redundará en un mejor entendimiento y comprensión, e imprimirá una mayor dinámica en esa área de la Obra.

Sin embargo, esta filosofía podría tener un alcance peligroso si lleva al individuo a razonar que por estar en una posición subalterna debe aceptar las cosas tal como son, y asumir una actitud de conformismo que en ninguna manera beneficia a la Obra de Dios, y que puede conducir a la prolongación de las fallas o anomalías, por un tiempo más allá de lo razonable y con resultados desagradables y desventajosos para el campo o la institución, porque como lo menciona la sabiduría popular: “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista’’.

Aceptemos entonces la “ovum philosophia” con relación al subalterno como parte de la enseñanza bíblica que dice: “El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que lo envió’’ (Mat. 13:16).

Hablar sobre el liderazgo en este tiempo es tocar un tema de vibrante actualidad; hablar del liderazgo adventista es entrar en un campo de contextura delicada pero de excepcional importancia.

El dirigente que acepta y aplica la “ovum philosophia” da por sentado una hiperseguridad, en cuanto a su posición, que puede llevarlo a cometer excesos en su liderazgo, basado en que sus planteos, metodologías o preferencias no podrán ser cuestionadas por los subalternos, puesto que ellos siempre llevan las de perder. El dirigente poco a poco irá entrando en el terreno del autoritarismo, que es incompatible con una organización religiosa, y mucho menos aceptable dentro del pueblo de Dios.

Un dirigente puede aplicar la “ovum philosophia” y encontrarse de pronto ante la situación que para lograr imponer su criterio tiene que romper a uno, estrellar a otro, doblegar aquí, humillar allá, y su posición no sólo le permite sino que le facilita este tipo de conducción humana. Pero, ¿podrán estas “victorias” ser satisfactorias para un dirigente espiritual que tenga como fundamento y pauta de acción los principios bíblicos y los objetivos espirituales? (¿A la postre no estará logrando victorias pírricas?)

Pirro II (316-272 AC) era uno de los que practicaba la “ovum philosophia”. Terco y testarudo, actuando contra el criterio de los consejeros y sabios del reino, lanzó sus ejércitos contra el sur de Italia en una guerra que, a pesar de contar con un frente de elefantes, como recurso novedoso en las tácticas bélicas de ese entonces, finalmente obtuvo la “victoria”, pero trajo como resultado la destrucción casi total de sus ejércitos. Cuando sus generales vinieron a felicitarlo, les dijo: “Con otra victoria como ésta, estoy perdido”. Desde entonces se denominan “victorias pírricas” a todas aquellas donde el dirigente se sale con la suya, pero a un costo tan alto que lo que se gana no es nada comparado con lo que se pierde. Es decir, una victoria donde recibe más daño el vencedor que el vencido.

En su forma natural, en los reinos mineral y animal, la piedra siempre es piedra y el huevo siempre es huevo; esto significa que sus posiciones no son intercambiables y que una piedra nunca podrá ser huevo. En cambio, en el reino de Dios, ¡casi siempre el huevo es piedra y siempre la piedra es huevo! Es decir que los dirigentes tienen siempre a alguien de mayor responsabilidad ante quien deben rendir cuenta de sus actos.

Si observamos la situación que había en Jerusalén 800 años antes de Cristo, encontramos que los dirigentes de Judá cometieron excesos y hubo abuso de autoridad al desempeñar sus funciones. Ellos favorecieron sus propios intereses, y descaradamente abusaron de aquellos que estaban en posiciones inferiores hasta el punto de que estos hombres de Dios tomaron decisiones injustas que afectaron a viudas, pobres y ancianos venerables de Judá. El Señor no aceptó en ese entonces (como tampoco lo puede aceptar hoy) que la opresión, los abusos e injusticias se cometieran en el pueblo escogido, y por ello por medio del sabio Salomón transmitió este mensaje a sus hijos: “Si opresión de pobres y perversión de derecho y justicia vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque sobre lo alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos” (Ecl. 5:8).

Es por ello que considero peligroso el que se acepte y se practique la “ovum philosophia” en las filas del pueblo de Dios. Si usted, en su actual posición, tiene una línea de autoridad que le da preeminencia sobre un grupo humano (llámense ministros, maestros, alumnos, secretarias, departamentales, etc.), tenga cuidado, pues la “ovum philosophia” puede ser un arma de dos filos, y puede momentáneamente resultar dulce como la miel a su boca, para más tarde convertirse en gruesas gotas de amarga hiel. “Ningún ser humano ha de tratar de ligar a sí otros seres humanos, como si hubiese de dominarlos, dictándoles que hagan esto, y prohibiéndoles que hagan aquello, ordenando, dictando, obrando como un oficial lo hace con una compañía de soldados. Así obraban los sacerdotes y príncipes en los días de Cristo. Pero ésta no es la manera correcta… Al sujetar las mentes a vosotros mismos, las inducís a apartarse de la Fuente de sabiduría y suficiencia” (Obreros evangélicos, pág. 499).

Sobre el autor: Es secretario de la Corporación Universitaria Adventista en Medellín, Colombia.