El autor denuncia ciertos prejuicios hacia la psicología y la psiquiatría y proporciona una visión integradora de la actividad pastoral en el aconsejamiento

Hay una relación muy grande entre la teología y la psicología, como también hay campos definidos de actuación para el pastor, el psicólogo y el psiquiatra. La palabra psiquiatra viene de psujé, que significa “alma” y de iatreía que tiene el sentido de “curación”, y así es como el psiquiatra es “un sanador del alma” en el sentido de que practica la psicoterapia (la voz terapia viene del vocablo therapéia, que significa “cuidar”, “curar”). El psiquiatra cuida de la salud mental, mientras que el pastor de la salud espiritual o salvación. Ambos tienen una preocupación en común: ayudar al ser humano a integrarse y realizarse plenamente. Es importante que el pastor, reconociendo sus límites, sepa cuándo es el momento de encaminar a una persona para que reciba ayuda psicológica profesional, ya que sus recursos se pueden agotar y la persona puede necesitar de un tipo de ayuda específica para la cual el pastor no está preparado, a menos que, obviamente, él sea al mismo tiempo, psicólogo o psiquiatra. (Más adelante hablaremos sobre la orientación.)

La psicología clínica ha logrado desarrollarse mucho luego de la Segunda Guerra Mundial como una profesión que proporciona servicio de salud mental para personas que tienen conflictos. El psicólogo clínico (también los hay especializados en educación -o psicopedagogos-, psicología industrial, y el psicólogo especializado en genética, etc.), y el psiquiatra son los que tratan los conflictos mentales procurando solucionarlos. El psicólogo (realiza estudios en la Facultad de Psicología) no puede medicar ni internar en hospitales o en clínicas, pero sí puede hacer psicoterapia, tests de inteligencia, de personalidad, de vocación, entre otros, y orientación. El psiquiatra (realiza estudios en la Facultad de Medicina) está autorizado a medicar, e internar y hacer tratamientos psicoterapéuticos y asesoramiento. Psicoanalista es un título dado a un psicólogo o psiquiatra que realiza un curso de psicoanálisis, siendo esta una técnica y una teoría específica de la psicoterapia. Estos profesionales tienen como principio de ética dignificar y valorizar al ser humano, deben ayudar al paciente a aumentar la comprensión del hombre como tal, de sí mismo y de los otros, y proteger el bienestar de cualquier persona que sea objeto de su estudio. No debiera utilizar su posición profesional, ni permitir que su propio servicio sea utilizado por otros con propósitos incompatibles con estos valores.[1] Aunque un psicólogo o un psiquiatra no sea cristiano, está comprometido éticamente con el deber de respetar el sistema de valores y creencias religiosas del paciente cristiano que requiere su ayuda. Acepto que lo difícil es ¡saber qué profesional sigue esta ética! Sin embargo, me parece una actitud errónea considerar a psicólogos y psiquiatras no adventistas como peligrosos, e intentar buscar solamente los servicios de los que son miembros de nuestra iglesia, lo que en cierto modo y desgraciadamente, es difícil de encontrar en los países sudamericanos. Más adelante haremos algunos comentarios sobre cómo determinar cuál es el profesional confiable.

Lamentablemente, todavía hay un temor muy extendido hacia la psicología por parte de muchas personas de nuestra iglesia, sean pastores, médicos, profesores, laicos, etc. Esta ciencia estudia las leyes del comportamiento humano, procurando explicarlo a fin de poder ayudar a las personas conflictuadas psíquicamente, pues han violado estas leyes. Elena G. de White habló sobre la importancia de estudiar la mente humana: “Se exalta mucho las ciencias que tratan de la mente humana. Estas son buenas en su lugar”.[2] “A fin de conducir a las almas a Cristo, debe conocerse la naturaleza humana y estudiarse la mente humana”.[3] También es muy importante esta declaración inspirada: “La enfermedad de la mente abunda por todas partes. Nueve de cada diez enfermedades sufridas por el hombre tienen su fundamento en la mente”.[4] ¿No es importante, entonces, que estudiemos a fondo la verdadera ciencia psicológica, la psiquiatría y los asuntos vinculados al tratamiento y la prevención de los disturbios psicológicos mentales? Si nos preparáramos mejor en el estudio de esta ciencia, ¿no podríamos ayudar más a las personas que sufren emocionalmente?

Los cristianos también sufren psicológicamente. No es anormal decir que un fiel servidor de Jesús tiene angustias y padece tristezas de carácter psicológico. Hay sufrimientos del “alma”, como consecuencia del pecado, en la estructura del ser humano; no obstante, hay otros que son consecuencia de dificultades padecidas por las relaciones afectivas principalmente en la infancia, que son sufrimientos muy fuertes. Para aliviarlos se hace necesario un tratamiento psicológico y psiquiátrico.

Una persona conflictuada emocionalmente tiene la tendencia inconsciente a subvertir la realidad. Esto puede ocurrir en vahos niveles. Su percepción de la religión y de cómo es Dios también podrá estar perturbada. Entonces, su vivencia o su práctica religiosa, no será muy saludable ni coherente con la verdad bíblica. Si recibe ayuda psicológica, su visión de la realidad interna y externa mejorará y se ajustará, modificando los distintos vínculos, consigo mismo, con los otros y con Dios. Al contrario de lo que muchos piensan, una persona con conflictos emocionales necesita ayuda psicológica profesional, que le será beneficiosa incluso para vivir su vida religiosa de una manera más saludable.

¿Qué consideramos una vida religiosa saludable? Hay personas que consideran a la religión como un pesado fardo de culpa, un ritual, un autocastigo. Religión, para estas personas, significa: “prohibición de” o “vida de sufrimiento”. Su conversación y hasta sus expresiones faciales revelan pesar, descontento e infelicidad. Es interesante que Elena G. de White haya hablado del cielo que debe comenzar aquí, demostrando que el cristiano debe ser una persona feliz. Jesús era alegre. Esto no significa ausencia de sufrimientos sino un sentido general en la esencia del ser que se orienta hacia la alegría. Quienes sufren psicológicamente, al recibir ayuda profesional comienzan a vivir en un nivel de contentamiento básico. “La religión puede ser una fuerza constructiva, creativa, afirmativa de la vida, o puede ser una fuerza sombría, represiva y frustrante. Todo depende del modo en que la religión es comprendida y utilizada”.[5] Vernon Shafer, un psicólogo clínico adventista de mucha experiencia, que fue miembro de la comisión de la Asociación General para el estudio de la psicología, dentro de una perspectiva o punto de vista adventista, cita a Clinebell, que preparó una lista de 21 preguntas por las que podemos evaluar las formas saludables y no saludables del pensamiento y de las prácticas religiosas. Algunos de estos puntos aparecen a continuación: (¡aprovechamos a hacer un autoanálisis para ver nuestra posición en cuanto a nuestra propia vivencia religiosa!)

1. Su práctica y su pensamiento religioso, ¿construyen puentes o barreras entre las personas?

2. ¿Estimulan o dificultan el crecimiento de la libertad y de la responsabilidad personales interiores?

3. ¿Promueven una relación madura o inmadura con las autoridades?

4. ¿Producen una conciencia madura o inmadura?

5. ¿Producen un sentido de culpa o una conciencia (percepción) de perdón?

6. Sus preocupaciones básicas, ¿están ligadas al comportamiento superficial o a una salud profunda de la personalidad?

7. ¿Aumentan o disminuyen el placer o la satisfacción personal de la vida?

8. ¿Encaran las energías vitales del sexo y la agresividad de forma constructiva o represiva?

9. ¿Promueven sentimientos religiosos maduros o presunciones y creencias mágicas?

10. ¿Producen amor y crecimiento, o miedo y fijación (paralización)?

11. ¿Fortalecen o debilitan la autoestima, o la conciencia del valor personal de cada uno como hijo o hija de Dios?[6]

Es importante que el pastor evalúe qué es saludable o no en la vivencia religiosa de la persona que busca asesoramiento. Obviamente, él mismo debe estar en buenas condiciones psíquicas para poder actuar en esta tarea. ¡El pastor no está más libre de conflictos psicológicos que los demás! Tampoco tiene una formación teórica como consejero (como la que recibe el psicólogo y el psiquiatra), por más extensa y profunda que ésta sea no lo liberará de posibles conflictos emocionales. Del mismo modo, nos parece que no es por la adquisición de conocimientos teológicos que se obtiene la santificación (es decir, el equilibrio espiritual), sino por el constante vínculo con el Padre, con Jesucristo y con el Espíritu Santo, a través de los medios indicados por El en su Palabra y en los escritos del espíritu de profecía.

Son importantes las diferencias que existen entre asesoramiento (counseling) y psicoterapia. El aconsejamiento (counseling) es lo que, suponemos, el pastor hace como consejero, mientras que la psicoterapia está reservada para el profesional de la salud mental. Generalmente, aconsejamiento (counseling) se entiende la ayuda que se brinda a las personas para que puedan enfrentar de un modo más adecuado los problemas de la vida que no son muy graves. El aconsejamiento (counseling) es de corta duración. Es decir, consiste en unas pocas entrevistas, y no pretende hacer cambios radicales en la personalidad. Atiende los problemas actuales, los que están relacionados con las crisis momentáneas, y no los problemas más serios de la personalidad. Los consejos son opiniones o puntos de vista generalmente muy personales, que se dan en un marco no clínico. Por su parte la psicoterapia es un método de tratamiento psicológico que exige de quien la practica una formación extensa y cuidadosa. Tiende a actuar más profundamente en la personalidad del individuo, explorando generalmente los aspectos emocionales de los vínculos establecidos en la infancia del individuo. Puede ser aplicado también en personas que presentan disturbios graves de la personalidad. Es un tratamiento más lento que se realiza en un marco clínico.[7]

Creemos que el pastor como consejero también debiera formar parte del equipo de salud mental. Técnicamente tal equipo estaría compuesto por: un psiquiatra, un psicólogo, una enfermera psiquiátrica, un asistente social psiquiátrico y un terapeuta ocupacional. Sin embargo, es importante que recordemos que el pastor tiene diferentes y múltiples actividades con los miembros en su comunidad. Por ejemplo, es natural que él visite a las personas en sus hogares sin que exista una invitación especial. Además, el pastor se encuentra accesible para un aconsejamiento informal, como también a personas que tienen grandes dificultades de conseguir una consulta con un psicólogo clínico o con un psiquiatra. Otro aspecto a tener en cuenta es que la mayoría de los miembros de comunidades evangélicas buscan primero a su pastor antes de ir por atención profesional. Esto manifiesta la gran importancia de que el pastor sepa cómo reconocer sus propios límites y cómo debe encaminar los casos que él no puede asistir. El pastor también ha actuado tradicionalmente en situaciones específicas tales como casamientos, nacimientos, muertes, bautismos, enfermedad, accidentes, etc…. En estas ocasiones el pastor ejerce un papel fundamental en el mantenimiento de la salud mental de las personas.

Por lo tanto, se debe considerar al pastor consejero como alguien con preparación general y un colega de los especialistas en las áreas de la salud mental. Es importante que para que pueda desempeñarse competentemente, el pastor “adquiera cierto grado de competencia y capacidad en la comunicación en un nivel profesional, a fin de establecer un nivel de comprensión mutua y de respeto en su relación con los colegas’’.[8]

El Dr. Shafer, a quien ya citamos, dirige seminarios sobre Aconsejamiento Pastoral, Psicología Pastoral y otros temas afines, orientados a pastores interesados en esta área. También es profesor de Psicología Clínica en el Walla Walla College, Estados Unidos. En su trabajo citado anteriormente, enumera una serie de puntos sobre los que los pastores que quieren actuar como consejeros, deberían recibir entrenamiento y demostrar cierta competencia. Se destacan los siguientes puntos:

1. Aconsejamiento conyugal (antes y después del casamiento) y familiar.

2. Aconsejamiento de apoyo.

3. Aconsejamiento en las crisis.

4. Aconsejamiento de orientación.

5. Aconsejamiento informal.

6. Aconsejamiento de grupos y liderazgo de grupos de crecimiento.

Si bien hay profesionales que son especialistas en algunas de las áreas anteriormente citadas, el pastor consejero debe tener cierto conocimiento general como el que tiene un médico clínico, alguien que sabe lo que está haciendo pero que también reconoce sus propias limitaciones y recurre a sus colegas que son especialistas.

Con frecuencia las personas que buscan la ayuda psicológica comienzan hablando de síntomas que disfrazan la verdadera naturaleza de su propio problema. Por esto, se necesita que aquel que atiende a estas personas (sea pastor, psicólogo, psiquiatra o médico) tenga la sensibilidad y la capacidad de percibir esto para identificar las “máscaras” manifestadas en las primeras quejas y avanzar en la investigación de factores más profundos que ocasionan sufrimiento. Es peligroso determinar que la persona solamente presenta un problema psicológico o sólo un problema espiritual. Hay ciertos síntomas psicológicos que están vinculados con problemas hormonales, metabólicos o de otro origen orgánico (somáticos), los hay de origen psíquico que se manifiestan físicamente, están los espirituales que aparecen en la mente y el cuerpo, y están los problemas psicológicos, que a veces son serios, y que pueden ser erróneamente considerados problemas espirituales. Conocemos varios casos de personas supuestamente asediadas por malos espíritus, pero que, en realidad, eran víctimas de problemas psicóticos carentes de una medicación psiquiátrica que refrenara esos síntomas. En uno de estos casos el pastor antes de pedir la necesaria ayuda psiquiátrica hizo que, durante dos días de constantes oraciones, cánticos, noches de insomnio y de cansancio -creyendo que todo aquello era una posesión diabólica-, afligiese a la familia y a la propia víctima proyectando al vecindario una imagen desagradable que podría haber sido resuelta en pocos minutos con una correcta derivación a la consulta psiquiátrica. También he participado de casos en los que hubo una verdadera posesión diabólica. Hay ciertas diferencias entre las crisis psiquiátricas y la posesión diabólica, pero hablaremos de este tema en otro artículo.

Al aconsejar, el pastor encontrará personas que tendrán sentimientos (conscientes o no) de ira o de irritabilidad, orientados hacia las autoridades en general (el pastor, el padre, la madre, Dios, el profesor, etc.), que reclamarán de la sensibilidad y de la capacidad para atender tales sentimientos de su aconsejado, sin recibirlos como algo personal, intentando ayudar al individuo a entender estos sentimientos y a desarrollar actitudes más equilibradas hacia las figuras de autoridad. También están los que tienden a la dependencia. Son los que por cualquier cosa “quieren hablar con el pastor”. Es necesario enseñarles a resolver sus propios problemas para que adquieran una mayor capacidad de ejercitar la voluntad a fin de que hagan decisiones responsables.

Debemos reconocer que hay posiciones extremistas en cuanto a utilizar o no conceptos y “lenguaje” bíblico en el aconsejamiento. Por un lado nos encontramos con la tendencia a secularizar el aconsejamiento pastoral, lo que hace que el pastor se aparte de su función como tal. Por otro lado, encontramos la posición del llamado “aconsejamiento bíblico”, como por ejemplo el trabajo de Jay Adams.[9] Dice Gary R. Collins, profesor y jefe de la Sección Aconsejamiento Pastoral y Psicología de la Trinity Evangelical Divinity School [Escuela Evangélica de la Divina Trinidad], de Deerfield, Illinois, Estados Unidos: “Adams acepta la autoridad de las Escrituras, pero hace una suposición discutible al afirmar que Dios reveló todo cuanto precisamos saber acerca del aconsejamiento dentro de las páginas de la Biblia. La revelación escrita de Dios es más clara que la no escrita, y la Biblia debe ser aceptada como autoridad porque es infalible y porque es la Palabra de Dios. Esto no significa que Dios revele todas las verdades acerca del hombre o del universo dentro de las páginas de la Escritura. La medicina, la física, la química, y una multitud de otras disciplinas académicas descubrieron verdades acerca del mundo de Dios que son coherentes con las páginas de la Biblia pero que están escritas allí. ¿Por qué, entonces debemos presuponer que la psicología y la psiquiatría seculares son incapaces de descubrir cualquier verdad? Ciertamente, las conclusiones de estas ciencias, y de las otras deben ser analizadas por la Palabra de Dios escrita, pero desestimar la psicología, como lo hace Adams, tal vez sea evidencia de un preconcepto personal antes que de una exégesis bíblica o de un análisis racional… En un intento de desacreditar la psicología y edificar un sistema que sea coherente con la Biblia, Adams a veces da la impresión de forzar las Escrituras dentro de su sistema propio”.[10] (La cursiva es del autor.) ¡Nunca hay contradicción entre la verdad científica y la revelación bíblica! Al relacionar la psicología con la Biblia, Elena G. de White sostiene: “Los verdaderos principios de la psicología se encuentran en las Sagradas Escrituras”.[11]

Es preciso evitar ambos extremos. Se necesitan diferentes métodos para abordar a diferentes personas. Incluso la misma persona puede necesitar diferentes aproximaciones en momentos diferentes. Elena G. de White dice: “las mentes diferentes no pueden ser tratadas en forma semejante; al margen de si son ricas o pobres, elevadas o inferiores, dependientes o independientes, necesitan de la amabilidad, la simpatía, la verdad y el amor”.[12]

En el próximo número complementaremos este artículo hablando de algunas características personales del buen consejero; cómo derivar a un profesional y cómo saber si el profesional es confiable.

Sobre el autor: Es psiquiatra del Hospital Adventista Silvestre en Río de Janeiro, Brasil.


Referencias

[1] Vernon W. Shafer, “A Shared Ministry. The Relationship of the Clinical Psychologist and the Pastor Counselor”, en Adventist Concepts of Psychology (Washington D.C., Depto. de Educación, Asociación General, 1977), pág. 92.

[2] E. G. de White, Mensajes selectos (Mountain View, Pacific Press Publishing Association, 1966), t. 2, pág. 403.

[3] E. G. de White, Servicio cristiano (Buenos Aires, Asociación Casa Editora Sudamericana, 1973), pág. 279.

[4] E. G. de White, Conselhos sobre Saúde (San Pablo, Casa Publicadora Brasileira, 1971), pág. 324.

[5] Shafer, Id., pág. 96.

[6] Shafer, Id., págs. 97, 98. El Dr. Shafer cita a Howard J. Clinebell, en el libro The Mental Health Ministry of the Local Church (Nashville, Abingdon Press, 1972).

[7] César V. de Souza, Nocóes de Aconselhamento para Conselheiros de Telepaz (Río de Janeiro, 1980).

[8] Shafer, Id., pág. 102.

[9] Jay E. Adams, Conselheiro Capaz (San Pablo, Editorial Fiel, 1977); véase también O Manual do Conselheiro Cristáo, (San Pablo, Editorial Fiel, 1982).

[10] Gary E. Collins, Ajudando Uns aos Outros. O Papel dos Cristáos no Aconselhamento (San Pablo, Sociedade Religiosa

Edicóes Vida Nova, 1982), págs. 174, 175.

[11] E. G. de White, Meditaciones matinales [My Life Today] (Buenos Aires, Asociación Casa Editora Sudamericana, 1952), pág. 181.

[12]E.  G. de White, Guidelines to Mental Health (General Conference of Seventh-day Adventist, 1966), pág. 485.