Para los adventistas del séptimo día, la evangelización algo vital, dominante e indispensable en el cumplimiento de la misión mundial de la iglesia. La prioridad que ocupa en el programa de la Iglesia Adventista se basa en la profunda conciencia que ella tiene de su origen, su destino y su misión. Los adventistas creen firmemente que, en el momento preciso en la historia, y en cumplimiento de la profecía, Dios levantó a la Iglesia remanente y le confió su mensaje original, redentor y centralizado en la Biblia. Más aún, al dar a la iglesia un mensaje especial en el marco del Evangelio eterno, Dios asignó también a la Iglesia la misión especial de evangelizar al mundo. Esta misión es el mandato divino de proclamar el mensaje final de salvación y de juicio a toda la humanidad en todo el mundo con certeza, urgencia y autoridad. Esta es la presuposición básica fundamental del adventismo. Fuera de esta premisa, la iglesia no tiene razón de ser, ni derecho para predicar, ni mensaje especial que transmitir al mundo. Es por esto que la Iglesia Adventista toma su misión de evangelización mundial con seriedad y urgencia extremas.
Lo más esencial para ejecutar en forma efectiva nuestra misión evangelizadora mundial es que estemos absolutamente seguros del contenido, del significado y del propósito de nuestro mensaje. No debemos albergar dudas, incertidumbre, ni apuro en cuanto a la autoridad de nuestro mensaje y la urgencia de nuestra tarea mundial. Es vital para nuestra misma existencia que permanezcamos como pueblo dedicado, irreversible y fervorosamente, a la evangelización. La teología adventista debe permanecer definidamente misionera y evangelizadora en su naturaleza. Tanto los dirigentes como los laicos tienen la solemne responsabilidad de dar primacía y ubicación central a una teología ardiente de las misiones. Para los adventistas, la evangelización no es sólo una actividad opcional entre una diversidad de funciones equivalentes de la iglesia. Es la misión central, el mandato divino, la gran comisión y el imperativo apremiante. La iglesia ha sido llamada a la existencia y ha sido organizada con el propósito principal de evangelizar al mundo con el último mensaje de advertencia de Dios. La misión evangelizadora de la iglesia es, por lo tanto, dominante, y debiera predominar sobre todas las demás actividades y funciones de la iglesia. Ejecutar nuestra asignación mundial debiera recibir una prioridad absoluta en el programa de todos nuestros congresos, concilios, juntas, asambleas y convocaciones La centralización de nuestra misión evangelizadora es dominar todas las actividades en todos los niveles y en todos los frentes. No debemos permitir que otra actividad de la iglesia ¡guale, sustituya o reemplace esta evangelización vigorosa y animosa.
La asignación de la iglesia es clara e inequívoca. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). Con imperativa urgencia dijo Jesús: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mat. 28: 18-20). Por lo tanto, la iglesia está bajo la solemne orden de evangelizar a los habitantes del planeta Tierra con el Evangelio eterno. Dios nunca ha suspendido, revocado, ni siquiera modificado su mandato de evangelizar al mundo. Mientras Marcos 16: 15 y Mateo 28: 18-20 formen parte de las Sagradas Es- criaturas, una iglesia comisionada y obediente no tendrá otra opción sino ir adelante en una evangelización total y agresiva. “La obra evangélica, la tarea de abrir las Escrituras a otros, el amonestar a hombres y mujeres acerca de lo que sobrevendrá al mundo, ha de ocupar más y más el tiempo de lo§ siervos de Dios… El Señor quiere qué la proclamación de este mensaje sea la obra más sublime y grandiosa que se lleve a cabo en el mundo en este tiempo” (El evangelismo, pág.16)
Como iglesia, especial de Dios, nuestras órdenes de marcha siguen siendo las mismas: “Id a todo el mundo”. Esto incluye el tercer mundo, el mundo industrializado, el mundo cristiano y el ¿mundo no cristiano. Esto incluye Europa y África, Asia y las Américas, el Lejano y el Cercano Oriente, Australia y las islas del mar. La obra nunca terminará en ninguna parte hasta que haya terminado en todas partes. El mundo entero debe ser confrontado con el Evangelio eterno en su marco original, histórico y profético, ‘tal como ha sido confiado a la iglesia remanente. Ha llegado el momento de que la Iglesia Adventista haga un esfuerzo extraordinario para evangelizar al mundo para Cristo, bajo, la influencia y el poder del Pentecostés. Sólo un esfuerzo semejante, extraordinario y colectivo, podrá mantenerse al paso de la explosión demográfica de nuestra época. Esta explosión evangelizadora debe ir al encuentro de la explosión demográfica. Sólo una ofensiva evangelizadora sin precedente de proporciones semejantes al Pentecostés podrá competir con la explosión demográfica. Ha llegado la hora para que la iglesia ponga en movimiento una nueva estrategia mundial que llegue a los incontables millones de seres humanos que pueblan la tierra con el mensaje salvador del Evangelio eterno. Con el fin de emprender esta colosal tarea de evangelización mundial, con el marco de la explosión de la población y otras complejidades que nos desafían, la iglesia mundial se ha aventurado en un avance evangelizador sin precedente, conocido como los Mil Días de Cosecha. Hasta ahora todo indica que esta empresa de origen celestial está en camino de alcanzar su clímax triunfante. Durante los días que quedan, de los Mil Días de Cosecha, tenemos necesidad de intensificar en forma colectiva y unificada nuestros esfuerzos evangelizadores, con el fin de asegurar que el objetivo de esta gran área que nos ha sido asignada no sólo sea alcanzada, sino sobrepasada. Más aún: el ímpetu evangelizador ganado en los Milagros de Cosecha debiera aumentar progresiva. hasta que la iglesia mundial sea cautivada en inexorable avance ganador de almas, que continúe con fervor creciente hasta que todo el mundo sea iluminado con la gloria del último mensaje de Dios. Esta gran empresa evangelizadora debiera ser un peldaño para una era evangelizadora de alcances más amplios de la Iglesia Adventista. Una iglesia apática negaría su misión divina. La urgencia de nuestro mensaje es simbolizada vívidamente por ángeles volando por el medio del cielo llevando el Evangelio eterno (Apoc. 14:6).
El adventismo empezó con un espíritu de urgencia, y llegará a su clímax con ese mismo espíritu. El espíritu de urgencia evangelizadora debe ser la marca distintiva de cada congregación, institución, industria y organización adventista. Tenemos un mensaje salvador y redentor que debe ser dado con urgencia apremiante. El llamado del profeta es que el día del Señor está cercano. Arrolladores cambios históricos, políticos y económicos están ocurriendo en todo el mundo, con consecuencias alarmantes para la iglesia en el cumplimiento de su misión global. Las puertas se están cerrando. Lo que la iglesia debe hacer, debe hacerlo con urgencia, porque la noche viene cuando nadie puede obrar.
La iglesia no puede permitirse aflojar su impulso evangelizador. Nuestra tarea es demasiado trascendente, demasiado importante, demasiado urgente, demasiado imperativa. Las multiplicadas evidencias que se ven a nuestro alrededor proclaman con elocuencia el fin catastrófico del mundo y el gozoso regreso de nuestro Rey, próximo a venir. Bajo la dirección del Espíritu Santo, ha llegado el momento de que la iglesia se lance a la empresa evangelizadora más grande jamás realizada en la historia.
Ha llegado el tiempo de una ofensiva evangelizadora masiva a todo lo ancho de la tierra, que involucre a toda la iglesia. Ha llegado el tiempo de que la iglesia busque métodos nuevos, creadores, desafiantes de evangelización, para bombardear en forma efectiva al mundo con el último mensaje redentor de Dios. Ha llegado el tiempo de que nuestras casas publicadoras saturen el globo con nuestra literatura llena del mensaje. Ha llegado el tiempo de utilizar todos nuestros recursos materiales, espirituales e intelectuales para una operación colectiva, evangelizadora, de dimensiones mundiales. La urgencia del tiempo demanda una movilización total y resuelta, de líderes y laicos de la iglesia en una acción evangelizadora sin precedentes. Ha llegado el tiempo de conceder la más alta prioridad a la utilización de nuestro personal, de los talentos materiales, de los medios y de los recursos en una obra de evangelización llena del Espíritu. La evangelización, para que sea efectiva, debe ser total, amplia, llena del Espíritu, y resuelta. El desafío es para la evangelización por medio de la página impresa, de las comunicaciones masivas, de la salud; de la evangelización pública y personal; de los jóvenes, de los laicos, de los pastores; de la evangelización de puerta en puerta, del bienestar social y de las instituciones. Este enfoque tiene cabida en una iglesia que esté completamente movilizada, motivada y conducida por el Espíritu. Sólo cuando la iglesia recupere esa total dedicación evangelizadora, consumidora y llena de celo, será alumbrada la tierra con la gloria de Dios. Entonces, y sólo entonces, será terminada la predicación del Evangelio y vendrá el reino de Dios. Para experimentar ese día, hacen falta tres cosas:
1.Un reavivamiento total.
2. Una reforma total.
3. Una participación total en la evangelización.
Sobre el autor: Es el presidente de la División Interamericana.