¿Qué está en juego en la comprensión de cuándo y cómo Cristo vendrá por segunda vez?

     Los cristianos que pueden entender cómo los judíos fallaron en identificar a Cristo como el Mesías prometido tienen poca razón para alimentar sentimientos de superioridad. Incluso antes de la muerte de los apóstoles, los cristianos primitivos interpretaron incorrectamente las profecías acerca de la segunda venida de Jesús y, a lo largo de los siglos, muchos cristianos han promovido un gran número de falsos conceptos acerca de este tema. En este artículo, analizaremos brevemente las ideas más prominentes. No son presentadas como hechos históricos que, sencillamente, deban ser recolectados y examinados académicamente. Está a punto de seguir una senda de engaño que tiene, en su final, una farsa mortal de magnitud cósmica. Entonces, avance en oración.

Primer siglo

     Los teólogos comprendieron muy bien la queja de Pedro acerca de “nuestro amado hermano Pablo”, que escribió cartas “entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen” (2 Ped. 3:15, 16). En los cristianos tesalonicenses encontramos un buen ejemplo acerca del tiempo de la segunda venida de Cristo. Ellos creían que los eventos finales mencionados por el apóstol Pablo ya habían llegado, y así esperaban que la segunda venida de Jesús ocurriese en sus días. De hecho, algunos citaban palabras de Pablo “en el sentido de que el día del Señor está cerca” (2 Tes.2:2). Para evidenciar eso, algunos compartían supuestas “revelaciones” dadas por el Espíritu Santo; otros, hacían circular una carta imaginariamente escrita por Pablo, a fin de confirmar las visiones de ellos.[1] A partir de allí, ¡es suficiente referirnos a los eventos que precedieron a 1844, para imaginar los resultados!

     La confusión entre los tesalonicenses obligó al apóstol a aclarar lo que él realmente quiso decir. En la segunda carta, escribió: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?” (2 Tes. 2:3-5).

Tercer siglo

     Orígenes, el famoso teólogo, es más conocido por la mayoría de los adventistas por las teorías que desarrolló acerca de la adoración en domingo que por su espiritualización de la segunda venida de Jesús. La venida de Cristo, enseñó, ocurre cuando él entra en el alma del cristiano, uniendo, así, al fiel consigo mismo. La iluminación del cristiano, por intermedio de los profetas y los apóstoles, constituye la segunda venida de Cristo. Según Orígenes, es en este sentido que el cristiano entra en el Reino de Dios.[2] Esa espiritualización teológica distorsionó su comprensión general de las Sagradas Escrituras. Él creía que la Palabra de Dios constaba de tres facetas: cuerpo, alma y espíritu. Cada una representaba un nivel diferente de interpretación. El significado literal estaba relacionado con el cuerpo. El alma de las Escrituras estaba constituida por su enseñanza moral. El tercer nivel, que solo los “perfectos” podían comprender, era las enseñanzas espirituales de la Biblia.[3]

     Así, Orígenes hablaba sobre la segunda venida de Cristo en las “nubes proféticas”, y del fin de los tiempos como la crucifixión del mundo en el corazón de los cristianos, dando a entender que, para ellos, el mundo estaba muerto.[4] Eso nos hace recordar que la manera por la cual alguien interpreta la Biblia es muy importante.

Siglo V

     La comprensión de Agustín sobre la segunda venida de Jesucristo influenció sobre la iglesia cristiana durante siglos. Siendo uno de los padres de la iglesia latina, él creía que la segunda venida de Jesús ocurría cuando él entra en el corazón de quien lo acepta. Pero Agustín no excluía, como lo hacía Orígenes, la venida literal de Cristo. Él enseñaba que el reino milenial de Cristo comenzó cuando él estuvo aquí, y que continuaría por mil años antes de la segunda venida. Agustín creía que ese evento ocurre poco a poco y por partes, por medio de la presencia de Cristo en la iglesia. Cuando la iglesia toda esté colmada de su presencia física, entonces el Señor vendrá personalmente.[5]

     Poco antes de Agustín, el Imperio Romano, bajo Constantino, se había convertido nominalmente al cristianismo. Así, este imperio ya no era la sede del mal, que todavía reinaba en el corazón de los paganos. De acuerdo con Agustín, ellos constituían el abismo milenial; que, según el libro de Apocalipsis, es atribuido a Satanás. En ese sentido, el gran conflicto entre el bien y el mal pasa a ser entre la “ciudad de Dios” y la “ciudad del diablo”.[6]

     Los elegidos componen la ciudad de Dios, y la iglesia es el Reino de los cielos, habitada por los santos. Por otro lado, la ciudad de Dios, visible y organizada jerárquicamente, debe gobernar más y más sobre el mundo. Este estatus se alcanza por medio de la íntima relación con el estado cristiano, que debe promover la verdadera adoración a Dios por el castigo y la supresión de la herejía. Así, la ciudad de Dios superará la ciudad del diablo.[7] Con algunas modificaciones, esta es todavía la comprensión de muchos católicos hasta la actualidad.

Siglo XV

     Hasta la Reforma, nadie había desafiado la equiparación del milenio y la segunda venida de Cristo con el triunfo de la iglesia romana, postulada por Agustín. La Reforma trajo no solo un cambio en la doctrina de la salvación al enfatizar la justificación por la fe, sino también posibilitó un reestudio de la segunda venida de Cristo. Lutero y Calvino enfatizaron que los cristianos deben acelerar y prepararse para ese evento. No obstante, Lutero, incluso observando sucesos en Europa que él entendía como señales del fin, varias veces dijo que la segunda venida de Cristo todavía demoraría cien, doscientos o trescientos años.[8]

     Por otro lado, Calvino, sencillamente, amonestó a los cristianos a velar y estar listos. Lejos de equiparar la Iglesia Católica con el Reino de Dios en la Tierra, ambos creían que el papa era el anticristo. Ambos reformadores afirmaban que la batalla final entre la iglesia verdadera y la falsa, aun cuando ya había comenzado, terminaría con la segunda venida de Jesús.

Siglo XVIII

     Cuando Timothy Dwight, presidente de la Universidad de Yale, predicó su sermón el 4 de julio de 1978, habló entusiastamente de la venida de Jesús como si estuviera a las puertas. Por otro lado, lo que él tenía en mente no era una venida literal, como algunos han afirmado. En verdad, él preveía un advenimiento espiritual, a semejanza del que había sido popularizado por Daniel Whitby, comentarista británico. Su teoría era la siguiente: antes de la segunda venida, el mundo sería convertido por el poder del Espíritu Santo, y los mil años de paz culminarían con el retorno personal de Jesús.[9] Whitby no tomó en cuenta que Jesús no había dicho que todo el mundo se convertiría antes de su venida, sino que el evangelio del Reino sería predicado en el mundo entero para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin. Pero, en la época en que el sermón de Dwight fue presentado, el concepto de un milenio temporal había sido aceptado por la mayoría de los pastores evangélicos. Esa “espiritualización” de la segunda venida de Jesús causó un profundo impacto en la iglesia protestante.

     Anticipando mil años de justicia y de paz, la mayoría de los feligreses ya no esperaba la inminente segunda venida de Jesús.[10] La corrección doctrinal provino de una fuente jamás pensada: Manuel Lacunza, sacerdote y misionero jesuita. Lacunza escribió un libro titulado La venida del Mesías en gloria y majestad, en el que afirmó que Cristo vendría a comienzos del milenio. Sus escritos despertaron a muchos al concepto de la inminente y literal venida de Cristo, y motivaron el reestudio de las profecías, incluyendo los 2.300 días proféticos de Daniel 8:14, lo que también sería el tema de predicación de Guillermo Miller.

     Los milleritas, al igual que otros premilenialistas, creían que el Reino de Cristo sería establecido en la Tierra. Por otro lado, ellos diferían en cuanto a la creencia de que el tiempo de prueba sería cerrado primero, y que solo los redimidos habitarían la Tierra durante los mil años. Pero, los adventistas del séptimo día luego definieron que los santos estarían en el cielo durante el milenio, con dos resurrecciones generales que marcaban el inicio y el final de este período. Los justos resucitarían en la primera resurrección y los impíos resucitarían en la segunda. Posteriormente, enfrentarían las consecuencias de sus pecados, antes de que el Señor cree nuevos cielos y tierra nueva.

Siglo XX

     Con el nuevo siglo, también sobrevinieron nuevos y más sofisticados ataques a las Escrituras. Ya a mediados del siglo XIX, el abordaje de la Alta Crítica hacia la Biblia había comenzado a ejercer su impacto en el mundo tecnológico. En 1900, aproximadamente, había causado un impacto devastador en la doctrina de la segunda venida de Cristo. Ejemplo de esto son los escritos de Albert Schweitzer, famoso músico, teólogo y físico, y su influyente trabajo The Quest of the Historical Jesus [La búsqueda del Jesús histórico], publicado primeramente en 1906. Él restringía la llegada del Reino de los cielos solo a la época de Cristo. Por medio de su predicación, por intermedio de sus discípulos y, finalmente, mediante su propio sacrificio, enseñaba Schweitzer, Jesús buscó establecer el Reino de Dios. Dado que ninguno de esos intentos alcanzó el éxito, Jesús murió como un hombre desilusionado. Este abordaje de la parousía, centrado solo en el pasado, es llamado “Escatología consistente”.

     Reaccionando a la interpretación de Schweitzer, el teólogo C. H. Dodd propuso la “Escatología realizada”, fundamentada en los textos bíblicos que enfatizan que el Reino de Dios ya había venido. Él quiso demostrar que Jesús no fracasó y que el Reino de Dios ya está presente. El ministerio de Cristo es una realidad atemporal y exitosa. El Reino de Dios ya está aquí; solo debemos decidir aceptarlo.[11]

     Un tercer ejemplo de interpretación errónea de las Escrituras es la llamada “Escatología inaugurada”, propuesta por J. A. Robinson, alumno de Dodd. Robinson consideraba que la parousía de Jesús sucedía siempre que él surge en amor y poder, mostrando señales de su presencia. Inaugurada por la muerte y la resurrección de Jesús, esa nueva fase del Reino de Dios todavía está por ser completamente terminada; sin embargo, ya estamos viviendo la anticipación de lo que será realizado. Así, Robinson puso el énfasis de la segunda venida en el futuro, no sobre la venida inminente y literal en aquellos días.

     Hoy, el rapto secreto, o arrebatamiento, es una enseñanza común entre los evangélicos, teniendo como base particularmente la mala comprensión de pasajes como Mateo 24:40 al 44 y 1 Tesalonicenses 4:13 al 18. La expresión usada por Mateo: “el uno será tomado, y el otro será dejado”, es la de Pablo en la Epístola a los Tesalonicenses: “Seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes”, y son interpretadas en el sentido de que los santos serán arrebatados secretamente, en un evento que puede tener lugar en cualquier momento, dado que estamos viviendo en el tiempo del fin.

Siglo XXI

     No solo la enseñanza del rapto secreto, sino también las creencias fundamentales de las teorías del segundo advenimiento mencionadas aquí, de alguna forma, están de moda en los días actuales. En el énfasis sobre “el Cristo dentro de nosotros”, preconizado por el movimiento de la Nueva Era, podemos detectar elementos de la teoría iluminista espiritual de Orígenes.[12] La Iglesia Católica no ha descartado la teoría según la cual el mundo llegará a ser católico antes de la segunda venida de Jesús. La Alta Crítica continúa ideando la segunda venida dentro de un molde extrabíblico. La comunidad evangélica alimenta la idea “whitbiana” de la esperada era dorada de mil años de paz, donde las espadas serán transformadas en arados y el león convivirá con el cordero.

¿Sería realmente Cristo?

     Al enseñar sobre la segunda venida de Jesús, en una clase de nuevos conversos en la Escuela Sabática, cierto profesor intentó enseñar cómo podría ser el engaño satánico que falsificará la segunda venida. Inicialmente, mencionó el diálogo entre Jesús y los discípulos cuando le preguntaron: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe” (Mat. 24:14). Después, el profesor citó a Pablo: “Porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz” (2 Cor. 11:14). “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?” (2 Tes. 2:3-5).

     “Cuando Jesús venga por segunda vez –continuó el profesor en su escenificación del engaño satánico, citando la Biblia– ‘el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras’ (1 Tes. 4:16-18). Eso ocurrirá después del milenio –enseñó ficticiamente el profesor, citando Apocalipsis 20 al 22– cuando Dios establezca su reino eterno en la Tierra restaurada.

     “Toda la Tierra parece envuelta en un espiral, negro de inimaginables tinieblas y terror. Las monedas internacionales son inútiles. La guerra y la enfermedad están convulsionando continentes enteros. Entonces, cuando el exterminio de la humanidad parece inminente, un ser alto y brillante aparece en las capitales de la Tierra. La gloria que lo rodea supera toda imaginación, y los líderes de las naciones caen de rodillas ante él. En pocas horas, emisoras de televisión transmiten escenas alrededor del mundo, de cada esquina de la Tierra, donde resuena un grito de triunfo: ‘¡Cristo regresó! ¡Cristo regresó!’

     “Durante las siguientes semanas, el visitante de la Tierra promete un nuevo orden de cosas: la reconstrucción de una sociedad en la que no habrá más injusticia, pobreza, enfermedad ni muerte. De sus labios salen palabras del Sermón del Monte; palabras que millones y millones de cristianos memorizarán en las clases dominicales. Y, a semejanza de un pequeño niño, el mundo se deleita”, describió el profesor, concluyendo la escenificación.

     ¿Podrá ser así? ¿Será ese el verdadero Cristo? Evidentemente, no. ¿No deberíamos preguntarnos por qué es tan importante para nosotros no solo creer en la segunda venida de Cristo, sino también comprender los acontecimientos relacionados con ella? ¿Acaso necesitamos de argumentos más fuertes, que nos motiven a intensificar nuestra predicación y nuestra enseñanza acerca de la bendita esperanza en la venida de Jesús?

Sobre el autor: Profesor de Teología, jubilado, reside en Collegedale, Tennessee, Estados Unidos.


Referencias

[1] W. J. Conybeare y J. S. Howson, The Life and Epistles of St. Paul (Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans, 1957) p. 315.

[2] Norskov V. Olsen, ed., The Advent Hope in Scripture and History (Washington, DC: Review and Herald, 1987), p. 78.

[3] Bernard Ramm, Protestant Biblical Interpretation (Boston: W. A. Company, 1956), pp. 32, 33. Ver también The Oxford Dictionary of the Christian Church (Londres: Oxford University Peress, 1958), pp. 991-993.

[4] Le Roy Edwin Froom, The Prophetic Faith of Our Fathers (Washington, DC: Review and Herald, 1950), t. 1, pp. 315-318.

[5] Olsen, p. 87.

[6] Ibíd.

[7] Williston Walker, A History of the Christian (Edinburgh: T & T Clark, 1959), p. 167. Ver también Froom, t. 1, pp. 479-491; Oxford Dictionary of the Christian Church, pp. 106-108.

[8] Don F. Neufeld y Julia Neuffer, ed., Seventh-day Adventist Bible Student’s Source Book (Washington, DC: Review and Herald, 1962), pp. 919, 920. Ver también Froom, t. 2, p. 278.

[9] Froom, t. 2, p. 651.

[10] R. W. Schwarz, Light Bearers to the Remnant (Mountain View, CA: Pacific Press Publishing, 1979), p. 654.

[11] Ibíd., pp. 26, 27.

[12] Jack J. Blanco, “Mysticism’s New Challenge to Adventist Christians”, Adventist Perspectives 2, no 3 (1988), pp. 27-34.