De qué manera el estudio de la misión está relacionado con la vida de todo cristiano

Hace tiempo que el fútbol asumió la condición de pasión nacional en el Brasil. Es considerado el deporte principal, tanto por la práctica generalizada por parte de sus seguidores, como por la fama mundial de sus jugadores profesionales, y también por el compromiso emocional por parte de los aficionados. En los últimos años, una segunda “pasión” se ha destacado en el contexto social sudamericano, principalmente evangélico: la misión cristiana. La movilización adventista en pro del testimonio comprueba esa característica. De la misma forma en que es común escuchar que todo brasilero se considera un técnico de fútbol, se podría decir que todo evangélico se considera un misiólogo.

A pesar de este creciente interés de la iglesia por la participación activa en la misión de Dios, de forma general esto se ha dado mayoritariamente de un modo pragmático, improvisad, a través del método de ensayo y error; y no tanto por medio de la reflexión y la investigación académica. La disciplina teológica de la misiología es bastante nueva, y todavía desconocida para muchos. El objetivo de este artículo es presentar una breve introducción a esta disciplina académica, destinada a reflexionar sobre el aspecto misionero de la iglesia, que forma parte de la vida de todos los cristianos.

Historia

Obviamente, la práctica misionera ya se llevaba a cabo antes de la reflexión académica sobre el asunto. Por otro lado, el español Raymond Lull (1253-1315) es considerado el primero “en reflexionar críticamente sobre las misiones, haber publicado sus pensamientos, y proponer el establecimiento de facultades para la preparación teológica y lingüística de misioneros a los musulmanes y los judíos”. Esta escuela fue fundada en Mallorca, España, en 1276. La colección de escritos de Lull llega a un total de más de 280 títulos, y es considerado el primer misiólogo de la historia cristiana. Recién en el siglo XV, José de Acosta y Thomas Jesu publicaron obras misiológicas significativas. En los tres siglos siguientes, se destacan varios nombres como, por ejemplo, Gisbertius Voetius, William Cary, Rufus Anderson, Henry Venn y Hudson Taylor. Más recientemente, se ha sugerido que alrededor del 1867 el estudio de las misiones estaba formalmente establecido en Alemania, Escocia y en los Estados Unidos.[1]

Definición

Curiosamente, la palabra misiología surgió de la unión de misio (latín) y logos (griego). “La misma palabra misiología nos recuerda que las misiones existen para interrelacionar culturas, para cruzar fronteras y para celebrar la maravillosa condición de traducción del evangelio de Jesucristo en un contexto cada vez más global”.[2]

De forma general, misiología es el estudio y la reflexión conscientes, intencionales y continuas sobre la misión. Es el “estudio interdisciplinario que, a través de la investigación, la publicación y la enseñanza, contribuye al avance de la adquisición, el desarrollo y la transmisión de conocimiento, y a la comprensión; que están basados teológicamente, informados contextualmente y orientados ministerialmente, con el objetivo de ayudar y corregir a los cristianos y las instituciones que participan activamente de la misión cristiana”.[3] Más específicamente, la misiología está orientada por tres temas centrales referentes a la misión: (1) la naturaleza, (2) el objetivo y (3) los medios o métodos. Esa exploración se fundamenta sobre estudios acerca de la naturaleza de Dios, el mundo creado y la iglesia, y las diferentes maneras por las que esas tres realidades interactúan entre sí.[4]

Relación interdisciplinaria

Hay varias maneras de entender la relación entre la misiología y las demás disciplinas teológicas. Alan Tippett considera que es más fácil definir los propósitos de la misiología que la complejidad de las posibles relaciones con las demás áreas. Destaca las dimensiones teológica, antropológica, histórica y práctica.

Además de interdisciplinaria, la misiología es integradora. No puede existir un misiólogo solitario, dado que “él siempre está participando de alguna clase de acción cooperativa, siempre aprovechando estudios de todos y también contribuyendo”. Tippett señala que “la misiología debe relacionarse con todos los sistemas existentes y hablar a todas las necesidades, en todos los lugares, en el tiempo, lugar y cultura, hasta que él [el Señor] venga”.[5] Por la misma naturaleza dinámica del asunto en estudio (la misión), esta disciplina no es estática. Está constantemente adaptándose al mundo cambiante en el que la misión de desarrolla, al mismo tiempo que busca mantener la integridad de sus principios y del mensaje de la verdad.

Esa dinámica interdisciplinaria e integradora de la metodología misiológica, explicada de manera sencilla, incluye el entendimiento del significado del texto bíblico en los estudios del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, las lecciones del pasado en los estudios históricos del cristianismo, las comprensiones teológicas sistemáticas en los estudios filosóficos y éticos, además de la familiaridad con los contextos, a través de los estudios sociales.

El objetivo de la misiología es reunir esas contribuciones en la reflexión y el estudio sobre la interacción del evangelio con el mundo y, juntamente con los estudiosos del área del ministerio, formular las prácticas misioneras de los cristianos.

Finalmente, una visión todavía más completa sobre la misiología resalta su característica interactiva. La modernidad contribuyó al divorcio entre la teología teórica y la práctica. Por lo tanto, uno de los objetivos de la reflexión teológica cristiana consciente debiera ser la reconciliación entre estas dos partes, que no son útiles de manera independiente. En esa línea, Andrew Kirk ofrece una perspectiva interesante. Él sostiene que “toda teología verdadera es, por definición, teología misionera, porque tiene como objetivo el estudio de los caminos de Dios, que es misionero por naturaleza, y un texto fundamental escrito por misioneros y para misioneros. La misión, como disciplina, entonces, “no es el tejado de una construcción que completa el todo de la estructura, ya construida con bloques que existen separadamente, sino más bien el fundamento, como el cimiento, que liga y une todas las partes”.[6] Por esto mismo, y tal como David Bosch sugiere de manera equilibrada, es importante que la misión sea teológica, al igual que es importante que la teología sea misiológica; pues la teología no tiene razón de ser como fin en sí misma; pero sí, como parte del compromiso en los propósitos de Dios.[7]

Estudio

El estudio de la misiología puede ser subdividido en áreas, como Teología de la misión, Historia de la misión, Misiología y las Ciencias Sociales, Desarrollo social, Religiones mundiales, Estudios interculturales, Estrategias misiológicas, Demografía religiosa, y otros campos de estudios relacionados. Dentro de esa interdisciplinariedad, para el misiólogo cristiano, la Biblia es la referencia que determina las presuposiciones para el estudio de la misión. Desde el comienzo hasta el fin, la Biblia es un registro de la acción de Dios para redimir a la creación caída, en conexión con la vindicación de su carácter y de su glorificación. Por lo tanto, se convierte en un patrón espiritual para clasificar y evaluar observaciones, materiales, fuentes y experiencias, en un nivel absolutamente superior a la agenda mundial, la comparación de las religiones y la filosofía secular.

En la misión, el mensaje es la Palabra de Dios sobre su propósito y promesa para la humanidad. Está relacionada con la vida íntima, la experiencia espiritual y, también, con el destino eterno de las personas. Al mismo tiempo, la naturaleza práctica de la misiología es parte integral de la disciplina. La comunicación del evangelio tiene que darse dentro de la estructura y la organización de las sociedades humanas. Eso sucede en el ambiente de la Tierra, donde las personas desarrollan su vida física y donde esas experiencias suceden a través de relaciones humanas cul turalmente condicionadas. Tippett recuerda que “la teoría misiológica tiene que provenir del campo […] y tiene que demostrar su fruto en el campo”.[8]

Hasta no hace mucho, la misiología era considerada casi como el departamento de relaciones internacionales, y se la relacionaba con las historias más exóticas y periféricas de la iglesia. Hoy, se ha movido al centro de la vida práctica de la iglesia y de cada cristiano. La misiología no se limita más a iniciativas que incluyan cruzar fronteras entre países, porque comprende una concienciación creciente de que las fronteras (sociales, etarias, de género y educación) entre culturas o subculturas están presentes en todos los contextos, aun cuando no esté presente la tradicional barrera del idioma. Una de las principales áreas de la misiología, hoy, tiene como objetivo entender el desafío misionero en los centros urbanos. Por eso, Kirk señala que la “frontera misionera no es primariamente geográfica, sino que está en el área de las creencias, la convicción y el compromiso”.[9]

Dios, usted y la misiología

No es difícil percibir que el estudio de la misión está directamente relacionado con la vida de cada cristiano. Alguien ha dicho que “una iglesia sin misión es una contradicción”.[10] La misión define el propósito de la iglesia y de cada cristiano, y por eso define quién él es. Por otro lado, el punto de partida del estudio misiológico es Dios. “Se entiende que la misión deriva de la misma naturaleza de Dios”.[11] La idea central destaca que es él quien inicia y sustenta la misión (misio Dei). Por la gracia de Dios, cada cristiano individualmente, y la iglesia colectivamente, son invitados a formar parte en esta obra divina.

Así, “la doctrina clásica de la misio Dei, con Dios el Padre, que envía al Hijo, y Dios el Padre y el Hijo, que envían al Espíritu, se expande para incluir un movimiento más: Padre, Hijo y Espíritu Santo envían a la iglesia al mundo”.[12] Por eso, si la iglesia no existe en función de los demás, no es iglesia. Si falta la verdadera compresión de que Dios es el punto de partida y de llegada de la misión, ¿cómo se entenderá la iglesia?[13]

Hoy, la misiología ha vuelto su atención, de forma especial, al fenómeno de la globalización y sus efectos. Existe un verdadero cambio demográfico en el mundo, acompañado por un nuevo panorama religioso influenciado por el posmodernismo. Las nuevas tecnologías conectan a las personas de forma diferente; los países emergentes son piezas importantes de la política y la economía globales; la mayoría de las personas vive en ciudades; y el “centro” del cristianismo pasó hacia el hemisferio sur.

Ante esta realidad, “la misiología, como rama de la disciplina de la teología cristiana, no es un emprendimiento neutro o desinteresado; por el contrario, busca considerar al mundo desde la perspectiva del compromiso de la fe cristiana.[14] El llamado es a que seamos más que dedicados misiófilos (amantes de la misión), sino también que podamos estudiarla y reflexionar espiritualmente acerca de ella, como hábiles misiólogos (estudiantes de la misión); lo que nos convertirá también en fieles misioneros (siervos de Dios).

Sobre el autor: Doctorando en Misiología, por la Universidad Andrews, Estados Unidos.


Referencias

[1] John Mark Terry, Ebbie C. Smith y Justin Anderson, Missiology: An Introduction to the Foundations, History and Strategies of World Missions (Nashville, TN: Broadman & Holmam, 1998), p. 390.

[2] Timothy C. Tennent, Invitation to World Missions: A Trinitarian Missiology for the Twenty-First Century (Grand Rapids, MI: Kregel, 2010), p. 10.

[3] Robert J. Priest, What in the world is missiology!?, http://www.missiologymatters.com/2012/03/07/what-in-the-world-is-missiology/accedido el 18/03/2013.

[4] A. Scott Moreau, Gary Corwin y Gary B. McGee, Introducing World Mission: A Biblical, Historical and Practical Survey (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2004), p. 17.

[5] Alan R. Tippet, Introduction to Missiology (Pasadena, CA: William Carey Library, 1987), p. 14.

[6] J. Andrew Kirk, The Mission of Theology and Theology as Mission (Valley Forge, PA: Trinity, 1997), p. 50.

[7] David J. Bosch, Transforming Mission: Paradigm Shifts in Theology of Mission (Maryknoll, NY: Orbis, 1991), p. 494.

[8] Tippett, p. 17.

[9] J. Andrew Kirk, What is Mission? Theological Explorations (Minneapolis, MN: Fortress, 2000), p. 24.

[10] Carl E. Braaten, The Flaming Center: A Theology of the Christian Mission (Philadelphia: Fortress, 1977), p. 55.

[11] Bosch, p. 390.

[12] Ibíd.

[13] Darrell L. Guder y Lois Barrett, Missional Church: A Vision for the Sending of the Church in North America (Grand Rapids, MI: W; B; Eerdmans, 1998), p. 7.

[14] Bosch, p. 9.