Cómo encontrar respuestas a preguntas no abordadas directamente en las Escrituras
Cuando las personas hacen preguntas de una naturaleza bíblica o teológica, requieren como respuesta un texto bíblico claro, un “Así dice el Señor”, para poder entender el tema. Si bien es totalmente recomendable y es el abordaje adventista depender de las Escrituras para establecer temas teológicos, no siempre se puede proveer un texto bíblico que aborde directamente el tema. Por lo tanto, puede ser útil analizar brevemente cómo encarar las cuestiones teológicas. Hacemos esto con una elevada consideración de las Escrituras en mente. Es decir, asumimos que las Escrituras son la revelación proposicional de Dios para los seres humanos.
Categorías de preguntas
Cuando pensamos en abordar preguntas bíblicas o teológicas, pronto nos damos cuenta de que existen diferentes categorías de preguntas.
Preguntas acerca del texto bíblico. Primero, hay cuestiones relacionadas con la interpretación de textos bíblicos o pasajes bíblicos más largos. Alguien desea entender, por ejemplo, Lucas 23:43, un texto que contiene las palabras de Jesús dirigidas al ladrón en la cruz, o la profecía de Daniel 11.
En estos casos, estudiamos meticulosamente el texto y empleamos los pasos exegéticos que se derivan de las Escrituras.[1] El punto de partida es claramente el texto bíblico. La pregunta no es acerca de cuál texto bíblico escoger, sino de qué modo debería ser interpretado un texto bíblico basados en un método hermenéutico que acepta el testimonio de las Escrituras mismas.
Preguntas acerca de temas bíblicos. Segundo, hay preguntas temáticas que se relacionan con cómo los temas bíblicos deberían ser entendidos. Si, por ejemplo, queremos estudiar temas bíblicos como el sábado o la resurrección de los muertos en la Biblia, deberíamos buscar en las Escrituras esos términos y el vocabulario relacionado; por ejemplo, “sábado”, “descanso”, “descanso completo” y “descansar”. Deberíamos investigar los textos que hemos encontrado en su contexto, aplicando a estos textos brevemente los pasos exegéticos mencionados antes y tratar de formular una teología de estos temas.
Preguntas acerca de conceptos bíblicos. Aparte de los temas bíblicos que están basados en términos bíblicos, existen temas tales como la Trinidad, la antropología o la escatología, que abordan conceptos bíblico-teológicos que no pueden ser directamente basados en vocabulario bíblico, o al menos no exclusivamente. Para abordar estos temas, y otros similares, uno tiene que ir más allá de la búsqueda de palabras. Lo que hay que hacer es investigar y sintetizar varios temas y conceptos bíblicos. Cuando estudiamos, por ejemplo, la Trinidad, podríamos estudiar cuántos términos diferentes aplicados a Dios son usados, investigar lo que Jesús y los apóstoles afirmaron acerca de que Jesús era divino, preguntarnos cómo Jesús y el Espíritu Santo se relacionan con el Padre en las Escrituras, considerar la noción de que Dios es uno, etc. No existe un texto bíblico que diga “Existe un Dios en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”. Pero creemos que este concepto se encuentra claramente expresado en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento.
Temas no mencionados en las Escrituras. Finalmente, los cristianos que vivieron en los siguientes siglos al cierre del canon bíblico fueron confrontados con preguntas de naturaleza teológica o ética que no están directamente abordados en las Escrituras; una realidad enfrentada por cristianos de todas las épocas. Algunos se refieren a estas preguntas como el silencio de la Palabra de Dios. Sin embargo, no es un silencio absoluto. No estamos teniendo en mente aquí las creencias fundamentales de los adventistas, que se derivan directamente de las Escrituras. Estos son algunos ejemplos de temas que no son mencionados explícitamente en las Escrituras: ¿Puede morir Dios? ¿Qué le sucedió a la naturaleza divina de Jesús cuando murió en la cruz? Jesús ¿experimentó la primera o la segunda muerte? ¿Cuál es nuestra posición acerca del aborto, la investigación con células madre y la clonación humana? Los cristianos hoy ¿pueden estar involucrados en una u otra forma con la esclavitud, dado que la Biblia no lo prohíbe claramente? ¿Y qué hacer con respecto a la ecología y el cuidado del planeta Tierra? ¿Deberíamos sentirnos libres para beber alcohol, fumar o abusar de drogas? No existe una prohibición bíblica que diga: “No fumarás”.
Estas y otras preguntas similares no pueden ser respondidas mediante uno o más textos bíblicos. Quizá no haya ningún texto bíblico que trate directamente estos temas. Sin embargo, estas preguntas son importantes y un número de ellas influye directamente en nuestra vida diaria. No pueden ser ignoradas.
En otras palabras, algunas preguntas bíblicas/teológicas están directamente relacionadas con textos bíblicos o material bíblico y pueden ser respondidas por textos bíblicos directos, mientras que otras, no.
Diferentes aproximaciones a preguntas que no pueden ser respondidas con uno o más textos bíblicos
Esto nos enfrenta con la pregunta de cómo deberíamos proceder y qué se debería hacer en casos donde no podemos sencillamente referirnos a claros textos bíblicos. ¿Cuáles son las opciones, si aceptamos las Escrituras como la Palabra de Dios, evitando aproximaciones críticas tales como la sugerencia de que las Escrituras están culturalmente condicionadas, reflejando un desarrollo evolutivo del pensamiento religioso, o es relativa en sus declaraciones y su autoridad? Excluyendo estas aproximaciones, parece que todavía tenemos cuatro opciones.
Está permitido lo que las Escrituras no prohíben. Una aproximación sería: lo que las Escrituras no prohíben está permitido. Esta aproximación significaría que, si las Escrituras no abordan directamente un tema específico, los cristianos están libres para avanzar en la dirección que lo deseen. Algunos limitarían esta libertad de alguna manera, y afirmarían que solo bajo la oración y la guía del Espíritu Santo la iglesia, más que los individuos, debe tomar decisiones acerca de los temas que no están abordados directamente por las Escrituras.
Tomemos, por ejemplo, la estructura de la iglesia. La Biblia no nos dice precisamente cómo debe estar estructurada una iglesia mundial. No tenemos textos que afirmen que debemos tener asociaciones, uniones, divisiones y una Asociación General, o cuánta autoridad deberían ejercer los líderes de los diferentes niveles de la administración eclesiástica. ¿Qué estructura es más productiva: episcopal, presbiteriana o congregacional? Por otro lado, si el principio “lo que no está prohibido se permite” es verdad, ¿deberíamos sentirnos libres para consumir drogas narcóticas, participar de juegos de azar y mirar pornografía?
Esta y la siguiente aproximación fueron analizadas tempranamente en la historia de la iglesia. J. P. Lewis escribe: “Tertuliano estaba preocupado acerca de si un cristiano podía colocarse una corona de laureles. Si bien la oposición afirmaba que ‘lo que no está prohibido está definidamente permitido’, Tertuliano sostenía que ‘todo lo que no está claramente permitido está prohibido’. Sería exagerar la evidencia, sin embargo, asumir que Tertuliano aplicó esta opinión de manera consistente a todos los temas de fe y práctica en la iglesia”.[2]
Él continúa diciendo: “Lutero consideraba que ‘lo que las Escrituras ni recomiendan ni prohíben tiene que ser considerado como algo dejado al libre criterio y tratado de esa manera’. Lutero no intentó eliminar la elevación de la hostia o el uso de las vestimentas eucarísticas. Cuando Karlstadt preguntó: ‘¿Dónde nos ha ordenado Cristo a elevar la hostia y exhibirla ante el pueblo?’ La respuesta de Lutero fue: ‘¿Dónde se lo prohíbe?’ Lutero declaró: ‘Con respecto a Cena del Señor, ¿dónde Cristo ha prohibido la elevación? El Papa transgrede cuando lo ordena; y los sectarios, cuando lo prohíben’ ”.[3]
Lutero hablo acerca de las cosas “adiáfora”, acerca de las cuales las Escrituras –y por extensión Dios– son indiferentes.[4] Esta aproximación también es llamada el “principio normativo”, adoptado, por ejemplo, por los anglicanos.[5]
Está prohibido lo que las Escrituras no permiten. Una segunda aproximación sería: lo que las Escrituras no permiten explícitamente está prohibido. Esta aproximación podría significar que, por ejemplo, tendríamos que vivir como los Amish, o menonitas, no usar electricidad ni todos los medios modernos de transporte y comunicación, porque no están mencionados en las Escrituras. Las Escrituras no hablan de los avances en la ciencia y la medicina que influyen en nuestra vida diaria. ¿Podemos usar un escáner de tomografía computada o de resonancia magnética, lentes para leer o trasplantar un órgano? Nuevamente, ¿qué diríamos acerca de la estructura de la Iglesia Adventista y sus distintos departamentos? ¿Deberíamos eliminar las asociaciones, las uniones, las divisiones y la Asociación General porque ninguna de estas entidades es mencionada ni expresamente permitida en las Escrituras? ¿Qué debemos hacer con las escuelas y los hospitales, las casas editoras y las industrias de alimentos saludables? ¿Deberíamos prohibir los órganos en las iglesias (como lo hicieron en primera instancia los calvinistas) o los equipos de amplificación de sonido?[6] No se hace mención de ninguno de ellos en las Escrituras, y existen muchos ejemplos más que podrían ser enumerados. Se podría argumentar que las Escrituras regulan la vida religiosa y no la secular. Sin embargo, esta distinción no es trazada directamente en la Biblia.
Como ya se ha declarado, el tema fue discutido en los primeros siglos, y volvió a surgir con Zwinglio y Calvino. Para Zwinglio, “todo era sencillo. Las Escrituras deben sancionar explícitamente todo lo que se hace en el servicio, aunque existe un área de ‘cosas sin importancia’ tales como las palabras exactas de las oraciones. Lo que no está autorizado debe ser rechazado”.[7] Y, de acuerdo con Calvino, “nada es más seguro que proscribir toda la audacia del juicio humano, y adherir solo a lo que las Escrituras enseñan”.[8]
Thomas Campbell, del Movimiento de Restauración, declaró: “Donde las Escrituras hablan, nosotros hablamos; donde las Escrituras hacen silencio, nosotros guardamos silencio”.[9] Esto suena muy bien y, ciertamente, es sincero. Sin embargo, W. Woodrow muestra que Campbell no fue capaz de mantenerse dentro de su propio principio: “Lamentablemente, Campbell a menudo usó la misma lógica para excluir una práctica e incluir otra […]. Campbell justificó muchas cosas para las que no había un mandato ni ejemplo, bajo la ‘ley de la conveniencia’: reuniones en los hogares; bautisterios; la traducción, publicación y distribución de las Escrituras; fechas de convocación y arreglos específicos para el día del Señor, etc. […] Campbell habló favorablemente de la pena capital, llegando a la conclusión de que no existe ni siquiera ‘una palabra en el Antiguo o el Nuevo Testamento que prohíba’ su uso. La institución de la esclavitud no es en sí misma inmoral, dado que ‘no existe ni un solo versículos en la Biblia que lo prohíba’. En otra parte, Campbell reconoció que, dado que Dios no prescribió ninguna forma de gobierno, igualmente sancionó toda forma que la sociedad escoja asumir’. Dado que los apóstoles no dieron instrucciones específicas con respecto a la cooperación en la iglesia, esta es ‘dejada a la sabiduría y discreción de toda la comunidad’. Se debería señalar que el contexto en el que el silencio bíblico era prohibitorio para Campbell, generalmente incluía algún aspecto de la iglesia: su forma de gobierno, adoración o términos de comunión […]. Dado que el Nuevo Testamento prestó todos estos aspectos esenciales de la iglesia, los elementos ajenos a la Biblia que no tienen autorización bíblica violan el patrón dado divinamente, y obstruyen la causa de la unidad cristiana. El silencio, en este contexto, era prohibitorio. Sin embargo, ya que las Escrituras no especifican un procedimiento exacto para llevar a cabo estos elementos esenciales, el silencio en estas áreas implica libertad”.[10]
Los restauracionistas quizá no hayan podido ver que no todas las situaciones eclesiásticas en el Nuevo Testamento eran iguales y que, por lo tanto, en algunos casos existían varias opciones. Por ejemplo, los cristianos judíos todavía adoraban en el Templo y en la sinagoga, mientras que los cristianos se reunían en casas-iglesia moldeadas por la sinagoga, pero no se reunían en el Templo. Los restauracionistas quizá también fallaron en distinguir entre las narraciones bíblicas y las prescripciones bíblicas. En otras palabras: quizá no fueron capaces de establecer la diferencia entre lo que la Biblia informa y lo que la Biblia prescribe: En cualquier caso, Woodrow señala: “Esto no significa que cualquier palabra o acto que no aparece específicamente en las Escrituras no está en armonía con las Escrituras o se opone a ellas […]. Mientras que la mención de una práctica en el Nuevo Testamento contradice (en el sentido de ser diferente) a otra, esto no significa que la última práctica está mal o es pecaminosa […]. Sería absurdo que los cristianos conmemoraran la Cena del Señor ayunando; sin embargo, la institución de la Cena del Señor no excluye ayunar como una expresión válida de adoración sencillamente porque la contradice o difiere de ella.[11]
Esta segunda aproximación también es llamada “regulativa”, y fue seguida por los puritanos.
Escoger las dos aproximaciones mencionadas simultáneamente. Una tercera aproximación sería escoger entre las dos aproximaciones, al introducir o encontrar una posición intermedia. Un miembro de iglesia puede argumentar que no es un problema mirar televisión, porque está permitido lo que la Biblia no prohíbe; y la misma persona puede argumentar que las Escrituras no permiten velas o flores en el Santuario porque está prohibido lo que la Biblia no permite.
Aunque pueda parecer extraño, una aproximación así se puede encontrar entre los miembros, pastores y administradores adventistas. Sin embargo, también uno puede encontrarla a lo largo de la historia de la iglesia, porque las personas que adoptaron esta última aproximación no fueron capaces de aplicarla consistentemente. Esto se aplica tanto a los reformadores como a los restauracionistas.[12]
“Karlstad, colega de Lutero pero más tarde su oponente en Wittenberg, expresó el principio de no agregar nada a las Escrituras […]. Todo el que agregue o sustraiga de la Palabra de Dios es automáticamente excomulgado. Sin embargo, uno tiene el derecho de sentirse libre donde las Escrituras no son explícitas, pero el derecho individual debe someterse a las necesidades de la comunidad […]. Karlstadt pudo explicar lo que las Escrituras declaran. Su alegato por el cuidado de las viudas incluye el cuidado de los viudos”.[13]
Principios bíblicos para decidir temas teológicos. Una cuarta aproximación sugiere que, en ausencia de un claro texto bíblico que aborde directamente el tema bajo investigación, deberíamos buscar principios bíblicos que puedan arrojar luz sobre ese tema, evaluarlo en oración y determinar cómo estos principios deben ser aplicados a los asuntos teológicos y éticos. Los principios bíblicos se encuentran en los textos bíblicos. Para no hacer una mala aplicación de estos textos, primero deberían ser interpretados exegéticamente, seguido de un análisis teológico que busque los tópicos y los temas teológicos de los textos. A partir de estos temas teológicos, se pueden derivar los principios bíblicos. Esta aproximación debería insistir en que los mandamientos y las prohibiciones bíblicos deben ser tomados seriamente. Lo mismo se aplica a los principios bíblicos. Nunca estaremos sobre terreno seguro si ignoramos la voluntad de Dios.[14]
Regresemos al tema de la salud. Esta aproximación buscaría lo que las Escrituras tienen para decir acerca acerca de la salud y, por ejemplo, encontraría que Dios nos ha confiado nuestros cuerpos y espera que seamos buenos mayordomos de él. También prestaría atención a que las Escrituras llaman a nuestro cuerpo templo del Espíritu Santo (1 Cor. 6:19) y nos desafía a glorificar a Dios en nuestros cuerpos (1 Cor. 6:20). A la luz de estos principios bíblicos, los tremendos riesgos para la salud asociados con fumar harían difícil que un cristiano justificara esta práctica. La Biblia no contiene una clara prohibición de la esclavitud; sin embargo, al mirar los principios bíblicos que subrayan la dignidad humana, la libertad y la igualdad básica, al igual que al estudiar el tratamiento de Pablo de la esclavitud en epístolas tales como Filemón, muchos cristianos, incluyendo los adventistas, llegaron a darse cuenta de que la esclavitud tenía que ser abolida.
Evaluación de las aproximaciones
Las cuatro aproximaciones son básicas para tratar con asuntos teológicos y éticos que no están directamente abordados en las Escrituras. Debe haber más de cuatro (de hecho las hay, si uno opta por una aproximación crítica de las Escrituras), pero nos centraremos en estas y las evaluaremos brevemente, señalando sus fortalezas y sus debilidades.
Primera aproximación: Está permitido lo que las Escrituras no prohíben. Esta aproximación permite algo más de libertad y responsabilidad. Sin embargo, también puede ser peligrosa y se puede llegar a abusar de la libertad. Parece demasiado simplista y quizá no tome en cuenta los principios bíblicos que pueden ser encontrados cuando no hay textos bíblicos directos sobre el tema. La Biblia tiene más que decir acerca del estilo de vida, la ética y otras cuestiones de lo que parece en un nivel superficial. Por lo tanto, esta aproximación parece ser problemática.
Segunda aproximación: Está prohibido lo que las Escrituras no permiten. La segunda aproximación parece tener todo bajo control y quizá no sea tan fácil abusar de ella como en la primera aproximación, pero puede ser muy restrictiva y dificultar la vida moderna. También surge la cuestión de si una aproximación así está en las intenciones de las Escrituras y si es favorecida por las mismas Escrituras. Indudablemente, la segunda aproximación carece de la libertad que la primera garantiza. Puede ser difícil buscar principios bíblicos y también puede sentirse satisfecha con una lectura superficial de las Escrituras. Además, seguir esta aproximación complicaría e incluso entorpecería el cumplimiento de la Gran Comisión y la proclamación de los tres mensajes angélicos si, por ejemplo, tendrían que excluirse los medios modernos de comunicación y transporte.
Las Escrituras nos exhortan a no quitar nada de ella (Deut. 4:1, 2; Apoc. 22:18, 19; etc.). Y se podría argumentar que esto significa que no se nos permite hacer nada que no esté mencionado en las Escrituras. Sin embargo, la cuestión es si estos textos deben ser interpretados de esta manera. G. R. Osborne correctamente afirma que deberían ser interpretados en el contexto de la herejía. “Como en Deuteronomio, Cristo está advirtiendo contra los falsos maestros que distorsionan el significado de las profecías al agregar sus propias enseñanzas a ellas o remover el significado de lo que Dios quiso dar a entender”.[15] Esto es apoyado por G. K. Beale: “Estas falsas enseñanzas equivalen a ‘agregar a’ la ley de Dios. También es equivalente a ‘quitar de’ la ley de Dios”.[16] Estos textos bíblicos no abordan el tema de que “está prohibido lo que las Escrituras no permiten explícitamente”; por ejemplo, manejar un automóvil está prohibido, dado que no está específicamente permitido en las Escrituras. Los líderes judíos enseñaban regulaciones adicionales (cosas no explícitamente mencionadas en las Escrituras pero impuestas para no ir más allá de lo que las Escrituras permiten) y las registraban en la Mishná, el Talmud y otros documentos. Irónicamente, lo más probable es que no las consideraran como adiciones a las Escrituras, pero en realidad anteponían sus tradiciones a las Escrituras y fueron criticados por Jesús por esta práctica. Como la primera aproximación, esta también es algo problemática.
Tercera aproximación: escoger las dos mencionadas simultáneamente. Escoger entre las dos aproximaciones mencionadas anteriormente suena extraño. Pareciera poco probable que la primera y la segunda aproximaciones puedan ser combinadas de manera significativa y que sean compatibles. Desafía toda lógica alternar entre estas dos aproximaciones que son diametralmente opuestas.
Lamentablemente, las personas son inconsistentes y a menudo toman decisiones que no están basadas en claros principios bíblicos. Dado que no se dedican a meditar en profundidad, pueden combinar lo que es irreconciliable. También pueden dividir la vida en compartimentos diferentes, donde un compartimento es gobernado por una aproximación, mientras que otros son gobernados por una aproximación opuesta. Nos parece que la tercera aproximación es peor que las dos anteriores. Consciente o inconscientemente, la persona llega a ser la norma para interpretar las Escrituras. Con esta aproximación, existe el peligro de que la primera o la segunda posición sean escogidas subjetivamente, ya sea para llegar a conclusiones personales o para mantener alguna clase de tradición.
Cuarta aproximación: Principios bíblicos para decidir asuntos teológicos. Tal como fue señalado, la cuarta aproximación a temas no mencionados en las Escrituras está gobernada por principios bíblicos. Puede ser más desafiante que las aproximaciones anteriores y fuerza a los que la aplican a estudiar seriamente las Escrituras, orar y buscar la voluntad de Dios. Sin embargo, esto no es desventajoso, sino realmente beneficioso. Promueve una relación con Dios madura y en crecimiento. Esta aproximación también parece permitir cierta libertad, especialmente al abordar el concepto de mayordomía cristiana. Por causa de su conformación, esta parece ser la mejor aproximación posible de las cuatro. W. C. Kaiser y M. Silva sostienen: “Solo lo que es directamente enseñado por las Escrituras es obligatorio para la conciencia […]. Obligar la conciencia de los creyentes a lo que no es directamente enseñado en las Escrituras se acerca peligrosamente a establecer una nueva forma de tradición”.[17] Esto suena como la primera aproximación. Pero ellos continúan: “Así, lo que es directamente condenado en las Escrituras debemos condenarlo. Y lo que es condenado por la aplicación inmediata de un principio también debemos condenar”.[18]
Escoger una aproximación
Esto nos lleva al punto en el que tenemos que tomar una decisión acerca de las diferentes aproximaciones que abordan los temas no mencionados directamente en las Escrituras. Esta decisión es, al mismo tiempo, acerca de cómo hacemos teología. Obviamente, una aproximación simplista no funcionará. El Señor quiere que lidiemos con estos temas, meditemos en ellos y, bajo la guía del Espíritu Santo, encontremos las respuestas a los temas que no son abordados directamente en las Escrituras. Estas respuestas deben ser basadas en la Biblia, profundas y consistentes. ¿Qué es lo que la Biblia sugiere? ¿De qué manera Jesús y los apóstoles trataron con los temas que no están mencionados (o al menos no lo suficiente) en las Escrituras?
En Mateo 19, Jesús fue confrontado con el tema del divorcio. El Antiguo Testamento contiene una autorización para divorciarse en caso de indecencia (Deut. 24:1-3). Pero Jesús sabía que esta había sido una concesión hecha a Israel por causa de la dureza de corazón del pueblo (Mat. 19:8). Así que, no escogió la aproximación de que “está permitido lo que la Biblia no prohíbe explícitamente”. En su lugar, se refirió al principio bíblico que encontró en el registro de la creación, declarando que Dios hizo un hombre y una mujer, para que se unieran en matrimonio, y llegaran a ser una sola carne (Gén. 1:27; 2:24). De este hecho, Jesús dedujo: “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mat. 19:6).
En Romanos 1, Pablo analiza la pecaminosidad de los gentiles, mencionando varios vicios, incluyendo la actividad homosexual. Se encuentran claras prohibiciones de un estilo de vida homosexual en Levítico 18 y 20. Pero Pablo no aludió a estos textos, sino que presentó el contexto de la creación (Rom. 1)/caída (Rom. 5) como razón para el rechazo de la actividad homosexual. Aun cuando Pablo tenía textos bíblicos para oponerse a un estilo de vida homosexual, utilizó principios bíblicos para resolver el tema.
Cuando los discípulos fueron acusados de quebrantar el sábado por estar recogiendo algunas espigas de granos –supuestamente cosechando, trillando y aventando–, Jesús se opuso a esta acusación absurda al referirse a 1 Samuel 21, la historia en que David recibió el pan consagrado, y concluyó: “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (Mar. 2:27).
Evidentemente, se debería escoger la cuarta aproximación. Nuevamente, esta es una aproximación que trata acerca de temas no mencionados por completo, o solo mencionados tangencialmente en la Escrituras. Esto no excluye una comprensión literal de los textos bíblicos (a menos que abordemos parábolas, metáforas, símbolos, etc.),[19] sino que incluye una sólida exégesis derivada de las mismas Escrituras y el descubrimiento de temas bíblicos. Sin embargo, todavía permanecen algunas preguntas: Primero, ¿cómo encontramos principios bíblicos y los aplicamos a las preguntas que enfrentamos? Respuesta: Al leer profusa y diariamente las Escrituras. Le pedimos al Espíritu Santo que nos guíe a los principios correctos. También, la comunidad de creyentes es importante, porque generalmente la iglesia como un todo es capaz de señalarnos los principios bíblicos que son aplicables a situaciones específicas.
Segundo, ¿qué criterios adicionales deberían ser utilizados?
1. Cuando buscamos principios bíblicos, estos principios tienen la misma prioridad que las preocupaciones similares del tema bajo investigación. Por ejemplo, cuando se está analizando el aborto, se necesita considerar principios relacionados como el valor de la vida, la muerte y el asesinato.
2. La solución a un caso específico debe estar en armonía con otras enseñanzas bíblicas sobre el mismo tema, al igual que con todo el mensaje bíblico.[20] Si bien reconocemos que existen diferentes énfasis teológicos en diferentes libros bíblicos, existe una unidad dominante. Consecuentemente, al hacer teología, no deberíamos dejar que los cabos sueltos ni las declaraciones conflictivas determinen cómo deberían ser resueltos los temas que no están directamente abordados en las Escrituras. La verdad bíblica es un sistema unido e integrado que no debería ser destruido.
3. Algunos temas/principios deberían ser trazados a lo largo de la Biblia para poder ver si se han hecho cambios en la práctica. Si se observa que se han realizado cambios, se debe profundizar el cambio, tal como fue hecho, por ejemplo, por los cristianos en el caso de la abolición de la esclavitud.
4. Los cristianos no son islas. Al abordar estos temas, debemos consultar a otros miembros de iglesia y a personas de experiencia, y escuchar sus sugerencias y sus consejos.
Conclusión
Las personas que tienen en alta estima a las Escrituras se enfrentan con diferentes opciones para responder preguntas que no son abordadas en las Escrituras, o lo están solo marginalmente. Una aproximación que utiliza los principios bíblicos para tratar con estos temas parece ser más fructífera y en concordancia con las mismas Escrituras. Los adventistas están dispuestos a mantener su fidelidad a las Escrituras.
Sobre el autor: Director asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General.
Referencias
[1] Ver Richard M. Davidson, “Biblical Interpretation”, en Handbook of Seventh-day Adventist Theology, Commentary Reference Series, editado por Raoul Dederen (Hagerstown: Review and Herald, 2000), t. 12, pp. 58-104; Gerhard Pfandl, The Authority and Interpretation of Scripture (Wahroonga, Australia: South Pacific Division of Seventh-day Adventists, n.d.; Ekkehardt Mueller, “Guidelines for the Interpretation of Scripture”, en Understanding Scripture: An Adventist Approach, editado por G. W. Reid, Biblical Research Institute Studies, (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2006), t. 1, pp. 111-134.
[2] Jack Pearl Lewis, “Silence of Scripture in Reformation Thought”, Restoration Quarterly 48/2 (2006), p. 73.
[3] Ibíd., p. 82.
[4] Ver ibíd., pp. 83, 84. Darrell Hamilton, “Silence of the Scriptures”, http://lavistachurchofchrist.org/LVarticles/SilenceOfTheScriptures.htm, accedido el 15/5/2012, parece favorecer cautamente esta aproximación, pero es completamente claro, dado que simpatiza en cierto grado con la segunda aproximación.
[5] I. Howard Marshall, Beyond the Bible: Moving from Scripture to Theology (Grand Rapids: Baker, 2004), p. 40. “Los anglicanos […] ‘sostuvieron la autoridad de las Escrituras ya que afirmaron que ninguna práctica directamente condenada por la Biblia debería ser permitida en la adoración pública’ ”.
[6] John Barber, “Luther and Calvin on Music and Worship”, Reformed Perspective Magazine, 8/26 (2006), 8, nº 23.
[7] Lewis, p. 75. Sin embargo, Zwinglio no fue consistente: “El concepto de Zwinglio de un Estado-Iglesia demandaba la membresía de los niños, y él defendió el bautismo infantil aunque había reconocido previamente que no existe ningún mandamiento ni ejemplo bíblico para esta práctica […]. Cuando los anabaptistas demandaron un texto bíblico para el bautismo infantil, Zwinglio respondió que tampoco había un texto claro para la admisión de las mujeres en la Cena del Señor, pero que él pensaba que no se hacía ningún mal con esta práctica” (p. 75).
[8] John Calvin, Institutes 4.18.12.
[9] Citado en W. E. Garrison y A. T. DeGroot, The Disciples of Christ: A History (St. Louis: Bethany Press, 1958), p. 140. Ideas similares son expresadas por escritores populares tales como Stan Cox, “The Silence of Scripture”, http://www.watchmanmag.com/0612/061210.htm: accedido el 15/5/2012, que se opone a los instrumentos musicales en el servicio de adoración, las sociedades misioneras, las reuniones sociales, las mujeres predicadoras y muchas otras cosas. Mark Dunagan, “Silence of the Scriptures”, http://www.ch-of-christ.beaverton.or.us/Silence_of_the_Scriptures.htm; accedido el 15/5/2012, y Wayne Jackson, “The ‘Silence’ of the Scriptures: Permissive or Prohibitive?” http://www.christiancourier.com/articles/128-the-silence-of-the-scriptures-permissive-or-prohibitive, accedido el 15/5/2012.
[10] Woody Woodrow, “The Silence of Scripture and the Restoration Movement”, Restoration Quarterly 28/1 (1985-1986), pp. 31, 32.
[11] Woodrow, p. 38.
[12] Marshall, p. 40.
[13] Woodrow, p. 33, muestra que el mismo patrón apareció en otros restauracionistas, como por ejemplo G. C. Brewer (1884-1956). Él “también mantuvo que la fuerza del silencio es prescriptiva y permisiva. Por un lado, el silencio significa prohibición para actuar: ‘El silencio significa que debemos dejar de practicar donde la Biblia deja de enseñar; que nuestra práctica en asuntos de religión está limitada a la Palabra de Dios, restringida por la revelación divina’. Sin embargo, Brewer también creía que muchas organizaciones actuales acerca de las cuales las Escrituras no dicen nada están permitidas: ‘Podemos tener una escuela bíblica (escuela dominical), una escuela de canto, un colegio cristiano, una publicación religiosa, un hogar de huérfanos, un hogar de ancianos, etc.’ ” Ver Lewis, p. 78, acerca de John Oecolampadius.
[14] Lewis, p. 79. De una manera similar, “Calvino aprobó ‘estas constituciones humanas solo cuando están fundadas en la autoridad de Dios y se derivan de las Escrituras y son, por lo tanto, totalmente divinas’. Pero Calvino trazó una distinción entre ‘todas las partes de la adoración a Dios, y todo lo necesario para la salvación’, y ‘la disciplina externa y las ceremonias’ ” (p. 85).
[15] Algunas personas han utilizado la historia de Noé y la orden de Dios de construir el arca con madera de gofer y han llegado a la conclusión de que no se le permitió a Noé usar otra madera para el arca. Estoy de
acuerdo. Pero a Noé no se le dijo que fabricara herramientas ni se le dijo que las hiciera de madera de gofer. Si fabricó herramientas de madera de pino, esta no fue una violación de la voluntad divina, como a muchas personas les gustaría afirmar.
[16] G. R. Osborne. “Revelation“. Baker Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids: Baker Academic, 2002), p. 795.
[17] G. K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text (Grand Rapids: W. B. Eerdmans, 1999), p. 1.151. Ver también D. L. Christensen, “Deuteronomy 1-21“. Word Biblical Commentary (Nashville, TN: Thomas Nelson Publishers, 2001), t. 56A, p. 80.
[18] Walter C. Kaiser Jr. y Moisés Silva, An Introduction to Biblical Hermeneutics: The Search for Meaning (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1994), p. 204. Marshall, p. 9, cree que “está bien buscar una manera pautada de moverse de las Escrituras a su comprensión y aplicación contemporánea, y que la manera de hacerlo es explorar cómo los principios pueden ser establecidos a partir de las Escrituras […]”. Sin embargo, él parece ir más allá de lo que se sugiere aquí.
[19] Walter y Silva, p. 205.
[20] El lenguaje figurado o no literal requiere un procedimiento adicional para obtener una interpretación cuidadosa y precisa.