Ya sea que los profesores del seminario piensen que es o que no es una idea buena, a menudo los pastores y sus esposas enseñan en las clases de escuela sabática. Como en el caso de su contraparte laica, por lo general no son maestros entrenados, pero deben desarrollar el arte de la enseñanza efectiva tanto como puedan. Más allá de convertirse en los mejores maestros, los pastores y sus esposas necesitan desarrollar esas habilidades para poder ayudar en sus iglesias a los bancarios, los contadores, los mecánicos y las secretarias, quienes se esfuerzan por encontrar los métodos más efectivos para presentar la lección semanal.

Ya sea que sus estudiantes estén en el departamento cuna o la clase de ancianos, o sean miembros nuevos o de la tercera generación de adventistas, todos aprenden de la misma manera: incorporan la nueva información por medio de los cinco sentidos (oído, vista, olfato, gusto, tacto) y luego la procesan; y así encuentran nuevas aplicaciones de las informaciones aprendidas, desarrollan el discernimiento, e incrementan sus conocimientos.

Principios generales

¿Cómo puede, como maestro de escuela sabática, facilitar el aprendizaje? Aplique los siguientes principios generales y mejorará su enseñanza y animará a sus estudiantes a aprender más.

1. Cree en el estudiante la necesidad de conocer. Comience la clase con un ejemplo interesante, una pregunta retórica, una cita, una pregunta directa, una ayuda visual: algo que capte la atención y despierte la curiosidad.

2. Haga relevante su información. Muestre cómo se aplican en la vida diaria los principios bíblicos.

3. Organice su material por adelantado. Usted puede seguir el plan de la lección bosquejado en el auxiliar para el maestro, o puede hacer un nuevo plan propio. ¡Lo importante es tener un plan y seguirlo!

4. Repita los puntos importantes y produzca un impacto emocional por medio de ejemplos e ilustraciones. Esto le ayudará a fijar las ideas en la memoria de sus estudiantes.

5. No sobrecargue a sus alumnos. Recuerde que la mayoría de nosotros sólo puede manejar con comodidad de cinco a nueve bits (unidades) de información.

6. Use ayudas visuales. Tanto para los adultos como para los niños, las ayudas visuales pueden despertar el interés, dirigir la atención, traer comprensión e imprimir las lecciones en la memoria. Las ayudas visuales Incluyen: láminas, dibujos, mapas y gráficos, figuras de pañolenci para franelógrafo, pizarrón, proyector de transparencias, diapositivas y objetos comunes.

Cuando use ayudas visuales tenga en cuenta estos cinco puntos:

a. Esté seguro de que todos pueden ver la ayuda. Asegúrese de que es lo suficientemente grande como para ser vista desde el fondo de la clase, sin necesidad de pararse delante de ella.

b. Hable acerca de la ayuda visual mientras la muestra.

c. Háblele a la clase, no a la ayuda.

d. No se exceda en el uso de las ayudas. Ellas son una forma de énfasis, pero si trata de enfatizar demasiadas cosas, al final no enfatizará nada.

e. Sea cuidadoso cuando haga pasar los objetos entre los que lo rodean. Mientras la persona esté manipulando un objeto, es muy probable que no lo escuche, y la atención de los demás puede estar dirigida a preguntarse por qué el objeto está tardando tanto en llegar hasta ellos. Toda vez que ponga algo en las manos de sus estudiantes, corre el riesgo de perder la atención de ellos.

7. ¡Mire el salón! Recientemente se han llevado a cabo diversos estudios sobre los efectos del entorno en la educación. Estos estudios han mostrado que el entorno físico tiene poco efecto sobre los logros del estudiante, pero puede tener un efecto considerable sobre el comportamiento y las actitudes.

Cada vez que mi esposo ha asumido un nuevo pastorado, he empleado los primeros sábados para visitar los distintos departamentos de niños, para conseguir familiarizarme con los niños y sus líderes. En una iglesia encontré un departamento de niños donde la atención era irregular y los chicos eran ruidosos. Percibí que allí existían varias razones para esto, y una de ellas era la misma habitación. Se veía fea y desordenada: las paredes eran de un verde opaco; los pañolencis estaban adheridos despatarradamente sobre la pared; las figuras se arrojaban sobre ella descuidadamente semana tras semana; y las láminas y otras ayudas visuales estaban diseminadas al azar por la sala.

Al año siguiente se me pidió que dirigiera ese departamento. Lo primero que hice fue pintar la habitación. Luego pegué un pañolenci sobre una pared con otro pañolenci azul (el cielo) en la parte superior y un pañolenci verde (la hierba) en la parte inferior, de manera que las escenas se pudieran cambiar de trimestre en trimestre. Coloqué otro pañolenci sobre un caballete en el frente de la habitación, para ser usado en la enseñanza de la lección, contar la historia o ilustrar el tema. Coloqué otras decoraciones de acuerdo con la estación y organicé las ayudas visuales y otros materiales por orden de utilización.

El primer sábado que los niños entraron a la remozada habitación, les pareció sentir una atmósfera diferente que iba exactamente más allá de los obvios cambios visuales. Simplemente, la habitación era más invitante e interesante. El comportamiento de los párvulos mejoró el 100% y la atención se hizo más regular.

Una sala sin atractivos bien puede disminuir la efectividad de su enseñanza.

8. Use otras fuentes para enriquecer su conocimiento del tema que está enseñando. “Porque el siervo del Señor… debe ser… apto para enseñar” (2 Tim. 2: 24). Las obras de referencia (diccionarios bíblicos, concordancias, versiones diferentes, mapas y comentarios), al proveer información adicional, ayudan a ensanchar la lección, animar a la discusión y estimular el pensamiento.

Dos formatos básicos

Hay dos formatos básicos para las clases de escuela sabática: el discurso y el diálogo. Ninguno es bueno o malo por sí solo. Cada uno puede ser efectivo y exitoso, o ineficaz y aburrido. ¿Qué hace la diferencia? ¡El maestro! Si su estilo personal se siente más cómodo con el método del discurso, entonces probablemente usted tendrá dificultades para tratar de dirigir un diálogo. Por la misma razón, si se aburre excesivamente escuchando un discurso pero se goza con un buen diálogo, entonces el diálogo es el método para usted.

El discurso

El discurso es, esencialmente, un informativo hablado. La mayor ventaja del método del discurso es que usted puede dar una gran cantidad de información a un gran número de personas en un corto período de tiempo. Cuando lo comparamos con la propuesta del diálogo, el maestro retiene en gran medida el control de la clase.

La mayor desventaja del método del discurso es que los miembros de clase no se sienten involucrados, y así pueden perder el interés. Pero si usted es entusiasta con respecto a la lección, su entusiasmo se revelará en su disertación, y una disertación animada y entusiasta capturará y sostendrá la atención de sus estudiantes. He aquí algunos principios importantes de la buena disertación:

1. Conozca su material. El maestro que está delante de su clase un sábado de mañana y dice: “No tuve tiempo para estudiar la lección esta semana”, ha fracasado antes de comenzar. Pueden suceder emergencias. Puede ser que haya estado enfermo con gripe toda la semana y no hubiera podido estudiar. En este caso, trate de encontrar a alguien que enseñe por usted.

Es realmente vital, especialmente con el método del discurso, que el maestro conozca totalmente el material de la lección. Puede hacer un estudio general al comenzar la semana, y luego cavar más profundo en áreas específicas. Aprenda más sobre el tema en los comentarios bíblicos y los libros del espíritu de profecía. Verifique en un diccionario y un atlas bíblicos los datos del entorno. Tome nota de los puntos y las citas importantes.

2. ¡Comuníquese! Hable con sus estudiantes, no a ellos. Sea directo y conversacional. Mientras habla, mire a los miembros de la clase. ¡Sea entusiasta!

3. Practique. Cuando recién comience a enseñar, debería practicar su discurso en voz alta. Vaya a la iglesia durante la semana, si es posible, llevando consigo a un amigo. Practique, presentando la lección a su amigo en la sala donde enseñará el sábado de mañana. Su amigo le puede dar una valiosa opinión sobre su discurso. ¿Está hablando lo suficientemente alto? ¿Son sus gestos apropiados o parecen forzados? ¿Son claras sus ideas? ¿Está tratando de exponer demasiado?

4. Concluya. Demasiados maestros terminan su lección con la siguiente frase: “Oh, ésa es la última señal. ¡Nos hemos pasado del tiempo y nuevamente no conseguimos repasar toda la lección de esta semana!” Esta clase de conclusiones deja a los miembros con un sentimiento de negocio inconcluso. Si usted va a usar el método del discurso, asegúrese de practicar durante la semana con un ojo sobre el reloj. Usted sabe cuánto tiempo dispone para el estudio de la lección. Una de las ventajas del método de enseñanza por discurso es que puede ser controlado. Un diálogo se puede salir del tema, y de esa manera no cubrir todo el material; pero no hay razón para que un discurso sea así.

Es una buena idea resumir brevemente la lección en la conclusión. Repita los puntos principales, y los fijará en la memoria. Refiérase a la introducción, y le ayudará a anudar la lección. Incluya una cita o un ejemplo en su conclusión, y logrará un gran impacto.

El diálogo

La mayor ventaja del método del diálogo es que promueve la interacción entre el maestro y los miembros de la clase. Cuando los estudiantes resaltan los puntos que han encontrado en el estudio personal de la lección, generan más ideas. Los miembros de clase son capaces de ayudarse mutuamente al proveer ejemplos de la forma en que los principios bíblicos han sido aplicados en sus propias vidas.

Esa clase proporcionará una atmósfera segura, sostenida y animadora para que sus miembros hagan preguntas, manifiesten dudas o presenten problemas personales con respecto a los cuales otros miembros pueden estar capacitados para estimular una nueva perspectiva y esperanza y un renovado valor. En el diálogo los estudiantes logran habilidad para expresar con claridad sus ideas y sentimientos, y también para evaluar las ideas de otros.

Las desventajas del método son: consume mucho tiempo, se puede desviar fácilmente, y el maestro no retiene tanto el control como en el método del discurso.

El líder del diálogo es más un facilitador del aprendizaje que un maestro. Su deber no es tanto distribuir información como participar en el proceso de aprendizaje, generando crecimiento para el maestro y los estudiantes por igual. De todas maneras, ¡en un buen diálogo no siempre sucede porque sí! Las habilidades del diálogo efectivo deben ser aprendidas y practicadas. No será suficiente sólo formular las preguntas que se encuentran en la lección del trimestre. El líder del diálogo exitoso estudia la lección concienzudamente durante la semana y planifica la discusión teniendo en mente los puntos principales de la lección. La clase de preguntas que él o ella formularán, en gran medida, determinará las respuestas de los estudiantes.

Existen dos tipos básicos de preguntas:

Preguntas convergentes, llamadas así por sus respuestas factuales y memorizadas. Estas son preguntas para las cuales el maestro tiene respuestas preconcebidas. Los niños de primarios e infantes aman las preguntas convergentes en forma de acertijos. Si usted utiliza el método del discurso, puede hacer algunas preguntas convergentes sobre el tema de la semana anterior, y así reforzará los principios ya presentados.

Preguntas divergentes. Son aquellas en que las respuestas dependen de la información y la imaginación del estudiante. Para estas preguntas no existen respuestas buenas o malas. Estas preguntas van más allá del simple recordar hechos, porque requieren relatar, aplicar, analizar, sintetizar o evaluar la información y crear nueva información. Las preguntas divergentes estimulan a los estudiantes a pensar más allá del nivel de la memoria cognoscitiva.

Cómo adquirir las habilidades para preguntar:

  1. Esté dispuesto a emplear el tiempo y el esfuerzo necesarios para desarrollar esta importante habilidad.
  2. Planifique sus mejores preguntas. Esto lo ayudará a mantener la clase avanzando sistemáticamente, y lo preservará de desviarse demasiado.
  3. Tenga en mente un propósito claro para cada pregunta. ¿Por qué está haciendo la pregunta? ¿Qué respuesta espera?
  4. ¡Conceda tiempo a sus estudiantes para responder! Y no responda a su propia pregunta. Algunos maestros se sienten tan incómodos con el silencio que pasan por alto la pausa y responden su pregunta sin dar tiempo para pensar a sus alumnos. Recuerde, los miembros de su clase se sienten tan incómodos con el silencio como lo está usted. Si no se apura en hablar, algún otro quebrará el silencio. ¿Y no es acaso su objetivo conseguir que hablen sus estudiantes?
  5.  Conozca muy bien el asunto que está tratando, pues así podrán dirigir sus energías a mantener la discusión fluyendo suavemente, y adaptarse a los comentarios y preguntas de los estudiantes.
  6. Construya sobre las contribuciones. Use las respuestas y los comentarios de los miembros de clase para formar más preguntas y extraer más ideas.
  7.  Anime a los estudiantes a que comenten las respuestas de cada uno y se hagan preguntas unos a otros.
  8. Desvíe las preguntas dirigidas a usted hacia la clase. Usted puede decir: “Esta es una pregunta interesante. ¿Alguien tiene alguna idea sobre esto?”
  9.  No ahogue la discusión por criticar o ignorar la respuesta de un miembro o por interrumpir el comentario de un estudiante.
  10. Siempre que sea posible, haga que sus miembros se sienten en círculo o semicírculo. Estas disposiciones animan la participación.

Cómo tratar los conflictos en clase

¿Cómo tratar a los niños revoltosos y a los adultos pendencieros?

El mal comportamiento de un niño puede originarse en diversos factores. Quizá tiene un período de atención breve; puede estar cansado y con hambre; puede estar hambriento de atención, incluso de atención negativa; o puede sentir que tiene que “hacerse ver” para ser aceptado por sus pares. Asegúrese de que su presentación es interesante y su discurso entusiasta. Trate de involucrar a su niño problema. Háblele directamente y por su nombre.  ¡Es un principio de la naturaleza humana que cada uno de nosotros ame el sonido de su nombre! Pídale a un, adulto que le ayude sosteniendo al pequeño) sobre sus faldas, o que se siente alado de él si es más grande. O pídale al niño que le “ayude” a enseñar la lección colocando una figura de pañolenci o pasándole los materiales. Fuera de clase trate de convertirse en amigo del niño. Sea firme en insistir que el niño no interrumpa ni distraiga a otros, pero no pretenda avergonzar o sonrojar al niño para que coopere.

Si todo esto falla, hable en privado con los padres del niño o con los adultos que lo llevan a la escuela sabática. Puede ser que el papá o la mamá necesiten visitar su clase por unos sábados. Sin embargo, sea cauteloso en involucrar a los padres, ya que algunas veces el padre es más problemático que el niño, o porque es muy estricto o muy indulgente, o incluso porque puede interrumpir su clase más de lo que el niño lo hace. Y muy importante, ¡ore por su niño problema! Pida al Señor que le dé una actitud de aceptación antes que de rechazo, aun por el niño de quien no gusta. Recuerde que, en cierto modo, los niños de su clase aprenderán más de lo que usted es como persona que de lo que usted diga.

De igual manera, el maestro de una clase de adultos también se puede encontrar con algunas personas problema. Primero de todo, pregúntese qué es lo que tiene esa persona que lo incomoda a usted. ¿Siempre trae a colación temas controvertidos? Si este es el caso, recuerde que la controversia no necesariamente es mala. Los fundadores de nuestra iglesia muy a menudo estuvieron enfrascados en controversias unos con otros. Pero después del conflicto vino una mayor comprensión y unidad de propósito. Algunas personas experimentan un mayor crecimiento espiritual cuando participan en un diálogo estimulante, discutiendo en torno de ideas controvertidas. Yo deseo que cada iglesia pueda tener una escuela sabática dirigida por un maestro que no se sienta amenazado por estar en desacuerdo con la gente que está orientada hacia una discusión enérgica.

Sin embargo, algunas veces tales clases llegan a ser tan argumentativas que no se gana nada y el resultado final es la división entre los hermanos. Se requiere un líder firme para dominar una clase que comienza a fragmentarse. El maestro necesita planificar las preguntas y respuestas que apaguen el fuego y recuerden a los miembros que son miembros de una familia con un propósito: conocer a Jesús. Puede que sea necesario disolver la clase, transfiriendo a sus miembros a diferentes clases, aunque si los adultos se rehúsan a cambiar de clase, ciertamente no los podrá forzar. De todas maneras, puede apelar a algunos miembros a que prueben con otro maestro a unirse en una clase nueva.

Su problema puede no ser una clase entera sino sólo una persona, un miembro negativo y divisivo. En este caso, como con el niño indisciplinado, recuerde que su actitud hacia la persona problema tendrá un gran impacto en los miembros de su clase. Ellos lo están mirando para ver cómo manejará la situación. Si usted se siente incómodo, ellos también se sentirán incómodos. Usted no puede permitir que el disidente se posesione de su clase, pero nadie puede inducirlo a ser despiadado con él. Como maestro, usted es un modelo de desempeño para su clase. ¡Los cristianos nunca tienen el derecho de criticar, avergonzar o poner en apuros en público a nadie! ¿Una situación difícil? Correcto. Pero el Señor prometió: “Ahora pues, vé, y yo estaré en tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar” (Exo. 4: 12).

Usted podrá decir algo semejante a esto: “No tomaremos el tiempo de la clase para discutir estas cosas ahora, pero si desean verme después de clases, cuando podamos reunirnos todos, entonces podemos sentarnos un momento y hablar un poco más sobre el asunto”. Alguna tarde trate de invitar al locuaz hermano a su casa. AHÍ usted tiene ventaja y puede controlar mejor la conversación. Sirva algún refresco para cumplir con la visita amistosamente. Puede ser que lo que más necesita su persona problema sea simplemente un amigo, alguien aquien pueda expresarle sus sentimientos e ideas.

Aprendiendo por observación

Una de las mejores formas de mejorar la enseñanza es observando a otros buenos maestros. De vez en cuando pida a su suplente que lo reemplace, mientras usted visita otra clase en su propia iglesia o en otra para observar a otro maestro.

David es uno de los mejores maestros que conozco. Su profesión es reparar computadoras. David tiene una mente analítica, y, debo confesarlo, realmente me maravillo de la clase de maestro que llegará a ser cuando acepte el cargo, porque en seis meses su clase llegó a ser la más numerosa de la iglesia. La clase de David atrae a las personas que desean participar en un vivido diálogo antes que escuchar un discurso.

Al analizar el método de enseñanza de David he observado tanto sus características verbales como no verbales. Los miembros de su clase difieren ampliamente en lo demográfico —edad, ocupación, educación—, y, hasta cierto punto, difieren en puntos de vista teológicos desde lo conservador hasta lo liberal. Ya sea que los sentimientos que ellos expresan sean positivos o negativos, David los acepta sin reprender a nadie. Anima a los miembros de clase a hablar, y utiliza el humor para distender la tensión cuando la discusión corre peligro de ponerse muy caldeada.

David emplea la paráfrasis (repite la idea con sus propias palabras) para clarificar las ideas expresadas por los miembros, y a nadie le dice que está “equivocado”, aunque puede ser que no concuerde con él. Expresa sus propias ideas y usa la preguntas para sondear a los más inactivos. Da directivas: “Juan, ¿podría leer por favor…?” En su clase, la respuesta del estudiante es digna de consideración —a menudo son los miembros quienes inician la discusión—, pero no permite que ningún miembro monopolice el diálogo.

Estuve interesada en ver cómo manejaría David la clase cuando una visita trató de apoderarse del diálogo. Todas las veces en que este hombre hablaba, David lo reconocía cortésmente y lo escuchaba, pero lo cortaba antes que pudiera monopolizarla. Tanto por medio de los recursos verbales como los no verbales (rotación del cuerpo, movimiento de los ojos, gestos) controlaba el flujo de la conversación. Todo el que deseaba hablar tenía la oportunidad, y, cuando la discusión adquiría un poco de calor en algún punto, la clase terminaba con una nota positiva.

Encuentre un maestro a quien realmente admire, un maestro que lo inspire, un maestro cuyo estilo sea similar al suyo. Analice lo que él o ella están haciendo, verbal y no verbalmente, así como lo describí en David. Entonces vea qué técnicas de ese maestro puede usted usar en su propia enseñanza.

Por lo tanto, maestros: estudien, caven, preparen, practiquen y oren, y que “la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos” (Col. 3: 16).

Sobre el autor: Jean Gray, cuando fue esposa de pastor, tuvo que ensenar en clases de escuela sabática desde el nivel de cuna hasta el de adultos. Ahora escribe desde Hinsdale, Illinois, Estados Unidos.