“Me siento muy feliz pastoreando una pequeña iglesia; el único problema mayor que tengo es tratar con los músicos temperamentales”, me confiaba un ministro amigo. Como un músico de iglesia me ericé ante su observación. Sin embargo, reconozco que esta opinión sobre los músicos —que manifiestan muchos de los ministros— algunas veces es justificada.

El hizo el comentario mientras estábamos discutiendo la música de órgano que habíamos oído cuando visité su iglesia. El sonido del organista a menudo era apologético. Esto carecía del espíritu para inspirar el canto congregacional, y se diluía gradualmente en el ambiente durante el preludio, el posludio y el ofertorio.

Mientras reflexionaba en la consideración de mi amigo, muchos pensamientos vinieron a mi mente acerca de la relación entre los pastores y los músicos de iglesia.

Dudo que los pastores comprendan los esfuerzos que hacen los organistas, directores de coro y otros músicos para proveer la música que realzará el servicio de adoración. El organista bien preparado emplea muchas horas seleccionando y preparando la música para la iglesia. Sospecho que en algunas iglesias el organista gasta mucho más tiempo preparando la música que el que los pastores dedican para preparar el sermón.

Una vez o dos he sido rotulada como temperamental por los pastores. El tema sobre el cual comúnmente tenía un enfrentamiento con el pastor o el anciano se centraba alrededor del comienzo del servicio de adoración. En las iglesias que he servido, el preludio es típicamente seguido por los anuncios, la bienvenida, el llamado a la adoración o alguna otra actividad, todas realizadas por el pastor. El tiempo asignado y la longitud del preludio puede variar de una semana a otra.

Conociendo esto, los pastores y los ancianos todavía parecen tener dificultad en subir a la plataforma, sentarse y aguardar pacientemente que el organista termine. He tratado de explicar que es imposible dejar de ofender los oídos musicales de la congregación si se detiene una pieza musical en el preciso momento en que el pastor aparece en la plataforma. Incluso, si usted no terminó la pieza, tiene que encontrar un lugar adecuado para terminar.

¿Cómo reaccionaría el pastor si en el preciso momento de las doce del mediodía el organista ejecutara la introducción para el himno final? ¿Desearían él o ella detenerse en la mitad de una frase? ¿Una comparación absurda, dice usted? No es así si usted es el organista o un atento oyente de la congregación.

Otra tensión puede surgir entre el pastor y el músico cuando el pastor considera que los gustos del músico son muy exquisitos. Yo no presumirla fijar el tema en lo apropiado versus lo inapropiado de la música de la iglesia. Mi opinión es que los músicos de iglesia deberían ser flexibles, ofreciendo una variedad que se acomode a los diferentes gustos musicales. Pero los ministros también pueden contribuir a aliviar esta tensión. Muchos podrían mejorar su propia apreciación musical y la de su congregación al emplear tiempo para estar con el organista y el director del coro.

Admito que, por causa de mi conocimiento del texto o la historia de la composición del himno, muchas veces recibo una bendición mayor de la música que aquella que puede tener la congregación. Por ejemplo, mi preludio favorito es el “Oh, Jesús querido”, de Johannes Brahms. Cuando comienzo con el tono del himno, siempre soy movida profundamente por las palabras: “Oh, Jesús querido, ¿qué precepto has violado, / que tan cruel juicio se te ha declarado?” Me esfuerzo por intrepretar la pieza con expresión patética, pero también deseo que la congregación pueda participar de la inspiración del mensaje verbal. Si el pastor se tomara el tiempo para aprender más acerca de la música que usa el organista, entonces él o ella podrían compartir cierta información con la congregación que los ayudaría a recibir una bendición más rica de la música.

No dudo que muchos fieles y pastores afirmarían que una ejecución cuidadosa y segura por parte del pianista u organista de la iglesia contribuye inmensamente a un servicio de adoración confortable, ordenado y reverente.

Los músicos de iglesia sirven voluntariamente con su tiempo y esfuerzo porque desean hacer una contribución al servicio de adoración. No pediremos mucho más a cambio, pero la comprensión, el reconocimiento y el aprecio por parte del pastor puede darnos simplemente el ánimo que necesitamos para continuar obrando junto a él o a ella para crear un atmósfera de alabanza y adoración en el día santo de Dios.

Sobre el autor: Charlene Deming Scott ha estado sirviendo como músico de iglesia desde que tenía 14 años. Ella vive en Hutchinson, Minnesota, Estados Unidos.