El 19 de octubre, hoy llamado el Lunes Negro, la comunidad comercial mundial votó, con despliegue de pesimismo sin precedentes, sobre la salud futura del comercio mundial.
Sólo la quiebra de la Bolsa de Valores en 1929 puede compararse con el Lunes Negro en su expresión de desesperación comercial. Usted recordará que la pobre salud económica del mundo, prevista por el crac de 1929, también contribuyó a la peor tragedia del mundo —la Segunda Guerra mundial.
El lunes Negro ocurrió, no por sorpresivas malas noticias, sino por la concepción final de que el mundo no sería capaz de sostener por más tiempo sus buenos tiempos. El gasto excesivo de los Estados Unidos, la amenaza de otra guerra en el Oriente Medio, la incapacidad de los países del Tercer Mundo para pagar sus enormes deudas externas, y el crecimiento demasiado optimista en los precios de oferta, todo contribuyó, con su peso acumulativo, al discernimiento del mercado demostrado en el Lunes Negro.
Hoy existen pocas dudas, en el pensamiento de los líderes, de que al mundo aún le esperan tiempos muy duros. Las evidencias se desarrollan como hongos: desde los ominosos cambios en las condiciones climáticas, las revueltas sociales que se incrementan cada vez más en cierto número de países, las explosiones demográficas en áreas ya mal alimentadas, hasta una economía mundial anémica e interdependiente.
De manera que, ¿cuál es el significado del Lunes Negro para nosotros, que tenemos una visión escatológica del futuro?
En Mateo 24 encontramos que los discípulos estaban mostrando con orgullo la gloria del templo a Jesús. Pero El les respondió con una advertencia acerca del tiempo cuando su gloria desaparecería: “Yo os aseguro: no quedará aquí piedra sobre piedra.”[1] Entonces, cuando más tarde los discípulos le preguntaron con respecto a los acontecimientos del tiempo del fin, El les habló de los falsos Cristos que, con sus soluciones vacías, aparecerían durante los difíciles tiempos de guerra, hambre y terremotos. Y luego les dijo: Después de estos tiempos duros, “entonces os entregarán a la tortura y os matarán…”[2]
Es notable ver que, desde el comienzo del pecado, los tiempos difíciles han dado nacimiento a un comportamiento agresivo y hasta irracional. Caín mató a Abel por causa de la crisis en su relación con Dios. Comprendiendo que había elegido su propio camino y estaba perdido, se volvió sobre Abel y mató al amigo de Dios.
Cuando ocurre una pérdida se hace necesario tener una razón o excusa por la pérdida, para que nuevamente se recobre el sentido de control. Después del Lunes Negro, en una reacción refleja para recobrar el control, por todas partes surgieron sugerencias para una mayor regulación y reforma del mercado. Como bien lo notó la revista Time: “Nadie entiende plenamente el complicado mecanismo que maneja los mercados financieros de los Estados Unidos, pero después del Lunes Negro todo el mundo parece determinado a establecerlo. En la última semana las maquinarias de la reforma se aceleraron en serio, como lo fueron el desfile de operaciones bancadas, y las idas y venidas por los salones del Congreso de los economistas y expertos del mercado de valores en una serie extraordinaria de audiencias, conferencias de prensa y sesiones en oficinas a puertas cerradas”.[3]
Muy a menudo la razón llega a ser el supuesto comportamiento equivocado del otro,
como cuando Adán hechó la culpa de su pecado sobre la compañera que Dios le había provisto, en lugar de asumir la responsabilidad de su propio error. Después del Lunes Negro, el agente de seguros Mateo Costa, de Manhattan, expresó su deseo de extrangular a su corredor, mientras que otro inversionista, que habla perdido mucho dinero, ingresó en la agencia Merrill Lynch de Miami, y asesinó brutalmente al gerente de área con una pistola Magnum 357.[4]
Al referirse a la persecución del pueblo de Dios en el tiempo del fin, Elena de White enfatiza con claridad cuál será el punto focal de la contienda: el sábado, el séptimo día.[5] De cualquier manera, la razón por el cual la observancia de un día de adoración llegará a ser el tema de controversia es ésta: el mundo habrá entrado en tiempos muy duros. En su esfuerzo por lograr una solución, el mundo aceptará el consejo de los líderes religiosos para legislar la religión con el fin de recobrar la aprobación de Dios, y de esta forma retornar a tiempos más prósperos.
Todo el capítulo 18 del Apocalipsis describe a los mercaderes del mundo llorando por la caída de Babilonia. Lloran porque ya no podrán comerciar, hacer negocios, obtener ganancias o gozar de sus riquezas. Están sufriendo por la pérdida del comercio, el cual les había provisto una sensación de bienestar. Por esta causa la religión de las masas del tiempo del fin se convertirá en una religión de conveniencia, con el propósito específico de mejorar su nivel de vida. De modo que el día de adoración se tornará en un punto de conflicto por el interés de restablecer “los negocios como de costumbre”. “Se declara que los hombres ofenden a Dios al violar el descanso del domingo; que este pecado ha atraído calamidades que no concluirán hasta que la observancia del domingo sea estrictamente obligatoria; y que los que proclaman la vigencia del cuarto mandamiento, haciendo con ello que se pierda el respeto debido al domingo y rechazando el favor divino, turban al pueblo y alejan la prosperidad temporal”.[6]
Sin embargo, en Mateo 24 Jesús siguió hablando de lo que nuestros miembros de iglesia harían hacia otros cuando la iglesia entre en tiempos difíciles, y así sufran la pérdida del estatus y del prestigio exteriores junto con el estrés de la persecución: “Muchos se escandalizarán entonces y se traicionarán y odiarán mutuamente”.[7]
Los líderes y miembros de iglesia pasarán a través del mismo proceso psicológico al vérselas con la pérdida del respeto por parte del mundo al intentar recuperar el control de estos acontecimientos desagradables. Allí estarán los que no han aprendido a permitir que Dios controle sus vidas; y ahora que la situación está fuera de control, harán la misma obra del diablo como “acusador de nuestros hermanos”.[8] Llegarán a la misma conclusión que llegaron muchos inversionistas en relación con el Lunes Negro: los otros tienen la culpa. “Conforme vaya acercándose la tempestad, muchos que profesaron creer en el mensaje del tercer ángel, pero que no fueron santificados por la obediencia a la verdad, abandonarán su fe, e irán a engrosar las filas de la oposición. Uniéndose con el mundo y participando de su espíritu, llegarán a ver las cosas casi bajo el mismo aspecto; así que cuando llegue la hora de prueba estarán preparados para situarse del lado más fácil y de mayor popularidad. Hombres de talento y de elocuencia, que se gozaron un día en la verdad, emplearán sus facultades para seducir y descarriar almas. Se convertirán en los enemigos más encarnizados de sus hermanos de antaño. Cuando los observadores del sábado sean llevados ante los tribunales para responder de su fe, estos apóstatas serán los agentes más activos de Satanás para calumniarlos y acusarlos y para incitar a los magistrados contra ellos por medio de falsos informes e insinuaciones”.[9]
Algunos meses atrás, un accidente automovilístico representó su drama perturbador delante de mis ojos. Era una tranquila mañana dominical, con poco tránsito en una autopista de seis vías en Brasilia, cuando una pequeña furgoneta ingresó en una de las vías de la autopista. Al mismo tiempo, un sedán apareció velozmente desde una curva distante. Para mi asombro, el vehículo que circulaba a gran velocidad no cambiaba de vía, como si no existiera el recién ingresado. Finalmente, pero tarde, el arremetedor sedán se dio cuenta de su inminente choque con el lento vehículo que iba adelante. Las ruedas chillaron por la resistencia a la excesiva velocidad, pero fue en vano, y a esto le siguió la inevitable cacofonía metálica del choque del sedán contra la parte trasera de la pequeña furgoneta.
Observé con interés cómo el conductor de uno de los vehículos dañados saltaba de él y con vehemencia fustigaba verbalmente a la dama de la furgoneta por su baja velocidad en la carretera. Demasiado aturdida por las palabras, ella simplemente guardaba silencio. Curiosamente, las leyes brasileñas han simplificado los casos de accidentes al establecer que el conductor de un auto que choca contra la parte posterior de otro, automáticamente está considerado en falta. Ambos conductores, sin duda, conocían la ley, pero haciendo caso omiso a lo que ella dice, o de lo que parecía obvio para un tercer observador del hecho, el velocista con vehemencia vomitaba su culpa sobre la dama cuyo auto había mutilado hacía un momento.
Podemos agradecer al Lunes Negro por su advertencia, el cual nos recuerda que el mundo está enfrentando una crisis mutiladora. Aquellos que son los más culpados por la condición del mundo, serán los que más adelante echarán la culpa sobre otros. Dios nos ha dado una nota de advertencia, para que podamos hacer frente mucho mejor aquel tiempo. Cuando en esa oportunidad el mundo no tenga más control, los hombres serán incapaces de recobrar de nuevo el mando a pesar de sus esfuerzos más desesperados, porque Dios asumirá el control de los asuntos de los hombres. Quienes ya han puesto sus vidas en las manos de El, serán auxiliados para ver a Dios en el mando, porque, habrán invertido sus bienes con el Corredor de la Bolsa celestial, “el que perseverare hasta el fin, ése se salvará”.[10]
Sobre el autor: Ronald Christman es tesorero asistente de la División Sudamericana.
Referencias
[1] Mateo 24: 2, Biblia de Jerusalén (BJ).
[2] Mateo 24:9, BJ.
[3] Time, 9 de noviembre de 1987, pág. 20.
[4] Ibid., pág. 17.
[5] El gran conflicto, pág. 673.
[6] lbíd., págs. 647, 648.
[7] Mateo 24:10, BJ.
[8] Apocalipsis 12:10, Reina-Valera ’60.
[9] El gran conflicto, pág. 666.
[10] Mateo 24:13, BJ.