Ciertos cánceres parecen estar relacionados con el consumo de huevos. Es un error afirmar que el aceite refinado aumenta los riesgos de ataques al corazón.

Dios declaro en el principio que una amplia variedad de frutas, granos, nueces, semillas y

vegetales eran buenos como alimento (Gén. 1:29; 3:18). Más tarde permitió el consumo de carne de animales “limpios” si estaba libre de sangre y grasa (Gén. 9:34; Hech. 15:28, 29; Lev. 3:17; cf. Lev. 11; Gén. 7-9).

“Dios está obrando en favor de su pueblo. No desea que esté sin recursos. Lo está haciendo volver al régimen originalmente dado al hombre. Este régimen debe consistir en alimentos hechos con las materias primas que él proveyó, que son principalmente las frutas, los cereales y las oleaginosas, aunque también se usarán diversos tubérculos”.[1]

Algunos han interpretado mal este pasaje proponiendo un régimen exento de cualquier alimento refinado y de grasas como el aceite, mantequilla o margarina. Aunque la alimentación original era vegetariana y no contenía grasa animal, no era necesariamente baja en grasas.

A fin de evitar cualquier confusión sobre el asunto Elena G. de White explica lo que quiere decir: “Se me ha mostrado reiteradamente que Dios está trayendo a su pueblo de vuelta a su plan original, esto es, el de no subsistir a base de carne de animales muertos”[2] (pág. 96). El término “plan original” sólo se refiere al régimen alimentario libre de carne.

Dios multiplicó el aceite para una viuda, su hijo y su huésped. En otra ocasión también multiplicó el aceite, sin duda para que sirviera de alimento, así como para otros propósitos (1 Rey. 17; 2 Rey 4). Hizo que fluyera aceite de la roca en beneficio de su pueblo Israel (Deut. 32:13). El maná tenía el sabor de hojuelas cocidas en aceite (Num. 11:8). Incluso la Biblia ordena el uso de aceite mezclado con harina o frita en él (Exo. 29:2; Lev. 2).

Aunque la misma señora White usaba aceite, habló contra el uso de la grasa. El Webster Dictionary de 1877 define claramente este término como grasa de animales, especialmente de animales terrestres. Una nota editorial en el libro Counsels on Diet and Foods, se refiere a la definición del diccionario de Webster de grasa como grasa animal (pág. 353).[3]

Es evidente que Elena G. de White no incluyó la mantequilla en el término grasa tal como ella lo usaba. Habla de las papas fritas y dice que no son saludables a causa del uso de la “grasa” o la “mantequilla” en su preparación. ¿Por qué mencionar la mantequilla separada de la grasa si ya está incluida en el mismo término? Además, ella usaba mantequilla para cocinar sus vegetales[4] (Consejos sobre el régimen alimenticio, pág. 586) después de pronunciar estas fuertes declaraciones contra la grasa.

Es un error afirmar que el aceite refinado aumenta los riesgos de ataques al corazón. Las enfermedades coronarias pueden resultar de una falta del ácido linoleico en la alimentación, que se halla en grandes cantidades en cualquier tipo de aceite vegetal. Mientras más se usa el ácido linoleico en la dieta menos serán los riesgos de ataques al corazón. En realidad, algunos aceites bajan el colesterol de la sangre más de lo que ocurre cuando no se usa ninguna clase de aceite en la dieta. También ayuda a bajar la presión de la sangre e incluso la capacidad de contracción del músculo cardiaco. El ácido lonoleico, ácido graso que se halla en grandes cantidades en el aceite de oliva, ayuda a disminuir el peligro de coágulos en el torrente sanguíneo. La aterosclerosis puede detenerse en los monos quitando el colesterol de la dieta aun cuando el aceite de maíz constituya el 40% de su dieta. Cuando a monos con un 65% de oclusión de las arterias coronarias se los sometió a una dieta con un 40% de aceite de maíz, la oclusión descendió rápidamente a un 25%.[5]

El aceite de maíz, con su gran contenido de ácido linoleico, que es el más importante ácido graso esencial, reduce el colesterol más de lo que una dieta sin aceite o extremadamente baja en grasa lo puede bajar.[6] A las ratas que se les dio a beber agua con una solución salina de 1.5 por ciento y una dieta de ácido linoleico de 2 por ciento desarrollaron hipertensión en un término de dos semanas, pero no ocurrió lo mismo con una dieta que incluía el 22 por ciento de ácido linoleico.[7]

Diferencias en los aceites

Hay mucha diferencia entre diversos tipos de aceites. Algunos pueden contener de 1 a 11 gramos de grasas saturadas por cucharada. Los que contienen grandes cantidades de ácidos grasos polinsaturados (cártamo, girasol, maíz) ayudan a disminuir el colesterol de la sangre. Otros —como el aceite de coco—, que contienen grandes cantidades de grasas saturadas, tienden a elevar el colesterol, especialmente en personas que consumen mucho colesterol en su dieta.

Una alimentación rica en aceite de oliva tiene como resultado un porcentaje extremadamente bajo de mortalidad por enfermedades del corazón.[8] El aceite de oliva está formado por un 76 por ciento de ácido oleico, que es un ácido graso monoinsaturado. Algunos han atribuido su capacidad de prevenir las enfermedades coronarias al alto nivel de ácido oleico que tiene, aunque es más probable que los beneficios del aceite de oliva se deban al bajo nivel de grasas saturadas que contiene.

A causa de los efectos benéficos del alto contenido de ácido oleico existente en el aceite de oliva, se ha pensado que otros alimentos, como el aguacate, son buenos si también contienen un alto porcentaje de ácido oleico. Pero ésta puede ser una conclusión errónea. El aceite de cártamo, cuyo contenido de ácido oleico es comparable al que tiene el aceite de oliva, produce sólo la mitad de prostaciclina que éste. La prostaciclina reduce el riesgo de trombosis.

Debe de producirse algún efecto benéfico del aceite de oliva sobre las paredes de las arterias debido a factores desconocidos. Es el único aceite que ha demostrado la capacidad de preservar la elasticidad de las arterias en ratas de edad avanzada.

Tanto la dieta baja en grasa como la altamente monoinsaturada bajan el colesterol total y también el colesterol liproteico de baja densidad (LDL).[9] Por otra parte, el ácido oleico no disminuye el colesterol lipoproteico de alta densidad (HDL), sino que a veces lo eleva, en contraste con la dieta baja en grasa.

Muchos estudios realizados en los Estados Unidos demuestran que el colesterol HDL —a veces denominado colesterol bueno— tiene un efecto protector contra los ataques al corazón. Hay algunas preguntas, sin embargo, que todavía no tienen respuesta, como ésta: ¿es verdad que el colesterol HDL es benéfico como se ha pensado? Algunos científicos de la Unión Soviética han informado recientemente que un aumento en la tasa de mortalidad por enfermedades coronarias se debe al aumento de HDL.[10]

El aceite de cacahuate, cuando se consume junto con cantidades extremadamente altas de colesterol, produce aterosclerosis en conejos y monos. Un artículo recién publicado declara: “Este trabajo parecería establecer con firmeza que en el conejo alimentado con grandes cantidades de colesterol la inclusión de aceite de cacahuate produce un grado desusado de aterosclerosis que no se esperaría sobre la base de su grado total de insaturación”.

Los autores continúan diciendo: “…No se puede dar por sentado el hecho de que las dietas con una excesiva cantidad de colesterol pueden servir de modelo aplicable cuando los conejos consumen una cantidad menor de colesterol, y ciertamente no en el hombre”.[11]

Además, el recubrimiento de las paredes arteriales producido por aceite de cacahuate puede, incluso, ser protector. Es fibroso y tiende a cubrir la placa de colesterol que de otra manera podría desprenderse y ocluir la arteria.

El aceite de cacahuate contiene ácidos grasos saturados conocidos como ácido araquídrico y ácido behénico, algunos de los cuales se sospecha que producen aterosclerosis en los monos. Están presentes en proporción menor del seis por ciento de los ácidos grasos. El calostro de la leche humana contiene 4.9 por ciento de estos ácidos.

La cacahuatina —mantequilla de maní— es alta en proteína, no tiene colesterol, es baja en grasas saturadas y no disminuye ni eleva el nivel de colesterol de la persona. En vista de todos estos hechos, la mantequilla de cacahuate todavía puede recomendarse como un buen alimento.

El aceite de semilla de algodón es rico en ácido palmítico, el ácido graso saturado que más eleva el colesterol. Por lo tanto, no es el aceite preferido para uso común.

El aceite de colza se ha usado en Canadá por muchos años. Es los Estados Unidos no se permitió su uso hasta fecha reciente cuando se logró depurarlo de algunos factores tóxicos que contiene. Es un aceite rico en ácidos grasos poliinsaturados y bajo en ácidos grasos saturados. Contiene una cantidad considerable de ácido alfa linoleico que el cuerpo convierte en ácido eicosapentaenoico (EPA), sustancia que ayuda a reducir el riesgo de trombosis.

El aceite de semilla de girasol, el de maíz y el de cártamo serían más apropiados para el uso común en la cocina. Otros, como el aceite de almendra, son útiles, pero pueden resultar bastante caros.

El aceite de coco es muy rico en ácido láurico, que es un ácido graso saturado. Este tiende a elevar el sero colesterol, al menos cuando se usa con colesterol en la dieta. De modo que no se recomienda como aceite de uso común en la cocina.

Las grasas animales y el colesterol

Mientras algunos aceites vegetales pueden ayudar a minimizar los riesgos de ataques al corazón, las grasas animales los aumentan. Los varones adventistas totalmente vegetarianos padecen sólo el 14 por ciento de los problemas cardíacos pronosticados para hombres de la población general, mientras que los lactovovegetarianos padecían hasta el 39 por ciento, y los que comían carne cuatro o más veces por semana tenían el 56 por ciento de la mortalidad esperada. No obstante, siendo tan pequeño el número total del grupo vegetariano, no puede sacarse ninguna conclusión de esta parte del estudio.[12]

Se informó que los adventistas totalmente vegetarianos de Nueva Inglaterra tenían, estadísticamente, un índice menor de colesterol total y LDL que los lactovovegetarianos.[13] Estos tenían 24 por ciento más alto el colesterol LDL que los estrictamente vegetarianos.[14] Una reducción diaria de 1C0 mg. de colesterol en los alimentos disminuye la cantidad de colesterol del suero sanguíneo en más o menos 5 mg./dl. y baja los riesgos de ataque al corazón en un 10 por ciento. Siendo que el colesterol sólo está presente en los productos animales, una dieta vegetariana es ideal para reducir el consumo de colesterol.

Una pequeña cantidad de colesterol que se le dé a los animales en la comida durante un período prolongado de tiempo produce arterioesclerosis aun cuando las pruebas sanguíneas revelen ascensos mínimos del colesterol sanguíneo. Las personas que consumen unas 2000 calorías diarias aumentan los riesgos de ataques al corazón en un 30 por ciento cuando incrementan el consumo de colesterol en su alimentación de 200 a 600 mg. al día. La disminución del consumo diario de 600 a 200 mg. resulta en una disminución de un 37 por ciento de los riesgos de morir por cualquier causa combinada, lo que equivale a vivir unos 3.4 años más.

Los hombres adventistas que comían carne cuatro o más veces por semana acusaron cuatro veces más riesgos de morir de un ataque al corazón entre los cuarenta y cincuenta años y el doble de riesgo entre los sesenta y setenta que los lactovovegetarianos. Las mujeres que pasaban de los 55 tenían un riesgo 1.5 veces mayor. Los adventistas hombres que consumían carne seis o más días a la semana corrían riesgos 3.8 veces mayor de que se incluyera la diabetes en sus certificados de defunción que los lactovovegetarianos.[15]

Las mujeres japonesas que comían carne diariamente evidenciaron riesgos 3.8 veces mayores de cáncer de pecho que las que la comían menos de una vez por semana. El consumo de huevos, mantequilla, y queso también aumenta el riesgo de dos a tres veces más.[16] La grasa animal está correlacionada con el cáncer de pecho en comparaciones internacionales, pero las grasas vegetales no guardan la misma correlación.[17] El cáncer de ovario en mujeres adventistas aumenta en la misma proporción en que aumenta el consumo de carne.[18] La carne —como cualquier otra comida de alta densidad calórica— aumenta el riesgo de la obesidad. Y esta, a su vez, aumenta el riesgo de ataques al corazón y muchos cánceres.

Cuando el colesterol que existe en la comida se expone al aire puede oxidarse y formar sustancias tóxicas capaces de dañar las paredes de las arterias. Estudios realizados con monos revelaron que los pudines y “panqueques’’ mezclados y envasados en seco contienen huevo y pueden causar considerable daño.

Grasa agregada vs grasa natural

Algunos piensan que la grasa natural de los alimentos es más benéfica para el organismo y que el cuerpo la maneja de modo diferente que a los aceites añadidos en forma libre. Este no es, sin embargo, el caso. Las primeras etapas en la digestión de las grasas impiden un manejo fisiológico diferente para estas dos clases de aceites.

El tiempo que demora el estómago en vaciar su contenido varía dependiendo de varios factores, incluyendo la carga calórica.[19] Le toma más o menos una hora al estómago deshacerse de 10 gr. de grasa, el mismo tiempo que requiere para digerir una porción de carbohidratos que contengan la misma cantidad de calorías.

En realidad, los aceites elaborados pueden ser más seguros que los que no lo son, porque el procedimiento empleado en su elaboración elimina algunas de las aflatoxinas, pesticidas y otros químicos tóxicos. Los aceites crudos contienen sustancias que les dan un sabor desagradable. La clorofila y otras impurezas absorben la luz y producen deterioro. Por esta causa cierto grado de refinamiento es necesario.

El aceite hidrogenado para hacer margarinas produce considerables cantidades de ácidos grasos que pueden variar su número atómico (llamados trans grasos). En la naturaleza, estos ácidos grasos no se producen en grandes cantidades. La leche sólo contiene un 5 por ciento de ellos.[20]

Un estudio de 46 generaciones de ratas alimentadas con margarinas hidrogenadas como única fuente de grasa no mostraron efectos perniciosos observables. Hay muy poca evidencia que sugiera que tal tipo de ácidos grasos aumente el riesgo de cáncer o las enfermedades del corazón.[21] Al parecer estos ácidos grasos no afectan adversamente el funcionamiento de las células cuando se incorporan a ellas. Se metabolizan como ácidos grasos insaturados que se hallan normalmente en el alimento, pero no elevan el colesterol de la sangre.

Los grupos científicos recomiendan que al menos un tercio de las grasas que consumimos provengan de ácidos grasos poliinsaturados. Los esteroles vegetales que se encuentran en estos aceites atenúan el efecto del colesterol en la dieta al reducir su absorción.

El ácido alfa-linoleico, uno de los ácidos grasos esenciales, es uno de los grandes precursores de los ácidos grasos orne- ga-3, como el ácido eicosapentaenoico (EPA), que disminuye el riesgo de ataque al corazón reduciendo la agregación de plaquetas y el aglutinamiento de glóbulos rojos. Las nueces, el frijol soya, el aceite de soya, el fruto del nogal blanco americano, el aceite de colza, y el de linaza tienen un alto contenido de ácido alfa-linoleico. Este ácido graso puede convertirse en EPA en la corriente sanguínea.

Todavía no se han determinado las cantidades máximas de estos ácidos grasos omega-3, pero los esquimales que consumen una cantidad considerable de pescados con elevado contenido de omega-3 evidencian un mayor riesgo de contraer hemorragia cerebral. Por estas razones, más la posibilidad de que el excesivo consumo de pescado puede elevar la incidencia de cáncer, los investigadores no recomiendan el consumo de pescado para reducir el riesgo de ataque cardíaco. El aceite de pescado también disminuye la producción de insulina (haciéndolo inapropiado para los diabéticos) y aumenta el colesterol LDL, que pueden, en realidad, incrementar la posibilidad de ataques al corazón.

Necesidades de los niños y los infantes

La Academia Norteamericana de Pediatría recomienda que los infantes reciban un mínimo de 30 por ciento de sus calorías de las grasas, para asegurar que obtendrán todos los ácidos grasos esenciales (EFA) indispensables para crecer, mantener las membranas de las células, regular el colesterol en el metabolismo y proporcionar la síntesis de las prostaglandinas.

Una dieta baja en grasa no se justifica para los niños. Del 40 al 50 por ciento de las calorías de la leche de una madre bien alimentada provienen de las grasas.

Las necesidades de nutrientes y energías en infantes y niños pequeños son relativamente grandes para la capacidad de sus estómagos y el tamaño de sus cuerpos. Consecuentemente, necesitan alimentos que tengan muchos nutrientes para suplir sus necesidades. Por esta razón las grasas deben ser la fuente de una mayor proporción de sus energías que en los adultos. La FAO recomienda que en las naciones subdesarrolladas, donde los niños pequeños tienen un déficit de energía que oscila entre el 20 y el 30 por ciento, la mitad de dicho déficit debería compensarse con aceites y la otra mitad con los alimentos a los cuales los niños están acostumbrados.

Los estudios han demostrado que los niños sometidos a una dieta vegetariana restringida son, generalmente, más pequeños de lo que deberían ser por su edad. Después de los dos años, sin embargo, el promedio de aumento de peso acelera, sugiriendo que se ponen al día en su tasa de crecimiento. [22] [23]Recientes informes han documentado el fracaso en lograr el peso ideal de niños menores de dos años alimentados con una dieta baja en grasa.[24]

Los infantes alimentados con una dieta baja en grasa tienen menos grasa subcutánea. Algunos desarrollan significativas anormalidades de comportamiento que, afortunadamente, son reversibles. Niños entre los seis meses y dos años de edad bien podrían recibir entre el 30 y el 35 por ciento de sus calorías de las grasas. Sin embargo, la Asociación Nacional del Consejo acerca del Colesterol recomienda que todos lo que tienen más de dos años de edad deberían intentar reducir el consumo de grasa al 30 por ciento de las calorías.

Recomendaciones

Basados en estudios de población y en los porcentajes de ataques al corazón muchos organismos científicos han recomendado que menos del 30 por ciento de las calorías consumidas provengan de las grasas. El promedio de consumo en los Estados Unidos es de 37 por ciento, y el de los adventistas fluctúa entre el 35 y el 38 por ciento. Las recomendaciones aludidas están basadas en investigaciones llevadas a cabo en animales y en estudios de población, comparando el consumo de grasa con las tasas de cáncer y ataques al corazón. Una comisión de expertos en la prevención de las enfermedades coronarias de la Organización Mundial de la Salud ha declarado que la relación entre la muerte, el colesterol sanguíneo, y las enfermedades coronarias es causal.

La Asociación Médica Norteamericana recomienda que todas las personas adopten la fase I de la dieta de esa asociación, la cual sólo permite que del 30 al 35 por ciento de las calorías provengan de grasas, de las cuales sólo el 10 por ciento o menos sean saturadas. Esta dieta no tendría más de 300 mg. diarios de colesterol. Pero el norteamericano promedio come de 400 a 500 mg. de colesterol por día. Los adventistas vegetarianos probablemente consuman de 25 a 50 por ciento menos.

Los que tienen un promedio de colesterol sanguíneo superior a 210 mg./dl. deben recurrir a la fase II de la dieta si la primera no reduce su colesterol a niveles aceptables. En esta dieta, la grasa no debería proveer más de 30 por ciento de las calorías, y las grasas saturadas no deberían ser más del 8 por ciento del total. En la fase II el consumo de colesterol no debería ser más de 250 mg. por día.

Si esto no logra los efectos deseados, se debería adoptar la fase III de la dieta: no más del 7 por ciento de grasas saturadas, y un consumo de colesterol no mayor de 100 mg. por día. A todos los miembros de una familia que revela un índice elevado de colesterol se les aconseja seguir al menos la fase I de esta dieta. Esto incluye a dos tercios de toda la población norteamericana.

El promedio de los niveles de colesterol en los Estados Unidos es de 210 mg./dl. El Programa Nacional de Educación Acerca del Colesterol recomienda que aquellos cuyos niveles están por encima de los 200 mg. reduzcan las grasas saturadas al 10 por ciento de las calorías y el colesterol a unos 300 mg. diarios. Si esto no resulta efectivo, deberían proceder al Plan II del programa, con menos del 8 por ciento de grasas saturadas y un consumo de colesterol inferiores a 200 mg. al día. Todos los que tengan alrededor de 65 años cuyo colesterol LDL sea de 160 mg./dl. o mayor —lo cual significa tener dos factores más de riesgo de ataques al corazón (el hecho de ser hombre se considera un factor de riesgo en sí mismo)—, ó 190 mg./dl. sin ningún otro factor de riesgo, es candidato a recibir terapia con medicamento si la modificación de la dieta no es efectiva. El nivel de colesterol LDL debiera ser de 130 mg./dl. o menos.

Control de la grasa en la dieta

Para poder cumplir las recomendaciones nacionales sobre el consumo de grasa —que debe ser entre el 20 y el 30 por ciento de calorías, de las cuales sólo del 7 al 10 por ciento deberían ser grasas saturadas— e intentar llegar lo más cerca posible de la dieta ideal para prevenir enfermedades y promover la salud, el Concilio Norteamericano de Nutrición hace las siguientes recomendaciones:

1) Aumente el consumo de frutas, granos integrales, y vegetales —los que todavía no lo hayan hecho—, y adopte un régimen vegetariano, sin carne, pescado, ni aves. Esto, como lo ha demostrado el Estudio de Salud Adventista, reducirá los riesgos de ataques al corazón más que ninguna otra dieta que se promueva actualmente con estos propósitos. Es posible que esta medida también reduzca el riesgo de contraer cáncer.

2) Planee y prepare sus comidas sin el uso de huevos. Esto eliminará la fuente aislada de colesterol más grande en la dieta norteamericana. También reducirá el riesgo de ciertos cánceres que parecen estar epidemiológicamente relacionados con el consumo de huevos.

3) Evite los productos lácteos con elevado contenido de grasa, como las cremas, mantequillas, queso crema y leche entera. Esto reduce el colesterol, las grasas saturadas y las grasa animales, y es muy probable que reduzca también el riesgo de contraer cáncer más adelante.

4) Utilice aceites poliinsaturados en lugar de las grasas animales y saturadas. Esto contribuirá a reducir las grasas totales y las saturadas en particular. También podría reducir el riesgo de contraer cáncer y enfermedades coronarias del corazón.

La Biblia no sólo no condena el consumo de aceite, sino que incluso ordena su uso. El espíritu de profecía tampoco lo condena. La evidencia científica es fuerte contra el uso de grasa animal. Hay buena evidencia contra el uso de excesiva grasa vegetal. Pero hay poca evidencia para apoyar la eliminación total de la grasa en la alimentación. De hecho, un poco de aceite puede en realidad disminuir el riesgo de enfermarse y promover la buena salud. Y es claro que quienes eligen su alimentación entre todas las cosas que Dios dijo que eran buenas para comer (Gén. 1:29; 3:18) cosecharán importantes beneficios para su salud.

El consumo de alimentos nutritivos es necesario para sostener la vida. Mientras más sanos los alimentos, mejor será la salud. Mientras mejor sea la salud, más completa será la vida intelectual y espiritual.


Referencias:

[1] Ellen G. White. Counsels on Diet and Foods, Review and Herald Publishing Asan., Washington, D C., 1946, págs. 81, 82

[2] Ibid., pág. 82

[3] Ibid., pág. 353.

[4] Ibid., pág. 488

[5] H. B. Brown, “Oiet and Serum Lipids Controlled Studies in the United States, “Preventive Medicine 12 (1983): 103-109.

[6] A. Keys and J. T. Anderson, “The Effects of Different Food Fats on Serum Cholesterol Concentration

in Man,” Journal of Nutrition 62 (1957): 421-424.

[7] A. J. Vergroesen, “Physiological Effects of Dietary Linoleic Acid, Nutrition Review 35 (1977): 1-5, 1977.

[8] A. Keys, “Cardiology, the Essentiality of Prevention,” Minnesota Medicine 52 (1969): 12-18.

[9] S. M. Grundy, “Comparison of Monounsaturated Fatty Acids and Carbohydrates for Lowering Plasma Cholesterol,” New England Journal of Medicine 314: (1986) 745-748.

[10] R. I. Levy and A. N. Klmov, High Density Lipoprotein Cholesterol (HDL-C) and Mortality in USSR and US Middle Age Men: The Collaborative US-USSR Mortality Follow-Up Study, (Abstract) Circulation 76 (Supplement IV) 167, 1987.

[11] “Nutrition Reviews: Atherogenicity of Peanut Oil in the Rabbit,” Nutrition Review 30 (1972): 70-72.

[12] R. L. Phillips, F. R. Lemon, W. L. Beeson, and J. W. Kuzma, “Coronary Heart Disease Mortality Among Seventh-day Adventists with Differing Dietary Habits: a Preliminary Report,” American Journal of Clinical Nutrition, 31 (1978): S191-S198.

[13] M. Fisher, P. H. Levme, B. Weiner, et al., “The Effect of Vegetarian Diets on Plasma Lipid and Platelet Levels,” Archives of Internal Medicine 146 (1986): 1193-1197.

[14] F. M. Sacks, D. Ornish, B. Rosner, S. McLanahan, W. P. Castelli, and E. H. Kass, “Plasma Lipoprotein Levels in Vegetarians. The Effect of Ingestion of Fats from Dairy Products,” JAMA, 254 (1985): 1337-1341.

[15] D A. Snowdon, R. L. Phillips, and G. E. Fraser, “Meat Consumption and Fatal Ischemic Heart Disease.” Preventive Medicine, 13 (1984): 490-500.

[16] T. Hirayama, “Epidemiology of Breast Cáncer with Special Reference to the Role of Diet,” Preventive Medicine, 7 (1978) 173-195.

[17] K. K. Carroll, “Dietary Factors in Hormone- Dependent Cancers,” In: Winick, M. Nutrition and Cancer, págs. 25-40, 1977.

[18] R. L. Phillips, D. A. Snowdon, and B. N. Brin, “Cáncer in Vegetarians. In: Wynder, E. L., G. A. Leveille, J. H. Weisburger, G.

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[19] J. N. Hunt, and D. F. Stubbs, “The Volume and Energy Content of Meals As Determinants of Gastric Emptying,” Journal of Physiology, 245 (1975): 209.

[20] E. A. Emken, “Nutrition and Biochemistry of Trans and Positional Fatty Acit Isomers in Hydrogenated Oils,”- In: Darby, W. J., H. P. Broquist, and R. E. Olson, Annual Review of Nutrition, 4 (1984): 339-376.

[21] R. B. Alfin-Slater, et al, “Nutritive Value and Safety of Hydrogenated Vegetable Fats As Evaluated by Long-Term Feeding Experiments with Rats,” Journal Of Nutrition, 63 (1957): 241-261.

[22] First Health and Nutrition Examination Survey, Anthropometric and Clinical Findings, DHEW Publication No. HRA 75-1229 (Washington, D. C.: Department of Health, Education and Welfare, 1975).

[23] M. Shull, et al, “Velocities of Growth in Vegetarian Preschool Children,” Pediatrics 60 (1977): 410.

[24] M. T. Puliese, M. Weymkar-Daum, N. Moses, F. Lifshitz, “Parental Health Beliefs As A Cause of Non- Organic Failure to Thrive,” Pediatrics 80 (1987): 175-182.