Cuando ingresé a las filas del ministerio venía de ejercer una profesión distinta, de modo que mi único encuentro con el griego fue a través de un seminario intensivo de veinte semanas para aquellos que, como yo, no habían tomado un curso de dos años de ese idioma mientras obtenían su licenciatura en teología.

Fue una clase excelente. Mi maestra era una artista en el arte de enseñar y una lingüista de primera clase. Por eso, aunque no se podía decir que yo fuera un erudito al terminar su curso “intensivo”, podía —al menos en los Evangelios— desenvolverme bastante bien con mi Nuevo Testamento Griego, y sabía cómo manejar las herramientas de estudio para indagar lo que no conocía.

Pero pronto llegó el momento de mi nombramiento como pastor de mi primera iglesia, y con ello el afán semanal para escoger el tema de mi sermón, la visitación, las llamadas telefónicas, los estudios bíblicos y las reuniones de oración, y pronto comencé a deslizarme por la resbalosa cuesta por la cual tarde o temprano cae la mayoría de los estudiantes de griego. Y cuando llegué al fondo contemplé, con tristeza, las modestas alturas que había alcanzado cuando estaba en la escuela, los buenos tiempos cuando todavía conocía el significado de kai, de y luo.

La idea de escalar de nuevo la resbalosa pendiente no me atraía, porque yo pensaba que había sólo dos caminos para llegar a la cumbre y no me gustaba ninguno de ellos. Yo suponía que, o debía confiar en mi Nuevo Testamento interlineal esperando que George Ricker Berry, Alfred Marshall o Jay P. Green siempre hubieran traducido correctamente, o echarle un vistazo a mi Nestle Graece Novum Testamentum (Nuevo Testamento Griego de Nestle) y mi Bauer-Arndt-Gingrich Lexicón, sacarlos de los estantes de mi librero donde habían estado durmiendo largo tiempo, desempolvarlos y emprender la ardua tarea de traducir palabra por palabra.

Pero yo estaba equivocado.

Hay un tercer camino —muchísimo más fácil— que usted puede tomar para mejorar su griego. Pero desde ahora le advierto que no es una ruta convencional y podría causar un poco de escozor a los puristas. Sin embargo, a mí me ha llevado al punto donde el griego es algo muy familiar otra vez. Pero lo más importante es que está dando algunos destellos de nueva vida a mis sermones.

Lo que sugiero funciona mejor si usted elige su tema y su texto para el sábado desde el principio de la semana. He descubierto que consultar el griego resulta mucho más difícil si tengo que afrontar el trauma adicional de elegir mi texto durante la misma semana que pienso predicarlo. Mientras con más anticipación elijo mi texto básico, mucho más tranquilo me siento ante la posibilidad de tomar tiempo para consultar el griego. Poco a poco he adquirido la costumbre de planear un programa básico de predicación con un año de anticipación.

Ahora permítame compartir con usted el secreto que me ha dado resultado en mi esfuerzo por “desempolvar” un poquito mi griego.

Invierta en la adquisición de un par de libros

En primer lugar, invertí un poco de dinero en la compra de un par de “herramientas”.

No gano ninguna comisión por la venta del Nuevo Testamento Inglés-Griego de Nestle-Aland (NAGENT por sus siglas en inglés), pero afirmo categóricamente que este libro puede ser la clave para volver a aprender el griego que usted haya perdido. El NAGENT cuesta unos $15.00 dólares, quizá un poquito más, pero es un tesoro. Es un pequeño volumen, prácticamente del mismo tamaño del Nuevo Testamento Griego de Nestle, pero es el doble de grueso. La mitad de las páginas contienen el texto y todas las notas de la crítica textual de la 26a (la última) edición de Nestle, y en las páginas de enfrente el texto de la Biblia de la Revised Standard Versión (RSV) de 1971 con muchas notas que contienen las variantes de la King James Versión (KJV), la English Revised Versión (1881), la American Standard Versión (1901), la RSV de 1946, y la edición católica de la RSV.

¿Comprende ahora por qué debiera usted gastar $15.00 dólares en este libro?

Imagínese que está en su cama el domingo por la noche. Ya ha escogido su texto para su sermón del próximo sábado y quiere leerlo para dormirse con él. Toma usted su NAGENT y comienza a estudiar la RSV.

De repente, una palabra llama su atención. No le parece muy familiar y usted sospecha que fue traducida de distinta manera en la KJV. Pero en vez de perder tiempo buscando una Biblia KJV entre los libros que tiene en la cabecera de su cama, simplemente echa una miradita al pie de la página. Con toda seguridad encontrará que la KJV usa una palabra diferente, tal vez una más arcaica.

Muy bien, ¿cuál es esta palabra en el original? No necesita volver nuevamente a buscar en su estudio su Nuevo Testamento griego. Simplemente vuelva su vista a la página de enfrente de su NAGENT. Con un poquito de intuición y otro de atención, sumados a una perspicaz eliminación de Kai’s, hoti’s y auto’s, hay una buena posibilidad de dar con la palabra que corresponde al inglés.

¿Ve usted cuán valiosa es esta herramienta? No sólo es perfecta para leerla en la cama sino deliciosamente portátil para llevarla en su automóvil.

Una vez que usted ha localizado la palabra griega que buscaba, o al menos ya la tiene acorralada entre dos o tres posibilidades, ¿qué debe hacer para lograr una traducción más exacta? ¿Salta de la cama, se dirige tambaleante a su estudio, forcejea con su Arndt-Gingrich, lo saca del estante y lo lleva a su cama?

No, si se anima a invertir un poquito más en libros.

Si todavía no tiene un diccionario manual de griego, adquiéralo. (Manual significa que usted lo puede manejar sin forzar los tendones de sus muñecas). Un clásico que se acaba de reimprimir hace poco es el Léxico Griego del Nuevo Testamento de Abbot-Smith. Es liviano y fácil de manejarse y no sólo le da una traducción exacta al inglés, sino que le orienta en el intrincado trabajo de determinar las raíces de las palabras. También le informa —en caso de que usted esté interesado en eso— si la palabra griega que busca se usó o no en la Septuaginta, y si se usó, de qué palabra hebrea procede.

O puede ser que usted prefiera el Conciso Greek-English Dictionary of the New Testament (Diccionario Abreviado Inglés- Griego del Nuevo Testamento) de Barclay Newman. Es el diccionario impreso en algunas ediciones del Nuevo Testamento en

Griego de las Sociedades Bíblicas Unidas. Es un buen diccionario, y aunque no contiene toda la información del Abbot-Smith, puede ser que lo halle un poco más fácil de usar al principio. Y probablemente hasta prefiera usar la edición abreviada del Bauer-Arndt-Gingrich.

Fotocopie el texto griego

Después comencé con la práctica de fotocopiar el texto griego del pasaje de mi sermón a fin de tomar notas. Para esto uso el Nuevo Testamento Griego de las Sociedades Bíblicas Unidas porque tiene el tipo más grande. Después de fotocopiar la página que contiene mi texto, corto los márgenes oscuros de la copia y hago varias otras copias del cuadro blanco solamente. De ese modo, logro que el texto griego quede bien centrado en una hoja blanca de papel, con abundante espacio en todos lados para tomar notas. Usando el NAGENT y el Abbott-Smith, me familiarizo con el griego. Y cuando hago un descubrimiento interesante en el texto, encierro en un círculo la palabra o frase griega y tomo notas en el margen.

En los días que siguen continúo acumulando notas o comentarios en esta hoja. Luego, casi al fin de la semana, cuando incorporo todo este bagaje lingüístico a las verdades teológicas que he descubierto, tengo la profunda satisfacción de saber que me he acercado mucho más al verdadero significado del texto de lo que me hubiera sido posible de otra manera.

Mi NAGENT, mi Abbot-Smith y la página del griego fotocopiada me llevaron a un cierto nivel de eficiencia en el uso del griego del Nuevo Testamento, pero el deleite en verdad comienza cuando me enfrento a otro desafío.

Imparta clases de griego

Tras respirar profundamente y luego de una cuidadosa preparación, imparta una clase de cinco sesiones “Diviértase con el Griego” para laicos. Esto no es tan espantoso como podría parecer. Si usted estudió el griego en un curso regular, ya es mucho más que un compañero de estudios para alguien que no lo ha hecho, incluso para un laico que lo haya estudiado por su cuenta. Si usted no tiene demasiadas pretensiones, si prepara cuidadosamente sus lecciones, y si domina realmente los elementos básicos del griego (por ejemplo, la pronunciación de palabras, la lectura y traducción de Juan 1:1 y 3:16, cómo usar una concordancia o un Nuevo Testamento interlineal correctamente), se sentirá seguro.

Existe más de una razón por la cual usted podría interesarse en enseñar los elementos del griego a un grupo de laicos en su iglesia. En primer lugar, al enseñar aumenta su propia eficiencia cuando usted enseña algo a otra persona, aprende más del tema de lo que aprendería de otra manera. Además, la demanda por este tipo de clases está aumentando.

También la enseñanza de esta materia le ofrece a usted, no sólo la oportunidad de explicar la lengua griega a sus feligreses, sino también de demostrarles que las creencias de nuestra iglesia están en armonía con el original griego. Por otro lado, al enseñar estas clases, les asegura a sus feligreses que, así como el cirujano, el dentista y el abogado conocen su materia a fondo, usted también conoce a profundidad su profesión.

Por último, a medida que instruya a sus alumnos, se regocijará con ellos al compartir la absoluta confianza que los cristianos de hoy pueden tener en las Sagradas Escrituras, que Dios ha preservado tan señaladamente a través de los siglos.

No creo que me haya obsesionado demasiado al “desempolvar” mi griego. No abandoné mis otros deberes ministeriales para concentrarme en él. Usando las herramientas que he mencionado, sencillamente permití que ocurriera. Y en realidad, el resultado ha sido un gran apoyo para mí.

Sobre el autor: Mylan Schurch es pastor de la Iglesia Adventista