Si bien hay lagunas en la comprensión ecuménica del evangelismo, también existen dimensiones enriquecedoras

     Si bien hay lagunas en la comprensión ecuménica del evangelismo, también existen dimensiones enriquecedoras La Conferencia Misionera Mundial celebrada en 1910 en Edimburgo, bien puede considerarse como la piedra fundamental del movimiento ecuménico moderno. El hecho de que fue una conferencia “misionera” indica que hay una conexión temprana entre ecumenismo y evangelismo. En 1921 la Comisión Continuadora de Edimburgo, se convirtió en el Concilio Misionero Mundial. Cuando éste se fundó muchos lo consideraron no sólo como un instrumento para coordinar las actividades misioneras y evangelistas de varias sociedades misioneras nacionales, sino también como una agencia para unir a los cristianos en la búsqueda de la justicia en las relaciones internacionales e interraciales. Esta tendencia temprana hacia la orientación socio-política de las misiones se recordaría por su influencia en el Concilio Mundial de Iglesias más tarde. En 1961, el Concilio Misionero Internacional (CMI) se integró al Concilio Mundial de Iglesias. Resultado: la Comisión de Misiones Mundiales y Evangelismo. En ese tiempo, los abogados de la unión decían que se estaba produciendo la integración porque el CMI (Concilio Mundial de Iglesias) había tomado “la tarea misionera en él mismo corazón de su vida”.[1] ¡Sin embargo, su historia subsecuente parece indicar que el CMI ha estado sufriendo problemas “cardiacos” evangelísticos!

     Aunque el evangelismo desempeñó un papel de importancia durante la organización del Concilio Mundial de Iglesias en Amsterdam en 1948, se perdió de vista en gran medida hasta 1971 cuando la Asamblea de Nairobi reafirmó su dedicación al evangelismo.

     La reunión de la Junta Central del Concilio Mundial de Iglesias, celebrada en 1982, también emitió una declaración sobre evangelismo. La reunión de la Comisión de Misiones Mundiales y Evangelismo celebrada en Bangkok en 1973, pidió una moratoria de los misioneros del Atlántico Norte. Muchos percibieron esto como una tendencia ecuménica que se apartaba demasiado de la obra misionera tradicional. Este paso, de hecho, siguió a la “declaración de Barbados” de 1971, consecuencia del Simposio sobre Racismo financiado por el CMI. La declaración pidió la suspensión de “toda actividad misionera” entre los indios sudamericanos puesto que la evangelización de esta población nativa se estaba considerando como un enfoque religioso espurio, afín al colonialismo.[2]

     La siguiente gran conferencia del CMI sobre evangelismo se celebró en Melbourne en 1980. El tema, “Venga tu reino”, no se refería al segundo advenimiento, sino a las buenas nuevas, especialmente para los pobres ahora. Aunque la conferencia afirmó la proclamación, ignoró esencialmente la cuestión de la proclamación evangelística a los no cristianos.

     En 1989 tuvieron lugar dos grandes conferencias sobre Misión y Evangelismo. La Comisión de Misiones Mundiales y Evangelismo del CMI se reunió en San Antonio, Texas. Un mes más tarde, la Comisión de Lausana para La Evangelización Mundial celebró su conferencia en Manila. Hubo muy poca colaboración entre las dos conferencias: La primera siguió la línea del CMI; la segunda, el enfoque de los “Evangélicos Conservadores”. Como observaron Alan Neeley y James R. Scherer, las dos conferencias no se cruzaron como barcos en la noche, sino se hicieron señales como barcos que se cruzan en el día.

     Las dos conferencias resaltaron claramente dos diferentes enfoques: Las reuniones de San Antonio enfatizaron la misión, según el modelo de Cristo, dando a conocer el Evangelio en palabra y obra. Este énfasis incluía la nueva dimensión del interés ecológico como parte de la misión. El evangelismo sólo se tocó de paso, y la esperanza en la Segunda Venida ni siquiera se mencionó. La Conferencia de Manila, por su parte, se abocó al tema, “Proclamad a Cristo hasta que venga”: Dar a conocer a Cristo en palabra y hechos. La Conferencia de Manila reconoció la acción social como necesaria, pero enfatizó el evangelismo como prioridad.[3]

     Pero ya basta de información histórica. Veamos a continuación las consideraciones específicas del Concilio Mundial de Iglesias y el Evangelismo.

El CMI y el evangelismo

     La palabra evangelismo (y mucho menos evangelización) difícilmente puede hallarse en los documentos del CMI después de la Asamblea de Nueva Delhi celebrada en 1961. Esto ha movido a Priscilla Pope Levison a declarar que el evangelismo es un “concepto suprimido en los círculos del CMI”.[4] Entre los ecumenistas, las palabras favoritas son testimonio y misión, no la palabra evangelismo.

     Tanto la Asamblea de Nueva Delhi del Concilio Mundial de Iglesias (1961), como la reunión de México de la Comisión sobre Misión Mundial y Evangelismo (1963), vieron al evangelismo como “la iglesia entera” presentando “todo el Evangelio a todo el mundo”.

     Sin embargo, se puso muy en claro que el Evangelio completo no comprende únicamente la proclamación de Cristo, sino el trabajo en favor de la justicia y la paz, incluyendo la acción política. En vez de llamar a la gente a salir del mundo por medio de la conversión, el evangelismo ecuménico invita a la gente convertida a ir al mundo para realizar actos de fe. El Evangelio total, como lo interpreta el ecumenismo, reconcilia, no sólo a los individuos con Dios, sino también con las estructuras, incluyendo el aspecto socio-económico. La proclamación evangelística (Melbourne, 1980), se nos dice, nunca puede ser general (Jesús salva), sino específica y contextual. Especialmente, debe denunciar la injusticia a fin de hacer la proclamación tanto creíble como digna de confianza.

     El CMI produjo en 1982 un importante documento titulado “Misión y Evangelismo: una afirmación ecuménica”. Varios conceptos emergen de este estudio:

     1. El evangelismo y la acción social van juntos.

     2. El evangelismo debe hacer de las “buenas nuevas” una realidad en la vida de los pobres.

     3. El evangelismo debe alentar la conversión personal por medio de la aceptación del señorío

salvador de Jesucristo.

     4. El evangelismo debe sembrar la semilla localmente a fin de desarrollar iglesias locales (un concepto más bien raro en los documentos del CMI).

     El documento del CMI de 1982 también desafió a las iglesias miembros a testificar la singularidad de Cristo y “cooperar en la testificación a millones de personas que todavía no han tenido la oportunidad de responder al Evangelio”.[5]

     En 1989 se reunió en San Antonio, Texas, la Comisión sobre Misión Mundial y Evangelismo. Esta fue una conferencia crucial puesto que allí se definieron las relaciones entre el ecumenismo y la evangelización. Podemos ver seis conceptos relativos al evangelismo que surgen de los informes de dicha conferencia:

     1. La conferencia vio el uso justo y la distribución de la tierra como un aspecto importante para el cumplimiento de la misión tal como Cristo lo haría.

     2. Después de escuchar informes que algunas iglesias que tienen su sede en Estados Unidos de Norteamérica, algunas organizaciones para-iglesias y sectas, apoyaban “ideologías y prácticas de dominación a través del evangelismo y programas de ayuda que promovían y protegían intereses norteamericanos”, la sesión pidió que terminaran las prácticas evangelísticas que promovieran la hegemonía de los Estados Unidos.[6] Arie Brouwer, que entonces era secretario general del Concilio Nacional de Iglesias de Cristo en Estados Unidos, fue tan lejos como para denunciar la “perniciosa” conexión entre el poder nacional y empresas misioneras extranjeras de los evangélicos conservadores.[7]

     3. La conferencia declaró que “el evangelio material” y el “espiritual” deben ser uno.[8]

     4. La conferencia endosó la idea de que la misión del CMI implica participación en el sufrimiento y la lucha. Esto incluye el uso del poder en acción violenta cuando los medios no violentos “se han probado y han sido aplastados”.[9] Todo esto se veía como parte de la tarea misionera obrando en favor de la justicia.

     5. En San Antonio se vio una “inextricable relación” entre la evangelización y el ecumenismo, y se postuló el hecho de que trabajar, según los métodos de Cristo, requiere que las iglesias “necesariamente aúnen sus esfuerzos donde sea posible”.[10]

     6. Eugene Stockwell, director retirado (1984-1989) de la Comisión de Misiones Mundiales y Evangelismo, habló sobre “Aspectos de la Misión para hoy y mañana”. ¿A qué se refirió? Habló de la deuda externa, la aniquilación del planeta tierra, el dolor de la guerra, la tortura, el hambre, la pobreza y las divisiones. No dijo una sola palabra del problema y el dolor de los millones que están perdidos en el pecado sin salvación. Para él, al parecer, éste no era un “aspecto de la misión para hoy y para mañana”.

Aspectos evangelísticos en el marco del ecumenismo

     Evangelismo y responsabilidad social. Como ya hemos indicado, la línea principal del movimiento ecuménico enfatizó la participación socio-económica y política ál punto de descuidar la proclamación y el evangelismo propiamente dicho. No sorprende que en San Antonio el énfasis fuera hacer evangelismo defendiendo a los necesitados y a los oprimidos, denunciando el racismo, la división de la humanidad en clases sociales, el sexismo, e incluso el nacionalismo.

     Podemos concordar con la idea de que el Evangelio debe ser tanto oído como visto, y que los hechos del mismo deben acompañar a las palabras del Evangelio. Necesitamos buenas nuevas y buenas obras, pero la responsabilidad omniabarcante debe ser el evangelismo.

     Es interesante notar que los evangélicos conservadores se hayan inclinado hacia las preocupaciones sociales como parte de su misión cristiana. Sin embargo, todavía dan prioridad a la proclamación evangélica. Por ejemplo, el “Informe de Grand Rapids— Evangelismo y responsabilidad social”, de junio de 1982 —propuso tres relaciones apropiadas entre el evangelismo y la responsabilidad social.

     1. La acción social es una consecuencia del evangelismo (el evangelismo precede).

     2. La acción social es un posible puente hacia el evangelismo (el evangelismo sigue).

     3. La acción social acompaña al evangelismo (el evangelismo acompaña). John Slott está en lo correcto: la acción social no es evangelismo, y la misión debe abarcar tanto el evangelismo como el servicio. La acción social es parte de nuestro servicio cristiano. Es un impulso paralelo al evangelismo, pero no es evangelismo.

     Evangelismo y proselitismo. La línea principal del movimiento ecuménico ha condenado el “proselitismo”. Pero, ¿qué es proselitismo? Hay dos definiciones básicas. Primera, la definición que da el diccionario se refiere a convertir a una persona de una creencia a otra —y ésta ha sido la idea tradicional del evangelismo desde los días de Pablo. Segunda, la definición ecuménica que se refiere al “testimonio corrupto”, que usa métodos erróneos, tales como ofrecer incentivos materiales, hacer falsas declaraciones con respecto a otras iglesias aprovechando la ignorancia de la gente, etc.

     Cada vez se ve más al proselitismo como dirigiéndose a un objetivo equivocado. En San Antonio se dijo: “Un proselitismo activo dirigido a ganar miembros de otras iglesias cristianas es contrario al espíritu de Cristo”. Pero la declaración fue mucho más lejos: El evangelismo que no promueve las buenas relaciones con las otras iglesias cristianas “debe, necesariamente, ser cuestionado”.[11]

     ¿Cuán buenas relaciones puede promover realmente el evangelismo cuando los miembros salen de una iglesia para unirse a otra? Muy pocas, si es que las hay. El resultado de seguir los dictados arriba mencionados sería no hacer evangelismo entre aquellos que ya son miembros de una iglesia, incluso si sólo son nominales. Al parecer, esto es lo que al CMI y a la mayoría de los ecumenistas les gustaría ver.

     Otros aspectos del evangelismo, vistos como testimonio corrupto y proselitista en naturaleza, son “programas para el engrandecimiento denominacional”.[12] Además, la Conferencia declaró que el testimonio se deteriora para convertirse en un contratestimonio cuando hay una negación de “la autenticidad de la experiencia de la fe de otros cristianos. Toda competencia malsana en la obra misionera debiera evitarse como si constituyera una forma distorsionada de misión”,[13] y por lo tanto es proselitismo. Debería notarse, de paso, que la Conferencia de Manila de los evangélicos conservadores (1989) también señaló que las iglesias y las agencias misioneras deberían cooperar en el evangelismo y repudiar “la competencia” y “la duplicación”.

     En teoría, San Antonio reconoció que las iglesias cristianas pueden llegar a ser “estáticas”, “de crecimiento interno”, y no involucrarse en evangelismo. En tales casos, los cristianos no deberían tratar de evangelizar a grupos con miras a sacarlos de sus iglesias tradicionales, sino más bien “desempeñar una función catalítica en la renovación de la misión” e identificarse con la comunidad de fe local”.[14] En la práctica, este enfoque haría que el evangelismo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día fuera casi imposible en un país como Grecia.

     Ecumenismo, evangelismo, y confesiones de fe no cristianas. Las relaciones con las religiones no cristianas constituyen, ciertamente, un aspecto muy importante del evangelismo. ¿Cómo ve el ecumenismo las relaciones con otras grandes religiones? La posición evangélica tradicional ha sido siempre que la salvación sólo viene a través de Cristo y que el Evangelio debe predicarse a todos. La posición ecuménica es mucho más abierta y ve la salvación en otras religiones. La Asamblea de Vancouver (1983) declaró que en todas las grandes religiones hay una búsqueda verdadera de Dios (¡lo cual no quiere decir necesariamente que dicha búsqueda pueda dar con Dios!).

     La Conferencia de San Antonio declaró que es tarea cristiana invitar a otros a aceptar el Señorío de Cristo. Por otra parte, los cristianos deben reconocer también que nunca podrán pretender tener una comprensión total de la verdad, y que “no deben ponerse límites al poder salvador de Dios”. Como cristianos, podemos testificar que Cristo es nuestra salvación, pero la Conferencia no dice que los cristianos pueden testificar que Cristo es también su (los no cristianos) salvación. Los cristianos deben ser testigos, no jueces de otros; pueden ser “misioneros”, y “no agresivos” al mismo tiempo.[15] “Jesús no es el único camino” —dicen ellos—, si con esto queremos decir que uno tiene que “nombrar a Jesús” para ser salvo. Necesitamos estar abiertos al “don de la gracia de Dios tan evidente” en muchas otras religiones.[16] Emilio Castro, secretario general del CMI, declaró en la Conferencia de San Antonio que “la causa del reino de Dios tiene otros abogados”, fuera de la iglesia cristiana y “otros están involucrados en la misión divina incluso sin conocer el nombre de Jesús”. Esos otros son aquellos que luchan por la libertad y la justicia.[17]

     Estas declaraciones son, de alguna manera, ambiguas. Hay, en algunos círculos del CMI una tensión no resuelta entre la comisión evangélica y el concepto de que “Dios está presente en, y trabajando por medio de, personas de otras confesiones religiosas”. En la Iglesia Adventista del Séptimo Día, existe una polaridad similar entre la urgencia de la tarea misionera de la predicación del Evangelio en preparación para el pronto retorno del Señor y la seguridad de que Dios es poderoso para salvar incluso fuera del cristianismo organizado.

     Sin embargo, como adventistas del séptimo día, creemos que esta iglesia tiene una tarea especial para proclamar el mensaje de salvación en su marco del fin del tiempo. Sabemos también que la acción salvífica de Dios se extiende más allá de las fronteras de nuestra iglesia e incluso más allá de otras iglesias cristianas, a aquellos que militan en religiones no cristianas o que no tienen ninguna religión (véase Rom. 2:14,15). Por tanto, la evangelización cristiana no tiene por qué abandonar o relativizar la verdad —incluyendo la “verdad presente”—, reduciéndola a una corriente defensiva o reacción apologética por la arrogancia cristiana del pasado y los pecados del colonialismo occidental. No hay, ciertamente, “otro nombre”. Sin embargo, sí nuestra evangelización ha de ser confiable y éxitosa, nosotros, como sus agentes, no debemos oscurecer las buenas nuevas mediante una empalagosa comprensión bíblica, aislamiento, divisionismo, la búsqueda codiciosa de bienes materiales, ni prácticas injustas dentro de la iglesia.

     Evangelismo y diálogo. El movimiento ecuménico ha abogado desde hace mucho tiempo por el diálogo y se ha involucrado en él, incluyendo diálogos bilaterales y multilaterales con las así llamadas “Confesiones de fe vivientes”. Algunos ven el diálogo como una forma de evangelismo, pero muchos ecumenistas lo visualizan como algo separado del evangelismo. La Iglesia Católica Romana, como ninguna otra, está involucrada en el diálogo ecuménico. El papa Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris Misio (7 de diciembre de 1990) deja bien claro que “el diálogo no dispensa de la evangelización (pág. 95). Si bien el diálogo y el evangelismo están interconectados, no son idénticos, y aquellos que están involucrados en él deben ser “consistentes” con sus propias creencias religiosas, y no “abandonar los principios” (pág. 97). Yo concordaría totalmente con esta posición. En el diálogo, se necesitaría lo que Hans Kung ha llamado “Standhafligkeit”, es decir, el valor y la resistencia para permanecer firmes.

     La Conferencia de San Antonio declaró que el testimonio, lejos de excluir el diálogo, invita a él. El verdadero diálogo no suaviza la dedicación cristiana, sino que es, más bien, un “encuentro de compromisos”.[18] Los cristianos, al dialogar con otros, tienen que discernir las inescrutables riquezas de Dios.[19] Sin embargo, el diálogo debe conducirse siempre sobre la base de la igualdad, tú y yo, pues de otra manera, no es realmente diálogo.

Contribuciones y lagunas

     Si hemos de ser justos, debemos reconocer que el movimiento ecuménico (CMI) ha hecho varias contribuciones a la comprensión teológica, con implicaciones para el evangelismo. Tal hecho debería guiarnos a afirmar que:

     * El pecado no se limita a la vida personal, sino que abarca también la vida colectiva.

     * El Evangelio no debe equipararse con una cultura dada, ni debe ser opacado por ella.

     * El Evangelio tiene una dimensión de la justicia que requiere el compromiso cristiano.

     * El evangelismo/misión tiene una opción especial para los pobres.

     * El engrandecimiento institucional no debe equipararse con el avance del Evangelio.

     * La misión comprende la mayordomía de los recursos de la tierra.

     * El pecado de la discriminación (raza, sexo, idioma, cultura) niega el Evangelio.

     * La evangelizaron es responsabilidad primaria de las congregaciones locales.

     * La evangelización con dominación es espuria. Vivimos en una época ecuménica. Debemos estar conscientes de las dimensiones evangelísticas y las lagunas que el ecumenismo trae en su estela. Mientras que nuestra dedicación a la proclamación del Evangelio debe ser suprema, nuestros métodos y estrategias deberían tener en cuenta los siguientes principios:

     * Debemos estar conscientes de nuestra responsabilidad social, incluyendo el tomar una clara posición a favor de la justicia y la paz.

     * Nuestras estrategias evangelísticas deberían ser sensibles a los valores de los diversos pueblos, y no deberíamos buscar la dominación cultural.

     * Los motivos impuros y los métodos indignos, tales como preocupaciones por la declinación de la feligresía, sutiles agendas políticas, y rivalidad, no deberían tener lugar en los esfuerzos evangelisticos.

     * Debemos mantener una constante vigilancia contra el secularismo (la ausencia de un significado teocéntrico decisivo) que se infiltra en nuestras iglesias y nuestro ministerio (consumismo, egoísmo, pragmatismo, feminismo, etc.). Llama la atención que en San Antonio se haya sugerido una forma de combatir estos peligros: no sucumbir al espíritu de la época ni retirarse a una “existencia de gettho”, sino adoptar un estilo de vida sencillo “en el cual el compartir y la solidaridad tengan la prioridad sobre nuestras posesiones e intereses personales”.[20] Un estilo de vida sencillo está, ciertamente, en armonía con el adventismo desde antiguo.

     * El evangelismo debe reconocer y promover el papel del laicado, tanto hombres como mujeres.       

     * Podemos usar el diálogo con parámetros apropiados.

     * Debemos promover los derechos humanos y la libertad religiosa, porque es correcto hacerlo, no porque nos beneficiaremos de ello como individuos o como iglesia.

     * El evangelismo debe evitar los enfoques estrechos, exclusivistas e introvertidos. No deberíamos ignorar lo que otros cristianos hacen, y deberíamos reconocer que todas las agencias que ponen en alto a Cristo son parte del plan divino para la evangelización del mundo.[21]

     * En todo lo que hagamos, debemos ser fieles a la regla de oro y relacionarnos justa y honestamente con otras personas, iglesias y religiones. Necesitamos permanecer dentro de los principios bíblicos permanentes, estando listos para dar razón de nuestra fe, pero haciéndolo con humildad, respeto y honestidad (1 Ped. 3:15-16).


Referencias:

[1] The New Delhi Report, ed. W. A. Visser’t Hooft (Londres: SCM Press, 1962) págs. 249, 250.

[2] Véase Bert B. Beach, Ecumenism: Boon or Bane? (Washington, D. C.: Review and Herald Pub. Assn., 1974), pág. 183.

[3] Alan Neeley y James R. Scherer, Missiology, abril, 1990.

[4] Priscilla Pope-Levison, “Evangelism in the World Council of Churches, Part One: From New Delhi to Vanccuver”, International Review of Mission 80 (1991): 242.

[5] International Review of Mission 71 (1982): 427-451.

[6] The San Antonio Report, ed. Fredenck R. Wilson (Ginebra: WCC Publications, 1990), pág. 51.

[7] Id., pág. 153.

[8] Id., pág. 26.

[9] Id., pág. 40.

[10] Id., págs. 27, 28.

[11]  Id., págs. 75, 29.

[12] Id., pág. 29.

[13] Ibid.

[14] Ibid.

[15] Id, pág. 32.

[16] Id, págs. 126, 127.

[17] Id, pág. 134.

[18] Id, págs. 32, 33

[19] Id, pág. 31.

[20] Id, págs. 30, 32.

[21] Véase Working Policy of the General Conference of Seventh day Adventists (Hagerstown, Md.: Review and Herald Pub. Assn., 1990-1991), págs 371-373