Acción y reacción, flujo y reflujo, prueba y error, cambio: este es el ritmo de la vida’, dijo Bruce Barton. Los delegados al Congreso de la Asociación General, celebrado este año en Utrecht, Holanda, como parte del ritmo de la vida, decidieron que una nueva persona ocupe desde hoy la silla del director. Por tanto, éste es mi último editorial.
Ha sido un privilegio y un honor servir en esta capacidad y trabajar con un excelente y dedicado equipo editorial durante los últimos once años.
Han sido años de desafíos, de crecimiento y aprendizaje. Durante todo ese tiempo me esforcé por ser fiel a Dios, a la iglesia y a las normas de ética y práctica profesional de la Prensa Asociada de la Iglesia, y lo que sigue es una parte de ella: “La curiosidad periodística disciplinada busca información y comprensión para servir al lector y al bien común, a partir del conocimiento de que el lector individual — el ‘consumidor’ final del periodismo — necesita la verdad para formar sus opiniones y dirigir sus vidas en consonancia con la voluntad de Dios, y que la sociedad como un todo, específicamente las iglesias, necesita fuentes confiables de información e interpretación a fin de funcionar como comunidad’.
Temas controversiales
Esta ha sido una tarea desafiante porque lo que uno considera vital y necesario, otro lo toma como subversivo e injustificado. Es por ello que esta revista ha cubierto temas controversiales como el de la ordenación de la mujer, el aborto, los deportes competitivos en las escuelas adventistas, la naturaleza de Cristo, los salarios de los ejecutivos de los hospitales adventistas, el pluralismo teológico, asuntos relacionados con la justificación, diferentes formas de evangelismo, divorcio y nuevo matrimonio, ética sexual, autoridad de la iglesia, inspiración e interpretación de la Escritura, creación y evolución. Y podríamos ampliar esta lista.
Vivimos en una época compleja y no existen respuestas fáciles para muchos de los dilemas que afrontamos. Necesitamos información exacta, que nos ayude a formar nuestras opiniones y decidir así la mejor forma de enfocar los asuntos que tratamos en la revista Ministerio. Si bien la verdad nunca cambia, necesita ser vestida con el vestuario del contexto cultural. Ciertas aplicaciones de los principios que son relevantes para una generación pasada, pueden ser irrelevantes para hoy. Muchos confunden principio con aplicación. Mientras que los principios son intemporales y universales, sus aplicaciones pueden variar de tiempo en tiempo y de una cultura a otra. La credibilidad se acrecienta cuando los pastores ven a los dirigentes de la iglesia luchando con estos temas difíciles y descubren que son abiertos y cándidos.
La cruz es suprema
Por sobre todas las cosas he tratado de levantar la cruz de Cristo. Cuando toda la gritería se haya silenciado; cuando todos los tópicos hayan sido puestos sobre la mesa; cuando todas las doctrinas hayan sido discutidas; cuando todos los reglamentos hayan sido votados; lo único que habrá sido verdaderamente importante será Jesús y nuestra relación con él. Pablo, uno de los hombres más eruditos de sus días, escribió: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado’ (1 Cor. 2:2). A los creyentes de Galacia les dijo: ‘Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gál. 6:14).
Elena G. de White, una de los fundadores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, escribió: ‘Cristo colgando de la cruz, era el evangelio. Ahora tenemos un mensaje: ‘He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’. Los miembros de nuestra iglesia, ¿no querrán conservar los ojos fijos en un Salvador crucificado y resucitado en quien se centran sus esperanzas de vida eterna? Este es nuestro mensaje, nuestro tema, nuestra doctrina, nuestra advertencia al impenitente, nuestro estímulo para el sufriente, la esperanza para cada creyente” (Comentarios de Elena G. de White, Comentario bíblico adventista, tomo 6, pág. 1113).
La cruz se yergue como un poderoso haz de luz que irradia a través del tiempo, declarando que Dios es amor. Cuando las atrocidades causadas por ejércitos merodeadores nos dejen perplejos, la cruz declara que Dios cuida de nosotros. Cuando la violencia nos golpea y la muerte arrebata a una madre, dejando huérfanos a sus hijos, la cruz declara que Dios todavía nos ama. Cuando las facciones convierten a un país en un caos ingobernable y nos preguntamos: “¿Dónde está Dios?”, la cruz sigue haciendo resonar el mensaje de que Dios es amor. Cuando la tragedia golpea en la flor de la juventud, y una persona queda lisiada para toda la vida, la cruz declara que Dios todavía tiene todo bajo su control. Cuando no obtenemos respuesta ante los insolubles problemas de la vida, la cruz es la única respuesta a la cual podemos aferramos.
De modo que, al decir adiós, nunca abandonemos la fe, nunca desesperemos, nunca nos hundamos ante los desafíos invencibles. Miremos siempre a Jesús, porque sólo él es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Recordemos siempre que la verdad “os hará libres” (Juan 8:32).